lunes, 7 de febrero de 2011

Las calaveras de Posada representan un retrato del mexicano: Agustín Sánchez

El historiador presentó anoche el libro Posada, sobre el grabador hidrocálido

Las calaveras de Posada representan un retrato del mexicano: Agustín Sánchez
“Le tocó ver una epidemia de cólera, enfrentamientos... ¡La muerte lo marcó!”, afirma

CARLOS F. MÁRQUEZ



El escritor Agustín Sánchez González, autor del libro Posada Foto: FOTO IVÁN SÁNCHEZ El grabador José Guadalupe Posada, con la creación de su universo satírico y popular de las calaveras, sintetizó la herencia prehispánica y la tradición española en torno a la muerte para contribuir a satisfacer la necesidad de tener una identidad nacional; por ello, el historiador y especialista en la caricatura mexicana, Agustín Sánchez González, afirma que frente al conflicto entre lo nacional y la avasallante globalización, la defensa de las calaveras de Posada es a la vez la defensa de la identidad.

El autor del Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura mexicana presentó anoche en la Casa de las Musas su libro Posada, en el cual reconstruye la biografía del grabador de Aguascalientes para echar por tierra algunos de los mitos que se han creado en torno a su vida y obra.


Calaveras


Las calaveras son lo más popular de la obra de Posada, pero aún en esa vertiente tan difundida Agustín Sánchez encuentra algunos mitos, como aquel que afirma que en este apartado del universo creativo de Posada pulsa únicamente la tradición prehispánica de la muerte, lo cual es cierto, pero el historiador aporta matices que hacen observar a esta parte de la obra como una especie de registro testimonial.

“A Posada le tocó ver una epidemia de cólera en la que murieron miles de personas, entonces le tocó ver los cadáveres apilados. También le tocó ver la violencia de los enfrentamientos entre conservadores y liberales, entonces esta cosa de la muerte lo vive desde niño y desde su primer dibujo ya está la muerte presente en una calavera con su guadaña. ¡La muerte lo marcó!

“México tiene esta tradición prehispánica de la muerte, pero también española, entonces la suma de todo esto va haciendo una tradición que impacta en el nacionalismo cultural; es decir, hay una reconstrucción del imaginario de los mexicanos. La muerte es una necesidad de crear una identidad”.

Posada contribuyó entonces a crear una parte importante del imaginario nacional, el cual según Sánchez González se ve amenazado en la actualidad por la idea de globalización. “En este momento, esta defensa de las calaveras debería ser otra forma de defender nuestra identidad contra el impulso globalizador, deben ser parte de nuestra identidad como mexicanos”.


Posada el político


José Guadalupe Posada desplegó en su obra para periódicos una aguda crítica política y sátira social que para algunos historiadores es un rasgo de radicalidad, pero Sánchez González considera que ése es otro mito y explica: “sí creo que Posada no tenía una concepción política ni antiporfirista ni proporfirista. Posada hacía caricatura en contra de Madero, pero todos la hacían en ese tiempo. Creo que a Posada le decían ahora dibuja tal cosa y él la dibujaba. No es que sea un vendaval, sino que era su chamba. La genialidad suya estaba en la calidad que consiguió en su obra”.

José Guadalupe Posada, además de borracho empedernido, era un trabajador incansable cuya obra estaba en los juegos de mesa de las familias, en las canciones ilustradas, en las cartas de amor, en los toros, en el circo y en los libros de oración de las iglesias, por ello Agustín Sánchez afirma que conocemos de su obra sólo un pedacito, pero “de repente te cae el veinte, que Posada es como ponerse una camisa, por eso es tan fuerte, no por la política, ¡la política vale madre!, lo importante es que Posada representa un retrato del mexicano”.

“Don Lupe, el que murió el 20 de enero de 1913, el que nos dio identidad, el que retrató a la sociedad, el que nunca creyó que era un genio, mucho menos un artista maravilloso, quedó ahí, confundido entre tanta osamenta, como una calavera del montón”, cuenta Agustín Sánchez en su libro, y revela que los restos de Posada terminaron en la fosa común, lo cual resulta muy emblemático de la condición marginal que la mayoría de los caricaturistas tienen que sobrellevar.

Respecto de lo anterior comentó Agustín: “todo mundo tiraba a la basura sus caricaturas y es tan grave que yo calculo que hoy 95 por ciento de la caricatura que se ha hecho en el mundo está perdida. Creo que les daba vergüenza ser caricaturistas como a Orozco o Zalce. Los caricaturistas nunca dicen: ‘es maravilloso lo que hago’. No se han valorado.

“Yo escribí en La Jornada un artículo El recuento de los daños: la historia de la historia de la caricatura, y hablaba en él cómo desde los años 50 no había vuelto a verse un solo texto sobre la caricatura. Tuvieron que pasar 50 años para que un grupo de locos volviéramos a tomar a la caricatura como algo importante, pero somos un grupo muy pequeño que estamos rescatando esta gran importancia. La caricatura es una manera muy seria de ver la vida, pero cuando logremos ver esta historia vamos a entender muchas cosas de lo que somos los mexicanos”.

Un recuerdo a José Guadalupe Posada

miércoles 19 de enero de 2011
Un recuerdo a José Guadalupe Posada
Este 20 de enero se cumplen 98 años del fallecimiento de José Guadalupe Posada, autor de la 'Catrina'

CIUDAD DE MÉXICO, México, ene 19, 2011.- El investigador Agustín Sánchez, autor del libro José Guadalupe Posada. Una historia en blanco y negro (Conaculta, 2010), tiene una frase que revela mucho sobre la historia de este excepcional dibujante y grabador mexicano:

"Posada nació el día que murió don Lupe. Don Lupe era el señor que andaba haciendo sus dibujitos por aquí y por allá, y cuando se muere don Lupe pasan muchos años para que empiece el mito de José Guadalupe Posada".

Este pasaje es fundamental para entender que si bien José Guadalupe Posada fue capaz de dejar un retrato fidedigno de un cambio de siglo y de un cambio cultural, sin proponérselo, se convirtió en uno de los iconos del nacionalismo cultural y nos legó, también uno de los símbolos mexicanos: la Calavera Catrina.

José Guadalupe Posada Aguilar nació el 2 de febrero de 1852, en el barrio de San Marcos de la ciudad de Aguascalientes, y falleció el 20 de enero de 1913. Su padre fue el panadero Germán Posada Serna y su madre Petra Aguilar Portillo, quienes procrearon seis hijos: José María de la Concepción (1832), José Cirilo (1839), José Bárbaro (1843), José Guadalupe (1852), Ciriaco (1856) y María Porfiria (1858).

Después de aprender a leer y escribir con su hermano José Cirilo, Posada ingresó a la Academia Municipal de Dibujo de Aguascalientes. En 1868 entró como aprendiz en el taller litográfico de Trinidad Pedroza.

En estos primeros años de aprendizaje, el joven Posada manifestó una facilidad innata para la caricatura, de tal modo que su mentor logró introducirle en el mundo del periodismo y de la prensa gráfica como dibujante; y logró publicar sus primeras viñetas en el periódico El Jicote (1871), cuando el artista acababa de cumplir los 19 años.

En 1872 Posada y Pedroza deciden instalarse en León, Guanajuato, donde ambos se dedicaron a la litografía comercial, con la que realizaban estampas religiosas, cajetillas, etiquetas, invitaciones, bolos, tarjetas, esquelas, etcétera. En León, Posada abrió su propio taller y trabajó como maestro de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria.

Las graves inundaciones que asolaron León en esa época le obligaron a trasladarse a la Ciudad de México, donde le hicieron rápidamente ofertas para trabajar en distintas empresas editoriales, entre ellas la de Irineo Paz, abuelo de Octavio Paz. Allí elaboró cientos de grabados para numerosos periódicos: La Patria Ilustrada, Revista de México, El Ahuizote, Nuevo Siglo, Gil Blas, El Hijo del Ahuizote, etcétera.

Su nombre cobró una fama inesperada y su cotización se disparó, alcanzando cimas que pocos meses antes le habrían parecido inimaginables. Esta repentina bonanza económica le permitió abordar una serie de experimentos gráficos que culminaron con la exitosa utilización de planchas de zinc, plomo o acero en sus grabados.

A partir de 1890, sus trabajos gráficos ilustraron las publicaciones, de carácter nacionalista y popular del impresor Antonio Vanegas Arroyo: historietas, liturgias de festividades, plegarias, cancioneros, leyendas, cuentos y almanaques, destacando La Gaceta Callejera y las hojas sueltas que incluían imágenes e información resumida de carácter diverso sobre "acontecimientos de sensación".

A partir de entonces Posada emprendió un trabajo que le valió la aceptación y admiración popular, por su sentido del humor, propensión a lo dramático y calidad plástica. En su obra, amplia y variada, Posada retrató las creencias y formas de vida cotidiana de los grupos populares, criticando los abusos del gobierno y la explotación del pueblo. Además, ilustró las famosas "calaveras", versos alusivos a la muerte que junto con sus demás ilustraciones, se distribuían en periódicos y hojas sueltas.

Las ideas de Posada eran de clara índole progresista y, al servicio de éstas, dibujó caricaturas y bocetos satíricos consagrados, en general, a elaborar una crónica de la vida mexicana de la época o a poner de relieve los sufrimientos de su pueblo bajo el yugo de los grandes terratenientes. Las sátiras de los políticos más influyentes de la época le costaron la cárcel en más de una ocasión. El gran número de encargos que se amontonaban en su taller le obligó a crear una técnica nueva, el grabado al ácido en relieve, mucho más rápida.

Su extensa producción gráfica, estimada en más de 20 mil grabados, realizados en litografía o planchas de metal, podría clasificarse como expresionista, puesto que recrea con extraordinaria imaginación, gran sentido humorístico y profunda capacidad crítica las lacras, miserias y prejuicios de la realidad social y política de su época.

Su obra abarca múltiples temas, entre los que destacan las célebres "calaveras" o imágenes de ultratumba; los "desastres", que comprenden catástrofes de tipo natural (inundaciones, epidemias, sucesos astronómicos, nacimientos de seres monstruosos), accidentes, hechos sobrenaturales, crímenes y suicidios; los "ejemplos" o lecciones morales que pueden extraerse ante la perversidad y bestialidad humanas; sucesos sociales y políticos, donde sobresalen las viñetas referidas a las ejecuciones y los "corridos" revolucionarios; los milagros religiosos; la serie denominada Don Chepito, que narra las desventuras de un solterón ridículo, una especie de antihéroe; así como las imágenes captadas de la vida cotidiana con inigualable precisión e intención certera.

José Guadalupe Posada fue considerado como un precursor del movimiento nacionalista en las artes plásticas por algunos de quienes lo protagonizaron: José Clemente Orozco, Diego Rivera, Francisco Díaz de León y Leopoldo Méndez. En 1933, veinte años después de su muerte, fue redescubierto por el pintor Jean Charlot, quien editó sus planchas y reveló la influencia de Posada sobre artistas de las posteriores generaciones.

De acuerdo con el investigador Agustín Sánchez, Posada es un invento, de alguna manera, de dos personajes: el grabador Leopoldo Méndez y el muralista Diego Rivera. "Es decir, Posada nunca creyó que era un gran artista, que era un gran personaje. Y Diego Rivera lo inventa, como inventó a Frida Kahlo. Lo mismo Leopoldo Méndez: inventa un Posada que no tiene nada que ver con el Posada de la realidad, es decir, inventó un político radical, con una concepción política muy avanzada. Y las investigaciones recientes demuestran que no fue así: era un hombre que tan sólo trabajaba. Él iba haciendo los trabajos que le encargaban. No tiene nada que ver con esta imagen radical que nos han vendido durante muchos años, una imagen antiporfirista, radical.

"Por otro lado, una parte que es muy importante mencionar es cómo a pesar de que nos legó la Catrina, es interesante ver cómo esta invención de Posada tiene que ver con una falsa idea de la propia invención de Diego, porque la Catrina no es La Catrina, su nombre real es la Calavera Garbancera. Los garbanceros o las garbanceras eran los indígenas que querían ser como los españoles, mas no como indígenas. Es como hoy los mexicanos que quieren estar en McDonald?s y que quieren ir a Disneylandia, o sea, no asumen su mexicanidad. Eso era lo que Posada estaba criticando. Sin embargo, Diego Rivera la bautiza como la Catrina, así porque sí", revela Agustín Sánchez.

Gran dibujante, trabajador incansable y un gran técnico del grabado, Posada murió tan pobre como había nacido en Ciudad de México, el 20 de enero de 1913. Sus restos, que nadie reclamó, fueron sepultados en una fosa común.

En la ciudad de Aguascalientes, anexo al templo del Encino, se encuentra el Museo José Guadalupe Posada en donde se expone permanentemente parte la obra de este artista. También se montan exposiciones temporales de otros artistas gráficos. Se cuenta además, con una biblioteca de aproximadamente cinco mil volúmenes.

CON INFORMACIÓN DE CONACULTA
Publicado por AGUSTIN SANCHEZ GONZALEZ en 19:36 0 comentarios Etiquetas:

domingo, 6 de febrero de 2011

Proponen hacer inventario de la obra de Gabriel Vargas

“Aunque falleció el año pasado (2010) es una figura que ya vive para siempre, pues nos dejó un retrato de la vida cotidiana mexicana”, dijo el historiador Agustín Sánchez

Se intentará realizar un inventario de la obra de Gabriel VargasMéxico.- El escritor, historiador y periodista Agustín Sánchez González pugnó porque se lleve a cabo un inventario de la obra del historietista Gabriel Vargas (1915-2010), pues alertó que en el mercado del arte circulan obras apócrifas del padre de La Familia Burrón.

Entrevistado a propósito del 96 natalicio del historietista Gabriel Vargas (1915-2010, efeméride que se cumplió ayer), el también investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), llamó a tener cuidado con los falsos del cartonista.

Recordó que recientemente Guadalupe Appendini, viuda del monero, estuvo a punto de ser defraudada con una supuesta escultura elaborada en madera y atribuida a quien fuera catalogado uno de los sociólogos contemporáneos más importantes del mundo por retratar fielmente la vida urbana de México.

A pesar de que este tipo de trabajos de Vargas no fue tan conocido como sus exitosas historietas, el autor de textos como “7 moneras” y “El General en La Bombilla”, entre otros, sostuvo que se tratan de obras fáciles de detectar, pues son de muy mala calidad.

Cabe mencionar que en junio del 2010, la propia Appendini denunció que Graciela y Adriana, nietas del dibujante, ofrecieron 183 viñetas y tres acuarelas apócrifas a una reconocida casa de subastas en esta ciudad.

En aquella ocasión, afirmó, no era la primera vez que se intentaba vender piezas falsas de Vargas, pues en 2001 y 2005 realizaron acciones similares, en perjuicio del autor.

Según Sánchez González, quien es uno de los más importantes historiadores de la caricatura mexicana, llamó a que se retome el estudio de la obra de Vargas y a que se digitalicen los materiales existentes y en poder de Appendini para tener un control al respecto.

Lamentó que cerca del 40 por ciento de la obra de Vargas se encuentre dispersa y otras más, en manos de coleccionistas.

Incluso, reveló que gran cantidad de obras que el cartonista realizó para diarios como Excélsior, Novedades y El Sol de México, se desconoce su paradero y de no haber sido por la labor de recopilación y recuperación de la también periodista Guadalupe Apendinni, hoy toda la obra Vargas estaría en el olvido.

Hay que clasificar su obra, todo lo que anda perdido. Dibujos, revistas, publicaciones, documentos personales, fotografías, etcétera.

Hacer un archivo digital y estudiar más su obra, pues se sabe poco sobre de su trabajo”, mencionó.

El investigador, quien posee un sinfín de libros donde combina la historia, la literatura y el periodismo, recordó al creador de “Los superlocos”, como uno de los personajes claves para entender lo que somos los mexicanos.

“Aunque falleció el año pasado (2010) es una figura que ya vive para siempre, pues nos dejó un retrato de la vida cotidiana mexicana”, dijo.

Incluso, destacó que varios de los términos del diccionario de mexicanismos, recién publicado por la Academia Mexicana de la Lengua, fueron tomados de la historieta de La Familia Burrón.

“De ese tamaño es su importancia”, refirió.

“Fue un hombre que se formó como parte de la generación que se constituyó con la creación del estado nacional y de la educación pública con José Vasconcelos.

“Tuvo una sólida formación e impactó en los grandes intelectuales como Alfonso Reyes, Carlos Monsiváis o Sergio Pitol, quienes lo alabaron”, apuntó.

Por otra parte, adelantó que el próximo 6 de marzo, en el marco de las actividades de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM), presentará su libro “Gabriel Vargas.

Una historia chipocluda”, un texto que realiza un recuento de la obra del ilustrador, desde su primer dibujo, realizado en 1930, hasta los últimos días de La Familia Burrón

martes, 1 de febrero de 2011

La muestra que “Monsi” trabajó sus últimos días

El Museo del Estanquillo alista una exhibición de la obra de Posada

PROYECTO. La muestra de las obras del grabador mexicano -que supervisó Carlos Monsiváis- será abierta a finales de febrero (Foto: )
Lunes 24 de enero de 2011
Abida Ventura | El Universal

Gran técnico del grabado, caricaturista, ilustrador de la vida mexicana, trabajador incansable, José Guadalupe Posada es hoy una figura destacada del panorama artístico mexicano. Su extensa producción gráfica es un referente obligado para la comunidad artística actual.

El pasado 20 de enero se cumplieron 98 años de su muerte, el próximo 2 de febrero se cumplen 159 años de su nacimiento y para finales de ese mismo mes el Museo del Estanquillo/Colecciones Carlos Monsiváis planea abrir una magna exposición en homenaje al reconocido grabador mexicano.


La muestra, que prevé exhibir entre 300 y 400 grabados y piezas de varios formatos, es un proyecto que el escritor Carlos Monsiváis planeaba montar desde hace tiempo y en el que trabajó hasta los últimos días de su vida.


Según Rodolfo Rodríguez Castañeda, ex director del recinto ubicado en el edificio La Esmeralda del centro histórico, Monsiváis buscaba desde la apertura del museo abrir una muestra sobre José Guadalupe Posada. “A Monsiváis le hubiera gustado que esta exposición se presentara desde la apertura del museo. No se pudo porque habían otras cosas pendientes y había que darle prioridad a los festejos del bicentenario y centenario”, mencionó en entrevista.


A poco más de seis meses de la muerte del autor de Días de guardar, el proyecto comienza a tomar forma bajo la curaduría de Pablo Méndez, hijo del grabador mexicano Leopoldo Méndez.


Rodríguez Castañeda, actual director del Museo Nacional de Culturas Populares, mencionó que ahora que el proyecto está por consumarse, Monsiváis “estaría muy feliz” porque trabajó mucho para que se llevara a cabo. “Es parte de lo que estudiaba y era un gran admirador de Posada”, expresó.



Sobre el contenido

Según el caricaturista Rafael Barajas “El Fisgón”, la muestra de José Guadalupe Posada incluirá piezas de sus primeros trabajos como litógrafo en Aguascalientes, ilustraciones que realizó durante su estancia en Guanajuato, estampas religiosas, cuadernillos, ilustraciones de todo tipo, carteles de teatro, volantes, notas, entre otras cosas.

En entrevista telefónica, el caricaturista político y asesor de la muestra explicó que se trata de una magna exhibición para dar a conocer la colección que El Estanquillo posee del ilustrador, pero dijo que no serán todas las piezas. “Son una serie de cosas, entre ellas estampas religiosas, habrá un recorrido por Posada como caricaturista político y esto no es el grueso de toda la colección que hay en El Estanquillo”, dijo.


Aunque no quiso abundar sobre las particularidades de la muestra, “El Fisgón” dijo que en su momento llegó a tener conversaciones con Monsiváis para ver detalles de éstala muestra: “platicamos algunos detalles como ver las piezas que tenía, lo que se podría exponer”. Y aclaró que fue el cronista quien eligió a Pablo Méndez como curador de la exposición. “Pablo trabajo personalmente con Monsiváis y antes de morir planteó que fuera él el curador porque es hijo de Leopoldo Méndez, lo cual tiene sentido porque era un gran estudioso de la obra de Posada”.


La admiración de Monsiváis por el creador de “La Catrina” era muy conocida y a lo largo de los 30 años en que se dedicó al coleccionismo logró reunir un gran acervo sobre la obra de Posada. Según Rodríguez Castañeda, hasta el momento en que fue director del museo, había más de mil piezas. “Admiraba muchísimo a Posada, la colección que tiene el Estaquillo es vasta, entre catrinas, ilustraciones, volantes, placas y cuadernillos ilustrados”, dice.


Como cronista de la ciudad, Monsiváis se refirió a Posada varias veces como uno de los grandes cronistas gráficos del México de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. “Llevó el registro de las culturas dominadas, sus ideas, sus creencias profundas, sus alegrías y sus apetencias a su culminación extraordinaria”, relató alguna vez.


En A ustedes les consta: antología de la crónica en México, el escritor y ensayista menciona: “Él trabajaba en numerosos periódicos e ilustraciones, porfiristas y atiporfiristas, satisface requerimientos del comercio y no se deja vencer por los hostigamientos de la demanda. No discrimina ni quiere discriminar temas o personajes, para qué si todo es complementario, los incendios de plazas de toros, las epidemias de tifo, los motines callejeros, las ceremonias oficiales, los cometas, los presagios del fin del mundo, los anuncios publicitarios, las evocaciones de la historia, las publicaciones infantiles, el horizonte de la fe, el macrocosmos de las apariciones guadalupanas, los sucesos espeluznantes…”


Para otros, como el historiador Agustín Sánchez González, autor del libro Posada (Planeta, 2008), el ilustrador mexicano fue un puente entre la caricatura del siglo XIX y XX.


Explica que la grandeza de Posada radica en su extensa y variada obra. “Nos dejó un retrato de lo que somos, parte de la cotidianidad de los mexicanos desde hace más de un siglo. Él estaba en todas partes: en los juegos de mesa, los periódicos, las caricaturas, las cartas de amor, los cuentos infantiles, las obras de teatro y hasta hoy sigue estando en todas partes”, explica en entrevista.


Por su estilo y temática empleados, José Guadalupe Posada, es considerado un artista “popular” que nutrió su obra del imaginario popular mexicano. Nació el 2 de febrero de 1852, en el barrio de San Marcos, Aguascalientes, y falleció el 20 de enero de 1913.


Comenzó su carrera haciendo dibujos, copiando imágenes religiosas y como ayudante de un taller de cerámica. En 1872 realizó litografías y grabados en madera que ilustraban cajetillas de cerillos, documentos y libros.


Desde 1890, sus trabajos gráficos ilustraron las publicaciones de carácter nacionalista y popular del impresor Antonio Vanegas Arroyo: historietas, liturgias de festividades, plegarias, cancioneros, leyendas, cuentos y almanaques.



Un artista por descubrir

Sin embargo, los datos en torno a su vida son dispersos, lo cual ha creado polémicas entre biógrafos, historiadores y coleccionistas de su obra.

Para el biógrafo Agustín Sánchez González, José Guadalupe Posada “es un hombre que está por redescubrirse” a pesar de que se han escrito mucho sobre él. “Muchas de las cosas que se han escrito son realmente una invención porque se generó una figura muy acorde a las necesidades político-culturales del gobierno de la época y apenas, a 100 años de haber fallecido, se empieza descubrir al verdadero Posada”, dijo.

Según el investigador, Posada está muy lejos de ser esta imagen “idílica” y asegura que la figura que se tiene de Posada fue un invento de Diego Rivera y Leopoldo Méndez. “‘La Catrina’ es una invención de Diego Rivera, Posada hizo la cabeza de una calavera que se llamaba ‘Calavera Garbancera’ y fue Rivera quien le puso cuerpo y la vistió en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, explica.


El biógrafo dice que parte del mito generado en torno a Posada responde a que no hay declaraciones, escritos o entrevistas que expliquen su vida. Se sabe que tuvo un hijo que murió a los 17 años y no tuvo más descendencia.


“Hay muchas cosas que limpiar y que descubrir para entender la grandeza de este hombre”, dice el especialista.


Lo que sí se puede decir con certeza es que su extensa y variada producción gráfica, estimada en más de 20 mil piezas, recrea con extraordinaria imaginación, gran sentido humorístico la realidad social y política de su época, y que con su técnica marcó un estilo de la creación gráfica en México.

jueves, 20 de enero de 2011

José Guadalupe Posada, icono de la cultura nacional

Su extensa producción gráfica, estimada en más de 20 mil grabados, entre los que destacan las célebres “calaveras”. ESPECIAL
◦Marcó una concepción y un estilo de la creación gráfica en México
Conaculta rinde homenaje al autor de la Catrina, de quien este 20 de enero se cumplen 98 años de su deceso

CIUDAD DE MÉXICO (20/ENE/2011).- El investigador Agustín Sánchez, autor del libro José Guadalupe Posada. Una historia en blanco y negro (Conaculta, 2010), tiene una frase que revela mucho sobre la historia de este excepcional dibujante y grabador mexicano: “Posada nació el día que murió don Lupe. Don Lupe era el señor que andaba haciendo sus dibujitos por aquí y por allá, y cuando se muere don Lupe pasan muchos años para que empiece el mito de José Guadalupe Posada”.

Este pasaje es fundamental para entender que si bien José Guadalupe Posada fue capaz de dejar un retrato fidedigno de un cambio de siglo y de un cambio cultural, sin proponérselo, se convirtió en uno de los iconos del nacionalismo cultural y nos legó, también uno de los símbolos mexicanos: la Calavera Catrina.

José Guadalupe Posada Aguilar nació el 2 de febrero de 1852, en el barrio de San Marcos de la ciudad de Aguascalientes, y falleció el 20 de enero de 1913; Conaculta le rinde homenaje en este 98 aniversario de su deceso. Su padre fue el panadero Germán Posada Serna y su madre Petra Aguilar Portillo, quienes procrearon seis hijos: José María de la Concepción (1832), José Cirilo (1839), José Bárbaro (1843), José Guadalupe (1852), Ciriaco (1856) y María Porfiria (1858).

A partir de 1890, sus trabajos gráficos ilustraron las publicaciones, de carácter nacionalista y popular del impresor Antonio Vanegas Arroyo: historietas, liturgias de festividades, plegarias, cancioneros, leyendas, cuentos y almanaques, destacando La Gaceta Callejera y las hojas sueltas que incluían imágenes e información resumida de carácter diverso sobre “acontecimientos de sensación”.

A partir de entonces Posada emprendió un trabajo que le valió la aceptación y admiración popular, por su sentido del humor, propensión a lo dramático y calidad plástica. En su obra, amplia y variada, Posada retrató las creencias y formas de vida cotidiana de los grupos populares, criticando los abusos del gobierno y la explotación del pueblo. Además, ilustró las famosas “calaveras”, versos alusivos a la muerte que junto con sus demás ilustraciones, se distribuían en periódicos y hojas sueltas.

Las ideas de Posada eran de clara índole progresista y, al servicio de éstas, dibujó caricaturas y bocetos satíricos consagrados, en general, a elaborar una crónica de la vida mexicana de la época o a poner de relieve los sufrimientos de su pueblo bajo el yugo de los grandes terratenientes. Las sátiras de los políticos más influyentes de la época le costaron la cárcel en más de una ocasión. El gran número de encargos que se amontonaban en su taller le obligó a crear una técnica nueva, el grabado al ácido en relieve, mucho más rápida.

Su extensa producción gráfica, estimada en más de 20 mil grabados, realizados en litografía o planchas de metal, podría clasificarse como expresionista, puesto que recrea con extraordinaria imaginación, gran sentido humorístico y profunda capacidad crítica las lacras, miserias y prejuicios de la realidad social y política de su época.

Su obra abarca múltiples temas, entre los que destacan las célebres “calaveras” o imágenes de ultratumba; los “desastres”, que comprenden catástrofes de tipo natural (inundaciones, epidemias, sucesos astronómicos, nacimientos de seres monstruosos), accidentes, hechos sobrenaturales, crímenes y suicidios; los “ejemplos” o lecciones morales que pueden extraerse ante la perversidad y bestialidad humanas; sucesos sociales y políticos, donde sobresalen las viñetas referidas a las ejecuciones y los “corridos” revolucionarios; los milagros religiosos; la serie denominada Don Chepito, que narra las desventuras de un solterón ridículo, una especie de antihéroe; así como las imágenes captadas de la vida cotidiana con inigualable precisión e intención certera.

José Guadalupe Posada fue considerado como un precursor del movimiento nacionalista en las artes plásticas por algunos de quienes lo protagonizaron: José Clemente Orozco, Diego Rivera, Francisco Díaz de León y Leopoldo Méndez. En 1933, veinte años después de su muerte, fue redescubierto por el pintor Jean Charlot, quien editó sus planchas y reveló la influencia de Posada sobre artistas de las posteriores generaciones.

De acuerdo con el investigador Agustín Sánchez, Posada es un invento, de alguna manera, de dos personajes: el grabador Leopoldo Méndez y el muralista Diego Rivera. “Es decir, Posada nunca creyó que era un gran artista, que era un gran personaje. Y Diego Rivera lo inventa, como inventó a Frida Kahlo. Lo mismo Leopoldo Méndez: inventa un Posada que no tiene nada que ver con el Posada de la realidad, es decir, inventó un político radical, con una concepción política muy avanzada. Y las investigaciones recientes demuestran que no fue así: era un hombre que tan sólo trabajaba. Él iba haciendo los trabajos que le encargaban. No tiene nada que ver con esta imagen radical que nos han vendido durante muchos años, una imagen antiporfirista, radical.

“Por otro lado, una parte que es muy importante mencionar es cómo a pesar de que nos legó la Catrina, es interesante ver cómo esta invención de Posada tiene que ver con una falsa idea de la propia invención de Diego, porque la Catrina no es La Catrina, su nombre real es la Calavera Garbancera. Los garbanceros o las garbanceras eran los indígenas que querían ser como los españoles, mas no como indígenas. Es como hoy los mexicanos que quieren estar en McDonald’s y que quieren ir a Disneylandia, o sea, no asumen su mexicanidad. Eso era lo que Posada estaba criticando. Sin embargo, Diego Rivera la bautiza como la Catrina, así porque sí”, revela Agustín Sánchez.

Gran dibujante, trabajador incansable y un gran técnico del grabado, Posada murió tan pobre como había nacido en Ciudad de México, el 20 de enero de 1913. Sus restos, que nadie reclamó, fueron sepultados en una fosa común.

En la ciudad de Aguascalientes, anexo al templo del Encino, se encuentra el Museo José Guadalupe Posada en donde se expone permanentemente parte la obra de este artista. También se montan exposiciones temporales de otros artistas gráficos. Se cuenta además, con una biblioteca de aproximadamente cinco mil volúmenes

martes, 11 de enero de 2011

De crímenes, duelos y jurados

De crímenes, duelos y jurados

Por

Silvia Isabel Gámez.

(16-Ago-2010).- A Francisco Guerrero, "El Chalequero", se le atribuye el asesinato de una decena de prostitutas que aparecieron apuñaladas y degolladas en las márgenes del Río Consulado. En 1888 se le condenó a purgar una larga pena en San Juan de Ulúa, y dos décadas después fue detenido nuevamente por el crimen de una anciana, a la que mató después de "requerirla de amores".

"No me explico lo que pasa en mí (...) toda mujer me inspira un terrible deseo de delinquir", confesó el único asesino serial del porfiriato. En noviembre de 1910, cuatro meses antes de ser ejecutado, falleció de una embolia en el Hospital Juárez.

Alcoholismo, miseria e ignorancia fueron factores asociados con la criminalidad durante el régimen de Porfirio Díaz. Al pulque se le consideraba la bebida más nociva, ya que generaba irritabilidad e incluso alucinaciones de la vista y el oído, lo que no ocurría con el vino, considerado "sano e higiénico" según la Gaceta de policía, y la cerveza, que brindaba serenidad de espíritu.

De 1858 a 1910, la Ciudad de México se extendió de 8.5 a 40.5 kilómetros cuadrados, lo que implicó el surgimiento de fronteras sociales. A alguien como "El Chalequero", pobre y sin instrucción, se le consideraba capaz de los peores actos, lo que no sucedía con las clases privilegiadas, cuyos crímenes eran, debido a su educación, "más refinados".

El primer Código Penal mexicano, que entró en vigor en 1872, mostraba en la interpretación de los legisladores --figuras como José María Herrera y Zavala, Indalecio Sánchez Gavito y José María Lafragua-- la mentalidad de la época.

"Refleja una doble moral", señala la historiadora Elisa Speckman Guerra, "ya que no se consideraba que el honor de los hombres afectara al de las mujeres con quienes estaban emparentados, pero sí se creía que la deshonra femenina manchaba a todos los hombres de la familia".

Si el marido mataba a la mujer y a su amante tras sorprenderlos en un acto adúltero, la pena se reducía a menos de la mitad. Si una mujer soltera cometía infanticidio para evitar la deshonra de la familia, era castigada con cuatro años de prisión, pero si estaba casada, la pena se duplicaba, escribe Speckman Guerra en Crimen y castigo (El Colegio de México/UNAM).

La condena por homicidio y lesiones se reducía también si era resultado de un duelo, siempre que se celebrara "por la defensa del honor y por una causa moral", y que se apegara a un pacto previo, "cumplido con lealtad". Debido a que los legisladores coincidían en la importancia que se le daba al honor, pero no podían permitir que una persona hiciera justicia por su propia mano, optaron por incluir la figura del duelo en el código, y sancionarlo con penas menores.

"Dado que estaban penados, no todos los duelos se hacían públicos. En 1873, una revista de juristas, 'El Foro', llega a afirmar que había una fiebre del duelo, uno por semana, y El duelo en México, de Ángel Escudero, registra menos de 200 en todo el periodo. Un cálculo exacto es difícil", indica la historiadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.

La práctica del duelo, explica, decae con el tiempo, hasta que en 1929 se elimina del código. Ese mismo año queda abolida la pena de muerte. "Se cuestiona su efectividad, ya que no se demuestra un vínculo entre pena capital y reducción del homicidio, además de que pueden existir errores judiciales que al aplicar la pena se vuelvan irreparables".

Aunque no existe la cifra, y es difícil hacer el cálculo porque las sentencias de pena capital deben cruzarse con los indultos, Speckman Guerra cree que sería posible establecer a partir de estadísticas cuántos condenados a muerte hubo en la Ciudad de México. "Pero no fueron muchos", asegura.

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De 1869 a 1929, los delitos más graves eran resueltos por un jurado popular. "Cuando se estableció, se pensó en delitos que merecieran al menos dos años de prisión, y luego fue aumentando hasta una pena media de seis años. Para 1908, ya conocía pocos delitos: homicidios graves, riñas con heridas mayores".

Los procesos eran públicos, y asistía tanta gente que llegaron a imprimirse tarjetas de entrada, y a convertir cines en cortes improvisadas. El interés de la ciudadanía por el crimen, reflejado en el consumo de la nota roja y en las hojas sueltas que circulaban con "espantosísimos crímenes", se tradujo en una mayor demanda de justicia.

La historiadora menciona casos que tuvieron cobertura en la prensa y generaron un gran debate, como el del general Gustavo A. Maass, que en 1908 mató de un tiro a David Olivares cuando le reclamó la relación que tenía, siendo casado, con su hermana Felisa. Este hecho generó el reclamo de igualdad jurídica para el militar, que fue condenado a muerte por un primer jurado popular, y después vio reducida su sentencia a 13 años de prisión tras un segundo proceso.

Los jurados populares eran convocados mediante un padrón que excluía a las mujeres. Primero bastaba con saber leer y escribir - lo que equivalía al 15 por ciento de la población--, pero a medida que creció la desconfianza hacia sus veredictos, se solicitaron requisitos como instrucción primaria terminada o un ingreso de 100 pesos mensuales.

"Fue una institución muy debatida. Sus defensores decían que resultaba esencial al modelo liberal, porque permitía al pueblo expresar su soberanía, garantizaba la igualdad jurídica y representaba el sentir social, pero sus detractores consideraban que sus miembros no se apegaban ni a las pruebas ni a la ley, y se dejaban influir por simpatías, prejuicios, y el alegato de los abogados", explica Speckman Guerra. "Pero no son muchos los casos en que el Ministerio Público apela una sentencia del jurado y es revocada por un tribunal superior".

A los jurados populares se deben también absoluciones como la de María Teresa Landa, la primera Señorita México, quien en 1929 mató de un tiro a su marido, el general Moisés Vidal, tras enterarse de que había cometido bigamia, ya que tenía esposa y dos hijas.

"El permanente llanto, su confesión insospechada y sus respuestas que a cada rato mencionaban la palabra amor lograron conmover no sólo al jurado, también a la sociedad entera, para quien el culpable era el horrible militar que la había engañado a ella, tan bella, tan jovencita, tan inocente", escribe Agustín Sánchez González en Un dulce sabor a muerte.

Aunque fue uno de los últimos procesos en los que participó el jurado popular, lo cierto es que a partir de entonces, Landa tuvo una vida intachable como maestra de historia universal. Sus alumnos aseguran que siempre vestía de negro y nunca volvió a casarse.

lunes, 10 de enero de 2011

Asesinos, El Chalequero

Hery Emmanuel | ene 10, 2011 | Comentarios 1


La historia me había enseñado que el primer asesino serial del que se tenia registro en México era Gregorio Cárdenas Hernández, mejor conocido como “El estrangulador de Tacuba“. Hasta que me encontré con una versión de un Jack el Destripador Mexicano, un asesino serial apodado “El Chalequero” y que existió antes incluso de que “Goyo Cardenas” naciera.

Mientras que a finales del siglo XIX, Europa estaba conmocionada por los asesinatos de Jack El Destripador en las calles de Londres, un singular criminal mexicano, causó el terror en la Ciudad de México.

El primer asesino serial que tuvo nuestro país, o al menos que se tiene registro, fue Francisco Guerrero, alias El Chalequero, quien fue un despiadado sujeto que motivado por un deseo sexual, mataba a mujeres luego de violarlas.

Según lo narra Agustín Sánchez González en su libro “Terriblísimas Historias de Crímenes y Horrores en la Ciudad de México en el Siglo XIX”, El Chalequero era un criminal que actuaba por los rumbos del Río Consulado. El apodo de El Chalequero tenía dos teorías, una era por los chalecos que este sujeto portaba, pues se refiere que este hombre vestía elegantemente cuando salía a la calle. La segunda establece que Francisco Guerrero, luego de que violaba a sus víctimas “a chaleco” (a la fuerza) las asesinaba con su cuchillo.

El asesino actuó impunemente durante siete años sin que la Policía le pudiera detener, y pese a que frecuentemente aparecían mujeres degolladas por el rumbo del Río Consulado, las autoridades no tenían pista del autor. La historia provocó terror en todas las mujeres de la Ciudad de México, pues sabían que el asesino estaba suelto y que podría estar acechando en cualquier esquina. La prensa de aquella época no dejó pasar el caso e incluso ridiculizaba a la Policía.

El homicida era descrito como guapo, elegante, galán y pendenciero, vestía de casimir, con sombrero ancho y zapatos relucientes. Se decía que su vestimenta no le costaba un sólo centavo, pues todo era pagado por sus numerosas amantes. Finalmente en 1888 gracias a una denuncia de un vecino de una de sus víctimas, El Chalequero fue atrapado.

También acudieron a declarar otras mujeres que habían logrado escapar de las garras del asesino y lo identificaron. Luego de un juicio, El Chalequero fue condenado a muerte, pero la sentencia fue permutada por una pena de 20 años en la cárcel de San Juan de Ulúa. Luego de cumplir sus años de cárcel, El Chalequero regresó a las calles del Río Consulado, donde volvió a matar mujeres.

Un reportero del periódico El Imparcial, que conocía la historia de El Chalequero, y al ver las características de los cadáveres de las nuevas víctimas, dio la pista para identificar al homicida. Semanas después Francisco Guerrero fue recapturado y durante un juicio al que acudieron cientos de personas, El Chalequero fue nuevamente condenado a muerte con un total de 20 victimas comprobadas.

Una vez más el asesino serial se salvó de cumplir esta condena en la horca, pues a los pocos días de su sentencia, fue hallado muerto en su celda de la cárcel de Belén. Se dijo que fue víctima de la tuberculosis.

Por el fin de los caudillos

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