sábado, 19 de enero de 2013

Cien años riéndose de la muerte... o tal vez no

"Remate de Calaveras alegres -y sandungueraaaaaas-", debía gritar el niño voceador mientras ondeaba las hojas volantes llenas de versos y presididas por una calavera con sombrero emplumado.

 "A cinco, a cincooooo..." añadía, pues era lo que costaban las publicaciones satíricas que proliferaban en la Ciudad de México de principios de siglo XX. Se cree que corría el 2 de noviembre de 1912, Día de Muertos en plena Revolución Mexicana. Y nada mejor para celebrar la fiesta que una dosis de nacionalismo con La Flaca haciendo sorna de las sirvientas venidas a más. 

"Las que hoy son empolvadas GARBANCERAS, pararán en deformes calaveras", rezaba el subtítulo de las irónicas rimas dedicadas a las indias que despreciaban su origen y pretendían parecerse a sus patronas españolas o francesas, que comían garbanzos en vez de frijoles. "Las Marcelas y las Saras" , "las Lupes y las Pitas", las "Gilbertas y Ramonas", las "Adelaidas traidoras" y las "pulidas Carolinas unidas a las Julianas y a las Virginias tramposas" (...) "Todas, todas en montón / sin poderlo remediar / en llegando la ocasión / calaveras del montón / en la tumba han de parar". Nadie podía pensar entonces que esas cuartillas publicadas por Antonio Vanegas Arroyo e ilustradas por el caricaturista, ya sesentón, José Guadalupe Posada, llegarían a hacer historia. Ni que el dibujo de este mexicano nacido en Aguascalientes en 1852, que de niño garabateaba 'monos' sin parar para entretener a los alumnos latosos de su hermano, se convertiría en uno de los símbolos mexicanos por excelencia. 
 La historia de La Catrina, la 'dama calaca' que con ropajes elegantes conquista a quien la ve a pesar de su siglo de vida, va más allá de la de su autor. Y su creador es mucho más que una famosa calavera impresa en 1913 pero cuyo origen se sitúa en ese Día de Muertos de 1912, meses antes de la muerte del artista. Un dibujo entre 15.000 Considerado uno de los mejores ilustradores mexicanos, José Guadalupe Posada realizó en torno a 15.000 dibujos, grabados e ilustraciones que iban desde anuncios de cigarrillos a etiquetas para medicamentos, carteles taurinos o circenses, dibujos de juegos de mesa o de la lotería, noticias de accidentes, sucesos, erupciones de volcanes y hasta cartas de amor.

 La mayoría de estos trabajos se han perdido porque fueron realizados para un medio efímero, más de 70 periódicos, pero precisamente por eso llegaron a la gente, "hoy al verlas sentimos que son nuestras, tan nuestras como es el arte universal", explica a ELMUNDO.es el historiador Agustín Sánchez González, uno de los mayores estudiosos de la obra de Posada. 

 De toda esta producción, solo un 5% son calaveras pero, paradójicamente, son las que le inmortalizaron. El primer esqueleto de Posada del que se tiene registro fue una muerte con una guadaña dibujada con apenas 19 años quizás, comenta Sánchez, fruto "de una infancia dolorosa". 

Y aunque no fue el primero que dibujó calaveras, una tradición de origen prehispánico, "Posada las sintetiza y las da fuerza". Rivera, el promotor del mito Su influencia cala en el Taller de Gráfica Popular y entre los muralistas de la Escuela Mexicana de Pintura, según Sánchez, porque "tras la Revolución (1910-1920), viene una ideologización del arte, se vive un rechazo a lo español y una reivindicación de lo prehispánico". Por eso cuando Rivera descubre las caricaturas de don Lupe en casa de los impresores Vanegas, se queda impactado: la obra "tenía todos los elementos de lo que podía ser el arte mexicano", añade el historiador. 

 En los años 30, Diego Rivera participó en una monografía sobre Posada y en 1947 no dudó en reproducir a la calavera emplumada y "garbancera", de cuerpo entero, a la izquierda de Frida Kahlo y del brazo de don Lupe, en uno de sus murales más famosos 'Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central'. Para entonces ya la había bautizado con un adjetivo que significaba 'elegante' y que llenó de ironía: catrina. El mito estaba creado en un México que, según Sánchez, estaba ansioso de símbolos que reafirmaran su identidad. "José Guadalupe Posada es tan grande que algún día se perderá su nombre en medio de su obra", auguró entonces Diego Rivera. 

Y así ha sido. La Catrina ha sobrevivido al cambio de época, a la revolución tecnológica. A sus 100 años, tiene página en Facebook y usa Twitter, y ha dado origen a una rama de la artesanía mexicana, la "catrinería", destinada a construir esqueletos vestidos de mujer afrancesada que luego se venden en los mercados de todo el país. La Catrina también ha ilustrado billetes de lotería, se quiere hacer una moneda con su rostro y hay quien apuesta por declararla Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2013, cuando se cumple el centenario de la muerte de Posada. Pero hasta entonces, México quiere aprovechar este aniversario para dar a conocer al artista. "Se ha creado una imagen equivocada de él –señala Sánchez-. Su obra no estaba ideologizada. Se le presenta como un radical de izquierdas pero era más bien conservador y dibujaba lo que le pidieran, incluso dibujos a favor del dictador Porfirio Diaz". Tuvo problemas con el alcohol y parece que eso fue lo que le hizo morir en la pobreza. Después de haber enterrado a su mujer y a su único hijo, la calavera de don Lupe acabó como una "calavera del montón", en la fosa común del panteón de Dolores, en plena capital mexicana. Tal vez desde ahí se siga riendo de esa muerte que le obsesionó y que dibujó en todas las formas posibles descarnada pero alegre, como el mismo México.

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