Hace 15 años, 10 de abril de 2000, publiqué en Milenio Diario el siguiente texto. En términos generales sigue vigente, salvo en la parte dedicada a Posada que, en texto aparte, referiré.
El Emiliano Zapata, casi idílico, que
conocemos no fue visto así por los caricaturistas de la época
La
apreciación histórica, e histérica, con que hemos conocido a Zapata se rompe
con las imágenes que presentamos. “Atila del Sur”, se le llamó con frecuencia.
Los temores del cambio, tras la revolución de 1910, fueron alimentados por la
prensa de la época.
Como hoy, cuando la televisión se convierte en juez y se ha convertido en un
verdadero dique para el desarrollo democrático, en los años posteriores a la
caída de Porfirio Díaz, los medios de comunicación se convirtieron en un
elemento perturbador de la incipiente democratización convocada por Francisco
I. Madero.
No era gratuito, el dictador tenía comprada, a través de subvenciones, a los periódicos
más importantes del país. Así lo señaló El
Diario, del 8 de mayo de 1911:
"Desde el día 1o. del mes actual han quedado
suprimidas las subvenciones que el gobierno les tenía otorgadas a la prensa. Al
presentar los directores de periódicos su recibo por la subvención de mayo, se
les notificó que no debían esperar seguir cobrando del nuevo gobierno ninguna
cantidad de dinero en pago de su amistad.
Las subvenciones suprimidas son las siguientes, que
pagaba cada mes el Tesoro Público: El
Imparcial $ 4,200; Mexican Herald $
1,100;El Tiempo $400; La Iberia $ 400, y Gil Blas $300. Fue suprimida la subvención a varios otros
periódicos de menor importancia, así como a otros periódicos del extranjero.
Visto
lo anterior, es comprensible la manera tan feroz de retratar a Emiliano Zapata.
Multicolor, dirigido por Mario
Vitoria y que contaba entre sus filas al Chango
García Cabral, volcó su critica hacía Madero y Zapata (y todo lo que
representara el cambio).
En
un cartón, Zapata es representado como un criminal peor que todos los asesinos
y ladrones del mundo. Si los criminales y el mismo Lucifer se presentara hasta
don Emiliano, serían cohibidos y humillados, señala el texto del Chango.
En
la pulquería La Piedad se encuentran
Zapata y Madero frente a cuerpos mutilados y el Caudillo del Sur, comenta:
“Pacificando, D. Panchito”.
Recién
mandado al exilio Porfirio Díaz, las críticas se enfocaron a los
revolucionarios, tanto a Madero, como a Zapata. Un cartón que sorprende a
propios y extraños, es el realizado por José Clemente Orozco, quien algunos
años después, en sus murales, sería uno de los artistas que contribuirán a la
mitificación zapatista

Y es que el hermano incomodo de don Francisco, fue
Gustavo, quien fue desprestigiado en los medios, acusándolo de ser parte de la
corrupción y como el nepotismo de su hermano. La crueldad de los caricaturistas
fue tal, que no cesaron en burlarse del ojo de vidrio de Gustavo, a quien
apodaron, sin piedad, “ojo parado”.
Por otro lado, como se
sabe, en 1911, Zapata rompió con Madero y este alejamiento fue documentado a
través de diversos cartones.
En La Sátira, la portada titulada, “La verdadera situación de México”,
muestra una escena donde Madero y Pino Suárez tratan inútilmente de domar a un
toro con el rostro de Zapata, mientras el pueblo dice “Que se me hace jefes,
que ustedes no le aguantan los reparos”.
La critica, también, ayudó
a que Madero se alejara más de Zapata. En El
Ahuizote, se mira a al caudillo suriano jugando con la muerte, mientras se
mira a Madero, con su pala de enterrador, como cómplice del zapatismo, alabando
los “Juegos malabares de don Emiliano.
El Chango Cabral, otro personaje mitificado, muestra a un grupo de
personajes para calificarlos según el grado en que se encuentre: Díaz ha
emi-grado; Reyes ha sido malo-grado, Zapata ati-grado y el pueblo, Fre-gado.
Pero dentro de la crítica a
la figura de Zapata existe una excepción: la de José Guadalupe Posada quien
mirará al caudillo del Sur de otra manera y a veces hasta simpatiza con él. Por
lo menos en su grabado muestra a un personaje que es toda dignidad.
La imagen que Zapata tuvo
ante sus contemporáneos nada tienen que ver con el personaje mitificado que ha
sido visto por cientos de artistas de una manera muchas veces idílicas; se han
montado muchas exposiciones oficiales donde suelen hacerse a un lado las
caricaturas críticas, con razón o sin ella, pero que son una muestra de cómo era
visto.