jueves, 13 de diciembre de 2018

Caricatura como premonición. Bolitas para robar

La caricatura es un retrato de la realidad y, muchas veces, resulta premonitorio. Vean esta foto de esta nueva mafia del poder:


Y vean lo que dibujaba Abel Quezada. Cambiamos en circulo y siempre volvemos a lo mismo.

Como dice la canción: "nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores".

Mi país.

martes, 11 de diciembre de 2018

Andrés Audiffred. Tesoros del Registro Civil

En 2010, ante el 150 aniversario del Registro Civil me invitaron a escribir un libro que sería una joya, Tesoros del registro Civil, que recogía las actas de nacimiento, matrimonio y defunción de los caricaturistas mexicanos. 

Entre estos, sobresalía la figura de Audiffred, una de las grandes estrellas de la caricatura mexicana. 

Estas son las dos páginas que se publicaron en el libro, en la primera localizamos el acta de defunción de don Andrés, que sucedió hace sesenta años, en 1958.

Por cierto, fue el único de los biografiados que en su acta se denominó caricaturista.



domingo, 9 de diciembre de 2018

Andrés Audiffred: una gran estrella de la caricatura

Este 8 de diciembre de 2018, se cumplieron 60 años del fallecimiento del genial Andrés Audiffred. Este texto lo publiqué hace un par de años en El Universal, el periódico en el que colaboró, prácticamente, toda su vida.

Las siluetas del emblemático Audiffred

POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
@agusanch; Autor de José Guadalupe Posada, Fantasías, calaveras y vida cotidiana(Madrid, Ediciones Turpin, 2014)
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Celestino Andrés Audiffred Jiménez es el nombre completo del caricaturista más emblemático y prolífico que tuvo EL UNIVERSAL durante la primera mitad del siglo XX. Sus primeros cartones en esta casa datan de 1922, el último apareció el mismo día que falleció, en 1958.
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Descendiente del grupo de barcelonetas, franceses de los Alpes Bajos, nació en la Ciudad de México el 30 de noviembre de 1895; desde niño tuvo una gran habilidad para dibujar.
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Las ganas de hacerlo lo empujaron a El Heraldo, de Luis Reyes Spíndola, donde insistió tanto hasta que, a pesar de su corta edad, lo aceptaron como meritorio. Ahí se acogió a las órdenes de Álvaro Pruneda, Jr.; sus primeros compañeros fueron Juan Arthenack y Mariano Martínez. En este inter falleció su padre y lo que era una diversión y aprendizaje, lo llevaron a laborar en forma. El caricaturista Carlos Alcalde lo acogió como ayudante en El Imparcial, donde se convirtió en “su discípulo favorito”.
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Audiffred es otro caso de niño genio, como Gabriel Vargas. Apenas tenía 17 años y en 1912 ya estaba haciendo monos en el periódico maderista Nueva Era, donde firmaba como Audi. Estudió artes plásticas en la Academia de Bellas Artes y participó en las Escuelas al Aire Libre, fundadas por Alfredo Ramos Martínez. En plena revolución marchó a Estados Unidos en busca de trabajo, donde pasó dos cortas estancias. Gracias a ello conoció de cerca el nuevo periodismo que se ejercía en ese país y que estaba generando una industria con fuerte impacto político, comercial y cultural, y donde las historietas vivían una expansión universal.
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En 1919, de vuelta a México trabajó en Policromías. Semanario Humorístico de Estudiantes, y un año después en Zig-Zag. Semanario Popular ilustrado, donde participó en la página de “Sánchez filmador”, misma que trasladaría a EL UNIVERSAL al año siguiente y que era ilustrada, primero, por Santiago R. de la Vega y, después la retoma Audiffred.
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En Zig-Zag compartió espacio con Ernesto García Cabral, quien firmaba sus colaboraciones como “Equis”, mientras que Audiffred firmaba con su apellido sus “Muñecos”, que a la postre titularía “Siluetas”, nombre que conservaron hasta su última colaboración en vida. Ilustró alguna portada y realizó retratos de algunos beisbolistas, con lo que se convirtió en precursor de la caricatura deportiva. Por esos años, en 1919, realizó una importante contribución al humorismo gráfico al crear la historieta Lipe, donde quedó clara la influencia de su viaje allende la frontera.
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“El Míster”, como le apodaron sus colegas, logró un impacto importante al incorporar el discurso visual de la historieta norteamericana a la realidad nacional. Lipe es la historia de un chino en México y apareció en El Heraldo Ilustrado. En este mismo diario nació Don Catarino y su apreciable familia, escrita por Hipólito Zendejas y dibujada por Salvador Pruneda, que se convirtió en una historieta clásica y que logró sobrevivir por más de veinte años.
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Toda una vida en El Universal
El 10 de agosto de 1922 Andrés Audiffred inició su trabajo en El Universal Ilustrado, donde realizó un sinfín de portadas y contraportadas de una gran calidad. Aunque de corta duración, su primera tira cómica, Kid Cáscaras, apareció el primero de diciembre de 1924, y se centró en el tema del boxeo.
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Kid Cáscaras, publicada el 1 de diciembre de 1924 en EL UNIVERSAL.
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Lo mejor llegó en 1927 con el concurso de Historietas cómicas ilustradas, donde obtuvo el segundo premio con Don Odilón, un trabajo por el que el jurado argumentó que “dejó correr el tiempo, ocupado en los dibujos de otras publicaciones, antes de dedicarse a forjar las historietas que habría de presentar al concurso”. La simpatía por Audiffred era obvia: es “uno de nuestros mejores dibujantes y el que más siente de entre todos esperó a los dos últimos días para emprender el ataque al primer lugar. Obtuvo sólo el segundo, pero por haber hecho su trabajo en menos de 48 horas, Audiffred puede envanecerse de un triunfo legítimo”. Don Odilón apareció en blanco y negro, pero no tuvo el impacto de la historieta ganadora: Mamerto y sus conocencias, de Hugo Tilghmann.
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Además de las señaladas –Lipe, Kid Cáscaras y Odilón-, Audiffred publicó Tito Melcocha, o melcochadas, Toribio Santiag El Sr. Pestaña, esta última su gran éxito, y sobre la que escribieron Armando Bartra y Juan Manuel Aurrecoechea en su libro Puros cuentos: “La ‘obsesión’ de Audiffred; el personaje que siempre sobresale en sus cartones, es precisamente el hombre de corbata. Sus actitudes apocadas cuando es regañado por el jefe o la esposa, sus hambrientas miradas a las torneadas piernas de las flappers que se desempeñan como secretarias o cajeras”.
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Audiffred mostró también una nueva mirada en un país que emergía de la revolución. Sin duda, era la misma la sociedad que había descubierto con nuestros vecinos del norte cuando anduvo por esos lares.
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El Sr. Pestaña, publicada en El Universal, el 6 de enero de 1929. Ambas tiras cómicas fueron creación de Andrés Audiffred.
El Señor Pestaña fue concebido por Hipólito Zendejas, seudónimo de Carlos Fernández Benedicto, actor, escritor, periodista que aparecía siempre en las mejores obras de teatro, entre ellas México nuevo, precursora de las revistas teatrales políticas. A pesar de que poco se conoce sobre su vida, participó en grandes publicaciones de caricatura, como Multicolor, Moheno o Caricaturistas, y en las grandes historietas de nuestro país: Don Catarino y su apreciable familia y en, SM Segundo I rey de Moscabia, entre otras.
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Aun cuando Audiffred abandonó la historieta, muchos de sus dibujos contemplaron viñetas múltiples, es decir, cartones con una historia subdividida en cuadros, innovación original, única en esos días, y se concentró en la ilustración, la caricatura y retratos para EL UNIVERSAL ILUSTRADO, hasta su desaparición, y EL UNIVERSAL hasta el último día de su vida.
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El costumbrismo
La grandeza de Andrés Audiffred se debe a que durante toda su vida profesional modificó su proyecto estético acorde a los espacios, visiones, sensaciones y expresiones que vivía. Discípulo de Carlos Alcalde, Audiffred comenzó a describir al mexicano medio que existió entre siglos, así como la angustia y los sueños de sus connacionales que padecieron la revolución. Sus monos en Nueva Era, a los 17 años, son una muestra de la excelencia artística que revelaba a un jovencito que a la postre se convirtió en uno de los más grandes caricaturistas de nuestra historia./
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El pequeño problema del agua. El Universal Ilustrado. 6 de junio de 1929.

Su estancia en Estados Unidos resultó vital para modificar su visión del mundo y gestó un proceso cuyo resultado hizo notorio, por un lado, la influencia de la historieta norteamericana, con Lipe, y por otro, el art-nouveau que expresó en publicaciones como Policromías, pero sobre todo, en sus portadas e ilustraciones de El Universal Ilustrado, desde 1922.
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Después, en los años veinte, su arte se acercó al nacionalismo en boga, una visión que conservó prácticamente hasta los últimos cartones que publicó. El retrato de las escenas de la vida cotidiana, los nuevos habitantes que llegaban a la ciudad, campesinos que buscaban una mejor vida y a veces se transformaban en los “peladitos” que buscaban su identidad; o la clase media pretenciosa, vestida con traje, sombrero y corbata, y con sus mujeres modernas, las pelonas, damas anatómicamente perfectas -imágenes, sin duda, heredadas de su paso por Estados Unidos-, mientras que las otras mujeres, las del pueblo y vecindades, seguían manteniendo el rebozo y las trenzas. Eran las “changuitas” de barrio, que buscaban a su “tarzán”, a su catrín, a su “fufurufu”.
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Pero Audiffred también retrató a los caciques, los políticos abusivos, los que imponen su ley a fuerza de pistola y labia, o los abusivos comerciantes. Los tipos nacionales se convirtieron en una constante y se exhibieron tal como eran concebidos en el imaginario del estereotipo. Los cuadros de costumbres mostraban a una “guapa muchacha tapatía de la clase humilde”, al “charro joven y apuesto”.
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Su mundo fue un microcosmos que iba creciendo, como un gran monstruo que retrató una ciudad que se fue poblado por miles de mexicanos que la invadían amorosamente y construyeron con sus imágenes el país que la modernidad exigía. Andrés Audiffred fue el gran creador de lo mexicano en nuestra caricatura. Su obra artística fue de una gran originalidad. Fue uno de los caricaturistas que generaron y desarrollaron un estilo propio, único e inimitable.
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Cabe destacar que vivió una época en donde el control en los medios y la crítica política, sobre todo presidencial, era una constante. Desde el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario, en 1929, la caricatura política estuvo proscrita, en los hechos y era una osadía realizarla. Por eso resulta común la escasez de una crítica política personalizada en la obra de Audiffred. Un dato interesante: es muy pequeño el número de caricaturas dedicadas (y personalizadas) a los políticos de entonces. Tal vez, como piensan algunos caricaturistas, retratar al “maloso” es una suerte de homenaje que nunca merecería.
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Su obra se inscribe en la crítica social, en la observación de la vida cotidiana, en el retrato de lo que somos y por ello, es considerado un símbolo de la caricatura nacionalista. Carlos Monsiváis señaló que Audiffred “forja la estética del peladaje, expresa divertidamente el hambre sexual de la gleba, destruye con trazos la invisibilidad social de sus personajes y produce por acumulación el gran mural (tierno y satírico) del costumbrismo urbano”.
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Aunque la mayor parte de su obra se desarrolló en EL UNIVERSAL, también colaboró en publicaciones como Vea, Todo, Don Timorato, entre otras, además de ilustrar algunos libros como Cajeme, publicaciones como Mundo Musical, partituras para Casa Wagner y un sinfín de trabajos más.
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Murió el 8 de diciembre de 1958. Como un homenaje apareció la última silueta de Audiffred. Durante casi medio siglo estuvo sin soltar su lápiz. Al morir, sus colegas le retrataron una y otra vez, queriendo que “El Míster”, que don Andrés, que Audiffred, no se fuera nunca.
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FOTO: Retrato de Charles Chaplin, por Andrés Audiffred/ Publicado el 7 de enero de 1932 en El Universal Ilustrado.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Posada. La línea que definió el arte mexicano. Nuevo libro


Acaba el año y recibo, anticipadamente, un regalo más: el nuevo libro colectivo José Guadalupe Posada. La línea que definió el arte mexicano, publicado por el INBA, a través del Museo Nacional de la Estampa.

Producto de la muestra en la que participé como curador invitado, en 2014, en este recinto (que luego se presentó en el Palacio Clavijero, de Morelia, Michoacán), recoge los textos de Mercurio López, Helia Bonilla, Alejandro Alvarado y yo.

Un libro hermoso, bien diseñado, coordinado por Santiago Pérez Garci y diseñado por Gabriela Chávez, que se presenta como cierre de fin de año, este martes 11 de diciembre,a las 19.30.

No se lo pierdan, vayan el martes al MUNAE, entrada libre.


martes, 4 de diciembre de 2018

Cartón del mes. Impopularidad

Como cada mes, en la gran revista Relatos e historias en México, cerramos el año con un cartón dedicado a Francisco I Madero que apenas tenía dos meses de presidente y su popularidad caía a pasos agigantados. Este cartón es, también, un homenaje a Ernesto García cabral que este año cumplió medio siglo de habernos dejado, aunque su obra, como esta, es eterna y, por cierto, bastante actual


Renato Leduc, siempre tan actual

Tiempo en que era Dios Omnipotente
Y el señor don Porfirio presidente
Tiempos ¡ay...! tan iguales al presente


Renato por Rius



¡Cuánto usurero barbón..!
¡Ay jijos… cómo les vuela
de la levita el faldón…!
¡Ay jijos… ya se nos hizo:
triunfó la revolución…!

Ya se están muriendo todos
¡Jesús qué desilusión…!
se está volviendo gobierno
¡Ay Dios…! La revolución.

¡Quién te lo había de decir
gritona Revolución
que hincada habías de asistir
hasta la Coronación…!

¿Qué haremos en esta casa
cuando queramos hablar…?
nos van a poner mordaza
canónica y secular…

La Cultura en el ASÍ ES

En 1985, Gustavo Hirales me invitó a editar la página cultural del periódico Así es, el órgano oficial del Partido Socialista Unificado de México, entendiendo algo que pocos políticos han valorado: la importancia del arte y la cultura en la política.

Durante cerca de dos años viví esa gran experiencia donde tuvo la dicha de compartir con algunos personajes notables (y otros no tanto) de la izquierda mexicana, como José Woldenberg.

En esa sección invité a los periodistas culturales que, a pesar de ser jóvenes, ya brillaban con luz propia como Víctor Roura, que era editor de cultura en la novísima La Jornada, entonces un excepcional diario, moderno, atractivo, inteligente; Andrés Ruiz, coeditaba la sección de cultura en El Universal, con don Paco Ignacio Taibo como editor y que abrió el periódico a un grupo de jóvenes escritores e ilustradores y que mostró un rostro poco usual en los medios (y en la política): sin sectarismo ni censura, y con gran inteligencia nos brindó la oportunidad de escribir en un gran medio como es este periódico centenario; Víctor Ronquillo, colaboraba en varios medios, o el espléndido cronista Emiliano Pérez Cruz. Lo interesante es que este grupo sigue en activo hoy, sin dejar se hacer lo que hacen muy bien: escribir.

El escritor Salvador Castañeda me regaló un fragmento inédito de su novela La patria celestial y colaboró un par de veces más. También participaron la poeta Frida Varinia, la hoy promotora de ópera Sylvia Rittner; el poeta Arturo Trejo Villafuerte; los rockeros Armando Vega-Gil y Francisco Barrios, de Botellita de Jérez, que estaba en pleno auge; Jorge Pantoja, Martha Arrieta, Adán Atayde y Javier Cadena, amigos del Museo del Chopo, Ariel Martínez y otros más que ahora no recuerdo.

Fue un gran aprendizaje, sin duda, y una aportación al periodismo que se hacía en la hoy desaparecida izquierda, con una idea ajena a los patrones dogmáticos y sectarios, pues las páginas de Así es se abrieron a profesionales de los medios como el mencionado Roura que publicó, entre otras cosas, una Breve autobiografía en la prensa rockera. Todo esto, ante el azoro y rechazo de quienes se creían dueños de la cultura del partido desde el viejo PCM.

Me tocó cubrir la nota del fallecimiento de uno de los grandes escritores comunistas: Juan de la Cabada, a la par que rescate un texto de Heraclio Zepeda, que había grabado de un programa de Radio Educación, dedicado a Juanito.

Una de las partes que contribuí fue la publicación de una serie de textos escritos por los niños (que hoy deben ser cuarentones), que participaron en el Taller de expresión escrita, del curso de verano, Suelte a sus fieras, en el Museo del Chopo, por cierto que ahí escribí un cuento infantil que ni siquiera recordaba (y que publicaré más adelante).

Con ese número prácticamente se acabó la sección cultural pues se suprimieron páginas ante el nacimiento del gran fracaso que fue el Partido Mexicano Socialista, antecedente de lo que sería el otro grandísimo fracaso: el PRD.

Reitero mi satisfacción de abrir las páginas a periodistas culturales, jóvenes y en activo lo que permitió su profesionalización. 

Con el nuevo partido, el PMS  (o Medio Socialista, le decíamos) salimos de la redacción y la cultura también desapareció.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...