La historia según el metro
Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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miércoles, 11 de abril de 2018
Para leer de boleto. Semana inglesa. Martes
Esta fue una historia genial de una niña que subió en el vagón, traté de aprenderme de memoria su choro y este fue el resultado.
lunes, 9 de abril de 2018
Semana Inglesa en el Metro
En 2005 participé en la antología Para leer de boleto en el metro, con cinco pequeñas crónicas que, agrupadas, llevaron el título de Semana inglesa en el metro, y que habían sido publicadas originalmente en el "Cronista de guardia", de El Universal.
Las publicaré acá, de nuevo, día con día, comenzando con
Lunes de amor numérico
Las publicaré acá, de nuevo, día con día, comenzando con
Lunes de amor numérico
Y no ve televisión debido a que su misión en la vida
es vigilar el orden, la seguridad y la legalidad.
—Tengo que conformarme con
leer el resumen del Teleguía, se lamenta.
A mi vecino, un burócrata
con aires preposmodernos, que viste saco azul, corbata de motas, calcetines
blancos y mocasines negros, se le notan las ganas de intervenir en la charla.
En cada estación sube más
gente. En un enfrenón, a la uniformada se le caen sus revistas de las manos
(trae varias: TVyNovelas, Eres, Teleguía y otra que no distingo).
Mi vecino, ni tardo ni
perezoso, las recoge y se las entrega. La oficial se le queda mirando por primera
vez, y le extiende una sonrisa de agradecimiento por favor recibido.
- Me deja ver tantito sus revistas, solicita el
muchacho de corbata roja con motas amarillas.
- ¿A poco le gustan?
responde la mujer policía. Yo, de mal pensado, me dije, ¡va la infracción! Pero
no, la charla se torna interesante. La amiga permanece en silencio, escuchando
el diálogo:
—La otra vez fue a mi oficina Galilea Montijo,
dice el hombre.
— ¿No es muy payasa?, inquiere la uniformada.
—ilNooombre, es rete bien sencilla y bien bonita,
claro que no tanto como usted.
La azuleja se sonroja. Jamás pensé ver a la justicia
de esta manera. Cupido había lanzado su
dardo y los ojos de la mujer parecían de pajarito
reprimido por guaruras.
-- ¡Ay, joven, no me vacile!
El muchacho, se acomoda la
corbata y sonríe, mientras la guardiana no sabe dónde poner la cachucha que
lleva entre las manos y hasta siente que le estorba su macana.
—En serio, señorita, desde que la vi me pareció
tan bonita, usted se me hace como una de los Ángeles de Charlie, ¿se acuerda de
ellas?
La mujer justiciera no sabe
qué contestar, todo se le mueve: las revistas, la cachucha, los guantes, la
macana.
— ¿Y cómo te llamas?,
pregunta el burócrata.
—Pues soy la 14811 Iztapalapa, ¿y usted?
—Háblame de tú.
—Bueno, ¿y tú? —El 8548 9711
de Banamex.
El "banquero" aprovecha que la amiga
de la uniformada baja en San Lázaro para sentarse junto a la mujer policía. Yo
me levanto rápido, pues debía bajar en Pino Suárez, para transbordar rumbo a
Taxqueña.
El final pues, no lo sé,
pero fue bonito ver un ligue de números. ¿Se imagina un matrimonio así: Usted
14811 Iztapalapa acepta como esposo al 8548 9711 de Banamex?...
domingo, 8 de abril de 2018
Recordar a Picasso
Este 8 de abril se cumplen 45 años de que el cuerpo de Picasso desapareciera de la tierra, sólo su cuerpo, su alma, su obra, es eterna.
Escribí este texto hace unos años, va de nuevo:
Escribí este texto hace unos años, va de nuevo:
Picasso en Bellas Artes
¿Cuál es la magia que transmite un hombre cuando traza una simple línea que es capaz de generar una emoción que hace que los ojos se humedezcan?
Mirar a Picasso es una experiencia única. Vivirlo en esta ciudad fantástica es aún mejor.
Tan lejos tan cerca a nosotros.
Don Pablo Picasso está en Bellas Artes.
Sus puntos que se convierten en líneas, sus trazos, sus cuadernos.
Lo he mirado en Madrid, en el Reina Sofía, lo gocé en Barcelona, en una callecita del barrio gótico.
No sé cuanto tiempo estuve frente al Guernica hace unos años, tal vez diez minutos, tal vez una hora, de cualquier manera un largo suspiro.
Hoy en nuestro Palacio de Bellas Artes está Picasso con las fotografías de David Douglas Duncan.
Lo miré de nuevo, me conmovió otra vez, me emocionó.
Hoy fue una mañana genial, con una acompañante de lujo.
Vayan a nuestro Palacio que este año, por cierto, cumple 80 años.
Mirar a Picasso es una experiencia única. Vivirlo en esta ciudad fantástica es aún mejor.
Tan lejos tan cerca a nosotros.
Don Pablo Picasso está en Bellas Artes.

Lo he mirado en Madrid, en el Reina Sofía, lo gocé en Barcelona, en una callecita del barrio gótico.
No sé cuanto tiempo estuve frente al Guernica hace unos años, tal vez diez minutos, tal vez una hora, de cualquier manera un largo suspiro.
Hoy en nuestro Palacio de Bellas Artes está Picasso con las fotografías de David Douglas Duncan.
Lo miré de nuevo, me conmovió otra vez, me emocionó.

Vayan a nuestro Palacio que este año, por cierto, cumple 80 años.
sábado, 7 de abril de 2018
Caricaturas sobre Fidel Velázquez
Después, mi acercamiento a la Sociedad
Mexicana de Caricaturistas, que fueron coeditores y cómplices de la creación de
un libro muy importante para la historia de la caricatura: el Diccionario Biográfico ilustrado de la Caricatura
en México; además que desde hace más de dos décadas mantengo una estrecha
relación con esta organización que ha procurado, con altas y bajas, mantener un
museo (lamentablemente hoy cerrado) y un acervo de caricaturas importantes, y
con quienes he publicado varios libros, realizado varias exposiciones y muchas
cosas más.
Tal vez, una de las más importantes, fue
el acercamiento al maestro David Carrillo, un gigante de la caricatura, uno de
los creadores de la SMC, del Museo de la Caricatura y un entrañable personaje
de quien, también, tuve la fortuna de curar una muestra en el Museo de Historia
Mexicana de Monterrey, un gran recinto donde, también, he realizado un par muestras
de gran calidad. La más significativa, sin duda, José Guadalupe Posada. El gran creador de lo mexicano, que ha sido, sin duda, la más importante muestra dedicada a este personaje y su obra.
Todo esto viene a cuento porque me
encontré esta nota que apareció en la Gaceta
UNAM y me removió toda una serie de recuerdos, de momentos fundamentales en
mi vida que ha sido siempre eso: trabajar en la cultura, al margen de grupos de
poder y con una obra que rebasa un largo inventario de actividades de las
cuales, por cierto, me siento muy orgulloso.
Su historia inicia con
el siglo
FIDEL VELAZQUEZ, PAUTA E IMAGEN DEL
SINDICALISMO EN MÉXICO
La historia de Fidel Velázquez se inicia con el
nacimiento del siglo XX. El 12 de mayo de 1900, en San Pedro Azcapotzaltongo,
actualmente conocido como Villa Nicolás Romero, nació este personaje que
durante las últimas décadas ha sido el máximo dirigente del movimiento obrero oficial.
Desde niño se integró a las
labores del campo; a los 14 años emigró a los campos de Apam, Hidalgo, a
trabajar las tierras de su padre, que había sido asesinado por los
carrancistas; dos años después, en la Ciudad de México se desempeña como ayudante
de máquinas en una maderería de la Colonia San Rafael.
Posteriormente regresa al
campo y, a los 20 años, se convierte en repartidor de leche; después pasa a la
planta pasteurizadora de la Hacienda del Rosario, donde laborará por última
vez, pues a partir de aquí empezará a destacar como dirigente sindical, afirmó
el licenciado Agustín Sánchez González, el pasado 11 de mayo, con motivo de la
inauguración de la muestra colectiva de caricaturas Y sigue tan campante, en el
Museo Universitario del Chopo.
A los 21 años, continuó,
Fidel Velázquez ya es secretario del Interior de la Unión de Trabajadores de la
Industria Lechera, adherida a la CROM, que en ese tiempo era el organismo más
importante. "En 1929 Fidel Velázquez rompe con Luis N. Morones, dirigente
de la CROM, acusándolo de perpetuarse en el poder y de ser corrupto".
En 1933, Velázquez se une a
Lombardo Toledano para formar la Confederación General de Obreros y Campesinos,
que iba a ser una de las bases en que se fundaría la CTM; en 1941 asume la
Secretaría General y hoy, cuarenta y dos años después, se mantiene en ese
puesto.
La muestra de caricaturas
que se exhibe en el Museo del Chopo se realiza en colaboración con la Sociedad
Mexicana de Caricaturistas, con motivo del cumpleaños 83 de Fidel Velázquez,
personaje que, a decir del caricaturista David Carrillo, se ha convertido en un
personaje inolvidable para los caricaturistas que "el día que nos falte
¿qué vamos a hacer?".
La caricatura, añadió, es
uno de los principales medios de la comunicación; a la mayoría de la gente le
gusta la síntesis que en ella encuentra, además de que refleja un estado de
ánimo y algo de humor.
Ser caricaturista tiene su
chiste, asegura Carrillo, ya que se tiene que estar bien documentado e
informado, leer y conocer la historia, pues de otra manera no se logra mucho en
este terreno.
David Carrillo tiene 43 años
haciendo caricaturas y acaba de publicar su libro Recordar es reír, en el que
expone, en forma cronológica, diversas imágenes de Fidel Velázquez. De todas
ellas ha hecho una minuciosa selección para presentarla en esta exposición, en
la cual también participan Vadillo, Aarón, Naranjo y Romero, entre otros
reconocidos exponentes de la caricatura en México.
jueves, 29 de marzo de 2018
Más imágenes de Semana Santa dibujadas por Posada
A pesar de los estudios recientes sobre José Guadalupe Posada, seguimos sin tener claro muchos aspectos de su vida privada, pero también de su obra artística pues, entre otras cosas, sigue pendiente un inventario general ya que aún no sabemos, realmente, el número de obras que realizó.
Sus creaciones son de una gran belleza y resulta asombroso seguir descubriendo sus trabajo.
En esos días de Semana Santa, Posada realizó un buen número de obras. Estas son algunas.
Sus creaciones son de una gran belleza y resulta asombroso seguir descubriendo sus trabajo.
En esos días de Semana Santa, Posada realizó un buen número de obras. Estas son algunas.
miércoles, 28 de marzo de 2018
Walt Whitman murió un 26 de marzo
![]() |
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El 26 de marzo de 1892 murió Walt Whitman, ese gigante de la poesía que tanto impacto ha tenido en las letras universales. Hace muchos años, sin saberlo, escuché a Joan Manuel Serrat recitar el Canto a mi mismo.
Para recordar al poeta, transcribo la versión recitada por Serrat, la grabación de mismo, y una versión traducida por Borges
Para
mí, una brizna de hierba no vale menos que el
camino que recorren las estrellas, e igualmente perfecta es la hormiga,
y que también lo son así un grano de arena y el huevo del zorzal,
y la rana arbórea es una obra maestra, digna de las más maestras,
y la zarza mora pudiera adornar los aposentos del cielo,
y en mi mano la articulación más menuda hace burla de todas las máquinas,
y la vaca, rumiando con la cabeza inclinada, es más bella que cualquier escultura;
y un ratón es un milagro capaz de asombrar a todos los incrédulos.
camino que recorren las estrellas, e igualmente perfecta es la hormiga,
y que también lo son así un grano de arena y el huevo del zorzal,
y la rana arbórea es una obra maestra, digna de las más maestras,
y la zarza mora pudiera adornar los aposentos del cielo,
y en mi mano la articulación más menuda hace burla de todas las máquinas,
y la vaca, rumiando con la cabeza inclinada, es más bella que cualquier escultura;
y un ratón es un milagro capaz de asombrar a todos los incrédulos.
Versión traducida por Borges:
Y que la hormiga es perfecta, y que también lo son el grano de
arena y el huevo del zorzal,
Y que la rana es una obra maestra, digna de las más altas,
Y que la zarzamora podría adornar los salones del cielo,
Y que la menor articulación de mi mano puede humillar a todas las máquinas,
Y que la vaca paciendo con la cabeza baja supera a todas las estatuas,
Y que un ratón es un milagro capaz de confundir a millones de incrédulos.
martes, 27 de marzo de 2018
La imagen y el recuerdo, poema de Víctor Sandoval
Hace unos días se cumplieron cinco años de que nos abandonó don Víctor Sandoval, un hombre fundamental en la cultura mexicana. Leerlo y releerlo es el mejor homenaje.
Restañar las heridas en Fraguas no fue fácil.
Toda la noche mi padre estuvo cavilando.
La luna gemía despacio entre el saucedal y el agua.
Las banderitas de papel en las acequias cautelosas.
El costillar herido de las puertas.
Los centuriones a la ronda en círculos
estrechando el cerco con su collar de lanzas.
El alto poder del M-1 a tumbos en el puente.
La noche llena de flores desdentadas.
Es tan intenso el miedo
que hasta los mismos guardias delante de la iglesia
esconden sus temores.
Mi padre cavilando, toda la noche cavilando.
La casa de las fieras abierta y encendida.
Sus aullidos dominan nuestro sueño.
Y la lluvia en espera para lavar la sangre.
*
Una veleta de lámina
El gallo en su gallinero
Gargantón el gallo canta
El águila y su calvicie
—Yo te perdono padre
Un tigre de doble filo
Un día de ámbar enjaulado en la piel
El viborezno en su zarzal
Los dientes del tigre
Sus cuatro engarraduras
—Yo te perdono padre
Y agazapado espero tanta sangre exquisita
La veleta girando al viento de las dalias
La noria tumba del agua
El águila coja sin la doble cabeza
La lagartija arqueada sobre el tractor Ford Major
*
Mi tiempo, padre:
Himnos de guerra y tableteo de metralletas.
Lo estoy viviendo apenas pero lo estoy viviendo.
Soy el aire del arquero y su brazo.
Te veo escribiendo tus poemas
como éste, padre, como éste.
¿Para qué, para quiénes?
¿Para quiénes abres tu cartapacio,
tu horrenda máquina de escribir
como dentadura postiza?
A veces te leo en los periódicos
lleno de mosquitos proditorios.
Hace cincuenta largos años
que estás sobre la tierra.
Yo, padre, soy yo-padre desde que tú naciste.
El beso que pongo en tu mejilla
es el bien común,
el orden que rodea nuestra cisterna.
Por este lento avanzar del poemario,
del poema-río de tu consagración,
te despega la muerte de la vida
con paciencia de coleccionista.
No soy una pancarta
ni un desfile de aguas triunfalistas.
No luciré jamás la escarapela tricolor;
no pertenezco a esa estirpe.
El himno nacional no me conmueve.
Mármol y bronce de los monumentos patrios
no son sino mármol y bronce.
Nunca he ido a la plaza la noche de las celebraciones.
Definitivamente no soy un buen ciudadano.
Soy, eso sí, un hombre
al que se le humedecen los ojos
cuando le preguntan por su patria.
Tenemos nostalgia de las piedras.
Nos custodian muros de frentes amplias
donde se han escrito sentencias ineludibles,
actas constitutivas, horas de pozo adentro
con su latir a ciegas.
Nos custodian la ciudad y su cauda
procesional de lagrimones de salitre,
sus herrajes y puertas,
aire de resplandores en las testas insignes.
Nos custodian labios denunciatorios
contra infames costumbres,
por ejemplo: la exquisita cortesía de ese loco
que saluda al suicida y su féretro de crisantemos,
su escandalosa muerte de cianuro.
Nos custodian la noche y el tramonte
en su hecho de relámpagos.
La ciudad nos custodia desde su plaza en armas,
ágora de pavores y codicias;
estatuas de crisólitos vigilan este sitio
y nos preservan de cualquier transparencia.
Abril no es cruel sino prediluviano
en esta tierra baldía.
Sobre un cadáver calle abajo
Eliot sigue viviendo.
Desde entonces se me han recrudecido
los dolores y el asma.
Me gusta ver cómo envejecen,
cómo se les pringa la piel
a mis amigos.
El hielo y el espejo se pudren
en el vaso prudente,
plic, plac, plic, plac.
Se pudren el mesero,
su día de descanso,
la ingle con su hernia
y la chaqueta blanca.
Un hombre joven, pero ya no tanto,
viudo de siete meses,
hace planes
con la muchacha de avellana y níspero.
Abajo la discusión prosigue
ahora con Vallejo, Trilce
y la lingüística.
Y los amigos envejecen otra vez.
El cadáver se alarga,
no acaba de pasar,
debe ir en el primo trigésimo segundo.
En nuestra mediedad tan peligrosa,
medio siglo a la noche, más o menos,
despreciamos sin tregua
a los amantes.
La discusión entre los obcecados,
una espada en la mesa,
una espada de luz
para los descreídos.
Y la reunión a punto de acabar
porque son las seis de la tarde
en el Café de Andrea.
Arriba en el Hotel
el viudo y la muchacha de avellana
y níspero.
El fruto del níspero es pubescente
de forma apeonzada,
coronado por los sépalos
y ahuecado en el ápice;
su carne dura y acerba al principio
se torna blanda y azucarada
por la pacificación.
Su carne es perfumada y agridulce.
Ella le mira el hombro,
la piel de línea dura,
la manzana de Adán;
hace nuevas comparaciones
y le marca sus dedos en la espalda.
http://www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/victorsandoval-114.pdf
La imagen y el recuerdo
Restañar las heridas en Fraguas no fue fácil.
Toda la noche mi padre estuvo cavilando.
La luna gemía despacio entre el saucedal y el agua.
Las banderitas de papel en las acequias cautelosas.
El costillar herido de las puertas.
Los centuriones a la ronda en círculos
estrechando el cerco con su collar de lanzas.
El alto poder del M-1 a tumbos en el puente.
La noche llena de flores desdentadas.
Es tan intenso el miedo
que hasta los mismos guardias delante de la iglesia
esconden sus temores.
Mi padre cavilando, toda la noche cavilando.
La casa de las fieras abierta y encendida.
Sus aullidos dominan nuestro sueño.
Y la lluvia en espera para lavar la sangre.
*
Una veleta de lámina
El gallo en su gallinero
Gargantón el gallo canta
El águila y su calvicie
—Yo te perdono padre
Un tigre de doble filo
Un día de ámbar enjaulado en la piel
El viborezno en su zarzal
Los dientes del tigre
Sus cuatro engarraduras
—Yo te perdono padre
Y agazapado espero tanta sangre exquisita
La veleta girando al viento de las dalias
La noria tumba del agua
El águila coja sin la doble cabeza
La lagartija arqueada sobre el tractor Ford Major
*
Mi tiempo, padre:
Himnos de guerra y tableteo de metralletas.
Lo estoy viviendo apenas pero lo estoy viviendo.
Soy el aire del arquero y su brazo.
Te veo escribiendo tus poemas
como éste, padre, como éste.
¿Para qué, para quiénes?
¿Para quiénes abres tu cartapacio,
tu horrenda máquina de escribir
como dentadura postiza?
A veces te leo en los periódicos
lleno de mosquitos proditorios.
Hace cincuenta largos años
que estás sobre la tierra.
Yo, padre, soy yo-padre desde que tú naciste.
El beso que pongo en tu mejilla
es el bien común,
el orden que rodea nuestra cisterna.
Por este lento avanzar del poemario,
del poema-río de tu consagración,
te despega la muerte de la vida
con paciencia de coleccionista.
*
No soy una pancarta
ni un desfile de aguas triunfalistas.
No luciré jamás la escarapela tricolor;
no pertenezco a esa estirpe.
El himno nacional no me conmueve.
Mármol y bronce de los monumentos patrios
no son sino mármol y bronce.
Nunca he ido a la plaza la noche de las celebraciones.
Definitivamente no soy un buen ciudadano.
Soy, eso sí, un hombre
al que se le humedecen los ojos
cuando le preguntan por su patria.
*
Tenemos nostalgia de las piedras.
Nos custodian muros de frentes amplias
donde se han escrito sentencias ineludibles,
actas constitutivas, horas de pozo adentro
con su latir a ciegas.
Nos custodian la ciudad y su cauda
procesional de lagrimones de salitre,
sus herrajes y puertas,
aire de resplandores en las testas insignes.
Nos custodian labios denunciatorios
contra infames costumbres,
por ejemplo: la exquisita cortesía de ese loco
que saluda al suicida y su féretro de crisantemos,
su escandalosa muerte de cianuro.
Nos custodian la noche y el tramonte
en su hecho de relámpagos.
La ciudad nos custodia desde su plaza en armas,
ágora de pavores y codicias;
estatuas de crisólitos vigilan este sitio
y nos preservan de cualquier transparencia.
*
Abril no es cruel sino prediluviano
en esta tierra baldía.
Sobre un cadáver calle abajo
Eliot sigue viviendo.
Desde entonces se me han recrudecido
los dolores y el asma.
Me gusta ver cómo envejecen,
cómo se les pringa la piel
a mis amigos.
El hielo y el espejo se pudren
en el vaso prudente,
plic, plac, plic, plac.
Se pudren el mesero,
su día de descanso,
la ingle con su hernia
y la chaqueta blanca.
Un hombre joven, pero ya no tanto,
viudo de siete meses,
hace planes
con la muchacha de avellana y níspero.
Abajo la discusión prosigue
ahora con Vallejo, Trilce
y la lingüística.
Y los amigos envejecen otra vez.
El cadáver se alarga,
no acaba de pasar,
debe ir en el primo trigésimo segundo.
En nuestra mediedad tan peligrosa,
medio siglo a la noche, más o menos,
despreciamos sin tregua
a los amantes.
La discusión entre los obcecados,
una espada en la mesa,
una espada de luz
para los descreídos.
Y la reunión a punto de acabar
porque son las seis de la tarde
en el Café de Andrea.
Arriba en el Hotel
el viudo y la muchacha de avellana
y níspero.
El fruto del níspero es pubescente
de forma apeonzada,
coronado por los sépalos
y ahuecado en el ápice;
su carne dura y acerba al principio
se torna blanda y azucarada
por la pacificación.
Su carne es perfumada y agridulce.
Ella le mira el hombro,
la piel de línea dura,
la manzana de Adán;
hace nuevas comparaciones
y le marca sus dedos en la espalda.
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