Hace cinco años, por estas fechas, en el Museo de Historia Mexicana de Monterrey, realicé la curaduría de la exposición José Guadalupe Posada. El Gran Ilustrador de lo Mexicano, que tuvo un enorme impacto y reunió la colección más completa y diversa de la obra de Posada y que no ha vuelto a ser mostrada así.
Posada a 100 años, ese desconocido
POR LUCIANO CAMPOS GARZA , 21 ENERO, 2013REPORTAJE ESPECIAL
Unos estiman que José Guadalupe Posada hizo 11 mil dibujos y otros señalan
que 20 mil. Pero de acuerdo con el especialista Agustín Sánchez González, sólo
habría realizado unas 600 calaveras que, injustamente, dice, han provocado su
encasillamiento. De ahí que haya muy pocas expuestas en la muestra José
Guadalupe Posada. El Gran Ilustrador de lo Mexicano, montada en el Museo de
Historia Mexicana de Monterrey, con ocasión del centenario del fallecimiento
del célebre grabador, que se cumple este domingo. Conaculta, el INBA, Cultura
del DF y el gobierno de Aguas Calientes anunciaron en la semana un programa de
casi 100 actividades a lo largo del año.
MONTERREY, N.L. (Proceso).- José Guadalupe Posada es mucho más que sus
calaveras.
Los grabados esqueléticos del artista hidrocálido representan apenas el 3%
de su vasta creación, que debe alcanzar unas 20 mil obras, según estima el
historiador Agustín Sánchez González, curador de la exposición José Guadalupe
Posada. El Gran Ilustrador de lo Mexicano, que se exhibe del 14 de noviembre
2012 al 10 de febrero del 2013 en el Museo de Historia Mexicana (MHM) de esta
ciudad.
Sus antiguos grabados pueden verse en periódicos, cajetillas de cerillos,
recetarios de cocina, vitolas de poros, medicamentos, carteles taurinos,
teatrales, circenses, juegos de mesa y funciones de lucha libre, entre muchas
otras superficies que ocupan decenas de vitrinas del recinto.
Sánchez González, el mexicano que quizás conoce más de la obra de Posada,
considera necesario hacer un inventario de la obra del caricaturista e
investigar con seriedad su vida personal, de la que se conoce muy poco.
Es un misterio la vida del ilustrador, quien falleció el 20 de enero de
1913 y que, pese a ser el más universal de los artistas mexicanos de su género,
es desconocido y víctima de numerosas difamaciones y mitos.
Murió en la ruina y derrochó las ganancias en el trago. Su cuerpo terminó
en la fosa común. Hasta que murió, Posada se convirtió en leyenda, afirma el
historiador.
En esta exposición, que conmemora el centenario de su aniversario luctuoso,
Sánchez González pretende acercar a Posada al gran público, para que sepa que
su obra va mucho más allá de las calaveras y que entienda, de una vez por todas
–así lo dice, en claro enfrentamiento con lo aceptado–, que La Catrina huesuda
no fue un invento suyo, sino de Diego Rivera.
Inventario necesario
“Posada. Su apellido es Posada, en singular, no Posadas”; cree necesario
aclarar Sánchez González, el curador que se ha ocupado de estudiar durante los
últimos 20 años la obra del artista que nació el 2 de febrero de 1852 en el
barrio de San Marcos, en Aguascalientes.
El autor del libro José Guadalupe Posada, un artista en Blanco y Negro, seleccionó las casi 200 piezas exhibidas en el MHM, provenientes de colecciones privadas e instituciones públicas, que han cedido el material para esta exhibición, la mayor presentada de la obra del compulsivo dibujante.
La muestra se divide en seis temas: los precursores; primeros años,
Aguascalientes; su estancia en León; Don Lupe llega a México; su influencia
inmediata; y Cien años después de su muerte.
La museografía recurre a videos temáticos para fortalecer los contenidos y
facilitar al público un acercamiento al grabador y su obra.
Pero este paseo por el mundo Posada contiene una fracción microscópica de
su legado descomunal, que se encuentra disperso por el mundo, y que no ha sido
aún debidamente inventariado.
No se conserva ni un solo trazo ológrafo del maestro, reconoce el curador.
Todo su trabajo ha quedado en reproducciones, impresiones litográficas y
serigráficas.
Por eso, dice el especialista, ya es tiempo de darle su lugar en la
historia del arte en México y honrar su memoria con un estudio serio de su vida
y con un trabajo profesional y definitivo de preservación de su obra, que
actualmente no ha emprendido ninguna institución cultural en el país.
A lo largo de los años han sido presentadas colecciones del llamado gran
ilustrador mexicano, pero esta exposición en el MHM es la mayor y más
representativa del serigrafista, dotado de un talento extraordinario para los
rostros y los detalles.
Los visitantes al museo verán numerosos grabados y, entre todos ellos, muy
pocas calaveras.
La museografía busca que el público se adentre en el otro trabajo del
maestro, el menos conocido, pero que alcanza, como los pictogramas de las
osamentas, un toque de excelencia.
Explica el también periodista:
“Que haya pocas calaveras fue a propósito, porque queríamos decirle a la
gente: Posada es más que las calaveras, que en sí son maravillosas. Pero el
artista está más allá de La Catrina. Creo que las exposiciones de Posada han
abusado de las calaveras.”
Hay una discusión abierta sobre la cantidad de piezas que pudo haber
dibujado José Guadalupe. Unos estiman que hizo 11 mil dibujos y otros 20 mil.
Esta última cifra es la que más se aproxima a la realidad, según Sánchez. Y de
acuerdo a este cálculo, sólo habría dibujadas unas 600 calaveras que,
injustamente, dice, han provocado el encasillamiento del caricaturista.
“Se ha abusado de las calaveras por desconocimiento. Creo que hay pereza
intelectual. Se repite lo mismo. Cuando en internet buscas Posada, aparecen
miles de imágenes y todas son calaveras, hay muchas falsas, fotos que no son.
Nadie se toma la molestia de preguntar un poquito, saber si es o no es”,
lamenta.
No hay, hasta ahora, un interés genuino en el ámbito cultural de conocer
más al artista y por ello surge la desinformación, estima.
Además de Sánchez González, mexicano de nacimiento, se han ocupado de
estudiarlo Luis Cardoza y Aragón, de Guatemala, y Antonio Rodríguez, de
Portugal.
No hay muchos posadólogos en la patria, aunque como parte de nuestro propio
conocimiento cultural, se debería saber que Posada dibujó a la gente del pueblo
y a todo el entorno de una época entera, considera.
Sánchez González propuso, hace algunos años, que se hiciera un homenaje
nacional, en el que todos los museos del país exhibieran por lo menos una obra
del retratista. El Museo de Arte Moderno podía presentar su faceta surrealista.
El del Ferrocarril podría hacer lo propio con dibujos de trenes.
“Hay que ver todo de Posada, porque su grandeza estriba en la capacidad de
demostrar lo que somos. Está presente en cualquier tema: en juegos de mesa,
cartas de amor, cancioneros, magia, libros de texto, nota roja. Hace poco
descubrí en León una estampita religiosa que se vende y que fue dibujada por
Posada”, dice.
Se conservan ejemplares de la revista El Jicote como joyas de la
creatividad del artista. Ahí aparecieron once de sus trabajos en los que se
observan representaciones de notas de época. Hizo ahí lo mismo en otras
publicaciones, donde se ve a una madre atormentando a su hija, a un sacerdote
ahorcado, a una mujer que descuartizó a su hija, según las noticias policíacas
que eran redactadas.
No hay una referencia precisa sobre la manera en que el creador hizo esas
viñetas. Sánchez González conjetura que el editor le habría encargado que
ilustrara las notas, y en los trazos se observa la concepción muy marcada del
autor sobre el bien y el mal. Los victimarios son presentados como seres de
aspecto perverso y las víctimas en horrorosos trances de tormento.
En 1892, ya en sus 40, trabajó con el impresor Antonio Vanegas Arroyo. En
esa casa impresora se conserva el mayor número de las obras.
De acuerdo con el boletín del MHM sobre la exposición, se informa que de
ese taller salieron miles de publicaciones de diversos formatos en los que daba
reseña gráfica de los acontecimientos que impactaban al pueblo mexicano:
catástrofes, milagros, crímenes, escándalos, incendios, profecías, sucesos
sensacionales, peregrinaciones, cuentos de amor, relatos patrióticos y célebres
ejemplos.
Participó en más de 60 periódicos como La Casera, El Chile Piquín, El
Diablito Rojo, Don Cucufato, El Malcriado, El Paladín, Ave Negra y La
Guacamaya.
Pero hay mucho trabajo disperso aún que debe ser compilado y ordenado,
sugiere el curador, pero esta iniciativa tiene que surgir como un impulso más
personal que institucional. Los entusiastas historiadores del dibujante y
caricaturista son los que han rescatado su legado y, por iniciativa propia, se
han dado a la tarea de descubrirlo, para revelar el misterio de su vida y
aportar más del hombre.
Él abrió un espacio en facebook para convocar a personas a que lo ayudaran
a colectar piezas del gran misterio que es aún este artista tan reconocido.
“Se aceptan voluntarios para hacer el inventario”, dice el mensaje que
escribió Sánchez para animar a los interesados.
“La obra esta dispersa por el mundo. Yo no la conozco toda. Creo que en
Estados Unidos hay colecciones enormes. Ahora con facebook se puso en contacto
conmigo una persona que dice tener la colección más grande. Por lo menos
podemos hacer un inventario de ella.
“En bibliotecas de Estados Unidos hay mucha obra, pero se necesita ir allá,
trabajar, inventariar, y podríamos empezar a saber cuál es la cantidad de su
obra, porque no sé, siquiera, cuántas obras conocidas hay, quizás unas 10 mil.
Una amiga me acaba de traer un libro de Alemania, publicado en los noventa, que
tiene novecientas y tantas imágenes”, ejemplifica.
Sánchez González ha planteado crear un centro de documentación. También
quiere hacer en Aguascalientes La Casa de Posada, donde vivió, en San Marcos.
Una especie de Meca a donde puedan ir sus seguidores, similar a la Casa Azul de
Frida Kahlo en la Ciudad de México.
De don Pepe a Posada
De entre todas las imágenes, la más conocida es la que se le ha dado el
nombre común de La Catrina que es, en realidad, un invento de Diego Rivera,
sostiene, e intenta probarlo:
El cráneo de esta imagen, sin cuerpo, apareció primero en una publicación
que se mofaba de las mujeres autóctonas de México que aspiraban a comer
garbanzo o ser garbanceras como las damas de alcurnia españolas que vivían en
el país. Por ello dibujaba a la dama esquelética con un sombrero estrafalario,
acorde a la época.
La impresión fue publicada junto a un texto de autor anónimo, días después
de que Posada falleciera, en 1913. El artista nunca se enteró de la
trascendencia de la llamada “Calavera Garbancera”.
Muchos años después, en 1952, Diego Rivera pintó el famoso mural Sueño de
una tarde dominical en la Alameda Central en el Hotel del Prado, reubicado tras
el terremoto de 1985 en el creado ex profeso Museo Mural Diego Rivera. Fue el
guanajuatense el que le puso cuerpo y atuendo a la calavera de Posada, que sólo
se conocía por su cabeza y sombrero. A la izquierda de la huesuda aparece el
mismo José Guadalupe, en justo homenaje al creador de La Garbancera, y a su
derecha el propio Rivera como niño.
Según cuenta el historiador, la denominación de esa mujer descarnada, La Catrina,
por su aspecto refinado, fue obra del pueblo. Y desde entonces ha trascendido,
como un mito mayor, que Posada inventó la imagen.
Hasta donde se sabe, el artista no obtuvo fortuna con su prolífica obra.
Presumiblemente murió pobre y alcoholizado.
En el catálogo sobre la exposición, Agustín Sánchez escribió:
“Hace cien años, en un modesto féretro, yacía un personaje conocido como
don Lupe, cuya muerte pareció no importar a nadie. Salió de una de las tantas
vecindades marginales de Tepito, en la Ciudad de México. Fue enterrado en la
zona de sexta clase, la única gratuita del Panteón de Dolores.”
Posada, personaje ignorado en su tiempo, conocido únicamente como don Lupe,
es revalorado a cien años de su muerte, pero oculto todavía en sus detalles.