Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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domingo, 25 de diciembre de 2016
Tarjeta navideña de Naranjo
Para documentar el optimismo.
Sugerencia de tarjeta navideña hecha por Naranjo, en 1969, y publicada en La Garrapata. El azote de los bueyes
sábado, 24 de diciembre de 2016
Extraña y mágica Navidad en el Cairo
Sucedió hace miles de años, o tal vez menos, sólo ¿cuarenta?
Era un obrero sindicalista a quien habían despedido por organizar una huelga en una fábrica de dulces y chocolates.
Terminaba la licenciatura en historia y la empresa, adquirida por una transnacional, decidió cerrar sus puertas y despedirnos a todos.
Por suerte, y para evitar conflictos, nos dio un porcentaje extra al denunciar ante el otrora combativo Unomásuno.
Había visto en mi facultad, en Filosofía y Letras, la existencia de un curso vivo de arte a Italia-Egipto-Grecia. Sueño imposible, sueño burgués, jaja.
Ante el despido, y ante el peligro de aburguesamiento por la liquidación, opté por el curso.
Fue una de las grandes decisiones que he tomado.
Empezó así una nueva vida.
El goce por el conocimiento aumentó y las ganas de viajar, conocer el mundo, se volvió una obsesión.
Esa navidad, en 1990, fue única. Desde cualquier parte del hotel se miraban las pirámides.
No hubo ponche ni piñatas ni peregrinos.
Sólo estaba yo, solo, un día 24 de diciembre a las 18 hrs. escuchando los cantos musulmanes y mirando caer el sol frente a las pirámides.
Hoy sigo viviendo ese momento. La emoción me embarga y el recuerdo quedó tatuado en piel ya para siempre.
Fue hace mil años, o sólo hace cuatro décadas.
Pero sobre todo, es hoy, en mi memoria, en mi
vida, en lo que soy.
Era un obrero sindicalista a quien habían despedido por organizar una huelga en una fábrica de dulces y chocolates.
Terminaba la licenciatura en historia y la empresa, adquirida por una transnacional, decidió cerrar sus puertas y despedirnos a todos.
Por suerte, y para evitar conflictos, nos dio un porcentaje extra al denunciar ante el otrora combativo Unomásuno.
Había visto en mi facultad, en Filosofía y Letras, la existencia de un curso vivo de arte a Italia-Egipto-Grecia. Sueño imposible, sueño burgués, jaja.
Ante el despido, y ante el peligro de aburguesamiento por la liquidación, opté por el curso.
Fue una de las grandes decisiones que he tomado.
Empezó así una nueva vida.
El goce por el conocimiento aumentó y las ganas de viajar, conocer el mundo, se volvió una obsesión.
Esa navidad, en 1990, fue única. Desde cualquier parte del hotel se miraban las pirámides.
No hubo ponche ni piñatas ni peregrinos.
Sólo estaba yo, solo, un día 24 de diciembre a las 18 hrs. escuchando los cantos musulmanes y mirando caer el sol frente a las pirámides.
Hoy sigo viviendo ese momento. La emoción me embarga y el recuerdo quedó tatuado en piel ya para siempre.
Fue hace mil años, o sólo hace cuatro décadas.
Pero sobre todo, es hoy, en mi memoria, en mi
vida, en lo que soy.
Navidad con Posada
Una de las imágenes más hermosas hechas por Posada, es este Belén que fue publicado en 1897 y que es muy poco conocida.
El toro es muy picassiano.
El toro es muy picassiano.
Navidad con Los Burrón
No hay imagen más festiva que los retratos de la Familia Burrón, dibujados por Guty Vargas, el sobrino de don Gabriel, que supo interpretar magistralmente a los personajes creados por su tío.
jueves, 22 de diciembre de 2016
Regalo navideño: Cien años de caricatura de El Universal. Mi nuevo libro
Mis amigos del periódico se pulieron.
Julio Aguilar coordinando toda la edición, con gran respeto y consideración a mi trabajo; Mayra Meneses coordinando el diseño con Diana Mora, mientras Paola Zárraga cuidaba la edición y Francisco Santiago estaba al mando del proyecto.
Es un maravilloso regalo de Navidad, digno premio de fin de año por trabajar tanto, por aguantar presiones, por los días de insomnio, por la angustia del periodismo que brinda, siempre, cuando uno ve el impreso, la felicidad.
Este libro también debe mucho a todo el personal de la Hemeroteca del periódico, Angélica y Antonio, gracias; también a la redacción de cultura que apoyaron en todo.
Y bueno, todos esos maravillosos artistas de la caricatura que anduvieron, andan como fantasmas, por esa redacción en donde dejaron su talento y nos legaron esta historia que, al abrir ese baúl, logré escribir.
Finalmente, es también un regalo para Eleonora, sin cuyo apoyo a este enorme esfuerzo sería difícil llegar a buen puerto.
Ya les invitaré a la presentación, a seguir la fiesta. En tanto, gozaré el libro, todo libro es digno de goce, más cuando uno lo escribió.
martes, 20 de diciembre de 2016
El último Juan y la última Lupe
En 1990, hace ya 26 años, el mero día de lavandera, publiqué
este texto premonitorio de cómo se iban cambiando los nombres de nuestros
compatriotas.
Viene a cuento esto porque hoy leí el muro de la periodista Mireya Maldonado, y me recordé este texto que apareció en la sección cultural de El Universal que dirigía el entrañable Paco Taibo.
Viene a cuento esto porque hoy leí el muro de la periodista Mireya Maldonado, y me recordé este texto que apareció en la sección cultural de El Universal que dirigía el entrañable Paco Taibo.
Cronista de guardia
El
último Juan y la última Lupe
Por AGUSTIN SANCHEZ GONZALEZ
Esto de la modernidad cada vez resulta más incomprensible.
Las cosas cambian tan vertiginosamente, que uno ya no sabe ni qué hacer.
Ni ganas dan de leer el periódico. Por ejemplo, durante años
les hablé a mis alumnos del hombre de Tepexpan y su antigüedad, pero ahora
resulta que ni es tan viejo y que, además, es mujer.
Llega Gorbachov y dice no a la dictadura
del proletariado, algo que mis viejos maestros me habían enseñado con tanta fe.
Además, resulta que los soviéticos ya no hacen "colas" para el
mausoleo de Lenin, sino para ir al MacDonald's.
Pero esto no es lo peor. Ahora hasta nuestra identidad
perdemos, ingenuo que es uno. Antes la gente se llamaba Juan, Francisco, María,
Guadalupe o Pedro, pero la manifestación todo ha cambiado.
En los años 70, los hijos de aquellos que
solían gritar ¡Un, dos, tres, Vietnam!, solían ponerles nombres folclóricos
como Balam, ltzel o Xóchitl; pero también los de Camilo, Fidel, Tania y hasta
Ernesto-che, así, juntito el nombre. Pero la gente seguía poniéndoles nombres
comunes a sus hijos.
Los 90 y su modernidad todo lo han
cambiado. Hoy, aquellos gritan: "Un, dos tres, Taiwán!", les ponen a
sus hijos el nombre de Carlos, Manuel o Patricio, según la secretaría en la
cual son asesores. Pero el común del pueblo ya cambió, ahora sus hijos se
llaman: Vanessa, Viridiana, Christian, Assed, Edvaldo, Tatiana, Shantall o
Jair.
El nuevo milenio mexicano amanecerá dominado
por los Paul, Johan, Yuri, Oyuki o Mandfred. Digamos adiós a los nombres del santoral
católico, olvidémonos del "Calendario Galván" y de todos los santos.
No habrá, pues, más gobernantes con
nombres como Carlos, Miguel, José o Luis. ¡Imagínese qué horror ser gobernado
por un Jair, Christian, Omai, Antart, Richi o Asaed!
Así es la modernidad.
jueves, 15 de diciembre de 2016
En Madrid, entre Pérez Galdós y Almudena Grandes
Hace unos años comencé a leer a Almudena Grandes. Todo empezó
en una librería del aeropuerto de Barajas donde encontré un título que me sedujo: El lector de julio Verne, cuya lectura provocó no durmiera durante todo el trayecto de Madrid a México.
Este libro forma parte de una serie de obras acerca de la postguerra española.
Entre sueños evoqué, a instancias de la escritora, a Benito Pérez Galdós que desde hace muchos años forma parte de mi santoral de escritores del siglo antepasado, Fantasmas del XIX llamé a una columna que hacía hace unas tres décadas en el suplemento dominical de El Sol de México.
Misericordia, Fortunata y Jacinta, Tristana, Marianela, Los (varios) episodios nacionales, entre otros muchos más, Pérez Galdós es un referente para entender y emparentar a nuestros abuelos literarios como Ireneo Paz, Emilio Rabasa o José López Portillo.
En fin, todo esto viene a cuento porque andábame yo paseando por el Barrio de las Letras y me encontré una placa en la casa donde falleció don Benito y pedí a mi musa me tomara una foto en esa zona madrileña tan hermosa, un barrio donde me encantaría poder vivir.
Por cierto, les recomiendo Inés y la alegría, Las tres bodas de Manolita, además de El lector de Julio Verne, de Almudena, son un retrato excepcional de esa época española y son una buena lectura para este fin de año,o para empezar con buenas lecturas el 2017.
en una librería del aeropuerto de Barajas donde encontré un título que me sedujo: El lector de julio Verne, cuya lectura provocó no durmiera durante todo el trayecto de Madrid a México.
Este libro forma parte de una serie de obras acerca de la postguerra española.
Entre sueños evoqué, a instancias de la escritora, a Benito Pérez Galdós que desde hace muchos años forma parte de mi santoral de escritores del siglo antepasado, Fantasmas del XIX llamé a una columna que hacía hace unas tres décadas en el suplemento dominical de El Sol de México.
Misericordia, Fortunata y Jacinta, Tristana, Marianela, Los (varios) episodios nacionales, entre otros muchos más, Pérez Galdós es un referente para entender y emparentar a nuestros abuelos literarios como Ireneo Paz, Emilio Rabasa o José López Portillo.
En fin, todo esto viene a cuento porque andábame yo paseando por el Barrio de las Letras y me encontré una placa en la casa donde falleció don Benito y pedí a mi musa me tomara una foto en esa zona madrileña tan hermosa, un barrio donde me encantaría poder vivir.
Por cierto, les recomiendo Inés y la alegría, Las tres bodas de Manolita, además de El lector de Julio Verne, de Almudena, son un retrato excepcional de esa época española y son una buena lectura para este fin de año,o para empezar con buenas lecturas el 2017.
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