jueves, 8 de octubre de 2015

¿Cómo se llama esa madre?

El sonsonete chilango (y también el norteño), es reconocible a miles de kilómetros.
Es una noche esplendorosa, llovió toda la tarde y el cielo es tan hermoso.
Otoño en París.

Cerca de ahí, el Sena se muestra con una gran tranquilidad. Las embarcaciones pasan llenas de turistas, algunas iluminadas, otra a media luz. Sentados en un pequeño jardín, descansando de la ruda caminata por París, volvemos a Notre Dame antes de ir a cenar al barrio Latino.

Frente a esa esplendorosa joya del arte universal, Notre Dame, Nora y yo permanecemos en silencio como muchas veces antes de empezar un largo diálogo que se ha prolongado por más de dos décadas. Un diálogo de toda la vida, que es interrumpida por una vocecita chilanga que pregunta
-          ¿Cómo se llama esa madre?
Notre Dame, me dije a mí mismo, y pensé en la odiosa fortuna que hace que un tipo ignorante como este puede pasear con ese gran analfabetismo.  Pero guardé silencio para escuchar el dialogo del trío nacional. Uno de ellos, platicaba de su padre senador con quien vino el año pasado y el otro decía que lo más chido, guey, es el arco del triunfo.

Pero bueno, no quiero decir que lo naco es nacional. 


En el Museo de Orsay, lleno de visitantes que toman fotos y jamás miran un cuadro, ni por equivocación, un tipo rubio, tipo vikingo, de cómo 1.80, acerca su mano frente a un cuadro de Monet, Regatas en Argenteuil, sin que ningún custodio lo mire. 

“¡Tonto, deja eso!", le grito y el tipo prácticamente corre con su acompañante y nada pasa, ni quien se entere del posible daño que el tipo pudiera hacer a esa obra.
Los custodios brillan por su ausencia.
Me siento héroe salvador de Monet.

Otro vinito pal susto. Salud.

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