Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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miércoles, 21 de septiembre de 2016
lunes, 19 de septiembre de 2016
En el Museo del Chopo. Días antes del terremoto
Un par de semanas antes del terremoto, tal vez finales de agosto de 1985, Víctor Roura presentó un libro que fue comentado por Rockdrigo González, Armando Vega Gil, Jorge Reyes (quien también ya nos abandonó), el Mastuerzo y Sergio Arau. Yo estoy de colado pues moderé la mesa.
Ello sucedió en el Museo del Chopo, unos días antes del 19 de septiembre de 85, cuando Rockdrigo decidió que era hora de marcharse.
Después de la presentación nos fuimos a mi casa, entonces vivía en Serapio Rendón, junto al Cine Ópera y al despedirse, Rockdrigo me dijo "Feliz Navidad por si no nos volvemos a ver".
Curiosa frase que sentí profunda unos días después, tras enterarme del derrumbe de su casa aquel 19 de septiembre de 1985.
Metro Balderas. Otro año, otra vez el terremoto del 19 de septiembre
Siguen pasando los años y seguimos (y seguiremos) recordando esa mañana terrible...
Metro Balderas. Homenaje a Rockdrigo
Unos cuantos días después del terremoto, cuando la angustia y el compromiso de llevar agua y víveres a los damnificados había aminorado, un amigo me contó una historia que le sucedió el 19 de septiembre, el día del terremoto, mientras se encontraba en La Habana, y la junté con otra historia para escribir un cuento dedicado a Rockdrigo González.
En ese tiempo casi nadie lo pelaba ni aún era como el Pedro Infante en que se ha convertido ahora en que todo el mundo dice que era su amigo aunque mientras vivía -casi en la miseria, tocando y cantando en los camiones que circulaban por Insurgentes, entre Reforma y la Glorieta, o en el Wendys que estaba bajo el Cine Insurgente- como suele suceder, ni quien lo fumaba.
En ese tiempo casi nadie lo pelaba ni aún era como el Pedro Infante en que se ha convertido ahora en que todo el mundo dice que era su amigo aunque mientras vivía -casi en la miseria, tocando y cantando en los camiones que circulaban por Insurgentes, entre Reforma y la Glorieta, o en el Wendys que estaba bajo el Cine Insurgente- como suele suceder, ni quien lo fumaba.
viernes, 16 de septiembre de 2016
El rescatista de los moneros
Acabo de encontrar esta nota en http://walking-around.com.mx/el-rescatista-de-los-moneros-david-carrillo-2/ y me hizo el día.
El “Rescatista” de los moneros
David Carrillo
Updated on 25 febrero, 2016

Agustín Sánchez González, historiador especializado en investigar acerca de la caricatura mexicana, trajo la anécdota durante la conferencia “Recordando a David Carrillo” que ofreció en la XXVIII Feria del Libro de Ocasión. La anécdota, contada al historiador por el propio caricaturista, fue parte de una serie de datos interesantes y curiosos sobre la vida y trabajo de este monero.
David Carrillo González fue un gran caricaturista que comenzó muy joven en su natal Nuevo León, en Villaldama. Desde sus inicios, a los 19 años, se preocupó no solo por hacer caricatura sino también por promover exposiciones sobre el tema. Su primera expo fue en el cine Alameda haciendo caricaturas de artistas del cine nacional. En la remembranza, el historiador menciona que David Carrillo se preocupaba sobre todo por retratar la vida cotidiana. Comienza a hacer caricatura de manera más constante y formal en 1939.
A decir del investigador, la caricatura es un arte despreciado, olvidado y poco comprendido. Incluso, varios de los grandes caricaturistas se ocultaban tras seudónimos: “como que les daba vergüenza”. Un ejemplo era José Clemente Orozco quien decía que lo hacía por hambre. Otro, Alfredo Zalce, gran muralista, firmaba como “Era” en la revista “Fantoche” (1929) una de las revistas más significativas de caricatura. Hasta hace pocos años se supo que era él. Otros firmaban con varios seudónimos para tener más trabajo.
Y en el caso de Carrillo, quien falleció el pasado 16 de diciembre a los 95 años, se dolía que había dejado de hacer caricatura porque le pagaban muy poco, aunque podía seguir haciéndolas, pese a su avanzada edad.
A David le queda claro que la caricatura era “generadora de conciencia social, manifestación de la vida cotidiana y expresión crítica”, dice Agustín Sánchez González, quien además es experto en la obra de Carrillo. Fue responsable de la curaduría de la obra del dibujante, que se exhibió en el Museo de Historia Mexicana en Monterrey, donde se ocuparon casi siete salas con toda la exposición, cuando se le rindió homenaje por sus 70 años como caricaturista. Nunca hizo caricatura militante ni panfletaria.
Carrillo también fue una especie de “rescatista”. La caricatura ha sido condenada a la extinción porque los caricaturistas no generan un archivo, una memoria, dice el especialista. Por lo menos así sucedió con los grandes moneros del siglo pasado. Ni la Academia, ni los periódicos, ni las Universidades han rescatado la información que genera la historia de la caricatura. Se les ve como un producto de poco valor.
David Carrillo rescata las caricaturas y las organiza para lo que tendrá como fin el Museo de la Caricatura. En otra vertiente, se preocupó por la defensa de los derechos de autor. Los caricaturistas hacían sus cartones y una vez que se los pagaban ya no podían reclamarlas a los editores. La lucha por los derechos de autor fue una importante batalla que encabezó Carrillo como Presidente de la Asociación Mexicana de Caricaturistas, de la que fue su fundador.
Finalmente, en la misma presentación, el historiador Agustín Sánchez González fue reconocido por la Coalición de Libreros “por su trayectoria personal, su labor de rescate de la memoria de esta noble y leal Ciudad de México y por su labor y amor del rescate del libro y del oficio del librero”.
Libros publicados por Carrillo: “Monos, monitos y monotes”, “Recordar es reír”, “Historia en caricatura” y “David Carrillo: 50 años”.
La Feria del Libro de Ocasión en su XXVIII edición, continúa con presentaciones de autores y la venta de libros extraordinarios, descontinuados, y de colección. Está ubicado en las instalaciones del Casino Metropolitano, en Tacuba 15, permanecerá abierto hasta el 28 de febrero.
jueves, 15 de septiembre de 2016
La historia de 4 Atentados Presidenciales
Otra nota que publiqué, no recuerdo si fue en El Financiero o en El Universal, allá por 1994 o 1995.
La historia de 4
Atentados Presidenciales
Por
Agustín Sánchez González
"Que la historia hubiera copiado a la historia ya era
suficientemente pasmoso; pero que la historia copie a la literatura es
inconcebible", escribió Jorge Luis Borges en el "Tema del traidor y
del héroe", hace medio siglo.
Quizá en aquel tiempo era
válida esta sentencia; hoy día, sin duda, ya no lo es. Retratar la realidad,
puede resultar más difícil y complejo, que hacer ficción.
Los escritores se han convertido en inocentes autores, a la
manera de Corín Tellado o Yolanda Vargas Dulché, comparados con la realidad
política de nuestro país en la actualidad.
Lo que hoy sucede, estas historias
negras de la política mexicana, sólo pueden ser concebidas por una mente muy
diabólica o muy angelical.
Cada fin de milenio, la
humanidad realiza una acción contradictoria; por un lado, se niega a dar una
vuelta a la hoja de la historia, pero por otro, busca afanosamente saber qué
sucedió en los días previos. Entonces la historia aparece como el galán de la
película que busca responder, convirtiéndose en una especie de psicoanálisis
colectivo.
Resulta gratificante ver a la
gente como busca en su pasado encontrarse con el presente. Los libros de
historia se han convertido, curiosamente, en los best-seller de moda. Casos
como el de José Agustín, resultarían en otros tiempos incomprensibles. No hablo
de su obra literaria, por supuesto, sino de sus crónicas escritas con el nombre
de Tragicomedia mexicana que han alcanzado tirajes enormes.
Enrique Krauze es otro caso
similar. Historiador de profesión, ha hecho de la historia una industria y ha
impulsado, inclusive, una empresa que hoy día vende libros como pan caliente,
con la novedad, además, que los libros están vendidos, en el buen sentido, de
antemano, gracias a la publicidad que en ellos ha puesto. El propio Krauze ha
retomado las telenovelas para ofrecer su particular visión del Porfiriato y,
con todo lo discutible que pueda ser, ahí está una visión de la historia que ha
sido vista por miles de personas.
Me llama la atención otros detalles: los más importantes premios
literarios que se dan en México, el de Editorial Planeta y el de Editorial
Diana, han sido otorgados a novelas de carácter histórico: La lejanía del
tesoro, de Paco Taibo II y El ojo de Dyndimenio, de Daniel Chavarría, en
editorial Planeta; Matar al manco, de Emilio Chao Ebergendy, en Diana. (Otro
detalle interesante, es la enorme cantidad de libros Kleneex, completamente desechables,
que han aparecido este año. De la guerrilla chiapaneca, por ejemplo, se han
escrito más de una docena, que la gente ha leído con avidez)

Después de escribir
El General en la Bombilla, me congracié con la parte antisolemne de Obregón y
escribí No me haga reír, señor presidente, que espero aparezca próximamente; en
él se recogen una buena cantidad de chistes en torno a los presidentes (Conste
que no me refiero a los que han hecho ellos, sino a los que ha inventado la
población a costillas de ellos, como una mínima venganza por lo que nos hacen
durante 6 años).
Hace poco más de un
año, el periódico Reforma cabeceó una entrevista mía diciendo: "Habrá más
muertos este sexenio" y, debo confesar, me asombré la forma en que la historia,
en algunas ocasiones, parece predecir las cosas.
miércoles, 14 de septiembre de 2016
El crimen político es un crimen perfecto
Me encontré en la red esta entrevista publicada en la revista Proceso el 6 de marzo de 1995, cuando había publicado mi libro Cuatro atentados presidenciales.
El crimen político es un crimen perfecto, dice el historiador Agustín Sánchez González, autor de “cuatro atentados presidenciales”K
Agustín Sánchez González afirma sobre su experiencia como
investigador del pasado mexicano: “cuando se estudian algunos pasajes de la historia de México, uno siente como si el Monje Loco, aquel personaje de la radio y la televisión, la hubiera escrito. `Nadie sabe, nadie supo’, solía decir”.
Historiador formado en la UNAM y el periodismo, Agustín Sánchez González es el autor de Fidel, una historia del poder, El general en La Bombilla y Cuatro atentados presidenciales. Precisamente en este último reúne las crónicas que recrean los casos de hombres prominentes de la política a quienes, siendo presidentes de la República, se les intentó asesinar. Se trata de los mandatarios Porfirio Díaz, Pascual Ortiz Rubio y Manuel Avila Camacho (Alvaro Obregón era presidente electo). En el libro también se habla de los cuatro agresores: Arnulfo Arroyo, Daniel Flores, Antonio de la Lama, y José León Toral.
¿Quién estaba detrás de cada uno de los hombres que intentaron asesinar a los presidentes?, ¿qué hay de común entre unos y otros?
Los cuatro agresores murieron sin hablar, sin decir los móviles que los orillaron a atentar contra sus víctimas: uno fue fusilado, Toral; dos fueron asesinados inmediatamente después del atentado, Arroyo y De la Lama, y el cuarto fue muerto tiempo después, Flores.
investigador del pasado mexicano: “cuando se estudian algunos pasajes de la historia de México, uno siente como si el Monje Loco, aquel personaje de la radio y la televisión, la hubiera escrito. `Nadie sabe, nadie supo’, solía decir”.
Historiador formado en la UNAM y el periodismo, Agustín Sánchez González es el autor de Fidel, una historia del poder, El general en La Bombilla y Cuatro atentados presidenciales. Precisamente en este último reúne las crónicas que recrean los casos de hombres prominentes de la política a quienes, siendo presidentes de la República, se les intentó asesinar. Se trata de los mandatarios Porfirio Díaz, Pascual Ortiz Rubio y Manuel Avila Camacho (Alvaro Obregón era presidente electo). En el libro también se habla de los cuatro agresores: Arnulfo Arroyo, Daniel Flores, Antonio de la Lama, y José León Toral.
¿Quién estaba detrás de cada uno de los hombres que intentaron asesinar a los presidentes?, ¿qué hay de común entre unos y otros?
Los cuatro agresores murieron sin hablar, sin decir los móviles que los orillaron a atentar contra sus víctimas: uno fue fusilado, Toral; dos fueron asesinados inmediatamente después del atentado, Arroyo y De la Lama, y el cuarto fue muerto tiempo después, Flores.
Con excepción del general Alvaro Obregón, los demás sobrevivieron a los atentados. Miles de páginas se han escrito con muchas versiones acerca de los sucesos retomados por Sánchez González; sin embargo, como él mismo apunta: “cada crimen político se ve envuelto en una nube negra que no permite saber, como pedían los viejos historiadores positivistas, lo que verdaderamente sucedió”.
Según el investigador, “el crimen político suele ser el crimen perfecto. Nadie sabe, nadie supo”. Para de inmediato sentenciar: “nada más difícil que buscar la verdad en una sociedad, en un sistema político que se sostiene a base de mentiras”.
Entrevistado para ahondar sobre sus hallazgos y los nexos que pudieran configurarse en relación con los atentados criminales más recientes: el del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el de Luis Donaldo Colosio Murrieta y el de José Francisco Ruiz Massieu, Sánchez González explica: “la muerte, o la intención de matar a un presidente, generó crisis, grandes o pequeñas que, sin embargo, sólo logró cambiar el país para que siguiera siendo el mismo”.
–En su libro Cuatro atentados presidenciales habla del crimen político como del crimen perfecto, ¿se refiere exclusivamente a México?
–Creo que es una situación mundial. Siempre que se trastoca el poder suele suceder así: el caso más famoso en el mundo fue el del presidente John F. Kennedy, del que nunca se supo la verdad. Lo mismo ocurrió con Gandhi y Olof Palme. Pienso que es un problema mundial y casi siempre son justamente las personas del mismo poder quienes asesinan. No es común que el poder asesine a la gente que no es parte del mismo. Es obvio que las tapaderas están entre ellos mismos.
“El caso más reciente y acabado de este tipo de crímenes políticos lo tuvimos el año pasado con José Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio Murrieta. En ambos incidentes las sospechas y los rumores señalaban que los autores intelectuales habían sido personas del mismo aparato. No descarto esa tesis porque el asesinato de un personaje del poder lo efectúa una persona o un grupo del mismo poder.”
–¿Por un lado están las víctimas y por otro, los autores materiales e intelectuales del crimen?
–Me llama la atención que los asesinos tienen una serie de rasgos en común, que incluso en los casos de los magnicidios recientes se repiten como una constante. Son individuos jóvenes y dispuestos a cambiar su vida. Conviene recordar lo que decía Obregón: “cuando alguien esté dispuesto a matarme, tendría que ser alguien decidido a cambiar su vida por la mía”. El asesino es un potencial suicida, una persona dispuesta a morir e invariablemente son solitarios. Sin lazos familiares ni convicciones políticas. Se sabe que ellos dispararon, pero no se sabe quién les puso la pistola en las manos.
–¿Entonces el crimen político es una suerte de callejón sin salida?
–Es imposible dar una tesis única de un crimen. Cuando hablo del crimen perfecto, me refiero a que no hay elementos para resolverlo. Cuando asesinan a Obregón, había voces que acusaban a Calles, a Morones, a la Iglesia y a los hijos y parientes de las personas mandadas a asesinar por el héroe de Celaya. Sin embargo, nada estaba claro.
–¿Cuáles han sido los contextos políticos y sociales que han rodeado estos atentados?
–Generalmente hay una crisis y lucha por el poder. El atentado contra Porfirio Díaz ocurre cuando es la cuarta reelección. Prevalece una lucha entre diversos grupos que tratan de imponer sus intereses. Incluso se descubren los vínculos entre Arnulfo Arroyo y el jefe de la policía, quien se suicida después del frustrado atentado.
“Cuando Obregón cae abatido por los disparos de Toral, se desplegaba una cruenta lucha de los caudillos revolucionarios contra Calles. Un chiste de la época es muy ilustrativo del momento; una persona pregunta: “¿quién mató a Obregón?”, y otra responde: “¡Cálles… e la boca!”
–Menciona el chiste político. ¿Qué función cumple en estas situaciones?
–Un elemento que destaco en mis crónicas históricas es la búsqueda de dar el pulso de la sociedad por medio del chiste político. En El general en La Bombilla los capítulos llevan por títulos las frases de los sketchs de la carpa del Panzón Soto. Además, es interesante constatar cómo ante la desinformación, la sociedad opta por el chiste político. En cuanto a los crímenes del cardenal Posadas Ocampo, de Colosio Murrieta y Ruiz Massieu, la respuesta de la sociedad se manifiesta a través de chistes que expresan un humor negro terrible y cruel. Sin embargo, es toda una elaboración del inconsciente colectivo que responde así a la desinformación.
–¿Cuál es su conclusión a raíz de los últimos acontecimientos?
–El asesinato de Obregón, un sonorense, marcó el inicio de una etapa en México de un partido único y autoritario. Y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, también sonorense, marca el fin de un partido único y autoritario. Paradójicamente, hay un elemento histórico en común. No porque la historia se repita: la historia es una especie de espejo deformante donde se ve el rostro distorsionado de otros momentos. Igual que el asesinato de Colosio Murrieta conmovió el país, el de Obregón también lo cambió. El asesinato de Luis Donaldo Colosio marca justamente el declive del autoritarismo priísta.
El precio en Samborns, hace 18 años, era de 24 nuevos pesos.
sábado, 10 de septiembre de 2016
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