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lunes, 12 de diciembre de 2016

Era Zalce

Este mes de diciembre de 2016 se conmemora el número 100 de esa gran revista llamada Relatos e historias de México. Gran proeza, pues creo que ha ido mejorando número a número. 


En este número presento un cartón de Alfredo Zalce, que poca gente sabe que fue un excepcional caricaturistas que firmaba como ERA y cuya carrera comenzó en los años veinte, participando en el concurso de caricatura de El Universal.

(Por cierto, para los fans de Zapata, este número regala un cartel muy bonito para que le pueden rezar como dios manda)


sábado, 10 de diciembre de 2016

La tarde que lloré en Lisboa




Me encanta perderme por las calles de los lugares que visito, ya sean grandes ciudades o pequeñas poblaciones; me encamino hacia donde me late el corazón. 

Más de una vez he tenido que andar muchas horas para encontrar algo o para saber cómo regresar.

En ciudades como Madrid, con calles circulares, he descubierto innumerables sitios que no existen ni en las guías, por eso los paseos con autobuses o con "guías" de turismo me causan escozor. 

Mirar las ciudades, para mí, tiene que ser a pie, hasta cansarse, hasta que la mirada se pose en algo, en alguien, en alguna cosa, y luego como premio, encontrar una tabernita donde tomar una cerveza, un vinito, o toparse con una fonda, una pastelería (como en Lisboa donde los pastelitos de Belem son un orgasmo)

La delicia de la caminata, en Lisboa, tuvo un momento mágico.

Buscábamos la terminal del tranvía 28, el más famoso de la ciudad, el que transita por una pequeña calle, de subida, una experiencia única, cuando vimos una bella fachada de iglesia y entramos... columnas en ruinas, desgajadas, cuadros ahumados, un sitio impactante y sombrío: el dolor, la angustia, la tristeza, todo se juntó en mi alma e hizo que mi corazón quedara estrujado. 

De pronto mis ojos se nublaron, creo que de nuevo sucede, mientras escribo, por la sensación del momento.

La Iglesia de Santo Domingo de Lisboa es ese lugar que les cuento.  
A la salida aparecía la nota del periódico acerca de la quemazón habida en agosto de 1959 y que dejó al edificio en esas condiciones. 

Sin embargo, investigando más, me entero de que en ese sitio han ocurrido otras desgracias, por lo que le llaman, la iglesia de las tres tragedias. 

Un par de ellas las leí en http://travellingdijuca.com/2012/12/15/la-igreja-de-sao-domingos-y-la-masacre-de-lisboa-de-1506/

La primera habla de una masacre a judíos conversos en 1506. Resulta que tras su expulsión de España, llegaron miles de ellos a Portugal y ese momento coincidió con varias desgracias, lo que llevó a creer que era su culpa y hubo una matanza de judíos azuzados por los dominicos del lugar. (Después se instaló ahí la Santa Inquisición con el consecuente dolor y persecución a los que no pensaban como los católicos.


La segunda, ocurrió el "1 de noviembre de 1775 un terremoto y posteriormente un tsunami que afectó a la zona de Baixa, destrozó el convento de Santo Domingo del que formaba parte la iglesia dejando en pie solamente la capilla. Ese terremoto es de los más fuertes que habido en toda la historia y obligó a reconstruir toda esa zona lo que se aprovechó para crear avenidas y plazas más anchas que hay hoy en día. Y en el caso de la iglesia reconstruida según el estilo barroco de la época en vez del gótico que le corresponde por ser su primera construcción del siglo XIII".


La tercera se refiere a la quemazón del 13 de agosto de 1959 cuando se destruyó el interior gravemente.

Total, entrar a esa iglesia estruja el corazón.

Tal parece que, en efecto, ese lugar recibió el castigo divino por la mala fe ocurrida.


Aun lo recuerdo y me llena de pesadumbre; de cualquier manera, hay que ver el testimonio directo de una tragedia, de un lugar que queda ahí, como muestra de la maldad humana y de los estragos
naturales. 


viernes, 9 de diciembre de 2016

Los trenes de mi vida

Para el pariente Pedroza

Una de las gracias de mi vida es haber crecido a menos de cincuenta metros de una vía del tren. 

La Vía Cochinera, es la calle donde habité hasta la adolescencia. 

Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, como la de Machado, sino en un patio de la colonia Patrimonio nacional, cerquita del hospital de la raza.

Ahí jugué, soñé, reí.

 Era una delicia caminar por los rieles haciendo una suerte de malabares, tal vez fue cuando aprendí que la vida consistía en buscar el equilibrio y en andar con mucho cuidado para no caer.



Por ello me encantan los trenes. 

Es una pena que no existan más en nuestro país, sería una gran solución a la contaminación.

Los trenes, siempre los trenes. 

Recuerdo otro momento fundamental de mi vida: hace muchos años, en una litera transitando de París a Madrid, toda la noche sin poder dormir esperando el haz de luz para mirar las tierras españolas y encontrarlas en duermevela y latir el corazón y guardarme esa imagen para siempre.

Los trenes, como la vida, hay que agarrarlos cuando se debe, porque no tienen retorno.

Ahora en Lisboa volví a tomar el tren y eso me hizo muy feliz. 

Estas fotos son de ese momento.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Botas para lugares poco agraciados

Al fin encontré unas botas, en Madrid, para cuando deba visitar algún partido político; tenían un buen precio, por cierto



Hay varios modelos




domingo, 4 de diciembre de 2016

Mi Rius en Confabulario del 4 de diciembre de 2016

Mientras paseaba por Lisboa, llegó el pedido desde México: un texto sobre Rius para Confabulario.

El buen vicio de escribir para el periódico me llamó a hacerlo con mucho gusto.

Entre subidas y bajadas por las calles de Lisboa, me di un tiempecito para escribir, casi de memoria, este texto que finalmente rematé en un hermoso hostal, frente a la Opera de Madrid.


sábado, 3 de diciembre de 2016

Subir al cielo en Lisboa

Lisboa es un sueño. 

Es como un largo viaje al cielo por la belleza en las alturas, pero bajar de esas cuestas es ver que la realidad existe.

Subir y bajar, caminar por Lisboa nos lleva a sitios que nunca imaginé, como el Castillo de San Jorge, que debería llevar su nombre original Castelo dos Mouros, pues se trata de una fortificación 
musulmana que tiene más de ochocientos años de haberse construido y que, por tanto, San Jorge, sale sobrando.
Erigida sobre la cima de la colina más alta de Lisboa es posible verlo desde cualquier punto de la capital portuguesa.

Es una de as grandes maravillas de la humanidad que, sin embargo, me da la impresión de que a los portugueses no les ha caído el veinte de la grandeza de ese sitio, equiparable a espacios vivos tan grandes como el Partenón, las Piramides de Egipto, la Alahambra o Teotihuacan.

Tal vez, también ello se deba a la negación del pasado musulmán o quizá, a que las compañías de transporte turístico no suben a esos sitios y ni siquiera lo mencionan en sus "tours".

Pero el ascenso debe ser a pie al Castillo ya que ello es una delicia, pues a cada paso se puede encontrar con tesoros como la Catedral, llamada Santa María Maior, cuya estructura recuerda Notre Dame y en donde es factible encontrar ese mosaico cultural maravilloso que tienen nuestros pueblos, con restos romanos, árabes y medievales.

Caminar por las ruinas del castillo nos conduce, primero, a los once maravillosos miradores que permiten visualizar buena parte de Lisboa, poder mirar esa ciudad y guardarla para siempre en nuestros ojos.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

EL HUMOR NEGRO ESTÁ DE LUTO: MURIÓ JOAQUÍN VELASCO

Dentro de mi búsqueda de caricaturistas, encontré esta nota del semanario Conciencia Pública, acerca de un excelente caricaturista jalisciense: Joaquín Velasco, autor de la tira Chenchito, que publicó en el viejo Unomásuno,





EL HUMOR NEGRO ESTÁ DE LUTO: MURIÓ JOAQUÍN VELASCO

EL HUMOR NEGRO ESTÁ DE LUTO: MURIÓ JOAQUÍN VELASCO
Ene 7, 2012
CARICATURISTA Y CARTONISTA INGENIOSO, CREADOR DE ‘CHENCHITO’ Y AUTOR DE LOS HIJOS DE ‘CHINCHUNCHÁN’, TENÍA UNA PENSIÓN COMO MAESTRO PORQUE COMO PERIODISTA SABÍA QUE LA PAGA ERA MUY MODESTA Y ENTREGABA RECIBOS HECHOS A MANO, SIN ESTABLECER NINGÚN DERECHO LABORAL

El sábado 31 se disponía a despedir el año con un trabajo que tenía pendiente que le encargó su hermana Sara, que consistía en la portada de un libro. Fiel a su costumbre de no fallar a los compromisos, se acomodó en el sillón de su cuarto y no bien había terminado la obra, cuando lo sorprendió la muerte, con un infarto fulminante, probablemente dormido, a juzgar por la apariencia de su cuerpo inerte y su expresión tranquila.

Compañeros de andanzas, Joaquín Velasco y yo llegamos a una cantina más arrabalera que las canciones de Chelo Silva, llamada “El Velorio”, porque no cerraban en toda la noche, salvo que se hubiera muerto un cliente asiduo, en cuyo caso la clientela se trasladaba a donde estuviera el cuerpo tendido para seguir la plática y tomar como si fuera la cantina.

Ubicado a espaldas del Hospicio Cabañas, la cantina la traslada a uno al siglo XVIII. A la entrada, casi se podía contar el aire infestado de humo de cigarro y un vaporcillo con muchos olores provenientes de una docena de ollas de más de 20 litros cada una, que ofrecían infusiones calientes de té de todos colores y sabores. Era lo único que vendían: té y brandy San Marcos; no había más.

La clientela, muy bulliciosa, parecía feliz. Joaquín me presentó a unos músicos, a dos luchadores, un boxeador y otros parroquianos que no parecían representar a lo mejor de la sociedad tapatía. La verdad sí me gustaron los tés que me ofrecieron con el brandy San Marcos, que en su publicidad aseguraba que contenía 8 kilos de uva en cada botella. Yo pedí té de limón, guayaba y yerbabuena. Me asombraba que en algunas mesas se manejaban lotes de relojes, joyas y dinero, que pasaban de una mano a otra, hasta que se embolsaba una parte cada uno.

Le pregunté a Velasco de qué se trataba: “Son ladrones que se reparten el botín, así es aquí todos los días, incluso hay polis que vienen por su cuota”. Yo me preocupé, pero él me dijo que no pasaba absolutamente nada. Volvimos unas 10 o 15 veces y siempre fue lo mismo.

Esos eran los lugares que le gustaba frecuentar a Joaquín Velasco, porque decía, ese era el verdadero pueblo, el que se reunía en lugares sórdidos, donde además se nutría su vena de caricaturista de la Fuente, uno de sus lugares preferidos. Una vez alguien le preguntó:

– ¿Habrá algo peor que el PRI Joaquín?
– Sí –contestó–: el PAN, el PRD, el Verde…
Cuando alguien se levantaba de la mesa, ya muy entrada la noche, Joaquín le pedía:
– Quédate otro rato hombre, si la estamos pasando bien, espérate.

Generalmente le contestaban que tenían que trabajar al otro día, o que tenían que atender a su familia, a lo que contestaba:
– Ah, bueno, si te importa más tu familia y tu trabajo que tus amigos, entonces vete, ándale ya vete.

Pero ante todos, Joaquín Velasco era un buen amigo y una buena persona. Nadie recuerda que le haya hecho algo mal a nadie. Siempre estaba dispuesto a ayudar a quien podía, algunos de sus conocidos o sus hijos están trabajando en un empleo que él les consiguió o logró cambiar a algún muchacho de una prepa a otra, o logró la inscripción de hijos de sus amigos en la primaria o la secundaria. Podía ser muy disipado, pero era muy responsable en su trabajo, nunca fallaba.

Combinaba su actividad como maestro de primaria, en una escuela federal y una estatal, en zonas de pobreza. Decía: “No sé si soy buen maestro o malo, pero de una cosa estoy seguro, no estoy dándole clases al futuro Presidente de la República”.

Murió jubilado a los 67 años con una pensión aceptable como maestro, porque como periodista ya sabía que nunca le dejaría nada, porque la paga era muy modesta y entregaba recibos hechos a mano, sin establecer ningún derecho laboral. Le sobreviven su esposa Rosa María Reynaga y sus hijos Adán, Jazmín (ambos dedicados al dibujo como su padres) Maricela y Anabel, madre de su único nieto, Santiago, al que amaba profundamente. También deja a sus hermanos Roberto, Sara, Ofelia, Bertha y Trini. Hizo cartón político para Conciencia Pública, El Occidental, El Diario de Guadalajara y El Jalisciense, e historieta para El Universal y Uno más Uno.

En el Informador publicó durante una década unas 300 fábulas ilustradas para jóvenes y niños que bien valdría recopilar para publicarlas en un libro. Publicó trabajos en La Opinión de Los Ángeles, y un diario deportivo de Japón. Incursionó en la radio con programas cómicos de crítica social. Publicó dos series de caricatura de crítica social: “Los Hijos de Chinchunchán” y “Los de Acá”.

Sus trabajos le valieron elogios de caricaturistas de la talla de Rius, su amigo, Naranjo y Helio Flores. Fue presidente de la Asociación de Periodistas Comunicación Cultural, donde fundó el Salón de la Caricatura, que ya desapareció y muchos eventos culturales como un concurso de compositores, a nivel estatal, que avaló la autora de “Bésame Mucho”, Consuelo Velázquez. Nunca pretendió dejar grandes cosas, pero heredó el ejemplo de padre de familia, abuelo y amigo incomparable, además de su obra que bien vale la pena que revisen las nuevas generaciones.

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  Todos mis libros contienen una dosis de humor: Agustín Sánchez Estudioso de la vida cotidiana y la caricatura, ha publicado una treintena ...