jueves, 3 de julio de 2014

Las lluvias según Posada


Las lluvias de junio en la capital. 

Un cartón de junio de 1908. Espléndido dibujo con símbolos que identifican a San Pedro: el gallo y las llaves del cielo. 

Mis libros. Pedro Infante

Amorcito Corazón.

No lo enumero pues nunca apareció a pesar de que sigue siendo citado en artículos "Publicaciones resguardan verdades y mitos sobre Pedro Infante", La Crónica, 14 de abril de 2007 (http://www.cronica.com.mx/notas/2007/295717.htm); al igual que en el sitio http://www.pedroinfanteonline.com/tag/amorcito-corazon/

Va una historia de un libro que existió y nunca se publicó. 

Recién terminé el libro de Fidel Velázquez fui a ver una obra de teatro de Germán Castillo: Ahí viene Pedro Infante, y recordé la tarde en que mi madre me llevó en brazo al entierro de Pedrito. Bueno, nunca lo recordé pero sé que así fue.

Es anoche empezó el libro que muy pronto, cuando apenas llevaba unos pocos capítulos, fue contratado por la editorial Casa de las Imágenes que pretendía innovar el mundo editorial mexicano; contrató a Azul Morris para el diseño, a Poncho Morales para la curaduría del libro, Elena Poniatowska escribió el prólogo. 

Sería el hit del momento, sin duda.

El libro fue entregado a mediados de 1991, con el título En el aire, pero el editor lo modificó por el famoso Amorcito corazón.

Sería un libro a todo lujo, con decenas de fotografías, muchas de ellas ineditas. De inmediato la prensa busco exclusivas, sobre todo por que en aquellos años prácticamente no existían libros sobre Pedro y, supongo, después de mi éxito con Fidel, se buscaba algo nuevo.

Pasaban los meses y el libro no aparecía. 


La Poniatowska publicó en El Financiero, el prólogo (sin mencionarme y sin anotar que era el prólogo); y a mi me entrevistó Carlos Martínez Rentería por el libro y la nota apareció en El Universal, al poco tiempo después de que había publicado, un fragmento del libro, dividido en 5 entregas entre el 22 y el 26 de abril de 1992.

Y el libro...
Y los editores...

Nada, no pasó nada, nunca supe más. Los editores desaparecieron. Por suerte, me pagaron muy buenos anticipos pero el dinero no es la vida, me hubiera gustado ver el libro.

Hace un par de años me buscó el nieto de Pedro Infante pues un vendedor de viejo le había vendido la maqueta con el libro y su mamá, Lupita Infante,  estaba encantada con mi texto y el tratamiento que di a esa historia pues, me dijo, "es el mejor libro que he leído sobre  mi papá". 

Hubo intentos por publicarlo por parte de Jaime Jiménez Pons que me trajo a vuelta y vuelta sin resolver nada hasta que me cansé y el libro... pues quedó para la anécdota.

Por aquel entonces, en un tianguis de mi amada colonia Portales me encontré a la secretaria de la editorial quien me regresó el manuscrito (hay que decir que entonces que lo escribí en un híbrido entre máquina de escribir y computadora, un procesador de textos que usaba unos discos que hoy nadie podría leer).

Así quedó mi Amorcito corazón, en una copia engargolada.

miércoles, 2 de julio de 2014

IV Mis libros. Fidel. Una historia de poder (segunda parte)


Me llena de satisfacción contar que un libro mio se imprimiera tantas veces; en mayo y octubre de 1991, en marzo y  noviembre de 1992. Cuatroediciones, veinte mil ejemplares.

Monsiváis comentó el libro, la nota de El Nacional, señaló: "en el texto los grandes personajes históricos se suceden como en una novela de Agata Cristhy (sic); Fidel se va quitando a sus enemigos uno a uno con asombrosa facilidad".; Carlos Martínez Rentería publicó en El UNiversal un texto titulado "De aquí a la eternidad. Fidel ya tiene quien lo describa". Fui citado por la agencia AFP, por Raúl Trejo Delabre; me entrevistaron Elda Maceda, de El Universal; Arturo Trejo Villafuerte lo comentó en Sábado, y Pablo Espinoza escribió la nota para La Jornada: "Intenté un libro jocoso, donde se pudiese sonreír ante la desgracia de tener un personaje así".


Hubo muchas entrevistas más, que sería largo describirlas acá. En el tomo VIII del Diccionario de Escritores Mexicanos, hay una buena compilación de ellos.


Además, Miguel Ángel Granados Chapa cuando publicó su libro El siglo de Fidel (Pangea, 1996) Escribió en el prólogo: "Como todos los libros que no acuden a la investigación directa..., este es un tributario de muchos otros, como los volúmenes de la serie la Clase obrera en la Historia de México o la biografía escrita por Agustín Sánchez González".


Como señalé, se vendieron más de 20 mil ejemplares de ese título, años después de la crisis, Editorial Planeta dejó de publicar esa colección, "Espejo de México", y sacó de su catálogo muchos títulos, entre ellos mi libro que, no obstante, resucitó años después.



De derecha a izquierda, Paty Masón, Samuel León, Monsi  y yo. La calvita de abajo es de mi  maestro Arturo Azuela

IV Mis libros. Fidel. Una historia de poder

Tras abandonar las clases en el CCH y el trabajo de difusión cultural, a finales de los años ochenta me concentré en uno de mis proyectos soñados: escribir crónica histórica. 

Quería hacer libros para leerse, ajenos a las publicaciones que sólo se encuentran en las academias.

 Había escrito la tesina: Corrientes sindicales en la formación de la CTM. 1936-1937, con la que obtuve mención honorífica y me titulé como licenciando en historia. Esa fue la base para escribir un libro que tuvo una gran resonancia: Fidel. Una historia de poder.
En una de tantas manifestaciones de la época, le platiqué sobre el libro a Federico Campbell y me comentó que Jaime Aljure, estaba buscando un libro así. 

Me dio el teléfono, Aljure me recibió casi de inmediato. Dejé el manuscrito el jueves y el lunes ya estaba listo el contrato. 

Vaya sorpresa. No sólo eso, me dio un jugoso anticipo, nueve millones de pesos de entonces (hoy serían nueve mil pesos) y el libro apareció en la colección Espejo de México, al lado de autores admirados como José Agustín, Cristina Pacheco y Paco Taibo I.

El libro tuvo un gran impacto de inmediato. Carlos Monsiváis, a quien no conocía personalmente, accedió a presentarlo y aunque todo el mundo dudaba de su asistencia (Carlos Por si váis, le decían) fue a la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles y junto con Samuel León, en una sala abarrotada, presentaron el libro en junio de 1991.



Tuve innumerables entrevista sobre el libro tanto en la prensa escrita como en la radio y hasta en la televisión, con Nino Canún. Fue sorprendente, además, el número de ediciones que salieron y la rapidez con que se vendió. Más de veinte mil ejemplares surgieron de ese libro.
El fenómeno tenía una razón de ser: era la primera ocasión que se  trataba un tema que parecía tan cotidiano pero al que nadie había tratado. Personaje fundamental para entender el autoritarismo priista, creo que por eso fue su éxito.

La Catrina nació en Tepito, Agustín Sánchez González



Escrito por Índice Politíco en . Publicado en Cultura y Espectáculos




Más allá de la Catrina…
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de noviembre (Quadratín México).- “La Catrina”, inmortal personaje de José Guadalupe Posada (1852-1913) que ha sobrevivido en la cultura popular mexicana, posiblemente fue realizado en Tepito, señaló hoy aquí el periodista e investigador Agustín Sánchez González (1956).
Entrevistado previo al paseo literario titulado “La ciudad de Don Lupe. Más allá de la Catrina. Imprentas, periódicos y casas donde vivió”, Sánchez considerado uno de los especialistas más importantes en la vida y obra del grabador hidrocálido, refirió que la “Calavera Garbancera”, bautizada así por el muralista Diego Rivera, se piensa fue creada en el llamado “Barrio Bravo”.
Dijo que en la Avenida de la Paz número 6, lo que hoy es Jesús Carranza, casi esquina con Granaditas, donde se encontraba una vecindad, hoy un complejo habitacional, Posada dibujó su obra cumbre, el grabado de La Catrina.
“Parece ser que fue ahí, pues fue de las últimas obras que realizó en ese lugar, pues murió en Tepito en enero de 1913”, detalló.
Acompañado por un grupo de personas y a propósito del centenario luctuoso de este artista popular, visitaron los lugares donde habitó este cronista gráfico en la Ciudad de México, desde que llegó a los 36 años de edad, en el año 1888, hasta 1913, año en que murió.
Se visitaron las distintas casas donde habitó, la vivienda donde murió en Tepito, pasando por las casas en donde estaban las imprentas y periódicos donde trabajó.
Es un recorrido por las diversas casas que he ido descubriendo a lo largo de casi 20 años de investigar a Posada. Por lo general se hablaba de la casa que está en la calle de Moneda y donde hoy se encuentra el Palacio de la Autonomía.
Según González, ahí, hubo una vecindad que Justo Sierra derrumbó en 1910 y ahí más tarde se creó la Universidad.
Enseguida se trasladaron a la calle de Moneda No. 5, hoy convertida en una tienda de accesorios y “chácharas”, entre Santa Inés y Correo Mayor. El recorrido continúo en la calle de El Carmen número 6, hoy también convertida en una tienda de accesorios de belleza.
Más tarde, se trasladaron a la calle Del Carmen 47, hoy un café de chinos y lugar en donde los grabadores Ángel Zamarripa y Erasmo Cortes, mandaron a poner una modesta placa de cemento en la que aseguraban que Posada había muerto en dicho lugar, lo cual es falso, a decir del propio González.
El recorrido entró en la recta final cuando se trasladaron hasta la calle de Nicaragua, entre Brasil y Perú, lugar donde murió su hijo, Juan Sabino, a los 17.
“Aquí tuvo su taller e hizo muchos de los carteles que hoy resguarda el Archivo Histórico del Distrito Federal”, señaló.
El paseo concluyo en el barrio de Tepito, en avenida de la Paz número 6, lo que hoy es Jesús Carranza, casi esquina con Granaditas, lugar donde dijo, murió el artista.
Para Sánchez, la idea de este paseo, es insistir en las facetas desconocidas de Posada, en tratar de desmitificarlo un poco en el sentido de su propia grandeza, en descubrirlo antes de que se convirtiera en un mito, cuando se le conocía simplemente como don Lupe, señor que hacía sus dibujos por doquier.

martes, 1 de julio de 2014

La cueva de Altamira, en Madrid

Uno de mis grandes sueños, muchisimos por cierto, ha sido conocer las Cuevas de Altamira. Hace unos años leí que el paso estaba restringido. En el sitio oficial, señala:


La cueva de Altamira no está abierta a su visita. Desde el año 2012 se desarrolla un Programa de Investigación para la Conservación Preventiva y régimen de acceso a la cueva de Altamira. Entre otros objetivos establecerá si es compatible su adecuada conservación con algún régimen de visita pública que, en todo caso, será muy limitado y sujeta a control absoluto.
El Patronato del museo, tras su reunión de enero de 2014, ha informado del inicio de una fase del Programa de Investigación que incluye visitas experimentales: sólo un grupo a la semana de cinco personas acompañadas de un guía del museo. También ha aprobado que próximamente y hasta agosto se ofrezca participar aleatoriamente en estas visitas experimentales a las personas presentes en el museo cada uno de esos días, por lo que no es posible admitir ninguna petición o inscripción previa.

Grande fue mi sorpresa al enterarme que en el Museo Nacional de Arqueología existía una reproducción de las cuevas y tras el regocijo, me encaminé con rumbo a la Biblioteca Nacional, dado que el recinto se encuetra a sus espaldas.

Sólo visité un par de salas e hice un veloz recorrido por otras, dada la restricción del tiempo que tenía. Me encontré con un lugar interesante, buena museografía pero con bastantes problemas en la señalización de la circulación.

No obstante, el museo me generó muchas inquietudes acerca del ser del mexicano.
    ¡Si, desde allá!

Y es que la gran mayoría de los mexicanos se niegan a reconocer otro pasado que no sea el indígena y otra minoría, que lo niega. 

Unos cuantos pensamos que la grandeza de la cultura mexicana parte de ese arco iris cultural del que venimos. 

Tenemos una herencia europea, pero no sólo de España: griegos, celtas, romanos, fenicios, cartageneros, árabes, judíos; una parte africana por los esclavos que llegaron de ese continente, arrancados ferozmente de sus tierras, y nuestra herencia prehispánica, más allá de los mexicas (yo me siento más orgulloso de los mayas, por ejemplo)

Vuelvo a la Cueva: entrar en ese espacio, mirar un enorme espejo donde admirar la obra tal vez incidental que hizo alguien, equis, y que nunca se imaginó que muchisimos años después los seguíamos admirando.

Mirar la Cueva de Altamira, aun en esa reproducción, me provocó un agradable efecto, un sueño cumplido, como cuando miré la Esfinge y las Pirámides de Egipto, el Guernika de Picasso, La Piedad o la Capilla Sixtina de Miguel Angel o cada que miro nuestra pirámides, en Teotihuacán, el Templo Mayor o las ruinas mayas.






1. Posada en el periodismo. El Jicote

La primera caricatura de Posada, en El Jicote.



 En esta primera caricatura que se le conoce a Posada, aparecida en El Jicote, el 11 de junio de 1871retrata al médico homeópata Juan Alcázar, entonces diputado y que fue director del Hospital Civil de Aguascalientes. Monta un asno que es igual que él y sus camaradas. La jeringa que cuelga del burro era el nombre de la revista de este grupo. El ataúd que carga tiene la fecha de 1861, año de una plaga que Alcázar no pudo detener. La muerte posa vitoriosa. Un Jicote acosa el rostro del médico. Es notoria la influencia de Constantino Escalante y de Santiago Hernández en la obra del joven Posada que tenía 19 años cuando apareció esta publicación.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...