Hace unos años comencé a leer a Almudena Grandes. Todo empezó
en una librería del aeropuerto de Barajas donde encontré un título que me sedujo: El lector de julio Verne, cuya lectura provocó no durmiera durante todo el trayecto de Madrid a México.
Este libro forma parte de una serie de obras acerca de la postguerra española.
Entre sueños evoqué, a instancias de la escritora, a Benito Pérez Galdós que desde hace muchos años forma parte de mi santoral de escritores del siglo antepasado, Fantasmas del XIX llamé a una columna que hacía hace unas tres décadas en el suplemento dominical de El Sol de México.
Misericordia, Fortunata y Jacinta, Tristana, Marianela, Los (varios) episodios nacionales, entre otros muchos más, Pérez Galdós es un referente para entender y emparentar a nuestros abuelos literarios como Ireneo Paz, Emilio Rabasa o José López Portillo.
En fin, todo esto viene a cuento porque andábame yo paseando por el Barrio de las Letras y me encontré una placa en la casa donde falleció don Benito y pedí a mi musa me tomara una foto en esa zona madrileña tan hermosa, un barrio donde me encantaría poder vivir.
Por cierto, les recomiendo Inés y la alegría, Las tres bodas de Manolita, además de El lector de Julio Verne, de Almudena, son un retrato excepcional de esa época española y son una buena lectura para este fin de año,o para empezar con buenas lecturas el 2017.
Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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jueves, 15 de diciembre de 2016
lunes, 12 de diciembre de 2016
Era Zalce
Este mes de diciembre de 2016 se conmemora el número 100 de esa gran revista llamada Relatos e historias de México. Gran proeza, pues creo que ha ido mejorando número a número.
En este número presento un cartón de Alfredo Zalce, que poca gente sabe que fue un excepcional caricaturistas que firmaba como ERA y cuya carrera comenzó en los años veinte, participando en el concurso de caricatura de El Universal.
(Por cierto, para los fans de Zapata, este número regala un cartel muy bonito para que le pueden rezar como dios manda)
En este número presento un cartón de Alfredo Zalce, que poca gente sabe que fue un excepcional caricaturistas que firmaba como ERA y cuya carrera comenzó en los años veinte, participando en el concurso de caricatura de El Universal.
(Por cierto, para los fans de Zapata, este número regala un cartel muy bonito para que le pueden rezar como dios manda)
sábado, 10 de diciembre de 2016
La tarde que lloré en Lisboa
Me encanta perderme por las calles de los lugares que
visito, ya sean grandes ciudades o pequeñas poblaciones; me encamino hacia
donde me late el corazón.
Más de una vez he tenido que andar muchas horas para
encontrar algo o para saber cómo regresar.
En ciudades como Madrid, con calles circulares, he
descubierto innumerables sitios que no existen ni en las guías, por eso los
paseos con autobuses o con "guías" de turismo me causan
escozor.
Mirar las ciudades, para mí, tiene que ser a pie, hasta cansarse, hasta que la
mirada se pose en algo, en alguien, en alguna cosa, y luego como premio,
encontrar una tabernita donde tomar una cerveza, un vinito, o toparse con una
fonda, una pastelería (como en Lisboa donde los pastelitos de Belem son un
orgasmo)
La delicia de la caminata, en Lisboa, tuvo un momento
mágico.
Buscábamos la terminal del tranvía 28, el más famoso de la
ciudad, el que transita por una pequeña calle, de subida, una experiencia
única, cuando vimos una bella fachada de iglesia y entramos... columnas en
ruinas, desgajadas, cuadros ahumados, un sitio impactante y sombrío: el dolor,
la angustia, la tristeza, todo se juntó en mi alma e hizo que mi corazón
quedara estrujado.
De pronto mis ojos se nublaron, creo que de nuevo sucede, mientras escribo, por
la sensación del momento.
A la salida aparecía la nota del periódico acerca de la quemazón
habida en agosto de 1959 y que dejó al edificio en esas condiciones.
Sin embargo, investigando más, me entero de que en ese
sitio han ocurrido otras desgracias, por lo que le llaman, la iglesia de las
tres tragedias.
Un par de ellas las leí en
http://travellingdijuca.com/2012/12/15/la-igreja-de-sao-domingos-y-la-masacre-de-lisboa-de-1506/
La primera habla de una masacre a judíos conversos en
1506. Resulta que tras su expulsión de España, llegaron miles de ellos a
Portugal y ese momento coincidió con varias desgracias, lo que llevó a creer
que era su culpa y hubo una matanza de judíos azuzados por los dominicos del
lugar. (Después se instaló ahí la Santa Inquisición con el consecuente dolor y
persecución a los que no pensaban como los católicos.
La segunda, ocurrió el "1 de noviembre de 1775 un terremoto y posteriormente un
tsunami que afectó a la zona de Baixa, destrozó el convento de Santo Domingo
del que formaba parte la iglesia dejando en pie solamente la capilla. Ese
terremoto es de los más fuertes que habido en toda la historia y obligó a
reconstruir toda esa zona lo que se aprovechó para crear avenidas y plazas más
anchas que hay hoy en día. Y en el caso de la iglesia reconstruida según el
estilo barroco de la época en vez del gótico que le corresponde por ser su
primera construcción del siglo XIII".
La tercera se refiere a la quemazón del 13 de agosto de
1959 cuando se destruyó el interior gravemente.
Total, entrar a esa iglesia estruja el corazón.
Tal parece que, en efecto, ese lugar recibió el castigo divino por la mala fe
ocurrida.
Aun lo recuerdo y me llena de pesadumbre; de cualquier manera, hay que ver el
testimonio directo de una tragedia, de un lugar que queda ahí, como muestra de la maldad humana y de los estragos naturales.
Un par de ellas las leí en http://travellingdijuca.com/2012/12/15/la-igreja-de-sao-domingos-y-la-masacre-de-lisboa-de-1506/
La tercera se refiere a la quemazón del 13 de agosto de 1959 cuando se destruyó el interior gravemente.
Total, entrar a esa iglesia estruja el corazón.
Tal parece que, en efecto, ese lugar recibió el castigo divino por la mala fe ocurrida.
Aun lo recuerdo y me llena de pesadumbre; de cualquier manera, hay que ver el testimonio directo de una tragedia, de un lugar que queda ahí, como muestra de la maldad humana y de los estragos naturales.
viernes, 9 de diciembre de 2016
Los trenes de mi vida
Para el pariente Pedroza
La Vía Cochinera, es la calle donde habité hasta la adolescencia.
Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, como la de Machado, sino en un patio de la colonia Patrimonio nacional, cerquita del hospital de la raza.
Ahí jugué, soñé, reí.
Era una delicia caminar por los rieles haciendo una suerte de malabares, tal vez fue cuando aprendí que la vida consistía en buscar el equilibrio y en andar con mucho cuidado para no caer.
Por ello me encantan los trenes.
Es una pena que no existan más en nuestro país, sería una gran solución a la contaminación.
Los trenes, siempre los trenes.
Recuerdo otro momento fundamental de mi vida: hace muchos años, en una litera transitando de París a Madrid, toda la noche sin poder dormir esperando el haz de luz para mirar las tierras españolas y encontrarlas en duermevela y latir el corazón y guardarme esa imagen para siempre.
Los trenes, como la vida, hay que agarrarlos cuando se debe, porque no tienen retorno.
Ahora en Lisboa volví a tomar el tren y eso me hizo muy feliz.
Estas fotos son de ese momento.
jueves, 8 de diciembre de 2016
Botas para lugares poco agraciados
Al fin encontré unas botas, en Madrid, para cuando deba visitar algún partido político; tenían un buen precio, por cierto
Hay varios modelos
Hay varios modelos
domingo, 4 de diciembre de 2016
Mi Rius en Confabulario del 4 de diciembre de 2016
Mientras paseaba por Lisboa, llegó el pedido desde México: un texto sobre Rius para Confabulario.
El buen vicio de escribir para el periódico me llamó a hacerlo con mucho gusto.
Entre subidas y bajadas por las calles de Lisboa, me di un tiempecito para escribir, casi de memoria, este texto que finalmente rematé en un hermoso hostal, frente a la Opera de Madrid.
El buen vicio de escribir para el periódico me llamó a hacerlo con mucho gusto.
Entre subidas y bajadas por las calles de Lisboa, me di un tiempecito para escribir, casi de memoria, este texto que finalmente rematé en un hermoso hostal, frente a la Opera de Madrid.
sábado, 3 de diciembre de 2016
Subir al cielo en Lisboa
Lisboa es un sueño.
Es como un largo viaje al cielo por la belleza en las alturas, pero bajar de esas cuestas es ver que la realidad existe.
Subir y bajar, caminar por Lisboa nos lleva a sitios que nunca imaginé, como el Castillo de San Jorge, que debería llevar su nombre original Castelo dos Mouros, pues se trata de una fortificación
musulmana que tiene más de ochocientos años de haberse construido y que, por tanto, San Jorge, sale sobrando.
Erigida sobre la cima de la colina más alta de Lisboa es posible verlo desde cualquier punto de la capital portuguesa.
Es una de as grandes maravillas de la humanidad que, sin embargo, me da la impresión de que a los portugueses no les ha caído el veinte de la grandeza de ese sitio, equiparable a espacios vivos tan grandes como el Partenón, las Piramides de Egipto, la Alahambra o Teotihuacan.
Tal vez, también ello se deba a la negación del pasado musulmán o quizá, a que las compañías de transporte turístico no suben a esos sitios y ni siquiera lo mencionan en sus "tours".
Pero el ascenso debe ser a pie al Castillo ya que ello es una delicia, pues a cada paso se puede encontrar con tesoros como la Catedral, llamada Santa María Maior, cuya estructura recuerda Notre Dame y en donde es factible encontrar ese mosaico cultural maravilloso que tienen nuestros pueblos, con restos romanos, árabes y medievales.
Caminar por las ruinas del castillo nos conduce, primero, a los once maravillosos miradores que permiten visualizar buena parte de Lisboa, poder mirar esa ciudad y guardarla para siempre en nuestros ojos.
Es como un largo viaje al cielo por la belleza en las alturas, pero bajar de esas cuestas es ver que la realidad existe.
Subir y bajar, caminar por Lisboa nos lleva a sitios que nunca imaginé, como el Castillo de San Jorge, que debería llevar su nombre original Castelo dos Mouros, pues se trata de una fortificación
musulmana que tiene más de ochocientos años de haberse construido y que, por tanto, San Jorge, sale sobrando.
Erigida sobre la cima de la colina más alta de Lisboa es posible verlo desde cualquier punto de la capital portuguesa.
Es una de as grandes maravillas de la humanidad que, sin embargo, me da la impresión de que a los portugueses no les ha caído el veinte de la grandeza de ese sitio, equiparable a espacios vivos tan grandes como el Partenón, las Piramides de Egipto, la Alahambra o Teotihuacan.
Tal vez, también ello se deba a la negación del pasado musulmán o quizá, a que las compañías de transporte turístico no suben a esos sitios y ni siquiera lo mencionan en sus "tours".
Pero el ascenso debe ser a pie al Castillo ya que ello es una delicia, pues a cada paso se puede encontrar con tesoros como la Catedral, llamada Santa María Maior, cuya estructura recuerda Notre Dame y en donde es factible encontrar ese mosaico cultural maravilloso que tienen nuestros pueblos, con restos romanos, árabes y medievales.
Caminar por las ruinas del castillo nos conduce, primero, a los once maravillosos miradores que permiten visualizar buena parte de Lisboa, poder mirar esa ciudad y guardarla para siempre en nuestros ojos.
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