La muerte de Enrique Fuentes es, sin duda, el preámbulo de la gran crisis, tal vez hasta terminal, que se avecina en México, pues los libros y la cultura parecen ser lo último que le importa a este gobierno.
Fuentes es uno de los últimos grandes libreros de nuestra historia, un hombre sabio y generoso, con quien podías hablar desde los temas más complejos, hasta nimiedades.
Atravesar la puerta de la librería Madero, significaba entrar a un santuario del libro donde oficiaba un pícaro personaje, capaz hasta de señalar la errata de un libro o de encontrar el libro más complicado, y siempre con una sonrisa y una sapiencia modesta, sin alardes. Una librería que recibía a todo el mundo, desde la señora que preguntaba por un libro de primaria, hasta los grandes intelectuales como Monsiváis.
El día que acabe la pandemia y podamos volver a la calle, encontraremos una ciudad desolada que ha perdido muchas cosas, sitios, sueños; una ciudad triste pues hemos perdido a personajes entrañables como Enrique Fuentes.
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