sábado, 30 de mayo de 2015

El contexto mexicano: los caricaturistas



ARTES GRÁFICAS

El contexto mexicano

“El trabajo de los caricaturistas es muy importante porque son una suerte de conciencia de la sociedad”

No lo duda un instante: el maestro Agustín Sánchez —historiador y estudioso de la caricatura en México— dice que, en nuestro país, los mejores caricaturistas vivieron en el siglo XIX. El más grande de todos ellos se llamó Santiago Hernández. No ha habido desde entonces, sostiene, alguien que estética, política o intelectualmente supere el trabajo de Hernández. Y eso que hoy mismo están en activo artistas del humor gráfico como Naranjo, Helioflores, Rius, Magú, entre otros.
Autor de obras como Historia de la caricatura en México —que escribió junto con Esther Acevedo Valdés—, Gabriel Vargas y Posada: fantasías, calaveras y vida cotidiana (libro-catálogo de la exposición que con el mismo nombre fue montada el año pasado en varias ciudades de España), Agustín Sánchez perfila, a grandes rasgos, la condición de la caricatura y de los caricaturistas en México.
► Un caricaturista es también un artista. Y el arte no debe tener limitaciones. Lo que sí debe tener es responsabilidad. El caricaturista debe saber que no puede insultar, que no puede denigrar, que no puede calumniar. El humor, como todo en la vida, debe tener civilidad. No está de más recordar la frase de Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz.”
► El otro día Denisse Dresser decía que empieza sus conferencias diciendo: “Soy antipriista.” Eso es como la actriz de Televisa que se encuera: ya no importa si sabe actuar o no. En una caricatura sucede lo mismo: cuando empiezas a insultar, ya te ganaste a la gente. Porque la gente quiere ver sangre, como en la lucha libre. Esa caricatura no sirve porque no crea conciencia. No tiene mayor impacto más que para lo cutre, para lo burdo, para la risa fácil. La buena caricatura te debe generar un momento de risa, sí, pero también de reflexión.
► La sociedad mexicana, con relación al humor, tiene un problema: se ríe de todo, y ahí se queda. Pero hay que ir más allá de la risa. No basta con que te rías porque alguien se cayó en un hoyo, sino que eso debe provocar una reflexión que lleve a exigir que se tape ese hoyo para que no vuelva a suceder. El humor es tan serio, tan impactante, con tanta fuerza, que sólo debería de ser tomado así: muy en serio y de manera muy objetiva y profesional.
► Lo ocurrido a Charlie Hebdo fue tan grave como el 11 de septiembre en Nueva York. Así, la publicación se convirtió en símbolo de la libertad de expresión, pero también de una lucha ideológica que se está gestando a grandes niveles. Creo que se fueron con la finta de que nadie los pelaba. Para los niveles de lectura de Francia, tenían poco tiraje. Vuelvo al asunto de la responsabilidad: a veces uno no mide la responsabilidad porque cree que no lo están leyendo. Además de que poco se valora el impacto de la caricatura. Así que nunca pensaron que había un sector muy radical realmente molesto con lo que hacían que planeaba acabarlos.
► El trabajo de los caricaturistas es muy importante porque son una suerte de conciencia de la sociedad. Y es todavía más importante en un país como el nuestro donde el analfabetismo alcanza niveles escandalosos, pues la gente puede comprender e identificarse más fácilmente con la imagen que con un texto.
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