Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
Vistas de página en total
miércoles, 21 de mayo de 2014
martes, 20 de mayo de 2014
Ciudades inciertas. Ciudad Crónica
"Te vi llegar y sentí la presencia de un ser desconocido".
Entre los cultosos, José Alfredo Jiménez ha sido poco valorado. Sus canciones han sido calificadas para machos, borrachos, frustrados; así se ha dicho, sin pensar en que el vate José Alfredo tiene verdaderos poemas, hechos canción.
Quienes amamos esta ciudad y la vemos hoy, de nuevo, llena de agujeros, violencia y basura, solemos caer en la nostalgia con cualquier canción que hable de ella. “Te vi llegar y sentí lo que nunca jamás habla sentido".
Justamente,
José Alfredo compuso una canción maravillosa, Las ciudades, que he escuchado en la voz de Lola Beltrán y de María
Dolores Pradera.
La
ciudad de México es una locura. Todo el mundo anda deprisa, todos corren. Tan
difícil es encontrar una sonrisa en el metro, como si estuviera prohibido
hacerlo. Nadie mira nada, nadie escucha.
Claro, veinte millones viven en la locura innata,
pero basta que alguien llegue de afuera, para que se valore más, cuando menos
de mi parte.
"Te quise amar y tu amor no era fuego, no era
lumbre". Los chilangos nos
emocionamos cuando llegamos al Zócalo, es impresionante esa plancha de
concreto.
Ciudad con ángel, región más transparente, Ciudad de
los Palacios. ¡Qué ajenos suenan estos
nombres para un lugar como el que vivimos ahora!
Pero la ciudad más grande del
mundo, la más contaminada, está más allá de estos adjetivos. "Las
distancias apartan las ciudades, las ciudades destruyen las costumbres".
Es una metrópoli incierta, es
verdad, pero también llena de magia, de encuentros, de sorpresas,
donde siempre pasa algo, donde cada uno pasa inadvertido pero lo que sucede no
lo es, todo lo contrario, cualquier cosa que sucede, nos involucra de una forma
u otra.
Es
una ciudad musical: en el metro, en los peseros, en los automóviles. "Te
dije adiós y pedí que nunca te olvidaras. Te dije adiós y sentí de tu amor otra
vez la fuerza extraña".
Por todas partes se escuchan canciones, buenas y
malas, lo mismo en Opus94, que en Radio Centro o El Fonógrafo del Recuerdo. Lo
mismo el grupo Niche, que José
Alfredo, Vivaldi o Sabina.
Ciudad
llena de incertidumbre, quizá sin mañana; ciudad extasiada y abrumada, llena de
vitalidad, de sorpresas, de esperanzas.
Es
la ciudad incierta, es su música o es todo lo que vivimos en este lugar lo que
la hace ser así. También es una ciudad llena de historias, de cuentos, de
palabras, de imágenes. "Y mi alma completa se cubrió de hielo y mi cuerpo
entero se lleno de frío".
Cuantas novelas, crónicas, cuentos y poemas no
se han escrito a partir de ella, cuántas imágenes no conservamos de tiempos muy
lejanos o de momentos recientes. Cuántos dolores y cuántas alegrías en todos
estos años.
Es
una ciudad donde, es cierto, a veces se vive de prestado, con incertidumbre,
con miedo, con rencores, ¿pero qué lugar del universo no es así? "Y estuve
a punto de cambiar tu mundo".
Ciudad
amorosa, en el sentido sabinesco, a la que cada uno de nosotros, se pone a
cantar entre labios, una canción no aprendida. Ciudad de México, "de
cambiar tu mundo por el mundo mío", ciudad de memoria, de vida, de
recuerdos.
sábado, 17 de mayo de 2014
PARA LEER LA HISTORIA. MIRAR LA CARICATURA
Apareció el tercer número de un espléndido periódico cultura, DE LARGO ALIENTO, tal vez el único en ese género, dirigido por un tozudo Víctor Roura quien es uno de los editores más serios, ilustrados y respetuosos que conozco. Les invito a leer mi texto Para leer la historia, mirar la caricatura que apareció en el número de mayo 2014.
Busquen ese periódico, es un gran esfuerzo independiente de periodismo cultural y donde escriben muy buenos escritores.
Busquen ese periódico, es un gran esfuerzo independiente de periodismo cultural y donde escriben muy buenos escritores.
jueves, 15 de mayo de 2014
De lunas garapiñadas. Postales del Zócalo. Ciudad Crónica
La
ciudad de México es un gran monstruo y su belleza es irremediable. Lo mismo se
alumbra con una hermosa luna llena, que se oscurece con la miseria de cientos
de pordioseros, de niños que debieran estar jugando y apenas si pueden subir a
un automóvil a limpiar el parabrisas.
La luna que la ilumina en los últimos días de
noviembre, una luna llena "grandota, como una pelotota que alumbra el
callejón", diría Chava Flores, anda en el cielo prometiendo incertidumbre.
Una de estas noches se posó sobre Palacio
Nacional. Una luna llena, a punto de estallar y el conejo que le echaron los
dioses teotihuacanos, nos enseña con gusto sus orejas y parece enviarnos un
saludo que pocos respondemos pues casi nadie mira el cielo.
Todo el
mundo anda con la cabeza gacha, caminando con mucha prisa, encerrado dentro de
sus coches, de los necrobuses o de
los taxis; tal vez se encuentran en casa viendo televisión, en silencio, ajenos
al mundo, a esa luna que tiene un claro matiz cromático y que ni se inmuta ante
la falta de saludo, ante la ceguera de los invidentes chilangos que jamás
voltean al cielo.
"Yo pa`arriba volteo muy poco", dice el vate José
Alfredo Jiménez.
Pero la luna sigue allí, en el cielo.
Orgullosa de su belleza, de su luz, de su ser, iluminando la ciudad,
embelleciendo el zócalo capitalino.
martes, 13 de mayo de 2014
El día que se volvió noche. Postales del Zócalo. Ciudad Crónica
Un día fue noche.
11 de julio de 1991.
En menos de dos minutos sucedieron ambos momentos, cuando sobrevino el eclipse más esperado y más temido de los últimos tiempos; la gente, los mexicanos desafiaron a quienes nos inculcan la cultura del miedo.
Los concheros llegaron en bola, paseaban un Quetzalcóatl ejecutado con dulce, con alegría, en sentido alimenticio y en estado de ánimo. Anunciaban una nueva era en este lugar que, a decir de ellos, es el sitio más cósmico del mundo.
Es el Zócalo, lleno de aventuras, de hechos históricos, que se vistió de gala. Nunca había visto tanta gente junta mirando al cielo desde tan diversas formas, la mayoría con su filtro, pero los hubo quienes, osados, miraron de reojo sin protección alguna; otros, tenían escafandras o goggles.
“Lástima que tengamos que verlo así, los filtros son como condones para ver el sol”, comenta un joven.
Los ecos de Salvatore Quasimodo, el poeta italiano: “Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra traspasado por un rayo de sol, y de pronto es noche”.
A las trece horas las campanas de Catedral repiquetearon con timidez. El sol es atrapado espaciosamente. Como en la fiesta de Año Nuevo, la gente observa su reloj con ansiedad, con cierto temor, un temor natural, producto de la sabiduría de la espera de un nuevo momento, en que seremos testigos de un fenómeno que no sucede frecuentemente.
Las nubes cubren por completo al sol y la gente ruega por que aparezca. Las luces de las calles se encienden, el día empieza a oscurecer.
“Y de pronto es de noche”.
Ya viene a la ciudad, ya pasó por otras partes.
“Una rayita, se ve una rayita, se ve una rayita”, grita un adolescente emocionado.
Vuelan las palomas, las luces están encendidas por todas partes.
Ya es de noche, la gente grita de júbilo mientras una señora mayor se persigna, se hinca y se pone a rezar un rosario, seguida por su familia.
Pero los demás estamos encantados.
“Ahorita se puede ver, sin bronca, con gusto”.
“Arrepiéntanse de todos sus pecados”.
Pero nadie se arrepiente de nada.
“Échale güero”.
El sol está ahí, se puede mirar, observo directamente a un sol hermoso, lleno de vitalidad, aún cuando está cubierto por las nubes y no deja ver muchas cosas. Sin embargo, de ahora en adelanta ya nadie me contará que es un eclipse.
La negra noche cubrió a la ciudad y la gente aplaude.
7 minutos que transcurrieron aceleradamente.
Las luces de las lámparas que iluminan el Zócalo están encendidas.
El júbilo permanece.
Las campanas de catedral vuelven a repicar tímidamente.
Son las trece treinta en la Plaza Mayor, el centro cósmico del mundo empieza a clarear, las palomas revolotean, de nuevo el sol, de nuevo la vida.
De nuevo vemos la claridad propia del medio día.
Recordamos entonces a Quasimodo:
“Cada uno está solo
en el corazón de la tierra,
traspasado por un rayo de sol
y de pronto es de noche”.
domingo, 11 de mayo de 2014
A media noche. CIUDAD CRÓNICA.
i. A media noche
Agustín Sánchez González
A la media noche impresiona el silencio.
El asta bandera
se halla vacía, las campanas de Catedral no se mueven, ni se conmueven.
Me recargo en la base que
sostiene el asta y doy vueltas y vueltas y más vueltitas. Recuerdo los juegos
de la infancia, recuerdo las vueltas, pero también las revueltas vividas en
esta enorme mole de concreto.
Pienso en los setenta y en los
ochenta, pienso en el dos mil, pero también evoco las pequeñas cosas, los
breves momentos, el tiempo, los tiempos.
Son las doce de la noche.
Apenas aparecen unas cuantas personas que pasan sin miran, o gente que corre
para alcanzar el último tren del metro.
Pocos automóviles recorren las
calles. Una patrulla transita despacio, se detiene a mirar y se marcha.
Hay pocas luces en los
edificios aledaños a la plaza. Añoro los foquitos navideños y/o patrioteros,
aquellos de las fiestas de independencia, la revolución o la navidad. El Cura
Hidalgo y José María Morelos. Pancho Villa y Emiliano Zapata. San José y la
Virgen.
Pero hoy, a la media noche,
titiritando de frío, estoy solo en el corazón de la ciudad, en el ombligo del
mundo, y el silencio, dice Sabines, es lo más fino, lo más insoportable.
En el zócalo, el sosiego
permite escuchar los estruendosos gritos de otros momentos, los ecos de los
años, de las vidas, de los corazones que laten y han latido, de los besos de
amor y desamor. Alguna vez hubo una manta con una leyenda que siempre me
pareció muy mía: “Tu corazón está a la izquierda”
Sé que son miles, quizá cientos
de miles, las personas que se han besado alguna vez aquí.
Noche y día, luz y sombra.
Nuestra Plaza de la Constitución, nuestra historia nacional, nuestra vida
crónica, nuestra historia personal.
Aquí comenzó todo.
Unos pasos hacia el sur, está
la escultura de un grupo de peregrinos aztecas que coinciden, asombrados, con
el águila de los sueños, la que se halla sobre un nopal y devorando una
serpiente.
Dicen que así empezó México. Lo
creemos, lo difundimos, lo comentamos, lo vivimos. Luego, dos calles más
adelante, puede leerse una placa que indica el sitio exacto del encuentro entre
Moctezuma y Cortés, mismo que nos llevó al mestizaje, al
encuentro-desencuentro, a la lucha que generó un nuevo pueblo, una nueva
cultura.
CONTINUARÁ...
martes, 6 de mayo de 2014
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
-
El trabajo de un investigador se parece mucho al de un detective: hurgar lugares, sacar conclusiones, buscar documentos comprobatorios. E...
-
Caricatura de Silvia J. Medel. Del blog http://silviajmedel.blogspot.mx/2013/05/luis-de-gongora.html El amor es el amor. Maravilloso,...
-
Este diciembre, dentro de la excelente revista Relatos e historias en México, aparece el cartón del mes con una caricatura de uno de nues...