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Bien recuerdo que en aquel entonces Lorenzo Meyer, entre otros, se vanagloriaba del cambio de país gracias a que teníamos un nuevo presidente surgido de las filas de la oposición.
Desde entonces, yo planteaba que eso no era real, que el PRI no se había ido ni se iría jamás mientras la sociedad continuara permeada de esa visión política.
El PRI no es un partido político, es una forma de vida.
Recién había vivido tres años de experiencia en el gobierno perredista desde puestos de gobierno de dirección de área y había observado la estructura construida por el PRI, heredada a quien llegara, pero además la manera priista de comportamiento de los "nuevos gobernantes".
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El sistema político mexicano ha creado una suerte de telaraña que nos mantiene atrapados, esperando un bichito para comer mientras los dueños de la casa donde se encuentran las telarañas se quedan con todo.
Leo en muchos sitios afirmaciones de que todo lo que pasa hoy es por haber permitido que el PRI volviera al poder cuando, insisto, nunca se fue; leo que no voten por el PRI en el 2018 para que las cosas cambien; leo acerca de los candidatos milagro, los mesías que resolverán todo mientras la sociedad sigue como el chinito, sólo milando.
El PRI puede irse en el 18 y puede llegar el PAN o PRIeta o hasta el PRD o algún "independiente", pero las cosas seguirán igual, mientras la sociedad siga atrapada en la telaraña, inmovilizada por si misma esperando el milagro, viendo como pasa la vida, comportándose como le dijeron y felicitaron a una quinceañera a quien escribieron en su cuaderno: eres muy linda, nunca cambies.
No, el problema no se llama PRI, se llama sistema político mexicano, construcción partidista y alejamiento de la sociedad a la política.
Mientras ello no cambie, seguiremos con sabor a PRI.