Otra nota que publiqué, no recuerdo si fue en El Financiero o en El Universal, allá por 1994 o 1995.
La historia de 4
Atentados Presidenciales
Por
Agustín Sánchez González
"Que la historia hubiera copiado a la historia ya era
suficientemente pasmoso; pero que la historia copie a la literatura es
inconcebible", escribió Jorge Luis Borges en el "Tema del traidor y
del héroe", hace medio siglo.
Quizá en aquel tiempo era
válida esta sentencia; hoy día, sin duda, ya no lo es. Retratar la realidad,
puede resultar más difícil y complejo, que hacer ficción.
Los escritores se han convertido en inocentes autores, a la
manera de Corín Tellado o Yolanda Vargas Dulché, comparados con la realidad
política de nuestro país en la actualidad.
Lo que hoy sucede, estas historias
negras de la política mexicana, sólo pueden ser concebidas por una mente muy
diabólica o muy angelical.
Cada fin de milenio, la
humanidad realiza una acción contradictoria; por un lado, se niega a dar una
vuelta a la hoja de la historia, pero por otro, busca afanosamente saber qué
sucedió en los días previos. Entonces la historia aparece como el galán de la
película que busca responder, convirtiéndose en una especie de psicoanálisis
colectivo.
Resulta gratificante ver a la
gente como busca en su pasado encontrarse con el presente. Los libros de
historia se han convertido, curiosamente, en los best-seller de moda. Casos
como el de José Agustín, resultarían en otros tiempos incomprensibles. No hablo
de su obra literaria, por supuesto, sino de sus crónicas escritas con el nombre
de Tragicomedia mexicana que han alcanzado tirajes enormes.
Enrique Krauze es otro caso
similar. Historiador de profesión, ha hecho de la historia una industria y ha
impulsado, inclusive, una empresa que hoy día vende libros como pan caliente,
con la novedad, además, que los libros están vendidos, en el buen sentido, de
antemano, gracias a la publicidad que en ellos ha puesto. El propio Krauze ha
retomado las telenovelas para ofrecer su particular visión del Porfiriato y,
con todo lo discutible que pueda ser, ahí está una visión de la historia que ha
sido vista por miles de personas.
Me llama la atención otros detalles: los más importantes premios
literarios que se dan en México, el de Editorial Planeta y el de Editorial
Diana, han sido otorgados a novelas de carácter histórico: La lejanía del
tesoro, de Paco Taibo II y El ojo de Dyndimenio, de Daniel Chavarría, en
editorial Planeta; Matar al manco, de Emilio Chao Ebergendy, en Diana. (Otro
detalle interesante, es la enorme cantidad de libros Kleneex, completamente desechables,
que han aparecido este año. De la guerrilla chiapaneca, por ejemplo, se han
escrito más de una docena, que la gente ha leído con avidez)
Más curioso resulta el hecho
de que, a finales de 1993, aparecieran tres libros sobre Alvaro Obregón: Matar
al manco, de Chao Ebergendy; Alvaro Obregón y el TLC, de Francisco Prieto, y El
General en la Bombilla.
Después de escribir
El General en la Bombilla, me congracié con la parte antisolemne de Obregón y
escribí No me haga reír, señor presidente, que espero aparezca próximamente; en
él se recogen una buena cantidad de chistes en torno a los presidentes (Conste
que no me refiero a los que han hecho ellos, sino a los que ha inventado la
población a costillas de ellos, como una mínima venganza por lo que nos hacen
durante 6 años).
Hace poco más de un
año, el periódico Reforma cabeceó una entrevista mía diciendo: "Habrá más
muertos este sexenio" y, debo confesar, me asombré la forma en que la historia,
en algunas ocasiones, parece predecir las cosas.
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