viernes, 4 de enero de 2013

José Guadalupe Posada, un rompecabezas para armar

En unos días se cumple un siglo de la muerte de uno de los artistas plásticos más versátiles de México, cuya obra va mucho más allá de la famosa Catrina 

 Jueves 03 de enero de 2013

Invariablemente la Catrina lleva al apellido Posada y, sin embargo, las calaveras apenas ocuparon entre 3 y 5 % de la obra de José Guadalupe Posada. 

Inasible y universal, así fue este artista que falleció hace un siglo, el 20 de enero de 1913, en la ciudad de México. Caricaturista, publicista, dibujante, ilustrador y cronista visual -sus dibujos se publicaron en más de 70 periódicos-.

Pocos detalles se conocen acerca de él, y eso contrasta con la idea de que por ser autor de la famosa Catrina, no necesita presentación. "Por el contrario, lejos del conocimiento que creen la sociedad y los investigadores, Posada está por descubrirse", asegura Agustín Sánchez González, historiador, escritor y periodista, autor de libros como Posada y José Guadalupe Posada. Un artista en blanco y negro, y curador de varias de las exposiciones que en torno de Posada se presentan por estos meses en el país.

La idea de que sólo pintaba calacas no es el único mito; algunos lo ubicaron como anarquista, para otros fue porfirista, sin embargo Posada "no estaba ni a la izquierda ni a la derecha", recalca el investigador del INBA. 

Sánchez demanda que se haga un inventario de su obra: "No se conoce al artista; cuando mucho, debe haber por ahí un 3% o 5% de la obra en calaveras. Todo el resto del trabajo que hizo ni siquiera los investigadores lo acabamos de ubicar". 

Refiere que falta descubrir al Posada publicista, al diseñador, al periodista, al cronista gráfico en un tiempo en que la prensa no tenía la capacidad de poner fotografías y artistas como él narraban los hechos cotidianos con sus dibujos, creados siempre al revés para que después, al ser impresos, se vieran al derecho. Poco se conoce de su periplo por México; se sabe que dejó Aguascalientes -donde nació en 1852- a los 19 años, que después vivió en León y que a los 38 años se trasladó a la ciudad de México. "Es un rompecabezas para armar. Toda la grandeza de Posada estriba, no en la muerte, sino en la vida, en la forma de ver la vida, en los juegos de mesa, en las cartas de amor, en las canciones, en las obras de teatro, prácticamente cuando uno se asoma a su obra se asoma a un espejo.

Es el artista más mexicano y universal, no en un sentido chauvinista ni ramplón, sino en el sentido de la grandeza de lo mexicano en cuanto a la universalidad". 

Intuición de genio 
No hubo una escuela como tal donde se formara. A su "intuición de genio" atribuye Sánchez esa singular capacidad creativa. Los oficios de su padre como panadero, de su tío como alfarero representaron formas de aprendizaje. Pero, ante todo, se le puede describir como un observador nato que dio cuenta de lo que sucedía en su entorno con imaginación, humor, creatividad e incorporando el saber del tipógrafo, lo que veía en periódicos, incluso lo prehispánico.

Sánchez considera que es muy probable que haya conocido la obra de Goya y recuerda que en alguno de los escasos testimonios se cuenta que en uno de sus talleres tenía una imagen de La Creación, de Miguel Ángel. 

Pero entre las crónicas del siglo XIX no figura nada sobre Posada: "Nadie habla de él. Jamás ningún periodista lo entrevistó, jamás él dio un testimonio de algún periódico; jamás nadie dijo ‘yo trabajé con él'. Lo que se ha escrito es un poco mito. 

Por ejemplo, José Clemente Orozco y Diego Rivera decían que cuando eran niños, al pasar por su taller, se llevaban las virutitas del metal; eso lo dijeron muchos años después, cuando ya se había hecho la construcción de José Guadalupe Posada". 

 El investigador es de la opinión de que Posada nació el día que murió don Lupe, que era "un hombre por el que nadie daba nada, un señor que iba a imprentas, periódicos, a su casa, que hacía su trabajo, que era una especie de freelance. Cuando muere nadie se entera, va a parar a la fosa común en el Panteón de Dolores. 

Muere y la familia Vanegas Arroyo sigue explotando sus imágenes. Quince años después, los muralistas, lo empiezan a retomar y a descubrir". 

 Agustín Sánchez González, quien ha escrito libros y artículos acerca de la caricatura en México, no duda en afirmar que Posada heredó mucho de los grandes caricaturistas que entre los años 1860 y 1880 crearon la mejor caricatura en la historia nacional. 

Un tiempo de revistas como La Orquesta, y de firmas como las de Constantino Escalente, José María Villasana y Santiago Hernández. "De eso se nutre Posada, en sus primeras caricaturas se nota mucho la influencia de Santiago Hernández, que es, desde mi punto de vista, el más grande caricaturista mexicano de todos los tiempos.

 Pero la influencia directa está en los litógrafos, en revistas como La Orquesta, El Rascatripas, El Padre Cobos que hacía el abuelo de Octavio Paz, Irineo Paz, cuyo hijo, Arturo Paz, escribió en el periódico: 
‘Bienvenido el joven José Guadalupe Posada'.
"Posada era un hombre con una gran capacidad de observación, que miraba como águila, que tenía unas manos maravillosas, que podía convertir las líneas en grandes cosas. Más que caricaturista era un ilustrador con todo lo que implica esa palabra: hizo caricatura, grabado, dibujo, dibujo comercial. No estaba casado con nada: en un taller le pedían una ilustración para el anuncio de Don Juan Tenorio, en otro le pedían uno para el jarabe contra la tos, luego le pedían una caricatura en contra o a favor de Porfirio Díaz... Se convirtió en un trabajador de la imagen, en un obrero de la línea sin compromisos ideológicos ni laborales".

 La vigencia de esa obra hace necesaria su difusión; que en este siglo XXI se conozcan los dibujos para prensa, las caricaturas, los carteles de teatro, las loterías o la Biblioteca del Niño Mexicano. 

La mayor exposición se presenta en Monterrey, en el Museo de Historia Mexicana, pero no se verá en el DF; el Museo de la Estampa prepara otra muestra. La anterior dirección del INBA no previó una gran muestra en el centenario de la muerte de José Guadalupe Posada.

No hay comentarios:

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...