Por Agustín Sánchez González
Tal parece que en el 2000, Platón, el viejo griego, sigue siendo vigente en muchas cosas del amor; en el Fedro se mantiene al amado al margen de una multitud de relaciones, mientras que hoy, en el mundo virtual y en la vida real, donde hay quien dice que el amor es imposible, ello puede ser factible, pues vivimos en un mundo que cada vez se encierra a sí mismo. Ahora no se busca la media naranja sino la media computadora; media línea en web, en Internet o en el chat.
Conviene hacer bien el amor era una película futurista donde el sexo se hacía a través de una pastilla; o Barbarella, donde bastaba poner una mano sobre la otra para tener un orgasmo.
Hoy que la soledad en que vive nuestra sociedad es cada vez mayúscula, parece que resulta más fácil encontrar el amor en Internet. Nuestro nuevo-viejo mundo se caracteriza por tener gente sola, aislada, incapaz de amar, de relacionarse con otros. Hoy se vive la psicosis de andar por las calles, el horror a las masas.
El miedo a la vida hace que la gente se oculte tras una pantalla, no la de la televisión, completamente pasiva, sino frente a otra más próxima, a la que se le habla, se le insulta y hasta se le ama: la de la computadora, u el ordenador, como le llaman en España que, traducido, puede ser el que ordena.
La soledad hace que en plena noche de Navidad, el 25 de diciembre, a las dos de la mañana, 134 personas estuvieran chateando por Infosel.
Hoy, el mundo vive una locura gracias a la computación. Todo es virtual, hasta el amor, dentro de una pantalla que, apoyada por un CPU, nos abre un universo de posibilidades, de conocimiento y hasta de terapia colectiva.
Aún más, las computadoras, a través del chat, en Internet, suelen ser un mundo etéreo, a veces soporífero, de la vida cotidiana de un grupo de seres, que a cualquier hora del día se meten, materialmente, en sus pantallas a vivir la vida que no viven.
Es lugar común hablar de la soledad del hombre en el fin del milenio. Aquellos que pensábamos que nuestro mundo iba a un proceso de socialización, ahora nos damos cuenta que es todo lo contrario: ahora se vive marcado por la soledad extrema. Tal vez el caso que mejor ilustra esto son los chat, que se pueden encontrar en diversos sitios de Internet, como Infosel, To2, CiudadFutura, Todito, StarMedia, etcétera.
Los chat, en esencia, son una especie de teléfono virtual abierto, por el cual se comunica un grupo de personas desconocidas entre sí. Están abiertos 24 horas al día y cualquiera que esté conectado a Internet puede acceder a él. Desde ese sitio se va a distintos cuartos donde por lo regular se dan conversaciones de lo más triviales, aunque a veces puede uno encontrar gente interesante.
Para muchos jóvenes y adultos ha sido un medio para abatir la soledad, para ligarse a sus otros, o para descargar su ira contra quien se halle en otra parte del mundo, pues el chat ofrece esa posibilidad: hablar con seres de otras latitudes.
Es probable que haya gente que se comunique con amigos lejanos o con amores de otros lares, pero me parece que son los menos.
“En esto del chat, todos sólo quieren ligar y son una bola de mentirosos, nadie te habla con la verdad”, comenta Sofía, 32 años, chilanga que vive en Cancún.
Las historias de amor, de la calle, también se reproducen en la vida virtual. Hay una catalana que luego de chatearse tres meses con un puertorriqueño, decidió unir su vida a él, sin conocerse más que en foto.
“Me llamaba Bella, nos chateábamos día y noche, me decía cosas bonitas, dijo amarme; ya que iba a viajar a Puerto Rico, desapareció del chat; le hablé por teléfono pero me dijeron que ahí no vivía. Nadie sabe lo que sentí en ese momento, gracias a él, odié el amor y más por Internet.
“A los cuatro meses apareció. Dijo que se fue a Nueva York por trabajo; le dije que NY estaba llena de PC así que esa no era excusa. Me pidió perdón, pero nunca le volví a creer, de vez en cuando hablamos, pero soy fría y distante con él; aún sueña con poderme tener algún día, pero el daño que me hizo nunca lo olvidaré.
“Próximamente viajaré a Puerto Rico a la boda de mi mejor amiga del chat (que es mucho mejor que las que tengo en Barcelona). El quiere verme y cenar conmigo, pero no pasará, porque yo me encargaré de que no pase. No soy vengativa, pero lo que llegué a llorar delante de mi PC sólo lo sé yo, así que esta historia jamás la olvidaré.”
Desde Cancún, Sofía cuenta que ha conocido historias de gente que se ha llevado grandes chascos. Una mujer de 35 años, de Acapulco, muy lista para los negocios, conoció a una persona de la ciudad de México; se chateaban diario, dos o tres veces al día, nunca se mandaron fotos porque él no quiso, diciendo que eso no era importante, ni saber la edad; sólo le dijo que era un profesionista, que no se preocupara por la edad, que era lo de menos.
La gran decepción ocurrió cuatro meses después: él fue a Acapulco a visitarla, la sorpresa fue mayúscula porque no era lo que ella esperaba: un joven de 19 años. Al verlo, se desconcertó pues podría ser su hijo y, además… traía unas fachas, que contrastaban en exceso con la elegante ropa de ella; así que le dio un palmo en las narices y se encerró a llorar, frente al chat, no sé cuánto tiempo.
Beatrice, de 24 años, no tiene novio por chat, pero sí conoce una historia rosa; así lo contó:
“La historia comienza…
“Es como una telenovela, ja, ja, ja.
“Era un día soleado, el sol estaba insoportable, había una compu conectada al teléfono… entró en la compu, conoció a un niño, se estuvieron hablando por teléfono; luego se conocieron en persona y se casaron. FIN.”
El chat está todo el día disponible, por las tardes es frecuente encontrar españoles, dado que allá es noche; por la mañana, aun cuando hay poca gente, nunca faltan los chatanautas.
Los amores virtuales, con sus sufrimientos, sinsabores y cachondería, se parecen a los de la vida real sólo que ahí es posible la transformación de los personajes que, escudados en el anonimato, son capaces de comportarse de otra forma.
El chat tiene una gracia más: la posibilidad de recuperar la escritura; sin embargo, muestra que la vida cibernética, sin lectura, comienza a destruir la ortografía; es frecuente leer barbaridades como ola (de saludo), hay en lugar de ahí; veses, en fin, creo que los jóvenes usuarios ahora sólo leen en Internet y ante iguales; los libros son desconocidos para esos muchachos.
Decenas de mirones sólo leen lo que otros escriben. Le pregunté a una chica que hacía en un chat dedicado al sexo; me contestó que sólo escucha lo que los demás decían; otra mujer, casada, me contó que su esposo había salido de viaje y estaba ahí para masturbarse.
En Ciudad Futura es factible encontrar un sitio donde hay historias reales enviadas por los chateros de Chatmanía. Seleccioné algunos títulos: Jamás había hecho una locura por amor. Una mujer cuenta: “Sólo puedo decir que si conocieron en el chat a alguien, que no tengan miedo, que aprendan a confiar, como diría, quizás el destino nos tenga un bonito regalo…”.
“Hola, mi historia en realidad es casi como cualquiera que se conoce, chatea un rato y se despide, no sin antes, algunas veces, pedir el e-mail, sólo que la diferencia es que yo me enamoré de un lindo chico de 23 años y yo tengo 47, ni siquiera mi voz me ha traicionado ya que no se oye de mi edad, pero yo no podría terminar con esto, ya que lo amo y sé que él también me ama; es una ilusión que no es fácil terminar aunque algunas veces lo he intentado, pero no puedo, nos amamos demasiado, nos extrañamos y nos buscamos siempre, para mí ya no hubo nadie más por este medio y yo sé que ni para él, lo quiero y es una ilusión, tal vez la última para mí, pero no podría ya estar sin él nunca.”
También hay historias como la de una mujer que descubrió que su marido le era infiel, hablando con él, en el chat:
“Un día se me ocurrió conectarme a un chat. Entonces me enviaron un privado y cuál no sería mi sorpresa al darme cuenta de que según los datos que me daba era mi marido desde el lugar de trabajo. Empezé (sic) a sonsacarle en que se diera cuenta; me contó que no quería a su mujer (que era yo, claro), que había tenido varios rollos con chicas en la red a las que había conocido personalmente, etc. Al cabo del rato, le pedí el teléfono, porque tenía mucho interés en conocerle. El halagado me lo dio, el de su móvil, claro. Entonces le llamé, y lo más fino que le dije fue hijo de puta. Me gustaría que me aconsejarais sobre qué hacer con un tipo así.”
Se han recogido muchas otras historias, estos son algunos títulos: “Estaba undida (sic) y me agarre a un chat”; “Tengo miedo de perder a mi novia por un amor de chat”, “Conocí a mi actual marido en un chat”; “Yo no creía en el amor por Internet”; “Del chat al altar”, etcétera.
Veinticuatro horas al día la gente pretende comunicarse, frente a la pantalla; más de uno sufre porque al igual que en el mundo real, es ignorado; otros más sueltan su furia y su fobia contra todos.
Y hay sitios para todos: gays, lesbianas, cuarentones, adolescentes, enamorados, los que buscan sexo virtual, las mujeres u hombres cachondos que se excitan con la pantalla o quienes de verdad buscan a su media pareja o, para decirlo modernamente, a quien les coloque un diskete en su corazoncito.
Y los nickname a veces son originales, otras veces burdos y los más, que ponen su nombre, apodo o se alucinan con sus héroes: Ricky Martin, Madonna y hasta los hijos de la Coca-Cola se ponen Fox. El otro día recibimos saludos de Manuelito (Mijares). Era Lucerito, que hasta cantó una canción para todos.
Y del chat se pasa al e-mail, donde puede mantenerse una relación epistolar; o hay quien ha pasado vía directa a la cama. Historias tristes de enamoramientos platónicos también las hay.
Es un mundo virtual, sin duda, donde cada nickname es una historia
Agustín Sánchez González es historiador e investigador en el INBA.