lunes, 2 de junio de 2014

Posada y la Biblioteca del niño mexicano

 Este es el inicio del artículo que publiqué en la revista Relatos e historias de México, en junio de 2011. Si quieren leerlo completo dejen su petición acá abajo. Después de la sexta, publicaré la segunda parte.






domingo, 1 de junio de 2014

Posada y la ilustración



Posada ilustró cajetillas de cigarros, cerillos, puros y una infinidad de productos más. 

Sus etiquetas  son maravillosas. Los diseñadores han utilizado su obra de una manera hermosa. 

Vean una campaña contra el tabaco de 1980, esta mañana que conmemoramos el Día Mundial de no Fumar

sábado, 31 de mayo de 2014

El verdadero nombre de la Catrina



El verdadero nombre de La Catrina y otros misterios de Posada

Escrito por  
    La vida del caricaturista e ilustrador mexicano más afamado de finales del Siglo XIX y principios del XX, José Guadalupe Posada, está construida a base de historias de las que poco se puede comprobar
A finales de siglo XIX, México vivió un momento de sumo esplendor en el ámbito de las bellas artes, sobre todo en la pintura, escultura y arquitectura, que en la actualidad podemos apreciar en decenas de monumentos arquitectónicos que engalanan distintas ciudades del país.

En los primeros años del tercer milenio, dichas expresiones artísticas sufrieron un cambio radical, pues dejaron de ser simples expresiones de estética y belleza, para convertirse en un vehículo de denuncia social, basada en una práctica indígena que tuvo gran auge con artistas como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros: la pintura mural.

Junto con la figura de los muralistas, surgió otro artista enigmático y que ha sorprendido con su obra, tanto a propios como extraños, de la cultura mexicana y que cada noviembre sale a relucir. Nos referimos a José Guadalupe Posada.

José Guadalupe Posada fue un pintor, ilustrador y caricaturista mexicano, nacido el 2 de febrero de 1852, en la ciudad de Aguascalientes. Desde niño mostró habilidades en el dibujo, por lo que ingresó a la Academia Municipal de Dibujo de su estado. Con 16 años de edad, se convirtió en ayudante y aprendiz de Trinidad Pedroza, uno de los litografistas más destacados de la época.


En un principio, Posada se dedicó a hacer caricatura política; colaboró con diversos medios impresos de la época, algunos famosos tales como "El Jicote", que fue el periódico encargado de publicar sus primeras viñetas y difundirlas a todo el público mexicano, cuando contaba con tan sólo 19 años.

Durante un tiempo vivió en León, en donde se desempeñó como docente en la Escuela Preparatoria de la ciudad guanajuatense; posteriormente se mudó a la Ciudad de México, en donde trabajó en distintas editoriales, quedando plasmados sus grabados en varios periódicos de aquella época.

Gracias a esto, su nombre saltó rápidamente a la fama, la cual creció aún más, cuando realizó un trabajo de crítica social y retrató con exactitud las creencias y forma de vivir de la sociedad mexicana, con un sentido del humor y lleno de sátiras.

La obra de Posada es bastante extensa; podemos encontrar caricaturas políticas, de escenas cotidianas, pero la más famosa y la que cada 2 de noviembre es recordada, son las famosas calaveras; las cuales se han convertido en todo un ícono de la cultura nacional.


El mismo diego Rivera alguna vez dijo que este hombre era "el prototipo del artista del pueblo" e incluso, se le considera como el precursor del movimiento nacionalista en las artes plásticas por el resto de los pintores más importantes de la época revolucionaria.

Falleció en el Distrito Federal el 20 de enero de 1913, increíblemente en la pobreza, solo, rodeado de misticismo, a tal grado que fue sepultado en una fosa común, de la cual se desconoce su paradero, ya que nadie reclamó sus restos.

Agustín Sánchez González es un famoso historiador mexicano, especializado, precisamente, en la caricatura que ha sido parte de nuestra historia, siendo el personaje de José Guadalupe Posada, uno de los hombres que más le ha llamado la atención y al cual, le ha dedicado varios años de investigación.



Sánchez González publicó en 2008, el libro titulado "Posada", en donde tras un arduo trabajo, echa por tierra varias cosas que se daban por aceptadas en la vida del grabador e ilustrado, siendo los más dogmáticos los que rechazan toda la información contenida en este texto.
Según informador.com.mx, así como agusanvh.blogspot.com, estos son algunos de los mitos que rodean la vida, obra y muerte de José Guadalupe Posada, el mejor caricaturista mexicano.

Porfirista y conservador. Según Rafael Barajas, mejor conocido como "El Fisgón", señala que el artista le era leal a Porfirio Díaz, y que creía y practicaba fervientemente sus ideas. Sánchez González no cree en dicha afirmación, pues aunque Posada haya sido un reacio defensor del modernismo, siempre criticó la desigualdad e injusticia social derivada del gobierno porfirista.


El verdadero nombre de "La Catrina". Quizá esta sea la obra más popular y conocida por todos los mexicanos y con la que a Posada se le relaciona en el extranjero. El historiador descubrió que dicha caricatura originalmente fue titulada como "La Calavera Garbancera" y que fue Diego Rivera, quien finalmente le llamara "La Catrina", tras haber inmortalizado dicha imagen en su mural llamado "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central".






No tenía preferencias políticas. Resulta ser que un grabador de nombre Leopoldo Méndez, publicó en 1892 un dibujo sobre la represión porfirista, en donde retrata a Posada al lado de los hermanos Flores Magón, lo que generó que al ilustrador se le señalará como un anarquista radical. En realidad, jamás conoció ni coincidió con estos personajes de la Revolución y siempre se mantuvo en el centro, tratando de retratar la vida de las personas.

La muerte relacionada con nuestras raíces indígenas. Se cree que su obsesión con el tema de la muerte, se debe a que desde pequeño estuvo en contacto con ella. Primero, su casa en Aguascalientes se encontraba frente a un panteón, vivió de cerca una epidemia de cólera que cobró la vida de decenas de personas, fue testigo de cuando los bandidos asaltaron su ciudad natal, fusilando y colgando a gente a diestra y siniestra; dichos cadáveres fueron a parar cerca de su casa.


Su segundo apellido no es Ruiz. Debido a la poca documentación que se tiene del artista, mucho tiempo se creyó que su nombre completo era José Guadalupe Posada Ruiz; Agustín Sánchez tuvo la posibilidad de tener la fe de bautismo de este hombre en sus manos, en donde se percató que en realidad, su segundo apellido era Aguilar.



Su hijo. Se sabía que Posada llegó a la Ciudad de México acompañado de su hijo adolescente, del cual ya nada se supo. Sánchez González averiguó que el nombre del chico era Juan Sabino Posada Vela, que su madre había sido una señora de nombre María de Jesús Vela y que falleció en enero de 1900, a los 17 años de edad, al haber contraído tifo exantemático.


Relación con los Vanegas Arroyo. Se ha dado por hecho que José Guadalupe Posada llegó a la Ciudad de México exclusivamente para trabajar en el taller de litografía de la familia Venegas Arroyo. Sánchez afirma que en realidad, quien le invitó a venir a la capital fue Irineo Paz (abuelo de Octavio Paz), por lo que en realidad, el dibujante era una especie de freelance, pues sí que trabajó para los Vanegas Arroyo, pero no de manera exclusiva, pues al mismo tiempo, su trabajo fue publicado en más de 40 periódicos.





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viernes, 30 de mayo de 2014

TIRANDO A GOL

Este 29 de junio el Estadio Azteca cumplió 48 años, este cuento se refiere a ese día, lo publiqué en mi libro Por si cambias de opinión, México, Editorial Eufrate, 1986.


TIRANDO A GOL 
Agustín Sánchez González

“A todos los que quieren y aman el futbol“
 Ángel Fernández

Aunque le parezca extraño, hace años que no veo futbol. No, ya ni siquiera me gusta, es más, me encabrona. Todo empezó ese día en que inauguraron el Estadio Azteca. Me acuerdo que mucha gente circulaba por la Calzada de Tlalpan, en aquel entonces no había Metro y los tranvías hacían un largo recorrido por toda la ciudad. El sueño de mucho tiempo atrás se convertía en realidad, todos mis cuates me envidiaron, claro que yo no les conté a qué iba, pero todos compartían conmigo la emoción, ninguno de nosotros conocía cómo era un estadio y ni idea teníamos. Cuando vi la construcción desde el tranvía, me quedé toditito apendejado.
Yo no iba a ver el futbol, aunque me moría de ganas, más bien iba a vender unas “mosquitas vaciladoras” de juguete que fabricaba mi primo —Chucho Mosca— y que luego vendía en los mercados y en los cines. Parecían de verdad. Las hacíamos con un pedazo de hule espuma y sacábamos buenos centavos. Volaban por medio de un alambrito y costaban un peso. Desde que salimos de la casa, el Chucho se puso a venderlas y con ello pagó el primer camión, de treinta centavos y luego los tranvías de a treinta y cinco fierros.
Pues sí, fue hace 20 años y como ve, ahora ya no puedo correr como en ese entonces cuando imitaba al Chalo Fragoso o me aventaba unos paradones como Ataúlfo Sánchez.
Me gustaba jugar de caza-goles pero también era un buen guardameta que defendía a capa y espada a los cremas del América.  Jugábamos en los camellones del Río Consulado, ahí por donde pasa ahora el Circuito Interior; esto estaba a la salida de mi escuela —la Club de Leones— por el monumento a La Raza; viera qué golazos metía.
En las mañanas, antes de irme a la escuela, iba con mi primo a trabajar en las mosquitas. Ganaba entre ocho y diez pesos a la semana, dependía que no echara la hueva y taloneara bonito. Mi primo nos pagaba a destajo; por pegar el cuadro de hule espuma, coser el cuerpo o amarrar el alambre con el que volaban, diez centavos la pieza; pegar alitas, ojos, o poner las patas con hilo, cinco. Ganábamos más: si nos poníamos a venderlas, pero a mí me daba pena.
El estadio era bien bonito. El día de la inauguración hasta me espanté cuando oí el inmenso grito que hizo retumbar el puente que atraviesa Tlalpan, y es que el América había anotado un gol.
Ese pinche negrito del Arlindo lo metió y eso que los contrarios eran un equipo europeo, creo que el Torino y eran de Italia. Cómo quise estar dentro del estadio, sin embargo, me conformé. Estaba muy contento de que el América les ganara y así fue. Mientras acababa el partido y empezaba a salir la gente nos compramos unas tortas, porque después iba a ser rete difícil que comiéramos algo. No estaban mal las tortitas, lástima que fuera pura finta lo del jamón. Me tomé una Pepsi para bajar el pan y el Chucho pidió una cerveza.  
Me cai que en ese tiempo pensaba que algún día iba a estar adentro de la cancha vistiendo los colores americanistas.
Oímos dos gritos más de gol y nos enteramos del triunfo del América. La gente empezó a salir, nunca había visto tantas personas juntas y afuera un chingo de puestos multicolores que vendían banderines, escudos, llaveros, fotos y muchas otras cosas de los equipos. Había también tortas, tacos sudados —cinco por un peso— y los puestos de birria o tacos de barbacoa. Todo era chingonsísimo y yo estaba tan contento.
“Mosquitas vaciladoras
para bromas y vaciladas
son de a peso”.
Y ahí nos tiene vendiendo mucho, como si las estuviéramos regalando. Toda la semana habíamos chambiado el resto, me acuerdo que, incluso, había faltado un día a la escuela para poder acabar.
El Chucho estaba rete contento, no podía creerlo.
Como a las tres y cuarto de la tarde ya casi toda la gente había salido y ya nada más nos quedaban como veinte mosquitas. El Chucho Mosca fue a tomarse una Victoria para celebrar la venta y yo me comí unos taquitos de barbacoa y otra Pepsi para quitarme la sed tan cabrona que traía.
Me dio veinte varos, de los de entonces. Yo me sentí inmensamente rico. Luego, pensé en comprarme unos zapatos de futbol que había visto en el mercado de Granaditas que costaban 15 pesos y fui a comprar un póster gigante de los azulcremas.
Luego de que el Chucho se tomara cinco o seis cervezas más, nos regresamos.
El tráfico estaba rete cabrón y no había manera de subir a los camiones. Nos tuvimos que ir colgados de un tranvía, yo como que no quería pues se me iba a arrugar el póster, o a la mejor ya traía el aviso de Dios por un presentimiento.
A la altura de Municipio Libre, al acomodar mi póster, me resbalé y esta pierna, la “pata bendita”, fue alcanzada por la rueda del pinche tren.
Durante días enteros, en el hospital, sufrí intensamente pues sabía que ya no jugaría futbol con el América, ni estaría en la cancha del monumental Estadio Azteca.
¿Ahora entiende por qué chingaos no me gusta eI futbol?




jueves, 29 de mayo de 2014

Por qué escribir sobre Posada

Este texto aparece en mi FB dedicado a Posada y que está siendo trasladado a este blog
TEXTO ESCRITO POR AGUSTIN SANCHEZ GONZALEZ.


Apenas se escribe José Guadalupe Posada en el buscador de Google, aparecen 231 mil resultados. Desde la falaz Wilkipedia, a quien todo el mundo mete mano para escribir lo que le viene en gana, hasta jóvenes que hacen su tarea.
       Mentiras y mitos son el resultado de la web, pero ha sido también el producto de una historia adaptada a los tiempos de nuestra historia.
       Posada está por descubrirse. Es curioso señalar que nunca dio una entrevista a nadie, ni se conocen comentarios; sólo existen dos fotografías, pero no se ha localizado ningún autorretrato; hay apenas tres notas de la prensa de su época que hablan de él. Su familia era un enigma, apenas recientemente descubrí el nombre de su hijo.                     

Posada es un rompecabezas y apenas se están encontrando las piezas y, sin embargo, ningún artista mexicano es tan conocido en el mundo por el símbolo de la muerte, por un icono a quien se le llama "La Catrina".

        Por otra parte, Posada ha sido elogiado por su presencia en la revolución. Decenas, quizá cientos de notas nos refieren a un hombre vinculado a los hermanos Flores Magón y al periódico El Ahuizote. No han faltado las personas que repiten mentiras como las de que Posada fue un radical y que estuvo preso por sus ideas. Posada es un mito, un invento necesario para una revolución que requería de héroes culturales.
   Nació en Aguascalientes en 1852 y murió en la ciudad de México, en una vecindad de Tepito, en 1913. Fue un artista autodidacta que ayudaba a su hermano Cirilo, profesor de escuela, a entretener a sus alumnos haciendo dibujos.
   Desde sus primeras obras profesionales que se conservan, a los 19 años, Posada retrató la muerte en el primer número del periódico El Jicote. Este tema, le obsesionó toda su vida.
    No era gratuito, de niño le tocó mirar una epidemia de cólera que generó más de diez muertes; también le tocó ver el asalto a su ciudad, por parte de los bandidos que asolaban e incendiaban Aguascalientes; miró decenas de fusilamientos y de cadáveres apilados muy cerca de su casa. 
     Posada creció con la muerte y tal vez por ello, se obsesionó con las imágenes que, si bien es cierto que son las menos, son las más reconocidas, como la llamada Catrina, bautizada por Diego Rivera (y quien le puso el cuerpo), pero que en realidad se llama la Calavera garbancera, que es una crítica a las indígenas que querían ser como españolas y comer garbanzo en lugar de maíz. 
     Posada empezó a trabajar en Aguascalientes, a la muerte de su padre, en 1872 va a vivir a la ciudad de León, Guanajuato,  donde hizo trabajos comerciales, ilustró varios libros, realizó estampas religiosas y fue profesor de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria.
      Después se marchó a la ciudad de México invitado por Ireneo Paz, el abuelo del poeta Octavio Paz; colaboró en más de 70 periódicos, la mayoría desconocidos para el gran público, e ilustró ciento de hojas volantes.
      Uno de sus grandes aportaciones a nuestra cultura fue ilustrar las portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano, considerada la primera historia escrita para niños por Heriberto Frías y que se imprimió en Barcelona.
      Su trabajo más conocido ocurrió en taller de Antonio Vanegas Arroyo, pero trabajó en muchos más. Lo que hizo con Vanegas es la obra más conocida de Posada.
      Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada como pocos artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un mexicano que se transforma en universal.
      La mayor parte de su producción, está desaparecida y ha sido rescatada poco a poco; la que existe, se encuentra dispersa y conformó, en su momento, parte de la vida cotidiana de los mexicanos, pues se encontraba en las estampas religiosas, en los cuentos infantiles, en los juegos de mesa, en las cartas de amor, las etiquetas de los cigarros, los calendarios, en la nota roja, en la caricatura, los diarios y las revistas de la época.
     Posada está por descubrirse. 
    Es un buen momento para comenzar a quitar las mentiras que se han vertido sobre su vida y obra, mentiras que, por cierto, no le restan ningún valor a la gran calidad de su trabajo, a su contribución a generar lo que somos.
    Por eso estas notas, esta es una de las razones de este blog

Posada y Picasso

¿Qué tienen en común Posada y Picasso? 
       Además de ser dos artistas geniales, el crítico Antonio Rodríguez, uno de los personajes que más estudiaron a Posada y publicó un espléndido libro que reeditó el IPN hace poco, Posada. El artista que retrató una época, hace notar la manera en que  Posada se adelanta a Picasso.
      En el grabado Las manifestaciones antirreleccionistas, que aparece en el número 2 de La Gaceta Callejera, es donde  Posada, donde se revela como un "auténtico maestro en el dominio de la perspectiva, de la anatomía y de las proporciones": en ese grabado "distorsiona magistralmente las figuras, los rostros en algunos trazos, logrando así una expresividad que, fuera de Goya, nadie en el siglo XIX practicaba".
     
Continúa Rodríguez: "con cuatro incisiones de buril, provocadas en la plancha de plomo y zinc con tanta rabia como libertad, creó Posada un personaje (boca convertida en grito, ojos oblicuos, en forma de lágrima) que se adelanta en 45 años a la madre, del Guernica, pintado por Picasso como viva expresión del grito y del llanto".

      Posada, y esta es otra vía para conocerlo, es un auténtico artista de vanguardia. 
En una litografía publicada en 1883, dentro de  las Efemérides guanajuatenses, Posada muestra un espléndido trabajo geométrico de la ciudad de Guanajuato.


miércoles, 28 de mayo de 2014

Picasso en Bellas Artes 2


Como la vida misma, la genialidad de Picasso no tiene límites (hablo en presente pues es eterno). 
  Duncan fue un joven fotógrafo que tuvo la suerte de fotografiarlo, de captarlo en la intimidad, como tal vez ningún otro mortal lo pudo hacer. 
      Es una dicha tener la posibilidad de mirar el proceso de trabajo de Picasso o grandes momentos de alegría, como cuando baila y queda en la lente de Duncan.


Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...