Ahora que se ha puesto a discusión la creación de la guardia nacional, viene a mi memoria los cartones de 1968, los escasos trabajo que mostraban el rechazo a su presencia en la vida civil.
Uno de ellos, apareció en la revista Sucesos para todos, y fue realizado por Rius, donde muestra la peligrosidad de tener al ejército metido en la vida cotidiana. (Aunque pareciera una etapa superada, me parece que está latente).
Entre decenas de soldados, un solitario hombre levanta una pancarta pidiendo diálogo; otro grupo se acerca a un estudiante en un pupitre mientras pisotea la Constitución, mientras un campesino pasa por delante tarareando el fragmento del himno nacional Un soldado en cada hijo te dio...
Curioso, aunque no tanto, que los viudos de Rius (que se sienten sus herederos) no dibujaran nada sobre este lamentable momento de nuestra historia, embelesados por el cacique que nos gobierna.
Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
viernes, 22 de febrero de 2019
miércoles, 20 de febrero de 2019
2019 en 1829. 190 años. Hoy igual que ayer
La caricatura es un retrato de la realidad. Claro, me refiero a esos dibujos que mueven y conmueven, no a las ilustraciones neobananeras que, jornada tras jornada, se publican para complacer al cacique.
En 1829, hace 190 años, se publicó esta caricatura: Progresos de la República Mexicana, en un panfleto político llamado El Toro, que mostraba la farsa de la nueva república.
La caricatura muestra una águila desplumada, sobre un cangrejo. Una primera lectura es sencilla: se trata de un país en ruinas, desplumado, cuyo progreso consiste en... ir para atrás.
En 1829, hace 190 años, se publicó esta caricatura: Progresos de la República Mexicana, en un panfleto político llamado El Toro, que mostraba la farsa de la nueva república.
La caricatura muestra una águila desplumada, sobre un cangrejo. Una primera lectura es sencilla: se trata de un país en ruinas, desplumado, cuyo progreso consiste en... ir para atrás.
Una caricatura de un ruso
llamado Alexey Kivokurtsev.
En octubre pasado, estuve en Alcalá de Henares, en el 25 aniversario de los encuentros internacionales de humor gráfico, uno de los eventos más importantes, sin duda, de la caricatura.
Antaño, había decenas artistas de todo el mundo y uno podía conocer a grandes personajes como Quino, Ziraldo, Palomo, entre muchos otros grandes del humor.
Este año pasado, octubre 2018, conocí a personajes de otras altitudes, como el egipcio Fawzy Morsy, un chino que no tengo su nombre, el genial portugués Antonio Antunes (de quien quedé asombrado por sus caricaturas en el metro de Lisboa) y una de las mpás geniales humoristas que he conocido, Marilena Nardi, una italiana que ya había conocido, una semana atrás, en Venecia.
Estábamos comiendo, y todos tratando de entendernos en esa torre de babel del humor, pero el dibujo decía todo.
Un ruso, que todos interpretamos pues no conocía más que el idioma ruso, dibujaba como ametralladora; le di un pedazo de hoja del menú y me retrató.
Esta es la caricatura de esa tarde-noche de Alcalá; de esos días que uno se siente privilegiado por estar al lado de estos grandes artistas.
En octubre pasado, estuve en Alcalá de Henares, en el 25 aniversario de los encuentros internacionales de humor gráfico, uno de los eventos más importantes, sin duda, de la caricatura.
Antaño, había decenas artistas de todo el mundo y uno podía conocer a grandes personajes como Quino, Ziraldo, Palomo, entre muchos otros grandes del humor.
Este año pasado, octubre 2018, conocí a personajes de otras altitudes, como el egipcio Fawzy Morsy, un chino que no tengo su nombre, el genial portugués Antonio Antunes (de quien quedé asombrado por sus caricaturas en el metro de Lisboa) y una de las mpás geniales humoristas que he conocido, Marilena Nardi, una italiana que ya había conocido, una semana atrás, en Venecia.
Estábamos comiendo, y todos tratando de entendernos en esa torre de babel del humor, pero el dibujo decía todo.
Un ruso, que todos interpretamos pues no conocía más que el idioma ruso, dibujaba como ametralladora; le di un pedazo de hoja del menú y me retrató.
Esta es la caricatura de esa tarde-noche de Alcalá; de esos días que uno se siente privilegiado por estar al lado de estos grandes artistas.
La hoja del menú en donde me retrató Alexey |
domingo, 17 de febrero de 2019
Nuestras vidas son los Rius
El 3 de octubre de 2004, publiqué en La Jornada semanal este texto dedicado a Rius, con un retrato excepcional de un caricaturista poco conocido a pesar de ser uno de los más geniales caricaticaturstas: RAM
Así como Calzonzin o Nopalzin ya forman parte irremediable de nuestra iconografía nacional, el güerito de rancho y ojo azul que en su infancia respondía al nombre de Eduardo, y hoy al de Rius, es parte de nuestras vidas, es un personaje mexicano que se ha convertido en universal.Con medio siglo dedicado a los monos, y con setenta años de edad, ha dejado un reto enorme a los artistas mexicanos: más de cien libros, miles de cartones, decenas de personajes. Su obra sólo puede equipararse con el trabajo de José Guadalupe Posada, Gabriel Vargas o Abel Quezada, tanto en calidad como en cantidad. Además, como este trío, su presencia abarca un universo genial: autor de historietas como Los Supermachos y Los Agachados, donde plasmó con una gran eficacia, así como un amplio sentido didáctico, una generación crítica capaz de criticar... hasta al mismo Rius. Porque más allá del aspecto subversivo que siempre se le ha reconocido, literariamente hablando hay que mencionar su gran capacidad para generar diálogos inteligentes y con sentido del humor. Si bien se ha criticado la superficialidad en muchas de sus historietas y libros, Rius ha sido un precursor de todo: el marxismo (de Karl, no de Groucho), el feminismo, el vegetarianismo y muchos otros ismos, y a veces, pero sólo a veces, ha rectificado y asumido sus errores de concepción, como en el caso de la dictadura castrista, hecho que los ultras le reprochan, como si no hubiésemos un buen número de arrepentidos de haber aplaudido alguna vez (o muchas) al viejo patriarca. Rius, como Posada, ha participado en innumerables revistas, desde Ja-Já (una excepcional revista que merece un estudio serio), hasta El Chahuistle y El Chamuco, pasando por La Garrapata; muchas de ellas han sido creación suya, como La Gallina, Marca Diablo y El Mitote Ilustrado, entre una larga lista. Y qué decir de sus libros. Eduardo del Río es unos de los pocos autores mexicanos que, a pesar de los editores, puede vivir de las regalías que recibe por más de cien libros publicados en México y en el mundo, en un hecho totalmente insólito dentro de la creación artística. Vaya, ni la literatura chatarra ha logrado igualar ese fenómeno. Así es que Rius es el papá de los monitos, sin duda. La estela que ha dejado tras de sí ha generado un mito que habrá que romper para que crezca aún más su presencia. No lo haremos hoy, que estamos de fiesta por su setenta años, por las miles de páginas que hemos disfrutado y (hasta) padecido durante cinco décadas. Eduardo del Río, seguramente sin proponérselo, ha cruzado el umbral de la historia, colocándose al lado de genios de la caricatura como el trío mencionado antes, o como otros grandes moneros como el Chango Cabral, Andrés Audiffred, Carlos Neve o Marius de Zayas, por mencionar otro cuarteto del santoral monero. Como genial caricaturista, Rius no ha estado exento de errores, retracciones o falsas visiones. Bien escribió un día que "la historieta lo absolverá". Y si no, cuando menos lo absorberá. |
viernes, 15 de febrero de 2019
¡Qué pena!, poema de León Felipe
León Felipe, por Ras |
León Felipe, ese gran poeta zamorano llegó a nuestro país en ese grupo de exiliados.
Este es uno de sus poemas, es tan actual y tan presente.
¡Qué pena!
¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!
¡Qué pena si esta vida nuestra tuviera
—esta vida nuestra—
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
¿Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!
martes, 12 de febrero de 2019
Dos historias de Walt Disney: con Rockefeller y con Cri-Cri
Caricatura de Luis Carreño |
Este texto lo publiqué en La Jornada, el miércoles 5 de diciembre de 2001.
con Rockefeller y con Cri-Cri
Agustín Sánchez González
Ahora
que se cumple el centenario del nacimiento de Walt-Disney, cabe mencionar dos
capítulos poco conocidos en su vida.
Rockefeller
resaltó la importancia de México en la lucha contra el fascismo y como cabeza
de los países de Latinoamérica. El papel de Walt Disney era encontrar un enfoque
más eficaz para el tema del panamericanismo, como señala José Luis Ortiz Garza
en su libro México en guerra, cuya tesis principal era buscar la
unión fraternal de las naciones del hemisferio.
El
gobierno mexicano asumió con entusiasmo esa doctrina y celebró, el 14 de abril,
el Día del Panamericanismo, al igual que en el resto del continente, "para
defender la causa de América".
En 1941, Disney
emprendió una gira para descubrir el enfoque de los propios latinoamericanos.
Producto de este viaje es el corto Saludos, amigos, de 43 minutos
de duración, que tuvo un formidable éxito. En México alcanzó una gran
popularidad.
Dos
años después, en 1943, Walt Disney regresaría a México para recibir la medalla Águila
Azteca, la máxima condecoración que otorga el gobierno mexicano a los
extranjeros distinguidos. Junto con otros dos propagandistas, James Fitzpatrick
y Louis Meyer, recibió ese "reconocimiento a sus méritos y como testimonio
del aprecio que nos inspiran y el espíritu de sincera cordialidad con que han
sabido acercarse a nuestro país y el fervor de su panamericanismo".
La
ceremonia fue un claro respaldo a la propaganda estadunidense en el país,
señala José Luis Ortiz Garza.
Fitzpatrick había
filmado una serie de documentales sobre México, y Meyer era vicepresidente de
la firma Metro Goldwin Mayer.
En 1944, Walt Disney
realizó la película Los tres caballeros, calificada comercialmente
de "fantasía panamericanista con dibujos animados y acción viva". En
ella aparecen tres personajes, bastante estereotipados, de América: el
estadunidense Pato Donald, Pepe Carioca, un loro que representaba a Brasil, y
Pancho Pistolas, un gallo vestido de charro, obviamente mexicano.
Se trataba de mostrar
la camaradería de tres personajes que representaban otras tantas lenguas que se
hablan en América.
Cri-Cri es para los niños mexicanos
Por
esa época, Walt Disney buscó a Francisco Gabilondo Soler para unirlo "a la
causa de la democracia". Disney buscó persuadirlo de vender su personaje
para hacer una película monumental, como Pinocho, filmada en 1940,
basada en un cuento del escritor italiano Carlo Collodi, en la que curiosa y Coincidentemente
aparece un personaje llamado "Pepe Grillo".
Francisco
Gabilondo le respondió: "Es un halago que se haya molestado en venir
personalmente desde tan lejos, y es un honor querer y admirar a Cri-Cri. Créame
que yo siento lo mismo por su obra, señor. Sin embargo, no deseo para mi
grillito ese futuro que usted me ofrece. En México es la única inspiración
libre y sana que han tenido los niños, sería injusto traicionarlos."
Ante la insistencia de
Disney, Gabilondo recalcó: "De verdad, señor, le pido me comprenda, no soy
egoísta, quiero dejar algo limpio cuando me vaya de este mundo, algo que me
sobrepase, que viva por sí solo, que siga animando a los niños aun cuando pase
el tiempo. Eso es lo que deseo para mi Cri-Cri".
Sería en 1963, ya en
otro momento histórico, cuando por conducto del productor Carlos Amador, Walt
Disney y Gabilondo Soler unieran su obra a través de la película, supuestamente
autobiográfica, Cri-Cri el grillito cantor, en la que la
canción Los cochinitos dormilones fue realizada en dibujos
animados por el estadunidense.
https://www.jornada.com.mx/2001/12/05/09aa1esp.html
viernes, 8 de febrero de 2019
Posada y el Chisme
Una nota de La Jornada Semanal del 18 de mayo del 2008, hace poco más de diez años.
Durante
quince años he seguido minuciosamente la vida y obra de
José Guadalupe Posada Aguilar, un hombre maravilloso, cuya obra sigue asombrando a propios y extraños. En este mes de mayo ha comenzado a circular un nuevo libro, producto de este seguimiento.
Existen miles de páginas en
internet; decenas de artículos periodísticos,
una docena de libros publicados
en México; unas cinco tesis en la UNAM y,
sin embargo, su leyenda va en
aumento.
Este libro sobre Posada,
publicado por la Editorial Martínez Roca, contiene
muchas novedades, una nueva
mirada, así como un buen número de imágenes
inéditas (como la caricatura de
Heriberto Frías para el vespertino El
Chisme;
o las imágenes de un Rosario publicado en 1897) Por
cierto que este
vespertino, El
Chisme, es un tesoro de imágenes realizadas por don Lupe.
Cuento algunas nuevas historias,
como la de su hijo Juan Sabino, muerto a
los diecisiete años, cuya acta de
defunción descubrí al toparme con una escueta
nota en El Chisme, de la
tarde del sábado 20 de enero; un día después lo
hicieron El Diario del Hogar, de
Filomeno Mata, y El
Popular, de Francisco
Montes de Oca. La nota decía:
DEFUNCIÓN.-
A las dos de la madrugada del día 18 del corriente,dejó de existir en esta capital el joven Juan Sabino Posada, hijo del Sr. D. José Guadalupe Posada, antiguo grabador y litógrafo muy estimado en México por sus cualidades. Enviamos nuestro más sentido pésame al Sr. Posada, deseando el eterno descanso para el alma del finado. Juan Sabino era tipógrafo y con su familia vivía en el cuadrante de Santa Catarina (Hoy Nicaragua y Brasil), en un edificio muy grande con planta alta, una escalera tipo y griega, que debió ser oficina de las “carmelitas”; es un barrio que antaño conformó una de las primeras congregaciones de la Nueva España. En 1900, aquella era una zona sucia y peligrosa. El 21 de diciembre de 1899, el periódico El Chisme publicó el “Testamento del año 1899” , donde se describe la herencia para las calles de Santa Catarina: “Santa Ana y adyacentes, convertidas en un hervidero de rateros, mesalinas desgreñadas apestando a refino y consuetudinarios dando resbalones, como una muestra de la actividad mexicana y de los progresos de nuestra industria”. En el “Testamento”, se describe una terrible radiografía: “Dejo a las casas sin agua, las calles sin empedrado (pero llenas de cáscaras de plátano para romperse todos los huesos), las pulquerías con unos mingitorios más hediondos que una atarjea, y el pulque bautizado sin necesidad de cura, sacristán y compadres. Dejo las fondas llenas de moscas, los guisos llenos de pelos, la carne oliscada, los pescados manidos, y los mendrugos con que líos marchantes se limpian los bigotes, sirviendo para empanizar las costillas a la milanesa.” Otra historia que cuento es sobre La Biblioteca del Niño mexicano, 110 cuadernillos de pequeño formato e impresos en Barcelona, por la Casa Maucci , escritos por Heriberto Frías e ilustrados por Posada. La Casa Editorial Maucci llegó a México en 1882 y fue un espacio fundamental para nuestra literatura, ante la inexistencia de casas editoriales en América Latina. Fundada por Manuel (Emanuele) Maucci, un emigrante italiano que llegó a Buenos Aires en 1872, como vendedor de libros; Se convirtió en editor y obtuvo gran éxito al producir libros en gran escala. Aprovechando la conmemoración del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América , en 1892 se trasladó a Barcelona, donde formó parte de la gran producción de libros en castellano destinada al mercado internacional. Se trataba de literatura publicada para las masas: largas series de novelas traducidas del francés, inglés o italiano; libros de medicina popular y de “conocimientos útiles” como diccionarios, enciclopedias, textos escolares y obras de espiritismo y ciencias ocultas. En las colecciones Maucci de los “grandes maestros” y “grandes pensadores”, se podía leer a autores clásicos como Miguel de Cervantes o Shakespeare. Además, la Casa Maucci comenzó a distribuir aleluyas y romances, hojas multicolores de gran formato, con historias hechas a través de cuadros que son consideradas como precursoras del comic; también exportaba novelas románticas y costumbristas, diversos folletos, etcétera.
La Biblioteca del Niño Mexicano
tiene un gran valor cultural pues es uno de
los primeros esfuerzos por acercar
la historia a los infantes, a quienes se
comenzó a valorar a partir del triunfo
de los liberales. Historias como éstas
podrán leerse en este libro que comienzo
con la crónica de la muerte de don
Lupe, en 1913 y cuya leyenda comenzó una
década después, pues en vida
nadie le hizo caso; murió en el abandono y la
miseria total, en un pequeño
cuarto de una vecindad de Tepito; sus restos
fueron depositados en la fosa
común y, siete años después, sus huesos
terminaron como calaveras del
montón.
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