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El David de los moneros, Carrillo y la conciencia de la imagen
David Carrillo González fue un hombre que dedicó su vida a lo que más amaba: hacer caricatura.
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Ciudad de México
El 29 de octubre cumplió 95 años y apenas falleció el 17 de diciembre pasado. David Carrillo González fue un hombre que dedicó su vida a lo que más amaba: hacer caricatura. Empezó, profesionalmente, en 1939 y hasta hace unos meses dejó de hacer sus trazos.
Impresiona la presencia de David en nuestra vida cultural en varios campos: en primer lugar, como gestor y compilador de la obra de sus colegas, lo que permitió sentar las bases para crear un acervo gracias al cual existe el Museo de la Caricatura que, con sus asegunes, permanece desde hace dos décadas. La segunda, parte de su propia obra, del trazo firme que le permitió circular por una media docena de periódicos tan importantes como El Universal y Novedades, entre una larga lista.
UNA HISTORIA EN LA HISTORIA DE LA CARICATURA
La caricatura es una de las artes más jóvenes en la historia de la humanidad. Con apenas dos siglos de vida. Con la crisis del periodismo escrito y con la imposición de un analfabetismo rebasado por el ciberespacio, comenzó su declive hace cuando menos una década.
Los cartones, los dibujos, los monos, se fueron perdiendo. Los autores de caricatura jamás procuraron generar un archivo, los periódicos tampoco, las academias y sus investigadores, menos. Fueron pocos los intelectuales que se interesaron por este género. Muy temprano, José Juan Tablada, incansable promotor de caricaturistas y, desde la década de los setenta, Carlos Monsiváis, puso y propuso su rescate.
En el ámbito del rescate histórico de la caricatura, David Carrillo tuvo una clara conciencia de la necesidad de poner en su justa dimensión esa historia. En 1956 fundó y dirigió La vida en broma, donde publicó sendas secciones dedicadas al humor gráfico: la primera, escrita por el maestro Carrillo, llamada "Maestros del humorismo", la segunda, denominada "Micro biografía de un humorista".
Pero además, David comenzó a generar un acervo de caricatura, solicitando materiales a sus colegas para hacer una magna exposición de la historia de la caricatura en México, misma que no se realizó, pero conservó las obras y al crearse el Museo de la Caricatura, en 1987, toda esa obra guardada y resguardada fue a parar al edificio del Colegio de Cristo, donde tiene su sede.
Su otra contribución a la historia de la caricatura, fue la lucha por la defensa de los derechos de autor que lo llevó, junto con otros valiosos colegas, a la creación de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas, que si bien no fue la primera organización gremial, ha sido la que ha sobrevivido, a pesar de diversas crisis y rupturas, a lo largo de varias décadas y ha estimulado la creación de una legislación que busca dignificar el trabajo profesional de los caricaturistas. David Carrillo fue el primer presidente de esa sociedad y desde hace décadas, fue su Presidente honorario.
UN CARICATURISTA EN LA HISTORIA DE LA CARICATURA
El municipio de Villaldama se encuentra al noroeste de la ciudad de Monterrey. Ahí nació David Carrillo el 29 de octubre de 1920. Desde niño mostró un talento que lo llevó a acercarse a su tío, el muralista regiomontano Crescenciano Garza Rivera, quien lo estimuló a marcharse a la Ciudad de México. Recibió una beca para estudiar en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Academia de San Carlos), donde cursó pintura, dibujo y anatomía.
A los 19 años entró al periodismo por la puerta grande: Revista de Revistas le dedicó una portada a una caricatura que hizo de José Stalin. Este semanario era de los más importantes y sus portadas las realizaba, generalmente, uno de los monstruos de la caricatura: Ernesto El Chango García Cabral. De ese tamaño fue su debut.
Con ese estímulo, y ante una gran competencia por el número de grandes caricaturistas que existían, David Carrillo comenzó un largo camino en publicaciones más cercanas a la farándula, como Melodías Musicales o en Diversiones.
El talento de Carrillo en la caricatura comenzó a destacar en una época en que los caricaturistas querían ser como García Cabral. David construyó su propio estilo, sus trazos adquirieron una personalidad y su manera de hacer caricatura tuvo su propio nombre.
Nunca quiso hacer caricatura como moda, como sucedió en la década de los años cincuenta cuando, de nueva cuenta, todos querían dibujar como Abel Quezada. Una camada de jóvenes como Rius o como Almada, con pocas herramientas para la creación estética, se mantuvieron y crecieron, pero David con sus acuarelas, gouache, tintas y demás técnicas seguía presente en publicaciones como Zócalo, AB o Novedades.
Tener una presencia en la caricatura, más allá de la calidad, siempre ha resultado complicado para los jóvenes creadores. Tras la repentina muerte del Brigadier Arias Bernal, primero, y de Andrés Audiffred, después, David Carrillo tuvo su gran oportunidad en las páginas de El Universal, donde se mantuvo durante dos décadas con el cartón diario.
El peregrinar de los caricaturistas lo hizo transitar a El Sol de México, donde realizó su obra otra década más.
Mientras participaba en los diversos diarios mencionados, realizó portadas e hizo caricatura para revistas especializadas en el tema, como Don Fufurufu, Muñecos, La Vida en Broma, donde compartió espacios con los grandes caricaturistas de entonces: Freyre, Arias Bernal, Audiffred o Facha; o para revistas dedicadas a la política como Nosotros, Mañana, Opinión Pública, y más tarde para las revistas de la Sociedad Mexicana de Caricaturitas: Rayas, Al Tiro, Lapiztola.
Su trabajo ha estado expuesto en recintos tan importantes como el Museo de Historia Mexicana de Monterrey, que le rindió un cálido homenaje hace unos años. Desde diciembre de 1939 había montado su primera exposición en el Cine Alameda. Otras exposiciones que realizó en el Estudio de Lola Álvarez Bravo, en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, el Museo de Phoenix en Arizona, y el Museo de la Ciudad de México, entre otros.
Siempre preocupado por dejar su huella, publicó tres volúmenes que recopilan su obra Recordar es Reír; antes había publicado Monos, Monitos y Monotes.
CABALLERO EN SU TRATO, ENORME RETRATISTA
Su mirada, su trazo estético, gestó una caricatura excepcional, con una fina ironía. Nunca hizo caricatura militante ni panfletaria; optó por ser congruente consigo mismo. Tras el reciente fallecimiento de Freyre, David Carrillo se convirtió en el decano de la caricatura en México. Sus imágenes forman parte de la iconografía nacional de la segunda mitad del siglo XX. Por ello, aunque David falleció el pasado 17 de diciembre, su obra permanece por siempre para entender, con ella, lo que somos los mexicanos.