jueves, 8 de octubre de 2020

Lo que nos faltaba: la influenza española de 1918

Hoy, como hace cien años, la sociedad mexicana vive una doble crisis: la del inútilidad gubernamental y la pandemia. 

En este número de octubre, presento en la revista Relatos e historias en México, mi cartón del mes, que fue realizado hace un siglo y sigue tan vigente. 




martes, 6 de octubre de 2020

Quino: el mundo tiene sabor a sopa

 

Quino: el mundo tiene sabor a sopa

OCT 3 

El creador de las Quinoterapias fue un autor multifacético que dibujó tiras cómicas y reflexivas más allá de Mafalda. Este ensayo nos brinda un amplio panorama del humorista gráfico más importante de Argentina de la segunda mitad del siglo XX

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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

Historiador. Autor de Miradas que matan. Crónicas de mujeres asesinas (Lectorum, 2019); Twitter: @agusanch

 

El humor es una necesidad vital del ser humano.

 

El humor gráfico se inventó hace no mucho para tratar de enterarnos, para darnos razón de ser, para enfrentarnos a una realidad que, la mayor de las veces, repudiamos, nos molesta y nos incomoda; es entonces cuando solemos burlarnos de ese mundo tan desgraciado y aplastante, para darle una solución fútil que, con el tiempo, cuando se le añade arte, se convierte en una solución eterna, capaz de conmovernos, de permitirnos entender eso que nos fastidia. Pero aun cuando no logramos entender, por lo menos servirá como un paliativo a la vida, al permitirnos sonreír, sobre todo ahora, en que la sonrisa, el humor, se ha vuelto enemigo social ante los inmorales moralistas políticamente correctos.

 

En 1964, Joaquín Salvador Lavado Tejón, que firmaba como Quino, inició una tira de humor que tuvo como protagonista a una niña a quien llamó Mafalda, nombre de un bebé que aparece en la novela Dar la cara, de David Viñas (de la que también se realizó película).

 

En más de una ocasión, investigando, me he encontrado cómo la vida juega con el calendario, las historias se entrelazan de manera mágica (o a veces trágica). Tal vez por eso, cada vez me convenzo más de que la historia no es más que el cúmulo de anécdotas que se entrelazan, como una telaraña, para contarnos algo que pasó, para lamentar o para festejar.

 

Digo esto porque justamente el día que Mafalda cumplía 56 años de nacer, el 29 de septiembre de 1964, en la revista Primera plana, la madrugada del 30, pero de 2020, fallecía ese hombre al que todo el mundo conocía como Quino.

 

La historia de Mafalda, originalmente, no estaba contemplada para aparecer en una tira cómica, digamos autónoma; su destino era ser parte de una campaña publicitaria de la empresa llamada Mansfield y el nombre de los personajes, por tanto, deberían llevar la letra eme.

 

La marca lanzaría al mercado refrigeradores, lavadoras, estufas, televisores y otros productos para el hogar, pero la empresa fracasó y no se hizo la campaña y eso fue lo mejor que debió sucederle al mundo, sin duda alguna (aunque los empresarios seguramente no pensaron lo mismo).

 

Sylvina Walger, que escribió los textos para el libro Mafalda inédita, señala este proceso de creación para demostrar que ello “prueba hasta qué punto su autor nunca se pensó a sí mismo como un crítico del mundo y, menos aún, tuvo expectativas de transformalo porque, según sus propia palabras, no cree que el humor transforme nada”.

 

En efecto, el humor no transforma nada, pero nos marca un camino, una vereda, un sendero por el que transitamos de manera cotidiana, sin deambular por la vía que conduce al mundo de lo normal y lo políticamente correcto. El humor contempla y contraviene, nos da elementos de sobrevivencia, nos da pautas de cómo sobrevivir a un mundo cada vez más atroz.

 

Y Quino, con su Mafalda, generó un universo de imágenes, de palabras, de frases, sin proponérselo, gestó una de las obras maestras del humor gráfico.

 

Su genialidad fue de tal magnitud que nunca nadie logró ni siquiera imitarlo.

 

Mafalda es tal vez el único personaje infantil y femenino que transgrede, que se rebela y se adelanta a sus tiempos, al cuestionar sobre las verdades de la vida, desde el espacio familiar, hasta el espacio universal.

 

Protagonista excepcional, Mafalda cuestiona, pregunta, rechaza, define un mundo que abrió espacios en el último cuarto de siglo y que hoy nos hace falta, ante la regresión política en el mundo y, peor aún, entre los humoristas gráficos. ¿Quién habría pensado que hoy, algunos caricaturistas mexicanos, defenderían a los cuerpos represivos, que no tienen sexo, en contra de las legítimas luchas de las mujeres a las cuales, sin duda, Mafalda se sumaría?

 

Y aquí vale la pena subrayar la necesidad de cuidar a Mafalda, la eternidad del personaje rebelde que ha mostrado su crítica al poder, de manera extraordinaria y sin caer en el panfleto.

 

Cuidarla ante los usos que se le quieran dar, evitando convertirse en bandera de grupos conservadores como sucedió hace un par de años en Argentina, cuando los grupos que estaban en contra de la ley del aborto legal usaron su imagen.

 

Quino, quien ya para entonces vivía discretamente y alejado de la vida pública, salió a desmentir esa visión y dejó claro su apoyo a los derechos de la mujer: “Siempre he acompañado las causas de derechos humanos en general, y la de los derechos humanos en las mujeres en particular, a quienes les deseo suerte en sus reivindicaciones”.

 

Y es que ese entrañable personaje fue capaz de sobrevivir tantas décadas y, más aún, como toda obra clásica, convertirse en inmortal.

 

Nadie mejor que Mafalda para describir a sus compañeros de aventuras como lo hace en la carta que publicó al director de Siete días: Felipe, “él es bueno, un poco simple, tierno y, a pesar de que en las escuela está en un grado más que yo, a veces lo cuido como si fuera hijo mío”.

 

Manolito “a veces me hace enojar porque es un cabeza dura. Siempre quiere tener razón… y lo que más bronca me da es que casi siempre la tiene”.

 

Susanita “parece el premio nobel de la clase media; Miguelito nos hace reír porque piensa siempre las cosas más fantásticas”.

 

Quino construyó, así, el universo infantil de una generación que echaría para adelante nuevas aspiraciones de vida, más allá de la cotidianidad que habían vivido generaciones anteriores; y es que Mafalda es contemporánea de los grandes movimientos juveniles de los años 60. No es gratuita su admiración por Los Beatles, que son, indudablemente, expresión de la rebelión de hace más de medio siglo. “Los Beatles me gustan mucho porque son muy alegres, están de acuerdo conmigo en muchas cosas, y tocan la música que nos gusta a los jóvenes”.

 

Además, todo ello, realizado con una maestría excepcional, pues Quino fue capaz de generar tanto el dibujo como el argumento de sus tiras cómicas, contrariamente al resto de la mayoría de los grandes humoristas como Gabriel Vargas, que tenía una fábrica de dibujantes, por ejemplo (lo que no demerita su obra, por cierto).

 

 

Más allá de Mafalda
Mafalda parece, lo es, omnipotente. A Quino le sucedió lo que a Cervantes con su Don Quijote, y muchos otros autores cuya obra principal opacó el resto de su creación.

 

Hay una prehistoria de Mafalda, que comienza con el jovencito Quino, de 18 años, que tras caminar por varias redacciones ofreciendo su trabajo y sin rendirse ante los rechazos, encuentra un espacio en el semanario Esto es, una revista que buscaba la reconciliación del peronismo en crisis de la que tenemos pocas referencias.

 

Argentina es cuna de grandes humoristas gráficos, como Oscar Conti —que firmaba como Oski—, de una generación anterior a Quino y quien le inculcó la disciplina. “Él decía que si te encargaban una cosa del último diarito o del diario más importante del mundo, hay que hacerla como si fuera para el New York Times”, confesó a Rodrigo Alarcón, del Diario de Chile.

 

Oski, como muchos caricaturistas de esa época, abrevaron de la obra del norteamericano Steinberg, cuyos trazos complejamente sencillos lograron seducir a toda una generación a artistas gráficos como el propio Quino, o a los mexicanos Sergio Aragonés y Rius, entre muchos más.

 

En su primer libro, Mundo Quino, publicado en 1963, se nota claramente la influencia de Osky y de Steinberg. Este libro, por cierto, le abrió las puertas al mundo editorial, pues su tiraje se agotó a los pocos días.

 

Mundo Quino recogió una serie de dibujos humorísticos mudos, que enfrentaba al lector con el humor negro, el absurdo, la trasgresión, la inconformidad con un mundo incoherente que aplasta.
Quino estaba destinado a triunfar como humorista gráfico y su camino se habría diversificado pero… apareció Mafalda, quien apenas le dejó tiempo y espacio para hacer algo diferente. El impacto de la niña contestataria, como le llamó Umberto Eco, pospuso una obra que debió retomar al cerrar el ciclo de Mafalda, en 1973.

 

Tras ese momento, Quino realizó diversos libros, además de los millonarios tirajes de Mafalda, con títulos como Bien, gracias, ¿y usted? (1976), Déjenme inventar (1983), Quinoterapia (1985) Gente en su sitio (1986), Sí, cariño (1987), Potentes, prepotentes e impotentes (1989), Humano se nace (1991), ¡Yo no fui! (1994), ¡Qué mala es la gente! (1996), ¡Cuánta bondad! (1999) y ¡Qué presente impresentable! (2005), Quién anda ahí (2012), Simplemente Quino (2016).

 

En toda su obra, Quino manifiesta el mundo que recrea en Mafalda, sin duda alguna: el humor negro, la crítica que contraviene la realidad, el cuestionamiento del hoy y del devenir; el remate sorprendente de cada final de sus tiras, la representación del ridículo cotidiano de un mundo que se cree perfecto y resulta cada vez más impresentable.

 

Pero también expresa a un mundo nostálgico, irreverente, soñador, triste y hasta deprimente, como el cuadro del tipo que se pregunta “ser o no ser” y decide echar un volado. El resultado es un traje vacío y unos lentes quevedianos apenas recogidos en el sillón.

 

Poco se ha hablado de la tristeza que puede generar el humor, algo de lo que Oski menciona al considerar que “el humor siempre se basa en el dolor, la tristeza, el ridículo; es una manera de sobrevivir a la angustia”, cita que rescata Manuel Álvarez Junco en su libro El humor gráfico y su mecanismo trasgresor.

 

Quino había abandonado el dibujo hace más de una década. En 2009 se despidió con una carta en el Clarín, de Buenos Aires: “Como ya saben, desde hace un par de años esta querida revista viene republicando páginas mías, algunas dibujadas hace mucho tiempo, otras no tanto… Resultó interesante volver a verlas por la asombrosa actualidad que presentaban muchas de ellas —agregó—, lo que prueba que tantos problemas que hoy nos agobian vienen repitiéndose gracias al talento que pone la sociedad en reciclar sus errores”.

 

Ese adiós del dibujo, natural en la vida de todos los seres humanos, se ha convertido en una despedida eterna y hay que agradecer la herencia que nos legó: una niña necesaria que nos recuerde, pues parece que la sociedad tiene amnesia y regresiones, que el mundo está enfermo y que uno no se baja (al menos no por gusto) y se queda aquí, tratando de sobrevivir a la tristeza y a la maldad del poder, gracias al humor.

 

Para su fortuna fue un hombre muy reconocido en vida, cosa rara en un mundo donde el humor, tan vital, suele ser menospreciado.

 

Se fue Quino, se queda Mafalda, eternamente, en este momento en que el mundo se parece más y más a la sopa que tanto repudiaba.

lunes, 5 de octubre de 2020

FRENA y MORENA: la ultraderecha en el espejo

 


Las caricaturas que hacen Alarcón, en El Heraldo, y Chavo del Toro, en El Economista, donde muestran a Taibo y a Martín Moreno frente al espejo, es un retrato fiel de la realidad que se vive en México.

Mucho se ha criticado el reciente grupo de FRENA, cuya religiosidad es patente, pero creo que cada palabra de ellos, se puede poner en el espejo y decir lo mismo de MORENA.

La sociedad mexicana vive un peligroso futuro entre las locuras del empeOrador AMLO I y las pretensiones de Lozano; no existe, hasta hoy, ninguna alternativa medianamente cogerente, ya no digamos de izquierda, me conformaría con un sólido centro capaz de sacar al país del marasmo que López Obrador lo ha conducido.

Las raíces de ultraderecha se encuentran en ambos grupos: MORENA es gobernado, desde la oficina de la presidencia, por Alfonso Romo, miembro de Opus Dei y de Legionarios de Cristo, mientras el EmpeOrador sigue llenado plazas, haciendo mítines viajando irresponsablemente por todo el país. Sin cubre bocas.



La marcha del 3 de octubre es de preocupar, desde el punto de vista ideológico, pero no menos este gobierno conservador que sigue engañando con una falsa careta de izquierda.

Ni estampitas de detente ni guadalupanas nos salvarán jamás. Aunque nuestro pueblo globero siga creyéndolo.


lunes, 28 de septiembre de 2020

Contra las bibliotecas

 



Acabo de encontrar un texto que escribí hace casi tres décadas, cuando la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada cumplió 70 años, que iba a publicar hoy, pero lo dejaré para mañana.

Es un breve testimonio de la importancia que ha tenido esa biblioteca en mi vida, y en la de cientos de investigadores más.

Leo en twitter y en Facebook las molestas generadas por que el grupo conservador de FRENA puso una biblioteca en medio de su plantón, en el Zócalo capitalino y da grima los comentarios.

No comulgo, en absoluto, con ningún grupo conservador y autoritario, como FRENA o MORENA, sin embargo, esa biblioteca hace una diferencia capital.

Ignoro si tiene libros o no, ignoro si lo consultan o no, pero el sólo hecho de colocar una biblioteca en medio de una protesta, por más estéril que esta sea, me parece halagador para la cultura.

Sabemos que esos grupos conservadores lo son, entre otras cosas, por su desapego a la cultura, su ignorancia, su desdén a la lectura y, por ello, me parece, lo reitero un gran acierto.

Desconcierta pues, que universitarios, gente que se supone ama la lectura, descalifique un acto así.

De no existir la pandemia, hubiera ido a visitarla y, de funcionar, hasta cooperar con algunos libros clásicos que nunca sobran, en ningún lugar y para ninguna persona.

Que el hígado no nos haga repudiar cosas tan hermosas como las bibliotecas.




domingo, 20 de septiembre de 2020

Alfonso Romo y la censura a Carmen Aristegui


Cada vez que este gobierno se quiere mostrar como adalid de las libertades pone como ejemplo la censura a Carmen Aristegui, acusando a Felipe Calderón de sacarla de los medios.

El poder es único, cambia la manera de aplastarnos, pero al final, como en la pirinola, todos perdemos, menos ellos.

Pues resulta que desde hace años se sabe, porque así lo afirma, y lo había escrito ella misma, que fue Alfonso Romo quien en realidad la corrió de MVS.


Romo es un empresario regiomontano que en los años noventa fue acusado por el entonces combativo López Obrador como beneficiario del FOBAPROA.

Romo es el jefe de la ofina de la presidencia de AMLO, es decir, se encuentra con todo el poder, agazapado, sin que nadie lo vea, como en los tiempos del salinismo lo fue Joseph Córdova.

No sólo eso, forma parte de los grupos de ultraderecha que gobiernan en este país, ante la ingenuidad de quienes creen que AMLO es de izquierda. Forma parte de los Legionarios de Cristo y del Opusdei.

Justamente, por defender al pederasta Maciel fue que despidió a Caren Aristegui, con la complicidad de Pedro Férriz, quien ahora quiere vestirse de héroe opositor.

La Agencia Quadratin publicó este texto: 
"En 1998 acompañó a Ferriz en su migración de MVS a Grupo Imagen, pero en 2002, en el programa Círculo Rojo del Canal de las Estrellas que Carmen conducía con Javier Solórzano, ventiló el tema de los abusos de pederastia cometidos por el líder de Los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Eso tuvo repercusiones en la radio: “fue motivo de disputa y ruptura con Grupo Imagen. El socio capitalista Alfonso Romo se volvió loco, enardeció y maquinó las cosas para echarnos de Imagen. Terminó en ruptura porque no estábamos dispuestos a aceptar que Romo impusiera una línea editorial dirigida por Pedro Ferriz. No estuvimos de acuerdo en que nuestra posición editorial cruzara por la dirección de Ferriz ni de nadie, porque nuestro convenio indicaba que éramos directores de nuestro espacio”, dijo Aristegui a la revista Gatopardo."
https://www.quadratin.com.mx/opinion/Aristegui-una-trayectoria-que-incomodaArturo-Herrera-Cornejo/


sábado, 12 de septiembre de 2020

Manuel “El Loco” Valdés, retrato de un país surrealista

 


Manuel “El Loco” Valdés, retrato de un país surrealista


El 28 de agosto falleció a los 89 años el actor cómico, quien con su peculiar sentido del humor desafió la solemnidad oficialista de los gobiernos priistas

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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ 
Cuando era niño, una vecina llevó un cotorro a su casa y lo metió en una jaula. El pobre animal lloraba a ratos, o eso parecía, luego daba picotazo tras picotazo a la jaula intentando salir; al poco tiempo, se burlaba, o eso parecía, lanzaba unas carcajadas, imitando al esposo de mi vecina que, al mediodía, se moría de risa y carcajeaba mientras veía el programa de Manuel “El Loco” Valdés.

 

 

La segunda evocación tiene que ver con la anécdota que recobra Ulises Corona en la revistas Replicante: “Señoras y señoritas, caramelos y bolitas, mi querida familia, hoy me van a perdonar, pero estoy muy cansado, tengo mucho sueño, así que con su permiso, me voy a dormir.” Y Manuel “El Loco” Valdés se recuesta en el sofá a cumplir lo anunciado.

 

 

Estas imágenes han quedado impregnadas en mí, al hacer un símil con un país en donde intentamos salir de una jaula, y ante esa imposibilidad, mejor nos reímos de lo absurdo, lo ridículo, la burla e hipocresía desde el poder, de lo que era la genial locura de ese orate, como a veces se decía él mismo. Luchar contra lo absurdo, el aplastamiento, la prepotencia surrealista, cansa, también, y nos echamos a dormir, a esperar un mundo mejor o a soñar que tenemos al segundo presidente más importante del mundo.

 

 

En 1972, Manuel “El Loco” Valdés era el amo y señor de la televisión. Sus programas eran una locura, literal, donde el humor y la anarquía era el sino. El absurdo por delante, después de que durante sesenta años el humor era mal visto y peor recibido por el poder.

 

 

Cantar, bailar, hacer gestos, pegar un chicle en la cámara, pitorrearse de todo y de todos, inventar un personaje invisible llamado Colofox que era como un diablillo que le aconsejaba hacer sus bellaquerías; cantar “gris, gris, mi moco es gris, cuando se asoma por mi nariz”, parodiando la canción L’amour est bleu, de Paul Mauriat, mantenían al famoso “Loco” en la cúspide de su carrera.

 

 

Genio de la improvisación, jamás tuvo el éxito en el cine como su hermano Germán Valdés, el maravilloso Tin Tan, al que superó, con creces, en ese moverse a través de un pequeño estudio y con una capacidad de decir sus insolencias, sus desparpajos, sus caras raras, muecas absurdas, juguetonas y que brindaban un escape al México autoritario que vivíamos en aquellos años en que el humor con crítica política había sido expulsado de la prensa y de cualquier espacio público.

 

 

Eran años en que el presidencialismo radical volvía por sus fueros, la demagogia del presidente Luis Echeverría, que con un lema abstracto de “Arriba y adelante”, y sin oposición partidista alguna, hacía que la hegemonía priista fuera una aplanadora, capaz de impedir, a cualquier oposición partidista (y fuera de partido) y de que todo el mundo agachara la cerviz ante el presidente que era casi como un dios redimido, que trabajaba desde las 6 de la mañana y todo el mundo se mantenía pendiente de lo que hacía y decía, mientras su esposa, vestida a la moda que después tomarían las intelectuales del cinturón rojo de Coyoacán, con ropas folclóricas, dictaba, también, lo que debía ser la cultura nacional.

 

 

La anécdota, no confirmada por nadie, hasta ahora, de que en 1972, cuando el presidente había declarado el año de Juárez por el centenario de su fallecimiento, al “Loco” se le ocurrió decir: Don Bomberito Juárez, ello le valió la salida de la tele, se ha dicho, amén de una multa gigantesca.

 

 

La versión del “Loco” fue: En ese momento improvisé un chistorete que decía: “¿Cuál fue el primer presidente bombero?” “Bomberito Juárez”. Se me hizo muy fácil hacerlo. Entonces estaba entrando Echeverría al poder, y era el año de Juárez… Me llamaron la atención en Gobernación. Fui y les aclaré que respetaba al héroe, como todos nosotros los mexicanos debemos hacerlo, pero que en ese momento fue un chiste que se me ocurrió y que no podía dejar de decirlo. Ya después me inventaron que dije lo de ‘Manguerita’”, según entrevista al citado Ulises Corona.

 

 

Cierta o no, esta anécdota muestra el retrato de un país donde el presidencialismo dictaba la falta de libertades y sólo haciéndose “el loco” se podía criticar al presidente. Otro de sus chistes de ese momento, a propósito de las permanentes giras del presidente, gritó, cual consigna de manifestación callejera, “Todo sube y nada baja y el pelón viaja que viaja”. Y es que el egocentrismo presidencial inventaba giras a todos los rincones del país. La transformación del país, de segunda o tercera, sumado a la apertura democrática, hacían presumir al presidente Echeverría de ser no el segundo, sino el líder que el Tercer Mundo requería y necesitaba, cual si fuera un Mesías.

 

 

Cuando se afirma que Kafka sería un escritor costumbrista si hubiera nacido en México, y se piensa en “El Loco” Valdés, o en Madaleno —el indio tepuja estereotipado que quizá hoy lo estereotipado políticamente correcto haría censurable—, muestra que el humor no dice la verdad, pero revela la mentira, como señala Manuel Álvarez Junco; que el humor es el espejo mágico para vernos sin maquillaje y así poder quitar esa verruguita que parece moco, junto a la nariz, y tratar de sentirnos mejor; el humor no es aplaudir al poder, ni mucho menos retratarse con los hombres del poder, sin pudor alguno, poniendo cara de niño bendito (o vendido, según se vea). El humor es cuestionar, reír de lo solemne, de lo absurdo, del autoritarismo que aplasta, de la necesidad de liberarnos, como el cotorro que mencioné al principio que buscaba romper la jaula.

 

 

Uno de los puntos esenciales del Manifiesto del surrealismo, rechaza “cualquier control ejercido por la razón, exento de cualquier preocupación estética y moral”. Manuel Valdés era la representación exacta de ello, sin duda.

 

 

Tal vez por eso Luis Buñuel disfrutaba de sus programas de televisión e incluso, lo eligió para ser protagonista de su película Simón del desierto pero, nuestro “Loco” era tan caótico, que un director caótico no pudo con él y cedió su papel a Claudio Brook quien nos ofreció una de sus grandes actuaciones.

 

 

“El Loco” hace tiempo desapareció de la televisión, como había desaparecido la propia TV hasta antes de volver a la SEP en estos día pandemoníacos.

 

 

Con “El Loco” ausente de las cámaras, había sido expulsado, o eso creímos, el presidencialismo resucitó al tercer sexenio.

 

 

Ojalá “El Loco” también reviviera y se volviera a burlar de todo y de todos, para jalar de las patas a los humoristas que se doblegan al poder, para desaparecerlos y volver a empezar a desenredar la madeja del hilo del autoritarismo tan preocupante hoy en el mundo.

 

FOTO: Manuel “El Loco” Valdés retratado por el cartonista David Carrillo. /Herederos de David Carrillo


https://confabulario.eluniversal.com.mx/manuel-el-loco-valdes/

viernes, 4 de septiembre de 2020

La prensa servil y el monarca autoritario. El cartón del mes


Como cada número, presento el cartón del mes en la Revista relatos e historias en México que, por cierto, dedica al mezcal, no se la pierdan.
El cartón, realizado por Daniel Cabrera, crítica al dictador que alimenta a la prensa servil que, jornada a jornada, aplaude al poderoso y ataca a quienes osan criticarlo. Muy actual, como se puede ver.



 

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...