martes, 11 de noviembre de 2014

Revueltas. un regalo en el día del libro




Esplendido regalo el que hace, en este día del libro, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

El sino del escorpión, es una esplendida antología de José Revueltas, con prólogo de Eduardo Antonio Parra.


Revueltas es el reverso del intelectual becado y apapachado por el Estado, un hombre integro que pobló la cárcel de este país, sin pose, sin farsa, convencido de las injusticias de este país nuestro.

Lejano a los grupos intelectuales de poder, y al poder mismo, Revueltas vivió cada momento de su vida como un gran creador, un maestro en el arte de las letras. 

Parra escribe: "fue, sin duda, el escritor más personal, solitario, radical, coherente y contradictorio de nuestro país a lo largo del siglo XX".

Hombre que nunca tuvo empacho en criticar, incluso, a la izquierda mexicana, un critico que jamás se dobló pensando en que "con estos bueyes hay que arar" o es lo que tenemos. Ajenos a los intelectuales militantes stalinistas que  son incapaces de respetar al otro, al que crítica, función del intelectual, hasta sus propias creencias.

El sino del escorpión, está conformado por diez cuentos donde muestra su gran maestría. Dormir en tierra, uno de los cuentos que conforman este libro, que este año cumplió setenta años de su aparición, está considerado como una de las grandes obras maestra de la literatura universal.

Corra mañana, vaya a la feria del libro Infantil y Juvenil o acuda a su librería favorita, a recibir este libro, uno de los grandes regalos de los libreros mexicanos a sus lectores.

Tal vez, Revueltas nos de algunas claves para entender este México convulso, de análisis simplones.

Leamos a Revueltas, volvamos a leerlo. Quizá él tenga la llave para entender el sino de este país.

Posada y Vargas Llosa

Acabo de recibir de Cádiz esta fotografía: Mario Vargas Llosa, como José Guadalupe Posada, veranearon en esa espléndida ciudad. 
Vargas Llosa fue uno de los 57 mil asistentes a la exposición Fantasías, calaveras y vida cotidiana, que se presentó en el Castillo de Santa Catalina, en Cádiz, después en el Antiguo Hospital de Santa María la Rica, en Alcalá, y que el 20 de noviembre inauguro en la Embajada de México en Madrid.


sábado, 8 de noviembre de 2014

Elegía


E L E G I A 

Octavio Paz

A un compañero muerto en el frente de Aragón 



Has muerto, camarada, 
en el ardiente amanecer del mundo. 

Y brotan de tu muerte, 
tu mirada, tu traje azul, 
tu rostro sorprendido entre la pólvora, 
tus manos sin violines ni fusiles, 
desnudamente quietas. 

Has muerto. Irremediablemente has muerto. 
Parada está tu voz, tu sangre en tierra. 
Has muerto, no lo olvido. 
¿Qué tierra crecerá que no te alce? 
¿Qué sangre correrá que no te nombre? 
¿Qué voz madurará de nuestros labios 
que no diga tu muerte, tu silencio, 
el callado dolor de no tenerte? 

Y alzándote, 
llorándote, 
nombrándote, 
dando voz a tu cuerpo desgarrado, 
sangre a tus venas rotas, 
labios y libertad a tu silencio, 
crecen dentro de mí, 
me lloran y me nombran, 
furiosamente me alzan, 
otros cuerpos y venas, 
otros ojos de tierra sorprendida, 
otros ojos de árbol que pregunta, 
otros negros, anónimos silencios. 


II 


Yo recuerdo tu voz. La luz del Valle 
nos tocaba las sienes, 
hiriéndonos espadas resplandores, 
trcando en luces sombras, 
paso en danza, quietud en escultura 
y la violencia tímida del aire 
en cabelleras, nubes, torsos, nada. 
Olas de luz, clarísimas, vacías, 
que nuestra sed quemaban como vidrio, 
hundiéndonos, sin voces, fuego puro, 
en lentos torbellinos resonantes. 

Yo recuerdo tu voz, tu duro gesto, 
el ademán severo de tus manos; 
yo recuerdo tu voz adversaria, 
tu palabra enemiga, 
tu pura voz de odio, 
tu tierno, fértil odio, 
tu frente generosa como un sol 
y tu amistad abierta como plaza 
de cipreses severos y agua joven. 
Tu corazón, tu voz, tu puño vivo, 
detenidos y rotos por la muerte. 




III 


Has muerto, camarada, 
en el ardiente amanecer del mundo. 

Has muerto cuando apenas 
tu mundo, nuestro mundo, amanecía. 
Llevabas en los ojos, en el pecho, 
tras el gesto implacable de la boca, 
un claro sonreír, un alba pura. 

Te imagino cercado por las balas, 
por la rabia y el odio pantanoso, 
como tenso relámpago caído, 
como blanda presunción del agua, 
prisionera de rocas y negrura. 

Te imagino tirado en lodazales, 
caído para siempre, 
sin máscara, sonriente, 
tocando, ya sin tacto, 
las manos de otros muertos, 
las manos camaradas que soñabas. 

Has muerto entre los tuyos, por los tuyos. 

A la orilla del mundo 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Recordar, recordemos







Poema de Rosario Castellanos

La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
¿Y a esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Más que aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
Hasta que la justicia se siente entre nosotros.

Alta traición

Alta traición

José Emilio Pacheco

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
     es inasible.
Pero (aunque suene mal)
     daría la vida
por diez lugares suyos,
     cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
     fortalezas,
una ciudad deshecha,
     gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
     montañas
-y tres o cuatro ríos.

Posada y sus fotos

Por muy extrañas razones, desde hace tiempo circula en la red una falsa fotografía de José Guadalupe Posada. No se sabe quien la subió por primera vez pero ahí está, incluso en la falsaria wilkipedia.


De Posada solamente se conocen  dos fotografías:

La primera parece una foto de estudio en donde aparece con su hijo Juan Sabino. Debe ser como 1895 y apareció por primera vez en  el libro Monografía de José Guadalupe Posada





La segunda foto la dio a conocer Antonio Rodríguez, en 1952. En ella, Posada aparece a las puertas de su taller en la Calle de Moneda. Se la ha fechado en 1904, pero debe ser de 1897, pues en 1900, año en que murió Juan Sabino, el hijo de Posada, que aparece enmedio, vivía en el Cuadrante de Santa Catarina, de 1900 a 1906. 



Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...