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sábado, 5 de julio de 2025

Suelte a sus fieras en el Museo del Chopo


 En 1985, un par de meses antes del terrible terremoto, realizamos un sui generis Curso de Verano, llamado Suelte a sus fieras en el Museo del Chopo. Impartí un Taller literario, con resultados sorprendentes. Una breve selección la publiqué en Anzuelo, una hoja literaría que publicabamos en el Chopo y que después seguí publicando cuando Arnold Bellkin me regalo 75 serigrafías suyas para mantener el proyecto. 


Dos años después, siendo editor de cultura del peródico Así es, que publicaba el PSUM, bajola dirección de Gustavo Hirales y teniendo como colegas, en el Consejo editorial, a personajes de la talla de José Woldenberg, volví a publicar esos cuentos.




Fue en 1983, o sea que los niños de entonces, andarán cerca del medio siglo (¡gulph!)



Los dibujos, también, los realizaron los chicos. (Por cierto, en este curso de verano, el Taller de Música lo impartía Poberto Ponce y a veces acudía, ni más ni menos, que Rockdrigo González)




miércoles, 2 de julio de 2025

Belkin y el Museo del Chopo

 



Hace 35 años tuvo uno de los trabajos más hermososy gratificantes, en el Museo Universitario del Chopo, al lado de Arnold Belkin y de Jorge Pantoja, a quien, por cierto, le han querido quitar la paternidad del Tianguis del Chopo. 

Esto escribí por aquellos años.




Belkin y el Museo del Chopo

"El Museo más hermoso de la ciudad de México”, así definía Arnold Belkin al viejo Museo Universitario del Chopo, no sólo por su aspecto físico, pienso yo, sino también por la participación popular y las expresiones culturales ahí mostrada desde el año de 1983, cuando asumió la dirección, sustituyendo a la escritora Ángeles Mistretta.

Es curioso que casi nadie se haya referido al periodo en que Arnold Belkin dirigió al Museo Universitario del Chopo, época, que, sin duda, fue una de las más brillantes que vivió esa institución.

Escribo de memoria, contra la amnesia, como Arnold tituló un  libro que escribió.

Recuerdo entonces a ese generoso hombre caminando por el Museo, mostrando con  orgullo el trabajo que ahí se llevaba a cabo.

 Un breve recuento de esa labor se encuentra en un tríptico que fue publicado a finales de 1984, poco antes de que la burocracia universitaria, que llegó con Jorge Carpizo a Difusión Cultural, lo echara del Museo por medio de una vergonzosa carta donde le “agradecían” su trabajo y le pedían su renuncia

En los dos años en que Belkin dirigió el Chopo, y Alfonso de María y Campos era  director  de  Difusión Cultural,  las  actividades culturales, realizadas allí, se sumaron por miles. No estoy exagerando. Diariamente había eventos de toda índole: talleres  muy  particulares: de danzón, de magia,  de  letras  de  rock, Arnold, continuando la labor de Ángeles Mistretta, abrió el museo a toda la gente que quisiera participar. El Chopo se convirtió en un centro  cultural  donde  lo mismo  acudían  los  "cultos", que cualquier vecino.

"Por el lado de las letras, durante su gestión se inauguró la librería Marginalía,   el único espacio existente en México donde los editores marginales y no comerciales tuvieron un espacio para vender sus trabajos. (Hoy, ese lugar, como señalé hace unas semanas en este mismo espacio, está convertido en un centro de venta de Sprite)."

Los jóvenes acudían los jueves a los conciertos de rock y los sábados al tianguis al que se le apoyó ante las presiones de la delegación Cuauhtémoc que buscaban acabar con ese peculiar tianguis.

Los martes presentaban sus libros diversos escritores; los miércoles se ofrecían conferencias de toda índole.

"Radio UNAM transmitía, semanariamente, un programa en vivo --Domingo en el Chopo--, que conducían Yuriria Contreras y Alejandro Quijano, en su primer etapa, Juan Rodríguez Yerena en la segunda. Allí se presentaron artistas de gran calidad como Eugenia León, Margie Bermejo, Tania Libertad, Recuerdos del Son.

Los sábados, además de los talleres de danza, el Foro del Dinosaurio se abría como un escaparate a lo mejor de la danza contemporánea mexicana.

El Museo fue también foro de importantes exposiciones de artistas como Artemio Sepúlveda, Alberto Castro Leñero, Yolanda Meza, Nickolas Sperakis y muchos más que, además de todo, donaron obra al Museo que de esta manera logró contar con un fondo museográfico.

Con Belkin se inició la publicación de una hojita literaria llamada Anzuelo que reconoció, en una primera época los trabajos literarios de los talleres del Chopo y en sus dos siguientes etapas, el trabajo de cerca de veinte jóvenes escritores, cuya publicación se llevó a cabo gracias a la generosa donación de serigrafías que donó Belkin.

El Museo del Chopo hoy no es más que una caricatura de lo que dejó Belkin, un hombre valioso no sólo corno pintor. Arnold, sin caer en el marasmo burocrático y ajeno a las grillas culturales, mostró un gran talento para dirigir lo que fue, en esos años, el Museo más hermoso de la ciudad.

martes, 1 de julio de 2025

Otra vez, un texto sobre mi libro de La Banda del automovil gris


 Otra vez, casi de milagro, encuentro un texto que hacen un comentario bastante positivo  a mi libro La Banda delAutomovil Gris. Es un texto del 4 de septiembre de 2020 y apareció en La Jornada

El estante de lo insólito

La banda del automóvil gris. El crimen tiene compadre.

Foto
Foto Ilustración Manjarrez / @Flores Manjarrez

“Dicen que todos salieron
de la cárcel de Belén
y que roban las casas
por encargo de la ley.
Y andan estos rateros
en un automóvil gris
robando tanto dinero
y joyas hay que decir”.
Corrido de La banda del automóvil gris (Anónimo).

S

ubrayando en los propios créditos que los hechos narrados en la película son RIGUROSAMENTE AUTÉNTICOS, el largometraje de Enrique Rosas Priego El automóvil gris (1919), se inicia con el juramento de los miembros de la banda, aseverando que estarán unidos ante el peligro. Después se les ve operar impunemente con lo que sería su sello: ataviados con trajes oficiales. Eso les permitía adentrarse en propiedades, pasar frente a policías y desplazarse tranquilamente para cometer sus crímenes. Es ficción, pero es verdad. Ubicando el relato en 1915, los sucesos de la cinta fueron parte de la vida real. Ágil y crudo para su tiempo, el filme es crónica, denuncia y espectáculo con morbo de nota roja; detrás de cámaras, también es memoria de lo que se cuenta y lo que se oculta.

La investigación infiltrada

Todo lo hecho por La banda del automóvil gris figura como caso de estudio en investigación policial, crónicas periodísticas, análisis criminológico, etcétera. El móvil era el mismo: se presentaban con atuendos y papeles del Ejército en un domicilio de gente acomodada, regularmente con el pretexto de una denuncia. Decían buscar municiones mal habidas o algo comprometedor, para terminar arrasando con dinero, joyas y hasta cubertería de plata. Los asaltados eran amenazados, golpeados o asesinados, según fuera el caso.

Sin duda, lo que ocurrió con la banda permite tener una idea muy concreta de lo que sucedía en esos tiempos de convulsión mayor en el país, aún en desarrollo revolucionario, con la capital tomada un día por unos y otro día por otros, con un pueblo confundido que atestiguaba el andar del presidente en turno, y después batía palmas para Zapata y Villa cruzando sus calles. Corrupción de autoridades, manejos políticos ominosos, extranjeros en colusión y toma de decisiones, inseguridad en todas partes… y una aparente calma sin teatros suspendidos, aunque pronto el hambre haría que incluso dejaran de existir los perros callejeros. Todo esa historia permeó en buena medida durante los asaltos y asesinatos que cometieron los miembros de la banda (difieren demasiado las versiones en torno al color y marca exactos del auto, pero se le quedó el gris), tan es así, que al caso se le ha tildado como: La leyenda negra de la Revolución.

Lo que es un hecho es que la investigación, con suma de denuncias, testigos y características de los rufianes, tendría que haberse resuelto con otra celeridad. El único modo de que fueran tan exitosos es que alguien los apoyara desde adentro de la ley. El mítico caso fue bien documentado por Agustín Sánchez González en su libro La banda del automóvil gris (Ediciones B, 2007).

En la película está (casi) todo

La cinta muestra tomas amplias de la Ciudad de México (particularmente el Centro Histórico, aunque también se aprecian mercados, palenque gallero, colonias populares, avenidas con tranvía al paso, y hasta el centro de Puebla), con buenos emplazamientos (la fotografía es del propio director Enrique Rosas Priego) y no mala dinámica en los movimientos de la banda entre balaceras y persecuciones. El líder villano era el español Higinio Granda (Juan Canal de Homs, impecable como criminal de fina estampa y terribles modos), quien tuvo una vida de ajetreos como filibustero sin barco. Explotaba mujeres y, al menos en una veintena de ocasiones, fue recluido en la cárcel de Belén, de la que huyó varias veces y hasta echando bala. A Granda le secundaba Francisco Oviedo, que dirigió por momentos una simultánea división de la banda.

El estreno de la película causó un impacto demoledor, con récord de 19 exhibiciones para una sola jornada, lo que reunió más de 40 mil espectadores. Con escenas muy fuertes, como la persecución y disparo letal contra un niño testigo de un atraco, la sugerencia de una violación y en especial un acto de tortura, cuando cuelgan de los dedos a don Vicente González (Joaquín Coss) para que revelara dónde tenía el dinero. Don Vicente se fue a alistar a la policía buscando cobrar la afrenta por sí mismo. Otro personaje auténtico que fue asaltado, lo que causó un enfado mayor en la sociedad, fue el filántropo Gabriel Mancera (interpretado por Antonio Galé). La cinta presenta las buenas y valientes diligencias del inspector (Juan Manuel Cabrera), quien consumaría los arrestos de acuerdo con el parte oficial, aunque existe una enorme variedad de versiones, incluyendo la que señala el secuestro de la francesa Alicia Thomas como lo que verdaderamente definió la búsqueda y captura de los delincuentes. De hecho, se atribuye a la banda haber cometido los primeros secuestros del país. A la banda que lideraba Pedro Armendáriz en la estupenda Las abandonadas (Emilio Indio Fernández, 1944), se le acusaba de actuar “en complicidad con La banda del automóvil gris”.

Las fechorías funcionaron porque contaban con papelería oficial, con firmas y sellos correspondientes que amparaban sus supuestas diligencias de cateo o arresto, lo que los autorizó a desvalijar familias pudientes de la época. Este aspecto de las órdenes con matasellos sí se ve en la película, pero planteando que esa documentación la roba el líder Higinio Granda en colusión con un solo agente policiaco. Establecerlo de otro modo implicaría que alguna autoridad mayor tuvo que ver con las felonías. No decirlo o al menos insinuarlo es, bajo cualquier análisis, una forma de callar el hecho.

Una cosa terrible acompaña esa omisión: la productora Azteca Films Mundiales fue fundada por el realizador Enrique Rosas Priego, la actriz Mimí Derba (gran pionera del cine y primera mujer en sentarse en la silla de director en México) y ¡el político Pablo González!; el mismo que preparó la traición y arresto de Emiliano Zapata. Su buen resultado para terminar con el Caudillo del Sur, perfiló a González, como un candidato a la Presidencia. De hecho, la cinta se estrenó el mismo día que Pablo González presentó su candidatura, aunque fracasaría ante Álvaro Obregón. La producción de la cinta y la presencia del político en una puesta en escena sobre el mismo caso pretendieron probar que él no había tenido que ver con los malhechores, un rumor de gran fundamento en aquel tiempo. El propio González firmó la orden de fusilamiento de los delincuentes que habían sido aprehendidos, pero de última hora permitió que se dispensara a cuatro hombres que podrían dar información.

En el fusilamiento no estuvo el líder Granda, quien sería capturado el 7 de septiembre de 1916. Otras versiones afirman que falleció enfermo, ya mayor, y en total libertad. Los miembros de la banda que no fueron fusilados murieron por diferentes causas (vía envenenamientos, puñaladas en la cárcel y más) en 1918 y el propio inicio de 1919, el año del estreno de la película.

El epílogo cinematográfico ofrece una de las escenas más crudas que haya contenido nunca el cine: el fusilamiento de miembros de la banda. A diferencia del resto del metraje hecho con actores, se trata de la auténtica filmación de Enrique Rosas Priego de la ejecución de maleantes, realizada el 20 de diciembre de 1915 en la Escuela de Tiro de San Lázaro. Se dice que nadie más pudo autorizar una cámara de cine para registrar el suceso que el propio Pablo González. La filmación muestra a nueve hombres resignados a su suerte. Tras la metralla, se observa incluso cómo reciben el tiro de gracia. Antes de la secuencia del fusilamiento, un letrero advertía lo siguiente: La escena del fusilamiento, a su natural horror, reúne su autenticidad. Con su absoluto realismo, hemos querido demostrar cuál es el único fin que espera al delincuente. Rosas Priego fue documentalista antes de incursionar en la ficción.

La película fue estrenada el 11 de diciembre de 1919, con una estructura de exhibición en tres actos (anunciados como Jornadas 1, 2 y 3) que se subdividía en 36 breves episodios. La versión sonora de la cinta se produjo en 1933, apareciendo ya el crédito de Enrique Rosas con las siglas QEPD (es decir, que en paz descanse). Para esa versión se eliminaron los letreros que explicaban los diálogos, así como la división episódica. En los años 50 la película volvió a mezclarse, con buenas voces de diferentes actores (entre ellos Carlos Agosti) y con narración impecable de Víctor Alcocer, quien también hacía voces de personajes. Saldría una última versión en 2010 remasterizada por la Filmoteca de la UNAM, anexando un ensayo de Federico Dávalos Orozco. Un detalle final: los archivos de la banda no existen, fueron destruidos.



https://www.jornada.com.mx/2020/09/04/opinion/a12o1esp

 







viernes, 23 de mayo de 2025

No a la farsa electoral


https://etcetera.com.mx/opinion/la-corta-memoria-y-la-farsa-electoral/

La Corta memoria y la farsa electoral

Agustín Sánchez González

Dice Carlos Gardel que 20 años no es nada, pero tampoco cincuenta.

Hace medio siglo, en 1976, México padeció su mayor crisis electoral. El sistema político estaba agotado y la sociedad asustada y desconfiada después de sendas represiones el 2 de octubre y el 10 de junio. El único partido político independiente, el PAN, ni siquiera fue capaz de presentar candidato a la presidencia.

Ese año, el Partido Comunista postuló, como candidato independiente a Valentín Campa, pero ese partido no tenía registro y su nombre no apareció en la boleta, así que quienes votaban debían escribir su nombre. En este contexto, obtuvo más de doscientos mil votos.

En esos meses, un sector de jóvenes con y sin militancia partidista, casi sin ponernos de acuerdo, pintamos paredes por toda la ciudad con una consigna de manera semi clandestina y comprando pintura de nuestros bolsillos: NO A LA FARSA ELECTORAL.

Yo debía votar por vez primera en mi vida, pero me negué a ese sainete y me sumé a esas pintas que, por cierto, me costaron una tarde de susto en una mazmorra de Atizapán.

En 1976,  la dictadura perfecta mostró un resquebrajamiento, su legitimidad se puso en duda, así como su representatividad. Gracias al talento de personajes como Jesús Reyes Heroles y Arnoldo Martínez Verdugo, entre otros, propusieron y generaron una tímida Reforma Política, y en 1979 se abrieron espacios al Partido Comunista, al Partido Demócrata y al Partido Socialista de los Trabajadores.

Empezó una larga y cruenta historia pujante, de alegría y de represión en muchas partes del país. Mi generación, inmediata posterior al 68, se montó en su macho para lograr, si no la igualdad social, al menos una democracia que rompiera con ese monopolio de partido único que había dominado al país desde 1929.

Cuatro décadas costó abrir esos espacios de la sociedad civil para lograr, primero, una institución independiente que fuera responsable del proceso electoral, hablo del IFE/INE y que le arrebatara ese atributo que se había apropiado el Estado priista.

Esos años de fin de siglo, se logró la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, presidida por gente intachable como Gilberto Rincón Gallardo, o abogados de prestigio como el ex rector Jorge Carpizo.

La prensa pasó de ser considerada “Prensa Vendida”, como era el grito cotidiano del 68, para convertirse en medios plurales, críticos y abiertos. Y la caricatura dejó de contemplar y mirar de manera mediocre al poder, convirtiéndose en un elemento fundamental para romper con el presidencialismo vil.

Después  llegaron las primeras derrotas ejemplares al PRI. En 1997, Cuauhtémoc Cárdenas, ex priista, hijo de unos de los míticos presidentes mexicanos, les arrebató la capital del país a sus antiguos camaradas, cobijado por un conjunto de siglas pero, fundamentalmente, por una sociedad harta del autoritarismo y el monopolio priista en la ciudad.

El milenio comenzó con el golpe más rudo: Vicente Fox, un personaje folclórico y conservador, un bocón machista, embelesó al país (mostró un México al que le gustan los personajes así: autoritarios y demagogos)  ganó la presidencia para el partido político de mayor tradición de oposición en el país.

El gobierno de la Ciudad fue retenido por el Partido de la Revolución Democrática, un organismo amorfo, lleno de tribus y que dio cabida a un conjunto de políticos de diversas historias, pero donde se colaron, gota a gota, viejos priistas que, con gran olfato, intuyeron que el fin del PRI estaba cerca. Uno de ellos, Andrés Manuel López Obrador, ganó la jefatura de gobierno, un personaje de características similares a Fox: autoritario, demagogo, descalificador y cuya candidatura era ilegal, según lo habían denunciado personajes como el hoy comisario fiscal, Pablo Gómez, pues no cumplía los requisitos legales para ser candidato.

En todos estos procesos,  se fortaleció el INE, que fue capaz de coordinar a una ciudadanía ávida de participar en estos procesos, mostrando interés en el cuidado de casillas en tiempos de elecciones, capacitándose para ello, o creando asociaciones de observadores electorales. Parecía que nos encaminábamos a elecciones verdaderamente democráticas.

Todo a pesar de que, en 2006 y 2012, AMLO descalificó las elecciones y fue creando un perfil de luchador social y mostrando la fascinación de los mexicanos con personajes con características caudillistas y convirtiéndose, sin duda, en un candidato capaz de encabezar hasta una revuelta.

En 2018, AMLO obtuvo la mayor cantidad de votos en la historia. Su gobierno hizo miles de promesas, la mayor fue el respetar las instituciones pero, muy pronto, sus acciones lo desmintieron. Su frase “Que no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, quedó plasmada como asumir lo contrario. (Años antes afirmó: Al diablo con las instituciones)

No es difícil encontrar en nuestra historia personajes así, capaces de enamorar y hasta de mentir sin ser desmentido, y con tal impunidad como lo han demostrado estudiosos de ese tema, como Luis Estrada que en el libro El imperio de los otros datos, da cuenta precisa de las miles de ellos.

Una de las grandes rupturas, destructoras, fue la Suprema Corte de Justicia de la Nación, institución que pretendió hacer suya, a través del ministro Zaldivar a quien buscó reelegir, pero no lo logró y después, montando falsas acusaciones de corrupción, que nunca demostró, echó andar su maquinaría de destrucción de la SCJN.

Nadie duda que vivimos en una sociedad que asume la corrupción como algo natural, pero lo cierto es que cuando se lo ha propuesto, se han montado instituciones como el INAI o el INE, que mostraron que la honestidad es posible, a pesar de las, sin duda, muestras de corrupción por pate de algunos de sus miembros.

Este próximo 1 de junio, medio siglo después de aquella crisis de 1976, tendremos una elección llenas de fallas y falacias, con decenas de candidatos-delincuentes, con personajes nefastos como vinculados a la extrema derecha de la Iglesia de la Luz de Mundo, o con abogados cercanos a delincuentes o, más aún, candidatos que no son abogados. Lo peor es que la posible presidencia de la “Tremenda Corte”, recaerá en una ministra que plagió una tesis o en otra, egresada de una universidad patito, que sabe tanto de leyes como un analfabeto.

La reinvención del priismo autoritario y presidencialista, como hace medio siglo, lo quiere todo. Como hace cinco décadas, la abstención será  enorme. La mayoría por no entender de qué se trata y que no vale la pena salir a votar, y una minoría que le queda claro que la democracia mexicana ha caído en un bache y que votar (o no votar) es generar un poder absoluto para esta nueva mafia del poder, engendrada a través de MORENA.

La democracia en México es como el mito de Sísifo: cargamos una piedra hasta la cima de la democracia y cuando estamos a punto de llegar, el personaje autoritario la vuelve a tirar. A estas alturas de la historia, tras varios intentos y tras apoderarse esta nueva mafia del poder, será difícil levantar la roca.

Como hace medio siglo, no votaré. No podré salir a la calle a pintar No a la farsa electoral pues ni siquiera creo que sea necesario de tan obvio que lo es.

 



lunes, 19 de mayo de 2025

Horcas, patíbulos y guillotinas

  

En 2017 apareció la antología Horcas, patíbulos y guillotinas, con una selección realizada por Hécotr de Mauleón. Aunque sabía de su

existencia, no conocía el volumen, hasta hace apenas unos días, y me sentí muy agraciado de compartir páginas con los grandes creadores como Vicente Riva Palacio, Manuel Payno o Luis González Obregón, autores clásicos del siglo XIX que han sido parte de mi vida como lector; al lado de contemporáneos como José Luis Martínez S, mi editor en los tiempos que escribí en Milenio Diario, Rafael Pérez Gay o Carlos Tello, entre otros.


En la presentación del libro, que De Mauleón llamó "La voluptuosidad del horror": "Lo que el lector tiene en sus manos son algunos de los relatos de sangre que a lo largo de 500 años han conmocionado la Ciudad de México".



Aunque es difícil de encontrar la edición, busquenlo para ver como el país ha cambiado para seguir siendo el mismo.

viernes, 16 de mayo de 2025

Crónicas de otro fin de siglo

 Han pasado 25 años de que inició este terrorífico siglo XXI. Esos mismos años tiene Milenio Diario a donde me aparecí una mañana de los últimos días del siglo XX a proponerles un texto que sería parte de uno de los libros  que se quedaron, no en el tintero, como se decía antes, sino en la computadora IBM que por aquel entonces tenía y que, como el siglo XX, no existe más.

El 1 de enero de 2000 apareció esta página que me emociona pues empecé el milenio publicando en Milenio, el número 1, del año 1.

El libro nunca apareció, por lo menos hasta ahora, pero el texto sí. Es parte de los textos perdidos de mi vida y que ahora, un cuarto de siglo después, lo recupero para quien tenga el gusto de leerlo.

(Es curioso, el 1 de octubre de 2016, en la edición del Centenario del periódico El Universal, también publiqué dos planas enteras. Es un gusto, de verdad)













jueves, 1 de mayo de 2025

Archipiélago de nostalgias

 

El 28 de julio de 1994, Gustavo García (1954-2013) considerado como uno de los más importantes críticos de cine, profesor, periodista y escritor, a quien no tuve el gusto de conocer, publicó este texto, dedicado a una parte de mi generación, en la sección cultural de El Financiero (una de las mejores secciones de cultura de nuestro país)

 

 


Rescoldo

Archipiélago de nostalgias

GUSTAVO GARCÍA

Después de tanto buscar, resultó que mi generación, ya canosa y cuando no calva, acabó de historiadora. Nacida en los cincuenta, se (de)formó bajo el peso del boom literario latinoamericano y mexicano, el cine experimental y el militante, los mil y un rollo de los sesenta y setenta, sin jamás ocupar las posiciones de las generaciones previas: talentos cinematográficos probados, como Diego López, Ariel Zúñiga, Nicolás Echeverría y Alberto Cortés, verán el fin del sexenio con un solo largometraje agregado a su filmografía; literariamente, la nuestra es una generación lamentable, excepto cuando nos inscribimos en la corriente más firme de los últimos quince años, la literatura histórica.


La Historia se nos echó encima: ya sean los excelentes panoramas y las biografías de Guillermo Sheridan (Los Con- temporáneos ayer, Un corazón adicto) y Fabienne Bradu (Antonieta), la ficción histórica de Eusebio Ruvalcaba (Músico de cortesanas) o la reconstrucción con recursos literarios de Agustín Sánchez González (El general en La Bombilla) por citar lo que tengo a la vista, ahí una generación ha probado sus armas narrativas, sus inquietudes de investigación; la literatura histórica es nuestro Nuevo Periodismo.

Atrás hay generaciones de maestros, de memoriosos que en el salón de clase, en el caos de la sala de redacción, en el encuentro casual, nos relacionaba una cultura con la vida de sus habitantes. Y años después, toda lectura es histórica: la respuesta de Enrique Krauze al subcomandante Marcos en Reforma (25 de julio) enseña que la relación de signos del presente con los equivalentes del pasado puede ofrecer una lectura política más clara que las especulaciones más espesas; el entusiasmo que despiertan los principales candidatos a la presidencia se apoya en el olvido de lo que persona y partido han encarnado en el pasado. Y justo después de que aparezcan los varios volúmenes de la biografía de Porfirio Díaz escrita por Krauze, vendrá una larga serie de biografías perpetradas por puro miembro de esta mi generación, excepto Carlos Monsiváis, que figura porque no podía dejar de hacerlo (profeta si lo hay de nuestras décadas de lectores): Enrique Sema padeció a María Félix y sus memorias y después se desquitó escribiendo la vida de Negrete; José Felipe Coria hizo con la de Javier Solís el formidable melodrama en blanco y negro que el cine mexicano nos debe; Miguel Angel Morales está lidiando con Mario Moreno y aquí su servilleta parió chayotes con Pedro Infante (y sobre todo su parentela, ay nanita) y va tendido con otro Pedro, mientras Serna le hinca el diente a Santa Anna.

Claro, puro historiador cimarrón, biógrafos hechos a tamborazos, coleccionando revistas y libros viejos, entrevistando veteranos, leyendo a los historiadores grandes, casi todos tamizados por el periodismo; otra forma de escribir sobre el pasado, entrevistando a los muertos.

Suelte a sus fieras en el Museo del Chopo

 En 1985, un par de meses antes del terrible terremoto, realizamos un sui generis Curso de Verano, llamado Suelte a sus fieras en el Museo ...