miércoles, 5 de octubre de 2011

Expondrán moneros a medallistas olímpicos mexicanos

Notimex
2011-10-05 15:39:00

Guadalajara, 5 Oct. (Notimex).- La exposición gráfica "Los Medallistas olímpicos vistos por moneros" abrirá sus puertas el próximo sábado 8 de octubre en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas de esta ciudad, en el marco de los Juegos Panamericanos 2011.

Esta exposición es una investigación del historiador Agustín Sánchez González, quien hace seis años publicó un libro con este título, con el apoyo de la Asociación de Medallistas Olímpicos Mexicanos, que preside Daniel Aceves, medallista en lucha grecorromana.

La muestra recoge un total de 54 caricaturas de atletas que dieron una medalla a México, desde Los Angeles 1932 hasta Beijing 2008, realizadas por 45 destacados caricaturistas como David Carrillo y Rafael Freyre.

Los decanos de los caricaturistas mexicanos, así como de artistas de otras épocas, como El Chango García Cabral, Antonio Arias Bernal, Andrés Audiffred y Alberto Isaac, además de los dos brillantes exiliados, Ras y Ernesto Guasp.

Agustín Sánchez González, curador de la muestra, aseguró que se trata de una exhibición con la que se rinde homenaje no sólo a los medallistas olímpicos sino a los cartonistas mexicanos que con su trabajo, muestran un retrato de nuestra sociedad.

"Se busca hacer un homenaje a los grandes deportistas mexicanos y demostrar cómo la caricatura es un retrato de la sociedad. Los cartonistas son grandes retratistas de nuestra realidad, y de alguna manera es un homenaje a ambos gremios: caricaturistas y medallistas olímpicos", dijo.

Por su parte, Daniel Aceves señaló que 54 medallas en caricaturas es un homenaje al esfuerzo, a la dedicación, a la constancia pero sobre todo es una motivación para que continúen su compromiso por hacer de nuestro país un lugar de gente con salud alejados de problemas como las adicciones y el delito.

"Esta obra es un compendio inigualable a nivel mundial que sin duda será un placer para todos aquellos que tengan el privilegio de mirarla", aseguró.

Por esta muestra desfilan las caricaturas de estos grandes personajes mexicanos, como Joaquín Capilla, Humberto Mariles, Iridia Salazar, Ana Gabriela Guevara, entre muchos más.

Grandes caricaturistas están presentes como Salazar Berber, decano de los caricaturistas deportivos, Pedro Sol, Presidente de la Federación Mundial de Caricaturitas, sección México, varios premios nacionales de periodismo, como Antonio Garci y Alfredo Guasp.

Asimismo, caricaturistas de diversos diarios deportivos mexicanos como Alejandro Pérez Basurto "Apebas", de Récord, "Éctor", de La Afición, o "Terrazas", de Reforma.

domingo, 4 de septiembre de 2011

JOSE GUADALUPE POSADA UNA HISTORIA POR ESCRIBIRSE

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Apenas se escribe José Guadalupe Posada en el buscador de Google, aparecen 231 mil resultados. Desde la falaz Wilkipedia, a quien todo el mundo mete mano para escribir lo que le viene en gana, hasta jóvenes que hacen su tarea.

Mentiras y mitos son el resultado de la web, pero ha sido también el producto de una historia adaptada a los tiempos de nuestra historia.

Posada está por descubrirse. Es curioso señalar que nunca dio una entrevista a nadie, ni se conocen comentarios; sólo existen dos fotografías, pero no se ha localizado ningún autorretrato; hay apenas tres notas de la prensa de su época que hablan de él. Su familia era un enigma, apenas recientemente descubrí el nombre de su hijo. Posada es un rompecabezas y apenas se están encontrando las piezas y, sin embargo, ningún artista mexicano es tan conocido en el mundo por el símbolo de la muerte, por un icono a quien se le llama "La Catrina".




Por otra parte, Posada ha sido elogiado por su presencia en la revolución. Decenas, quizá cientos de notas nos refieren a un hombre vinculado a los hermanos Flores Magón y al periódico El Ahuizote. No han faltado las personas que repiten mentiras como las de que Posada fue un radical y que estuvo preso por sus ideas. Posada es un mito, un invento necesario para una revolución que requería de héroes culturales.


Nació en Aguascalientes en 1852 y murió en la ciudad de México, en una vecindad de Tepito, en 1913. Fue un artista autodidacta que ayudaba a su hermano Cirilo, profesor de escuela, a entretener a sus alumnos haciendo dibujos.

Desde sus primeras obras profesionales que se conservan, a los 19 años, Posada retrató la muerte en el periódico El Jicote. Este tema, le obsesionó toda su vida.



No era gratuito, de niño le tocó mirar una epidemia de cólera que generó más de diez muertes; también le tocó ver el asalto a su ciudad, por parte de los bandidos que asolaban e incendiaban Aguascalientes; miró decenas de fusilamientos y de cadáveres apilados muy cerca de su casa.

Posada creció con la muerte y tal vez por ello, se obsesionó con las imágenes que, si bien es cierto que son las menos, son las más reconocidas, como la llamada Catrina, bautizada por Diego Rivera (y quien le puso el cuerpo), pero que en realidad se llama la Calavera garbancera, que es una crítica a las indígenas que querían ser como españolas y comer garbanzo en lugar de maíz. Posada empezó a trabajar en Aguascalientes, después de marchó a León donde hizo trabajos comerciales, ilustró varios libros, realizó estampas religiosas y fue profesor de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria.


Después se marchó a la ciudad de México invitado por Ireneo Paz, el abuelo del poeta Octavio Paz; colaboró en más de 70 periódicos, la mayoría desconocidos para el gran público, e ilustró ciento de hojas volantes.

Uno de sus grandes aportaciones a nuestra cultura fue ilustrar las portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano, considerada la primera historia escrita para niños por Heriberto Frías y que se imprimió en Barcelona.

Su trabajo más conocido ocurrió en taller de Antonio Vanegas Arroyo, pero trabajó en muchos más. Lo que hizo con Vanegas es la obra más conocida de Posada

Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada como pocos artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un mexicano que se transforma en universal.



La mayor parte de su producción, está desaparecida y ha sido rescatada poco a poco; la que existe, se encuentra dispersa y conformó, en su momento, parte de la vida cotidiana de los mexicanos, pues se encontraba en las estampas religiosas, en los cuentos infantiles, en los juegos de mesa, en las cartas de amor, las etiquetas de los cigarros, los calendarios, en la nota roja, en la caricatura, los diarios y las revistas de la época.

Posada está por descubrirse. Es un buen momento para comenzar a quitar las mentiras que se han vertido sobre su vida y obra, mentiras que, por cierto, no le restan ningún valor a la gran calidad de su trabajo, a su contribución a generar lo que somos.


viernes, 2 de septiembre de 2011

El microcosmos de micrós









Agustín Sánchez González

Aún no tenía cuarenta años cuando murió, hace un siglo, el 8 de febrero de 1908. Presenció una ciudad que traspasaba del siglo XIX al XX. Sin tanta fama como otros autores, retrató excepcionalmente este país, en ese difícil tránsito de una dictadura que, sin embargo, resultó base y sustento del México contemporáneo.

Se llamaba Ángel Efrén de Campo y Valle, aunque solía firmar, cuando no usaba seudónimo, como Ángel de Campo (con ese nombre no podía ser otra cosa), y en vida se dedicó a escribir miles de páginas en la prensa de su época.

Nació en Ciudad de México, el 9 de julio de 1868, y dedicó su vida a la escritura en periódicos y revistas; tuvo una vida-crónica en la que retrató a todo un país. La reconstrucción de hechos, sucesos, figuras y retratos fue su labor.

Quizá la mejor definición de su obra la dio María del Carmen Ruiz Castañeda cuando escribió, acerca de La Rumba: "pueden encontrarse la fidelidad fotográfica del realismo, el cuidadoso análisis naturalista y el subjetivismo dramático del romanticismo. Es que Micrós no podía guardar distancia entre él y sus obras, porque, más que hijas de su ingenio, eran hijas del corazón".

UNA ETAPA BRILLANTE

Podría parecer ilógico, pero es interesante observar cómo una sociedad aplastada en sus derechos políticos fue capaz de generar una gran libertad artística, reflejada en el periodismo, la literatura, la poesía, el teatro, la música, etcétera.

Suena paradójico, pero al final del porfirismo se crea la Universidad de México y la Escuela Nacional Preparatoria tiene uno de sus grandes momentos.

Entre los grandes autores, Ignacio Manuel Altamirano se convirtió, a finales del siglo antepasado, en el presidente de la República de las Letras; un patriarca amoroso que gestó a una generación de jóvenes autores entre los que destacaban Luis González Obregón, Luis G. Urbina, Victoriano Salado Álvarez, Balbino Dávalos, Federico Gamboa o Ángel de Campo.

Fue una época de grades revistas literarias como La Revista Azul, La revista Moderna y El Liceo Mexicano, por mencionar apenas tres ejemplos. Ésta última fue fundada por Rafael Mangino, José Cárdenas, Luis González Obregón y Ángel de Campo, el 5 de febrero de 1885; fue una revista donde se difundieron muchos de los escritos de los autores de la época. También es una etapa del nacimiento del primer diario moderno, El Imparcial (la trascendencia alcanzada por Micrós lo llevó a ocupar la primera y segunda de las ocho columnas donde escribía, en primera plana, su "Semana Alegre"), cuyo tiraje era, a decir del propio diario, de 44 mil 590 ejemplares.

SU VIDA

Ángel de Campo quería ser médico. Fue hijo de Laura Valle y de un militar de carrera que llevaba el mismo nombre y que murió cuando el escritor tendría unos seis o siete años. Apenas tenía dieciséis cuando, en compañía de quien sería uno de los grandes cronistas de la ciudad, Luis González Obregón, y con Octavio Gajá, fundó La Lira, un periódico manuscrito, y un año después, con ellos mismo participa en la fundación del Liceo Mexicano. Entonces comienza a firmar como Micrós.

En 1889 ingresa a la Escuela de Medicina, que abandona muy pronto ante la muerte de su madre; comienza a trabajar como empleado de la Secretaría de Hacienda y a colaborar en El partido Liberal, en Revista de México (que dirigía Ireneo Paz, el abuelo de nuestro Premio Nobel) y en El Nacional.

En 1890 publica parte de su trabajo en el volumen Ocios y apuntes; ahí publica obras tan intensas como El Pinto, una impresionante historia donde los personajes "La Chilindrina", "El Capitán", "La Diana", "EL Turco" y "El Pinto", son unos… perros. El cuento termina así: "¡Cuántos en la plebe son como el Pinto!

"¡Cuántos desdichados hay que con forma humana no son sino perros que hablan y que visten pantalones!"

Otra obra suya es El Caramelo, donde dialogan un caramelo, una charamusca y un grillo en torno a la felicidad. El grillo, "un poeta democrático, opina que los versos son algo como caramelos para el espíritu… por eso yo no le canto sino al pueblo".

En 1892 colabora en Siglo XIX y en El Nacional, y dirige México. Revista de Sociedad, Arte y Letras; más tarde colaboró en La Revista Azul y en 1894 aparece un nuevo libro: Cosas vistas, que al igual que el anterior, es una compilación de sus trabajos publicados.

En éste vuelve a tener animales como personajes. El Chiquitito es un "¡infeliz canario, [que] tenía sed de las aguas de un charco, en el que se retrataban una rosa anémica y un jirón de nube que pasaba lentamente por el cielo!"

No se piense que su obra es referida a los animales, las acotaciones al respecto se deben a la sorpresa de encontrar protagonistas de esta índole en una crónica urbana, demasiado callejera, demasiado concentrada en personajes de barrio, como El Chato Barrios, "un muchacho descalzo, de blusa hecha jirones, mordiéndose un dedo, arrastrando el sombrero de petate y viendo a todos lados con cara de imbécil, [que] cruzaba el salón", hijo de un carbonero, "el más feo y desarrapado alumno de la escuela", quien había obtenido una mención honorífica en un concurso y que año con año disputaba a Isidoro Quiroz, uno de los niños ricos de la escuela.


José Guadalupe Posada, La perra brava

También rescató la historia de El fusilado, uno de sus grandes cuentos, donde retrata el camino de un hombre que es conducido rumbo al paredón. La maestría de Ángel de Campo es excepcional. Comienza así: "El alba, una alba de espléndido colorido, comenzaba a dilatarse de rrochando sus toques en el horizonte… allá flotaban los indecisos contornos de la bruma, desta cados apenas en los matices delicados de las manchas de claridad en un fondo gris azulado que evoca el recuerdo de las irisaciones del nácar".

Cartones es el tercer libro que nos legó; su publicación data de 1897. De él destacan cuentos como "La muerte de Abelardo", recogido en la antología Dos siglos de cuento mexicano, cuya selección y notas fueron realizadas por uno de los grandes estudiosos del cuento, el maestro Jaime Erasto Cortés, quien escribe al respecto: "La muerte de Abelardo, es muerte de un habitante de este microcosmos y vida de 'perro bohemio'. La vida adquiere una verdadera dimensión humana: ¿Qué oculto drama, qué antecedentes misteriosos originaron ese modo de ser? Había un aristócrata bajo su zalea de escuincle vulgar y callejero. La muerte del perro, por el sólo hecho de ser referida, alcanza significación e importancia."

"Los recursos narrativos de Micrós", escribe Jaime Cortés, "son numerosísimos: caracterización psicológica, realismo contundente, contrastes, comparaciones, justa perspectiva sentimental, reflexiones profundas y poderosas, estilo ágil, emoción y ternura, riqueza descriptiva…"

Otro gran cuento es "El Inocente", un personaje emparentado con aquellas figuras deformes dibujadas por José Guadalupe Posada: "Partía el alma la criatura: el enfermillo exangüe, era una llaga; era un niño repugnante de cabeza fenomenal; orejas transparentes, mucosas pálidas y piel maculada por las huellas verdes de las cataplasmas, manchones de yodo y escaras desprendidas; los dientecitos sucios, dientes típicos de Hutchison; el cuello inflamado y endurecido por las escrófulas." Era hijo de una prostituta que bailaba en un salón, mientras el niño fallecía en el "Patio de las Culebras".

La obra de Micrós estremece, duele. Ese microcosmos que supo retratar con tanta frialdad es sin duda una de las grandes contribuciones a la literatura mexicana.

En 1899 pasa a formar parte de uno de los diarios que habrían de renovar el periodismo mexicano, El Imparcial, donde realiza la columna "La Semana Alegre", cuya primera entrega se llamó "La Semana Festiva". Comienza sus colaboraciones el día 2 de abril, señalando: "He resuelto por mí y ante mí, yo, cronista inédito, humorista que va de incógnito, tan de incógnito que nadie lo conoce, 'organizar' este espacio de artículo dominical que hará "pendant" a las "Semanas" del "Mundo Diario", como una caricatura hace "pendant" a un retrato. Todo entrará en este rosario de acontecimientos que han dado en llamar crónica, todo, menos la seriedad. La seriedad es ridícula, es atentatoria, es… 'Pídeme lo que tú quieras, menos la formalidad', dice Angélica la del "Chateaux Margaux" y lo mismo dije, digo y diré yo, humilde servidor de ustedes." Firmará esta columna con el seudónimo Tick Tack.

También en ese año, en El Cómico, publica una novela corta, El de los claveles cortos. En 1906 imparte clases en la Escuela Nacional Preparatoria, al obtener una plaza ganada por concurso de oposición; dos años después murió de tifo, esa terrible enfermedad por la que hubo tantas y tantas muertes. Fue enterrado en el Panteón Civil de Dolores.

SUS OTRAS OBRAS

Muchas de sus obras quedaron en el olvido durante muchos años, es decir, guardadas en una hemeroteca hasta que alguien se atrevió a sacarlas del olvido.

La Rumba, por ejemplo, una de las grandes obras de la literatura mexicana, una novela que bien podría acercarse a la obra de John dos Pasos al tener como personaje principal a todo un microcosmos, un grupo de personajes donde no existe un protagonista único, donde "La Rumba" es una plaza de Ciudad de México, pero también es el sobrenombre de una muchacha llamada Remedios Vena. Es una novela del destino, en la mejor tradición griega, donde cada uno está predestinado a ser lo que es y que sólo un tranvía, como un artefacto externo, que significa el viaje a otras instancias, es capaz de modificar ese determinismo.

"Rumba tenía fama en los barrios lejanos; contábase que era el albergue de las gentes de mala alma, una temible guarida de asesinos y ladrones, y citaban el nombre de un Florencio Carvajal que debía siete vidas; Marco Pezuela, zapatero, había envejecido en Belén y después de extinguirse su condena se había refugiado en aquel vivero de malhechores…"

Y luego, el personaje femenino: "había una muchacha seria entre aquellas, una rapazuela que no jugaba ni al pan y queso, ni al San Miguelito, ni a las visitas. De cíanle La Tejona, por su cara enfi lada y sus modales broncos; era la hija de Don Cosme vena, era Remedios… Prometía ser una mujer de aspecto varonil; rasgaban casi su estrecho vestido las formas precozmente desarrolladas, con enérgicas curvas…."

La Rumba, una de las grandes obras de nuestra literatura, no fue vista en vida por Micrós; apareció en forma de libro hasta 1951, en una edición de apenas cincuenta ejemplares, pues se había publicado como folletín en el periódico El Nacional, del 23 de octubre de 1893 al 1 de enero de 1894.

Ángel de Campo fue un continuador de grandes cronistas como José Joaquín Fernández de Lizardi, Guillermo Prieto, José T. Cuellar, y fue además precursor de grandes autores como Salvador Novo o Carlos Monsiváis.

A cien años de su muerte, Ángel de Campo sigue siendo un autor tan vital como uno de sus con temporáneos, José Guadalupe Posada. Ambos son grandes retratistas de un México que sigue vivo y lastimado. Sus retratos constituyen una prueba fehaciente de un pueblo que fue a la revolución y que siguió igual, o peor.

Una de las grandes contribuciones de la literatura es la fotografía que deja para la historia. Entender y conocer el fin de siglo XIX y el inicio del xx, en los albores de la Revolución, sólo es posible a través de e stos cuadros desgarradores de un hombre muer to hace cien años y que sigue tan vivo como las miserias que retrata.


La Jornada Semanal

viernes, 26 de agosto de 2011

BOLA DE NIEVE

30 años sin Bola de Nieve
Agustín Sánchez González
La Jornada. México, 2 de octubre de 2001.




Disfruten al Bola mientras leen el texto


Hay hombres que nacen con un don y que lo desarrollan de manera extraordinaria para beneplácito del resto del mundo. Uno de los cantantes más maravillosos que han existido es Ignacio Villa y Fernández, mejor conocido como Bola de Nieve, gran artista que nació en Guanabacoa, el 11 de septiembre de 1911, y que este 2 de octubre cumple 30 años de haber desaparecido físicamente.
Bola de Nieve nos dejó y le tocó morir en la ciudad de México -sitio que amaba- justo pocos días después de cumplir 60 años.

Fue hijo de un cocinero y de una "negra, cuentera, organizadora de bailes y capaz de bailar la mejor rumba de cajón o el 'toque' de Yemayá", dice Raúl Martínez en un reportaje en la revista Cuba Internacional, de la que hemos tomado muchos de los datos que enunciamos más adelante.

Su abuelo era un mayombero (brujo negro), ñañigo, sabio en las yerbas y capataz en los muelles del puerto de La Habana. De esta forma, Bola creció en medio de los congos, carabalfes, comparsas de diablitos y salidas de cabildos en las calles de Guanabacoa en Día de Reyes.

Otro personaje importante en la vida de Bola fue su tía abuela Tomasa, Mamaquica, quien lo motivó y alentó al estudio de la música.

Precisamente en esa ciudad vivió uno de los santeros más importantes de Cuba: Arcadio, cuya estatua de cera se encuentra en el Museo de Santería de Guanabacoa donde, por cierto, se exhibe un traje de Bola.

Así, el cubano estuvo inmerso en la magia de la santería, los babalaos (sumos sacerdotes), la música y danzas bembé. De ahí se puede entender la magia que se vive al escucharlo cantar obras de su inspiración como: Drumi mobila, Carlota te morí, Manda conmigo papé; o de autores como Eliseo Grenet: Yambambó, Drume negrita; o de Nicolás Guillén: Vito Manue, entre otros.

Cada pieza interpretada por Bola es una delicia; canciones magistrales de distintos autores a las que imponía su estilo; lo mismo interpretaba boleros tradicionales de María Greever, José Sabré Marroquín, Mario Ruiz Armengol, Adolfo Guzmán o Vicente Garrido, que autores contemporáneos como John Lennon, de quien grabó Es tan difícil. Pero también puso su piano y voz en versiones de temas españoles, catalanes, italianos, estadunidenses o peruanos (su Flor de la Canela, de Chabuca Granda, es única).

Ignacio Villa y Fernández comenzó su trayectoria en México en el Politeama, en 1933, sitio donde acompañaba con su piano a la hoy casi olvidada estrella también cubana: Rita Montaner. Fue ella quien lo bautizó como Bola de Nieve, pues le parecía graciosa la cabeza rapada y tan negra del músico.

En nuestro país actuó al lado de las grandes estrellas de la época: Agustín Lara, María Greever y Guty Cárdenas. Bola decía que México era su otra patria. Poco después se incorporó a la compañía de otro grande: Ernesto Lecuona.

En 1948 se presentó en el Carnegie Hall de Nueva York y el New York Times lo comparó con grandes estrellas como Maurice Chevalier y Nat King Cole. La lista de estrellas con quien compartió es grande y lo mismo los lugares donde se presentó. Bola de Nieve se quedó con la Revolución, pudo irse como otras estrellas, pero optó por la nueva opción de vida que se presentaba en Cuba.


Fue en su segunda patria donde ocurrió su sorpresiva muerte, una verdadera pérdida nacional; el poeta Nicolás Guillén dijo que con Bola desaparecía una de las figuras artísticas de raíces hondamente cubanas. Ello ocurrió hace 30 años, pero como dice la canción de Vicente Garrido, Una semana sin ti, que interpretaba Bola: "Pero a veces quisiera volver a sentirte tan lejos, porque nunca te tuve tan cerca de mí".


http://www.jornada.unam.mx/2001/10/02/06aa1esp.html

domingo, 7 de agosto de 2011

Exhibirán rostros de medallistas olímpicos vistos por moneros

55 caricaturas de medallistas olímpicos mexicanos desde Los Ángeles 1932 hasta Beijing 2008, integrarán la exposición “Los Medallistas olímpicos vistos por moneros”.

Ciudad de México • Un total de 55 caricaturas de 45 cartonistas, de atletas que dieron a México una medalla en Juegos Olímpicos desde Los Ángeles 1932 hasta Beijing 2008, integrarán la exposición “Los Medallistas olímpicos vistos por moneros”.

La muestra, que presenta el trabajo de destacados y reconocidos cartonistas mexicanos, abrirá el 12 de octubre en el Museo del Periodismo de Guadalajara, en el marco de los XVI Juegos Panamericanos que este año se realizan en la capital tapatía del 14 al 30 de ese mes.

Desde Rafael Freyre Flores, uno de los grandes maestros de la caricatura mexicana, hasta los que muestran su trabajo en los principales diarios deportivos como Juan “Terrazas”, Alejandro Pérez Basurto "Apebas" y Cristian Garduño Ortiz “Rocko”, pasando por el decano David Carrillo, exhibirán sus trabajos.

Agustín Sánchez González, el curador de la muestra, aseguró que se trata de una exhibición con la que se rinde homenaje no sólo a los medallistas olímpicos sino a los cartonistas mexicanos que con su trabajo, muestran un retrato de la sociedad.

“Se busca hacer un homenaje a los grandes deportistas mexicanos y demostrar cómo la caricatura es un retrato de la sociedad. Los cartonistas son grandes retratistas de nuestra realidad, y de alguna manera es un homenaje a ambos gremios: caricaturistas y medallistas olímpicos.

“Si bien las malas noticias en este país son lo cotidiano, también hay buenas nuevas con grandes artistas y deportistas. Al final, los medallistas son un ejemplo para la sociedad, son un modelo que debiéramos seguir; seguramente si se diera un impulso más al deporte y la cultura, tendríamos menos violencia”, consideró.

Tras la exposición, en ese mismo espacio se presentará la reedición un texto derivado de dicha muestra, el cual cuenta con el apoyo del Instituto del Deporte en Puebla.

“El libro tuvo ya una primera edición en el 2004 y ahora será reeditado a color y con una mejor calidad; estará actualizado hasta los Juegos Olímpicos de Beijing”, comentó Sánchez.

En “Los Medallistas olímpicos vistos por moneros” destaca la participación del español Eduardo Robles Piquer (Ras), así como Andrés Audiffred, clásico entre los cartonistas mexicanos y de quien se exhibirá un cartón dedicado al clavadista Joaquín Capilla.

Francisco Cabañas Pardo y Gustavo Huet Bobadilla, los atletas que dieron las primeras medallas a México en 1932 en boxeo y tiro, respectivamente; así como Humberto Mariles Cortes, Alberto Valdés Ramos, Rubén Uriza Castro, Felipe Muñoz Kapamas, José Pedraza Zúñiga, Álvaro Gaxiola Robles y Pilar Roldán Tapia, son otros de los medallistas cuyas caricaturas se exhibirán.

Manuel Youshimatz Sotomayor, Ernesto Canto Gudiño, Ana Gabriela Guevara, Belem Guerrero Méndez, Oscar e Iridia Salazar Blanco, María del Rosario Espinoza, Guillermo Pérez, Paola Espinoza y Tatiana Ortiz, completan la muestra.

“Se trata de una lectura festiva, de demostrar a los hombres y mujer que a pesar de que muchas de las veces no cuentan con apoyos para participar en diferentes competencias, hacen un gran esfuerzo para ser campeones”, indicó Sánchez González.

A lo largo de su participación en Juegos olímpicos, México ha obtenido un total de 55 medallas en deportes oficiales: 12 de oro, 18 de plata y 25 de bronce.

domingo, 10 de julio de 2011

Cumple 110 años La Biblioteca del Niño Mexicano

10 Julio, 2011 
Es una de las primeras ediciones educativas en México
Mexico, DF.- A 110 años de su aparición, que se cumplen este 2011, “La Biblioteca del niño mexicano”, concebida por Heriberto Frías, es una rareza histórica que no obstante sus omisiones históricas, es digna de estudio, pues permite entender ese México desdeñado y satanizado por la revolución y ubicarlo en su justa dimensión.

Así lo considera el historiador e investigador del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Agustín Sánchez González, para quien aunque el material fue planeado como un proyecto didáctico de gran envergadura, acabó siendo hecho con un enorme descuido.

Recordó que la idea nació tras la consolidación de la dictadura de Porfirio Díaz en México, a finales del siglo XIX, cuando parte del proceso de reconstrucción nacional se centró en la educación, a través de la cual el mandatario buscaba difundir una visión sobre la historia del país y fomentar la lectura entre los niños.

En aquella época, acotó, el analfabetismo era preocupante, debido a que alcanzaba cifras impresionantes: se calcula que en 1900, cerca del 85 por ciento de la población mayor de seis años no sabía leer ni escribir.

Ante ello, el gobierno buscó la forma de trazar y definir políticas educativas que justificaran la idea del progreso, que tuvo como fiel intérprete al escritor Heriberto Frías, quien ideó publicar en ediciones de bolsillo una colección de 110 relatos sobre “un pasado espléndido y digno de ser conservado en la mente de todos los niños mexicanos”.

En su artículo “Biblioteca del niño mexicano. Una edición en aras del progreso y la educación”, publicado en el más reciente número de la revista “Relatos e historias de México”, Sánchez destacó que esta genial edición fue realizada en Barcelona, España, por el editor italiano Manuel Maucci, y con portadas diseñadas por el grabador mexicano José Guadalupe Posadas, quien tuvo el apoyo del entonces presidente Díaz.


Conformada por 110 cuadernillos, la colección se dividió en tres periodos, basados en una idea nacionalista: prehispánico, colonial y época contemporánea, que concluye con “El Sol de la Paz”, un homenaje a Porfirio Díaz.

Sin embargo, para su elaboración, Frías utilizó el mismo esquema que el aplicado en el periódico “El Imparcial”: una historia de ficción conformada por mitos y leyendas, como si fueran cuentos de hadas.

De hecho, desde el primer número, “La leyenda del monje blanco”, está presente esa idea, como lo anuncia su presentación: “Esto que van a saber mis queridos y amables compatriotas niños, nacidos en la gloriosa América, es curioso, al mismo tiempo que divertido”.

Entonces, explica el historiador, acabó siendo una visión ajena a la Historia –con mayúscula-.

Por ejemplo, este texto narra un cuento ajeno a la verdad histórica, en el cual entremezcla una leyenda germánica de un monje blanco que se le aparecía a Cristóbal Colón (lo curioso es que el genovés no aparecerá más dentro de la historia americana).

Sin duda, continua el investigador, Heriberto Frías se guió por el enunciado de Gregorio Torres Quintero sobre hacer una historia-cuento o, tal vez, un cuento de tema histórico.

Tampoco es ajeno al manejo nacionalista, bastante chovinista, de negar nuestro pasado hispano y todo remitirlo a un México que en la época prehispánica no existió, detalló el autor del célebre Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura en México”.

Queda clara además su antipatía por Moctezuma –o hacia los aztecas en general- y hasta un dejo de simpatía por los conquistadores, agregó Sánchez González, para quien los cuadernillos dejan también fuera momentos fundamentales de la historia patria.

Así, Frías, quien creó una de las grandes obras de la literatura mexicana manejando un lenguaje moderno y modernizador, acabó haciendo de la “Biblioteca del Niño Mexicano” un monumento más a Díaz.

Recordó que en el último número de la serie, reivindica al dictador: “¿Quién fue Díaz? El hombre que desde que fue niño adolescente amó a su patria, a sus leyes, a sus glorias y a sus libertades… Porque, sabedlo, el que es ahora nuestro Sol de Paz y Progreso… desde niño hizo prodigios”.

“No se trata de juzgar a Frías ni de calificarlo de conservador y porfirista, pues tendríamos que haber vivido las presiones que soportó después de “Tomóchic”.

sábado, 18 de junio de 2011

Miércoles 15 de Junio de 2011
Jose Guadalupe Posada
Calaveras y diablitos
por Julián Rodríguez Marín / Fotos: EFE

El artista mexicano, creador de las populares calaveras y caricaturista satírico de los últimos años del gobierno de Porfirio Diaz (1830-1915) murió en el olvido y sus restos, hoy perdidos, se sabe que fueron enterrados en una fosa común.

"Posada (1852-1913), que dibujo y grabó miles de caricaturas de los mexicanos, murió de alcoholismo, solo, abandonado, tirado en un cuarto en el barrio de Tepito. Su esposa e hijo habían muerto, y los restos del artista que había popularizado las calaveras, quedaron perdidos para siempre", contó el historiador Agustín Sánchez quien recordó diversos aspectos de la vida de este "artista genial" en el artículo Posada, una historia del montón publicada en la última edición de la revista Relatos e Historias de México.



También contó que Diego Rivera creó una gran cantidad de mitos en torno a él. Aunque el famoso pintor mexicano aseguró que Posada fue el precursor del muralismo y del nacionalismo en el arte mexicano, y un revolucionario antiporfirista relacionado con los hermanos Flores Magon, un grupo de anarcosindicalistas que formaron una corriente importante en la Revolución Mexicana, el historiador cuenta otra versión: "La verdad es otra, Posada era un liberal no militante que con sus caricaturas a veces criticaba, a veces elogiaba a Porfirio Díaz, al igual que a todos los participantes del sistema político y de los revolucionarios". Asimismo calificó de erróneo que haya participado en los periódicos publicados por estos anarquistas como fueron El Ahuizote o El hijo del Ahuizote. "Lo más probable es que ni siguiera los haya conocido".



Además indicó que uno de los aspectos más conocidos del grabador son las ilustraciones sobre diversas noticias de sangre, descritas en verso, que mostraban el aspecto violento del México de finales del siglo XIX y principios del XX. En esas hojas que se vendían en las calles y eran pregonadas a gritos por los vendedores, Posada describió los corridos populares, los crímenes pasionales, las historias de aparecidos y milagros. "Posada captó y desarrolló artísticamente los sucesos que ocurrían a su alrededor sin discriminar temas o personajes. Todo lo que veía era motivo para él, todo era digno de ilustrarse y mostrarse al mundo".



En sus obras aparecieron las caricaturas de políticos, revolucionarios, borrachos, bandoleros, charros, toreros y personajes de la aristocracia y burguesía porfiriana, llamados catrines. También popularizó las famosas calaveras, que acompañaban a versos sobre la supuesta muerte de personajes famosos vivos y que eran ilustrados con las figuras de esqueletos con algunas características fisonómicas del personaje retratado. Estas calaveras, que se dibujan en la Festividad de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, proceden de la creencia prehispánica que se adaptó al sentir del mexicano y que fue reforzada por obras teatrales como el Juan Tenorio de José Zorrilla.



Uno de los mitos fue el de la recreación del personaje La Catrina que representa a la muerte y que fue bautizada con ese nombre por Diego Rivera en su mural Sueño de una tarde dominical en la alameda, donde aparece la muerte lujosamente vestida. Originalmente, este personaje había aparecido en una publicación de Posada y era llamada india garbancera, como una burla a las personas que buscan imitar a los ricos en su apariencia y reniegan de su propia raza, herencia y cultura.

Un dato lamentable es que al menos la mitad de la obra de Posada permanece perdida y es uno de los artistas populares más conocidos que nunca ha recibido un homenaje. "Él es el gran artista que dejó un retrato de México en el paso del siglo XIX al XX, que no ha sido valorado en su auténtica dimensión, un crítico social que nunca cayó en el panfleto, y es necesario redescubrirlo y despojarlo de su mitificación" enfatizó el historiador.
Fuente: EFE

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