¿Cómo leer a este país en 2014?
Pareciera que la compleja vida mexicana es nueva y no. Hay un permanente retroceso en nuestra vida democrática, una suerte de break dance, donde parece que avanzamos pero en realidad vivimos un retroceso.
Resulta hasta lamentable leer y escuchar tanta proclama de odio y, a su vez, de un embelesamiento hacia "el pueblo", "el pueblo bueno", como dice nuestra versión woodyallenesca de su película Bananas (cuestionar muchas cosas así me ha hecho "perder amigos" en Facebook. Por cierto, casi ni duermo por eso).
Criticamos permanentemente al priismo, pero poco hacemos por romper esa historia. Ni siquiera tenemos la capacidad de analizar frases huecas como “el regreso del PRI”.
Recuerdo que recién ganó las elecciones Fox, me invitaron a un encuentro de intelectuales en Colombia. Fuimos a diversas universidades y yo cuestionaba, ya en el lejano 2000, el final del PRI enunciado por Lorenzo Meyer, lo que desde entonces se mostraba como una falacia: el PAN “tenía” la presidencia, el PRD había ganado el DF (paradójicamente, gracias a la política de Rosario Robles y mediante el fraude de AMLO que no cumplía los requisitos para ser jefe de gobierno).
Traigo a colación ese recuerdo porque ni siquiera hemos sido capaces de entender nuestra historia; mucho menos de mirar cómo el priismo (o su forma de hacer política) impregnó a todos los partidos, a todas las organizaciones y sindicatos, al grado de constituirse en un dique para la democratización del país.
La única historia que conocemos (y vivimos) es la del PRI: miren el inventario de políticos de oposición (en la oposición debía decir). Los más importantes de ellos nacieron en pañales tricolores. La lista es larga, desde Cuauhtémoc Cárdenas hasta López Obrador, pasando por el niño verde cuyo abuelo fue precandidato del PRI a la presidencia en 1970, hasta los petistas de Raúl Salinas, los MC del exgobernador de Veracruz, el PANAL fundado por Elba Esther Gordillo y así, hasta el infinito.
Los mexicanos siguen esperando un milagro, ya sea por la vía de un caudillo mesiánico que llegue a la presidencia y cambie todo, o por la Guadalupana. Pareciera que nadie entiende que este país no cambiará a menos de que cada uno de nosotros comience a tener una participación política y social mínima, desde nuestro barrio, nuestro condominio, nuestra vecindad, nuestras calles, pero también en nuestras escuelas, sindicatos, empresas.
Hay una burda campaña que trata de denostar el dicho de que hay que cambiar cada uno de nosotros. Yo estoy convencido de que así, y sólo así, podremos modificar las formas políticas del país.
Miren qué curioso: los corruptos del partido Verde tienen una campaña inteligente con dos demandas y con una permanente presencia en los medios, en las calles. Su historia de corrupción y demagogia está ahí, con el niño verde, con el diputadete que está en contra de los animales en el circo pero tiene uno en su casa. Lo peor: tendrán una votación copiosa pues el PRD está desarmado y en ruinas, como el PAN. Al PRI, no sé si le alcance la maquinaria. Los demás sólo son otros vivales.
Necesitamos modificar la formas de hacer política. Y participar, claro está.
Ni caudillos tropicales demagógicos que rifen las diputaciones, ni política priista tradicional.
O le entramos todos, o acabamos de hundirnos todos.