Hace
casi cien años, el país se debatía entre los caudillos, en plural. Plutarco
Elías Calles y Álvaro Obregón se disputaban el poder único. En todo el país, la
diversidad de caciques se disputaba el mando. Pareciera que Obregón y Calles,
deshaciéndose de sus adversarios habrían acordado -no se sabe, es una
especulación- rolarse la presidencia. No contaban con que un fanático católico
cortara ese carrusel y asesinara a Obregón en 1928. (Aunque siempre se
respondía a la pregunta acerca de quien lo mandó matar: Calles…e la boca)
En
el mundo, dos maneras diferentes, pero a la postre iguales, mostraban un
camino: el fascismo de Mussolini, en Italia, y el comunismo de Stalin, en la
URSS.
Calles
sintetizó ambos. Convocó a los diversos grupos regionales de poder y los
congregó en una gran organización: el Partido Nacional Revolucionario. Hace
noventa y siete años, durante su último informe de gobierno, pronunció un
discurso que sintetizaba eso “Ha terminado la era de los caudillos y comenzaba
la era de las instituciones”.
El
poder penerrista se volcó a edificar un gobierno piramidal, con una base
popular construida por los obreros, campesinos, los soldados y la clase media.
Como en Italia, se construyó un país de sectores que, años después, ya en el
gobierno de Lázaro Cárdenas, con un discurso “Marxista”, donde se hablaba de lucha
de clases, se consolidó con la creación de la CTM, la CNC y la CNOP.
Ese
fue el poder que se mantuvo hasta 1988 cuando se fue desquebrajando para que en
el 2000, se rompiera, al fin.
25
años después, ha renacido.
El
presidencialismo autoritario construido por López Obrador está más vigente que
nunca, tanto, que no ha faltado quien diga que este es su séptimo informe de
gobierno.
Da
grima ver el color morado de gobierno en chalecos, batas, uniformes, camiones
oficiales, barrenderos, etcétera y, muy pegadito a ellos, esos mismo chalecos,
y no dudaría que bajo la nómina del Estado, propagandistas del partido oficial:
MORENA, que han salido más chulos que bonitos, más listos que el priismo que aunque
ha utilizado siempre los colores de la bandera en su escudo, fueron, al menos
en eso, más discretos en las campañas de afiliación.
La
historia sirve para recordar esos años. Mirar como vuelve a repetirse la misma fórmula
del autoritarismo.
Hace
cien años, Quetzalcóatl se paseaba por la ciudad, en lugar de los Reyes Magos y
repartía juguetes a los niños, igual que hoy se reparten becas del bienestar,
mientras los “nuevos” ministros de la tremenda corte se expresan, como hace
cien años, de un ser superior del indigenismo y un discurso de mesianismo,
evocando el mito del regreso de la serpiente emplumada, o el de Cristo que,
para el caso tendría el mismo significado.
Con
ridículas limpias, utilizando construcciones prehispánicas, como Cuicuilco, sin
respetar el horario y rompiendo el protocolo; o practicando falsas ceremonias
“religiosas”, en un edificio público consagrado por la Constitución para
ejercer la laicidad y donde se ejercen las leyes, rompiendo con ellas, este
grupo de farsantes, que deberían ser los primeros en respetarlas.
Empezar
un ciclo del poder judicial con una evocación mística, mesiánica y totalmente
religiosa, no presagia nada bueno.
Dios
no agarre confesados (sic)
https://etcetera.com.mx/opinion/cuando-el-presente-se-volvio-preterito/
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