sábado, 26 de enero de 2019

La calle de Madero


En cuarenta años de publicar, he perdido la cuenta de en cuántas publicaciones, periódicos y revistas, he participado; hace unos días encontré una revista que regalaban a bordo de los autobuses que iban al estado de Morelos llamada Destino Morelos, de mayo de 2001. No recuerdo si llegué a publicar en más número, si lo encuentro, lo subiré en este rescate mis trabajos que vengo haciendo en este blog.

La calle de Madero
                     Por Agustín Sánchez González
La actual calle de Madero, no está de más señalarlo, es una de las arterias principales de la Ciudad de México. Originalmente, en la época colonial, se llamó San Francisco, luego, calle de la Esmeralda y, finalmente, de los Plateros.
Fue conocida así, a partir del siglo XVI en que el Virrey Martín Enríquez, mandó que todas las tiendas de plateros dispersos en toda la ciudad se instalaran en la calle de San Francisco y portales nuevos de frente a la Catedral. Plateros se convirtió en el gran escaparate porfiriano.
En ese boulevard, escribe Armando de María y Campos donde "las mujeres en auto, los tobillos cruzados en una blanca equis de erotismo calados, bajo sus rizos blondos parecen no pensar; pero, armoniosamente, ríen del grupo bobo de polainas que en la puerta del "Globo" puntualmente se cansen mirándoles pasar".
En esta calle fue instalado el Hotel de Iturbide, que fue el primer sitio de alojamiento para los primeros turistas estadounidenses. La Casa de Borda fue muy importante por las cosas que albergó, como el Casino Español y, a finales del siglo XIX, en 1865, se estableció el Salón Rojo, que se convirtió en el primer cinematógrafo en México.
Este hecho rompería con la tradición de la ópera pues mientras la entrada al cine costaba cincuenta centavos, el costo de aquella era de cinco pesos y, además, no exigía etiqueta. "El pueblo maravillado observa el movimiento de una inmensa máquina de ferrocarril; temeroso observa las olas del mar y entre admiración y admiración va descubriendo un mundo de fantasías que le ponen al alcance de su mano una realidad vista sólo en sueños. La fiebre del cine llegó a todos, las salas de exhibición fueron apareciendo por toda la ciudad".
 También en Plateros se instaló el Jockey Club, justamente en la Casa de los Azulejos, donde hoy existe el Samborns, mismo sitio que fue entregado a la Casa del Obrero Mundial, luego de que los Batallones Rojos apoyaron a los carrancistas.


Fue en la segunda década del siglo pasado, cuando se instaló; de este establecimiento, dice don Luis González Obregón; "se recibe el ambiente de un bazar de drogas o mercado de cacharros y baratijas que han establecido allí los simpáticos negociantes, hermanos Samborns, que han profanado aquel palacio artístico y que lo mismo sirven un chocolate que huele a oxigeno, que una bolsa de oxigeno que huele a chocolate'.
Leyendo el poema de Manuel Gutiérrez Nájera sobre la Duquesa Job, uno puede imaginar lo que sería la calle de Plateros a principio del siglo: "Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay española, yanqui o francesa ni más bonita ni más traviesa que la duquesa del Duque Job".
Fernando Benítez, en su Historia de la Ciudad de México, señala al respecto: "Platero y San Francisco fue el gran escaparate de porfirismo, Gutiérrez Nájera, llamó a la Ciudad de México el "París de las Américas". Pero este París americano, pocos años después de haber sido clasificado así, entró en crisis por el movimiento armado de 1910 Justamente, a partir de entonces, fue el pro pio Pancho Villa, que bautizó esa calle col el nombre del prócer revolucionario Francisco I. Madero.

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