sábado, 7 de febrero de 2015

Gabriel Vargas. Una historia chopocluda, en EDUCAL


Gabriel Vargas 
Sánchez González, Agustín 
$ 86
$ 74
Precio exclusivo para Librería Virtual
Número de páginas: 64Peso: 225gr.
Tema: Artes (Diseño)Tamaño: 16.7cm. x 13.7cm. x 1cm.
Colección: Círculo de ArteISBN 9786074554991
Sinopsis
Gabriel Vargas Bernal, nació en la Capital vieijta, Toponimia de Tulancingo, una pequeña población del estado de Hidalgo: ahí estuvo pocos años, pues al morir su padre fue a vivir a la ciudad de México, exactamente en el corazón del país, en la calle de Moneda, a espaldas del Palacio Nacional.La historia y la vida pueden entenderse mejor con la historieta, con los rostros caricaturizados de una sociedad que logra salvar lo mejor de sí misma al mirarse en un espejo, al reírse y descubrir lo que es, sobre todo cuando el retrato ha sido dibujando durante casi ocho décadas por uno de los genios del arte mexicano, llamado Gabriel 

jueves, 5 de febrero de 2015

La prehistoria de la Familia Burrón

Un incunable.
     En 2010, la Secretaría de Cultura del GDF tiró sólo cincuenta ejemplares de este libro  que se ha convertido en una joya bibliográfica. Treinta ejemplares se regalaron en la presentación, me quedé con diez y diez la secretaría.
Si alguien lo ve por ahí, no deje de avisarme.




Mi historia chipocluda


Centenario de Gabriel Vargas

Centenario del nacimiento de Gabriel Vargas; creador de la Familia Burrón

Tras detectar desinterés por la obra del “cronista gráfico del siglo XX”, su esposa, decidió donar la totalidad del acervo del historietista, con los derechos de autor, a la editorial que se comprometió a difundir su obra

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No se prevén homenajes en el centenario del natalicio del historietista Gabriel Vargas (1915-2010), creador de la famosa Familia Burrón
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CIUDAD DE MÉXICO, 5 de febrero.- El caricaturista Gabriel Vargas Bernal (1915-2010), el famoso creador de La familia Burrón, historieta que fue leída por más de dos millones de personas semanalmente, llega al centenario de su natalicio, que se conmemora hoy, olvidado por las autoridades culturales; pero con el reconocimiento de sus colegas, quienes revaloran su legado.
El dibujante, quien nació en Tulancingo, Hidalgo, el 5 de febrero de 1915, es considerado el mejor cronista gráfico del siglo XX y su trabajo ha sido muy querido, pues en La familia Burrón recrea a través de sus míticos personajes la vida cotidiana del mexicano a partir de una vecindad ubicada en el Callejón del Cuajo.
Sin embargo, comenta en entrevista su viuda Guadalupe Appendini, la trayectoria del creador de Borola Tacuche y de Don Jilemón Metralla, los protagonistas de La familia Burrón, no es suficiente para las autoridades culturales, que no se han interesado por su acervo, por lo que ha decidido donar todo su legado, con sus respectivos derechos, a la editorial Porrúa.
Solamente Henoc de Santiago, el director del Museo del Estanquillo, le hizo un gran homenaje en junio de 2013, al que acudieron amigos y lectores recordando a Gabriel con mucho cariño”, recuerda la escritora. Hoy, el segundo piso del museo lleva el nombre de Gabriel Vargas, a petición del cronista Carlos Monsiváis, quien reconoció el gran valor de este dibujante.
La periodista explica que con la donación a Porrúa busca que “el legado deLa familia Burrón siga vigente, ya que es el único organismo que hasta el momento ha demostrado interés en preservar toda la obra y confío plenamente que esta labor permitirá que siempre se hable de él y de su gran trabajo”.
Confiesa con tristeza que no sabe qué tiene que hacer “un gran artista como lo fue el maestro para que sea reconocido por las autoridades culturales de este país, ya que éstas lo han olvidado absolutamente”.
Detalla, por ejemplo, que el Gobierno del Distrito Federal, a cargo de Miguel Ángel Mancera, no ha hecho nada para recordar a Gabriel Vargas. “Aunque espero que sepa de su existencia, por ser un personaje reconocido no sólo en la capital, sino en todo el país, donde la revista La familia Burrón se publicó durante más de 70 años. Quisiera, por lo menos, que accedan a que la calle Plaza Carlos Finlay, ubicada en la colonia Cuauhtémoc, donde vivió Gabriel durante 40 años, pueda llevar su nombre”.
Agrega que el historietista también ha sido olvidado en su natal Tulancingo. “Hasta el momento no se ha hecho nada por parte de las autoridades culturales. Sin embargo, Federico y Fernando Serrano Vargas, sobrinos del maestro, siguen insistiendo y han solicitado a la Asamblea Municipal que la calle de Echavarrí, donde nació Gabriel, lleve su nombre”.
Se espera que hoy se lleve a cabo una exposición de su trabajo en el Jardín La Floresta, de este municipio.
Appendini añade que también acudió al Conaculta para ofrecer el legado de don Gabriel Vargas y solicitó una cita con su titular, Rafael Tovar y de Teresa, pero que, a la fecha, no ha habido respuesta, lo que la hace pensar que tampoco les interesó.
Dice que es una lástima que lo que las autoridades de México desprecian, otros países lo quieran. Ejemplo de ello, indica, son las ofertas de dos empresas estadunidenses que querían comprar la obra de Vargas, lo que ella rechazó rotundamente, ya que don Gabriel no simpatizaba con los americanos.
“Al ver que a nadie le interesó el trabajo de mi esposo, decidí otorgarle a Porrúa el legado completo, ya que José Antonio Pérez Porrúa siempre ha sido un gran amigo y apoyo en todos sentidos, qué mejor que quede en México en esta empresa, para que se siga hablando de la obra”, concluye.
Quien fue compañera de vida del Premio Nacional de Ciencias y Artes adelanta que la editorial Porrúa le está organizando varios homenajes. Hoy, a las 12:00 horas, en la estación del Metro Salto del Agua se inaugurará una exposición con su obra. Y el 11 de febrero, a las 18:00 horas, se abrirá otra muestra en su honor en la sede de Porrúa (República de Argentina 15, Centro Histórico).
Además, la XXXVI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, que se realizará del 18 de febrero al 2 de marzo, ha programado conferencias-homenaje para recordarlo.

SIGUE VIVO

Olvidar a este gran caricaturista es como olvidar a un México fiestero, valiente y sentimental. Los mejores y únicos juguetes del niño Gabriel Vargas eran el lápiz y el papel, con los que sentía alegría y lo expresaba a través de sus dibujos.
Sólo terminó la educación básica. Apenas entró al primer año y lo pasaron al tercer grado. Era un niño lector que devoraba libros, gracias a que su mamá le inculcó ese amor por las letras. Antes de los diez años ya había leído El Quijote y muchos clásicos más.
“Los autores se mueren cuando dejan de tener lectores, en la medida que Gabriel Vargas siga teniendo lectores seguirá vivo y seguirá impactando en la sociedad”, opina el historiador de la caricatura Agustín Sánchez.
El investigador advierte que quienes desconocen el legado de este “gran cronista del siglo XX” son las instituciones que lo han olvidado “por negligencia, por ignorancia, pero este personaje está claramente en la mente de millones de mexicanos”.
Sobre la noticia de que Appendini cederá el legado del dibujante a editorial Porrúa, piensa que es bueno que una institución como esta custodie la obra de Vargas. “Pero sería mucho mejor que este sello hiciera una investigación, ya que si sólo se va a comercializar no le veo más que un factor económico”.
Reitera que urgen más investigaciones sobre la obra del maestro, ya que no existen estudios importantes. “Sólo hubo un libro que publicó la Universidad del Estado de Hidalgo y que hoy es difícil de ubicar, ya que esta universidad es la peor distribuidora que hay en el mundo”, dice el autor de Una historia chipocluda, en homenaje a Vargas.
“La intención de este libro es rescatar justamente la vida de este gigante de la cultura mexicana, que merece estar en la Rotonda de las Personas Ilustres, porque es un hombre que impactó de sobre manera a la sociedad mexicana y logró un tiraje de 500 mil ejemplares de La familia Burrón; y cada ejemplar lo leían cinco personas, o sea que captó la atención de más de dos millones y medio de personas que lo leían semanalmente”.
Quien también escribió La prehistoria de la familia Burrón explica que se debe distinguir entre la burocracia cultural, “cuya ineptitud se manifiesta permanentemente”, y el recuerdo de sus lectores, “ya que Gabriel Vargas es un hombre que tuvo más de cien millones de lectores en su momento”.
El también caricaturista dice que don Gabriel Vargas es un artista cuya longevidad es para el Récord Guinness, ya que comenzó a trabajar profesionalmente a los 15 años de edad y dejó de hacerlo a los 94, “casi 80 años de trabajo que lo hace el caricaturista más longevo”.
Apunta que el mejor homenaje que se le puede hacer al dibujante es realizar una exhaustiva investigación de todo su trabajo y promover más sobre su obra. “Se deben hacer impresiones de sus imágenes y regalarlas, para que las nuevas generaciones sepan quién fue”.
Un fenómeno cultural

Homenaje de Hugo Gutiérrez Vega

El día que presenté Gabriel Vargas. Una historia chipocluda, tuve la suerte y honor de que el gran poeta Hugo GUtérrez Vega presentara su Oda. Aquí se las dejo 

Oda a Borola Tacuche de Burrón
(Escrita en versículos chipocludos y dedicada a la Barda Chachis Pachis Palomeque)
Foto
Portada del suplemento La Jornada Semanal del 10 de mayo de 1998, dedicado al historietista Gabriel VargasFoto Collage Marga Peña
Hugo Gutiérrez Vega
 
Periódico La Jornada
Miércoles 26 de mayo de 2010, p. 8
a Carlos Monsiváis en su chorrocientos cumpleaños
Forzada, sí, por lo inmisericorde y por los años de la tripa mala,
maestra en al arte de ir tirando, santa señora del descuajaringue,
buscando la fortuna o, por lo menos, un magro desayuno,
tu vida y tu escenario comunal forman la desazón regocijada
de la diaria miseria y de su desastrosa escapatoria
(aquí nos tocó y otras periclitadas transparencias).
Debías burlar la estricta vigilancia de las moralidades burronianas,
tan sin matices, ay, siempre tan planas
sin el aire gracioso de la imaginación.
Don Regino, ejemplar, tan apocado por propia voluntad,
censuraba tus planes, frenaba tu aventura, aunque sabía
que al final, una bondad profunda e involuntaria
negaba tu discurso malandrín, y hundía tus pasos
en las obligaciones solidarias.
Sucede igual a veces con la errática y siempre impredecible sociedad vecindaria.
Llamo en mi auxilio para encomiar tu vida y tus trabajos
al mismo Don Regino con todo su civismo conformista,
a Regino chico, Macuca y Foforito; a Wilson, el amigo del hombre, el compañero de sus estrecheces;
a Avelino Pilongano, destacado colega
(el Fonca de la santa Gamucita lavaba ajeno
para patrocinar sus odas inmortales,
más chipocludas, ay, lo reconozco con rencor enconado,
que éstas que usted, lector querido, tiene
ante esos sus oclayos soñadores);
al Tractor pretencioso
y a Chagoya, rijoso y vulgarón diputadazo,
tan parecido, ay, a los gobernadores
buscando los regresos del pasado.
A lo lejos, allá¡ en San Cirindango, Briagoberto Memelas y Juanón Teporochas
levantan las banderas del sistema,
mientras Dick Epifanio O’Connor y Audrey Petra Chagoya
lanzan los de apipizca rumbo al norte.
Esta ciudad desparramada y rota, tiene en usted, Borola,
la cumbre de la risa exasperada;
los chorromillonarios (veo a Cristeta, Boba Licona y al sofocado Pierre)
evitan que el encomio boroliano se vista de colores maniqueos.
Van más allá sus pasos, mi señora,
pues el humor más hondo cala y pinta
el turbio panorama que revela la aurora de Nonoalco.
El que esto canta ha visto sus cantares incrementar la producción del huevo,
tal lo hizo Sinfónico Fonseca, compositor de pro;
el que esto canta piensa en Satán Carroña y sus fracasos;
piensa, en fin, en la noche de noviembre y en esa vecindad
que ha renovado hambres, humillaciones y formas solidarias.
Para acabar, regreso a usted, Borola, y pienso en don Gabriel y en su comedia humana.
Con humor candoroso y vengativo, ya casi derrotada la ilusión
nos aferramos a esta furris vidorria
tan poderosa, sí, que sigue y sigue a pesar de morirnos.
Sigue en esta ciudad, fuerte señora, pues pase lo que pase
la vecindad enorme, México-Tenochtitlan, seguirá en pie
y este su sueño ilustre seguirá bailoteando el Cuchichí.
Texto publicado en La Jornada Semanal, el 10 de mayo de 1998

La Familia Burrón en google

El homenaje de Google  a La Familia Burrón



miércoles, 4 de febrero de 2015

Vibraciones del caletre. Un texto de 2003

La Jornada Semanal,   domingo 5 de octubre  del 2003        núm. 448
Agustín Sánchez GonzálezVibraciones del caletre
o unas canijas visiones acerca de los Burrón
El 18 de septiembre, el Seminario de Cultura Mexicana rindió un homenaje nacional a Gabriel Vargas, el fabuloso monero autor de una de las más profundas comedias humanas de nuestra ciudad capital y, en particular, de su compleja sociedad vecindaria. Sus compañeros moneros comentan y celebran su obra y Agustín Sánchez entra con paso firme en la canija historia del autor y sus personajes. Pensemos en el cábula don Jilemón Metralla y Bomba y en los cientos de personajes que giran en torno a La Familia Burrón. Todos ellos nacen de nuestra realidad sociopolítica, pero la trascienden gracias a su calidad artística. Borola Tacuche de Burrón camina picarescamente por las calles de esta ciudad que tiene chorrocientos problemas. Es un personaje de la vida real y un puro ente de ficción. Por eso celebramos el chipocludo arte de Gabriel Vargas. Completan el número dos poemas, uno de Sophia de Mello y otro de Margarita Villaseñor.

Por el año del chorrocientos, en el antiguo Callejón del Sapo, hoy del Cuajo, número sepetecientos, vivía una canija familia que, durante el siglo pasado y lo que va de éste, ha sido motivo de chorromil descuajiringes.
Gracias a sus aventuras, los astronautas pudieron ser felices en el espacio y los presidiarios decidieron no escaparse del bote.
La familia está compuesta por el papá zotaco, don Regino Burrón, y su esposa, la aristócrata venida a menos, Borola Tacuche de Burrón, así como sus dos tlaconetes: el Tejocote, Regino chico, Macuca y Foforito Cantarranas, hijo adoptivo, a quien recibieron de manos de don Susano Cantarranas.
Donde dice chorrocientos debe decir ’55, pues fue en 1948 cuando surgió este fenómeno que apareció, originalmente, dentro de la serie editada por la Editorial Panamericana, cuyo dueño era el coronel José García Valseca.
Cuando le preguntaron a Gabriel Vargas cuántos números aparecieron, dijo: "¡Uyyyy! Han de haber salido miles. Ya ni me acuerdo. ¿Se imagina en cuarenta años lo que hice? Durante dieciocho años trabajé una página diaria en El Sol de México: media página en el matutino y media en el vespertino. Después, en Excélsior, durante doce o trece años hiceSopa de perico y una bola de cosas que ya ni me acuerdo. Además, cientos de historietas pequeñas..."
Tras el fin de la Cadena García Valseca, Gabriel Vargas decidió marchar por su propia ruta y fundó, con su esposa, la reportera Guadalupe Apendini, su propio sello editorial GyG. Así, hace veinticinco años, el 15 de septiembre de 1978, apareció el ejemplar núm. 1 de la segunda época: Borola para diputado. En estos días, octubre de 2003, aparecerá el número 1306.
Los monigotes de Gabriel Vargas, como él los llama, se han convertido en uno de los iconos culturales mexicanos; es una manifestación artística que permite infinidad de lecturas.
DE LA PELUQUERÍA “ELRIZO DE ORO”,
A LA ESTÉTICA NACIONAL
Una de las pocas cosas buenas que dejó el movimiento armado de 1910 fue la consolidación del movimiento nacionalista, una revolución cultural que expresó la gran riqueza del arte mexicano. Pintura, música, escultura, caricatura, cine, radio, todo se tornó en un crisol rico en matices.
A querer o no, durante las tres primeras décadas del siglo xx nuestros grandes artistas se enfocaron a inventar nuestro país. Es durante la llamada institucionalización de la Revolución cuando logra consolidarse y expresarse en diversos ámbitos de la vida artística y cultural. Prácticamente, el nacionalismo nos dibujó, generando una serie de estereotipos donde los cómics y la caricatura jugaron un papel importante.
Diversos moneros, como Andrés Audiffred, Jesús Acosta (autor de El Chupamirto), Juan Arthenack, Islas Allende o Hugo Tilghmann, entre otros, al lado de autores de cómic, como Germán Butze, Valdiosero o Guerrero Edwards (la lista, entre ambos géneros, es muy vasta) expresaron la idea del nacionalismo en boga, retratando nuestra vida cotidiana, con personajes que representaban el estereotipo de lo mexicano: los charritos, los vaguitos, las marías, los empistolados, los comerciantes, los nuevos ciudadanos de la ciudad, las "changuitas" de barrio y los catrines de banqueta.
En un país analfabeto, cuya información se nutría, y se nutre, de imágenes, como sucedía con las famosas Hojas Volantes de José Guadalupe Posada o la gráfica comercial de Juan Bautista Urrutia en los cigarros del Buen Tono, sumado a la literatura romántica y la versificación popular, que se expresaba en las bombas yucatecas o en las calaveras de día de muertos, estos moneros se encargaron de conformar, culturalmente, las imágenes de lo mexicano.
En este contexto es en el que crece, se forma y desarrolla Gabriel Vargas, nacido el 24 de marzo de 1918. A los trece años, cuando comienza el periodo de la revolución institucionalizada, comienza a trabajar prácticamente sin detenerse nunca.
Su trabajo se inscribe en la crítica social, en la observación de la vida cotidiana, en el retrato de los mexicanos. Gabriel Vargas es un heredero de José Joaquín Fernández de Lizardi, el llamado "Pensador Mexicano", así como de los escritores costumbristas del XIX, como Ángel de Campo; de autores como Luis G. Inclán y, por supuesto de los grandes artistas de la imagen, como José Guadalupe Posada, Andrés Audiffred o Guerrero Edwards, por señalar algunos.
En la comedia humana que reproduce don Gabriel está inmersa la tragicomedia mexicana, se encuentra la estética de lo cotidiano, la perfecta reproducción de un microcosmos, a través de la vida de la vecindad de quinto patio que hoy se ha convertido en el condominio de quinto piso, un espacio desde donde se irradia al resto de la ciudad, del país.
Además de la risa, del humor, del sarcasmo, debemos al trabajo de Vargas el conocimiento de un país que ha ido cambiando poco a poquito, aunque al final de los cambios se mantiene igual, tal como su historieta que ha transitado varias décadas y sus personajes no salen de "perico perro".
INCLÁN CANTARÍN
A LOS QUERUBINES BURRONES
Luis Gonzaga Inclán publicó en 1865 la novela AstuciaLos charros contrabandistas de la rama o los hermanos de la hoja, una excepcional obra de la que señaló Mariano Azuela, uno de nuestros grandes novelistas: "es un novelón de las dimensiones que se estilaban en España en el siglo xix, pero un novelón con algo tan medularmente nuestro, que me atrevo a asegurar que desde ese punto de vista no ha sido superado hasta nuestros días". Otro excepcional escritor, Salvador Novo, calificó a Inclán como el mayor novelista y a Astucia como el arquetipo ideal de lo mexicano.
Aunque el ámbito y los escenarios de la novela están más cercanos al campo, el recoger las expresiones del habla popular, del habla de lo mexicano,Astucia copia y reproduce lo nuestro sin tomar modelos ni ejemplos, influjos ni pautas, donde se conserva íntegro el hablar de los mexicanos. Es en este mismo sentido que La Familia Burrón recobra el lenguaje mexicano.
La frase "Yo te cantarines con quién querubines casa, esa tepistoca", pertenece a Astucia, pero bien la podría decir cualquiera de los personajes de Gabriel Vargas.
Leamos otras frases de Astucia:
"Ya está, Ana hueche, no se enoje, no me vaya a echar una rata muerta."
"No vaya a decir este señor que soy mariquita con calzones."
"Vayan a la casa de Chirimoyo, en el Callejón de las Amescuas, y verán una chaparrita de pelo crespo."
Compárense con estas:
"Pobre hombre, se le cansó la burra, qué güeno que yo soy de ésos que aunque tomen a lo desesperao, no se doblan y mucho menos, azotan." (Susano Cantarranas)
"Se necesitaban hombres con fortaleza de Sansón, ligereza de liebre y de pensamiento rápido." (Regino Burrrón)
"Regresaba como chile deshebrado." (Borola)
AY, MACUCA, PARECES UN QUERUBÍN
(O AY, ESPERGENCIA POR DIOS)
Junto a mis libros y cómics de La Familia Burrón, se encuentran los libros de Chava Flores. No es gratuito: ambos son excelentes cronistas de la vida cotidiana de nuestra ciudad y de nuestro país; tan es así, que la portada y la contraportada del Cancionero, de Chava Flores, publicado en 1998, fueron realizadas por don Gabriel Vargas.
Durante una entrevista con Cristina Pacheco, realizada en 1982, a la pregunta: "¿Considera a sus canciones como retratos o caricaturas?", Chava Flores contestó: "Más bien caricaturas. Siento que Gabriel Vargas y yo andamos, como quien dice, por la misma banqueta."
Prácticamente contemporáneos, Chava Flores nació el 14 de enero de 1920, mientras que Gabriel Vargas llegó a este mundo dos años antes, tuvieron una vida paralela, anduvieron cacheteando por las mismas banquetas, por la misma ciudad en donde, con gran facilidad, los personajes se podrían confundir pues son los mismos, son los pares que pululan la urbe, las calle, autobuses, el metro, y que la padecen y disfrutan.
Cuando uno escucha "La casa de la Lupe", resulta fácil imaginar la vecindad del Callejón del Cuajo; o, tal vez, al escuchar "Plagiando versos" ("cuando yo te quería, cuántos versos me plagié, te dije que era poeta y pa’ tí los dediqué"), uno recuerda al bardo Avelino Pilongano, mi personaje favorito, y una de sus grandes creaciones, a la altura de cualquiera de los jóvenes creadores del FONCA:
"Esta noche como rana, voy a cantarle a tu hermana",
O la clásica cuarteta, rescatada para la eternidad por Monsiváis:
Llegó altanero zopilote
y díjole con sornita
convídame de tu elote,
o te quiebro una patita.
Canciones de Chava Flores, como "Los quince años de Espergencia", evocan la edad eterna de Macuca, la joven hija del matrimonio que nunca ha dejado de ser la misma chica seria, estudiosa y educada, chaperona y censora, a veces cómplice, de las locuras de su madre.LAS GENEALOGÍAS
Si nuestro país no hubiera existido, a través de la Familia Burrón don Gabriel Vargas lo habría creado. Con ochenta y cinco años a cuestas, don Gabriel ha creado un grandioso universo, una comedia humana, una de las grandes crónicas en donde se expresa y se refleja la vida cotidiana de nuestro país. Aquellos que han menospreciado la historieta jamás podrán entender el significado cultural y artístico que tiene la obra de don Gabriel.
Así como se ha buscado la genealogía de obras literarias de indudable calidad, como el caso de Cien años de soledad, habrá que buscar y plantear los personajes elaborados en La Familia Burrón durante cincuenta y cinco años, más de medio siglo que han hecho reír y llorar a una sociedad ávida de verse retratada sin desdén, sin autoflagelo, aunque, eso sí, burlándose de sí misma.
Hace unos días, toda la prensa publicó un texto de Gabriel García Márquez donde relataba su feliz encuentro literario con Juan Rulfo.*El Gabo escribió: "por subjetivo que se crea, todo un nombre se parece en algún modo a quien lo lleva y eso es mucho más notable en la ficción que en la vida real [...] lo único que se puede decir a ciencia cierta es que no hay nombres propios más propios que los de la gente de sus libros".
Los nombres de los personajes de Vargas, como los de Rulfo o del mismo García Márquez, tienen magia: Ruperto Tacuche, Cristeta Tacuche, Boba Licona, Bella Bellota, Susano Cantarranas, La divina Chuy, Briagoberto Memelas, Juanón Teporochas, Avelino Pilongano, Gamucita Pericocha viuda de Pilongano, etcétera, sin contar todos aquellos personajes incidentales que aparecen en cada número: Melba Vinagrillo, Leontino Pantoja, Dodó Cucuruché, Imeldo Cascajo, Onofre Cabañas, Melitón Chagoya, Walter Chavira, Narda Felipa, Betina Berrones, Viviano Torrija, Gladys Petra, Isidro Cotorón, Sinfónico Fonseca.
Se han señalado alrededor de sesenta personajes de la historieta, donde destaca la familia protagonista: la familia Burrón, cuyo éxito ha sido tal, que alguna vez alcanzó un tiraje de 500 mil ejemplares semanales, lo que significa la lectura de unos dos millones de personas. La calidad estética está fuera de toda duda.
La "Oda a Borola Tacuche de Burrón (escrita en versículos chipocludos y dedicada a la Barda Chachis Pachis Palomeque)", por Hugo Gutiérrez Vega, y dos excelentes ensayos, uno de Sergio Pitol, "Borola contra el mundo" y otro de Carlos Monsiváis, "Sobre los ochenta años de Gabriel Vargas", son apenas un pequeño homenaje, a pesar de la gran calidad de este genial trío, a un gigante de nuestra cultura, a uno de nuestros grandes creadores a cuya obra el Instituto Nacional de Bellas Artes o la Secretaría de Cultura del gdf, le deben un reconocimiento.
* Que muy pronto se descubrió que era un fusil del mismo García Márquez, publicado el 27 de septiembre de 1980, en la revista Proceso.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...