martes, 1 de julio de 2014

La cueva de Altamira, en Madrid

Uno de mis grandes sueños, muchisimos por cierto, ha sido conocer las Cuevas de Altamira. Hace unos años leí que el paso estaba restringido. En el sitio oficial, señala:


La cueva de Altamira no está abierta a su visita. Desde el año 2012 se desarrolla un Programa de Investigación para la Conservación Preventiva y régimen de acceso a la cueva de Altamira. Entre otros objetivos establecerá si es compatible su adecuada conservación con algún régimen de visita pública que, en todo caso, será muy limitado y sujeta a control absoluto.
El Patronato del museo, tras su reunión de enero de 2014, ha informado del inicio de una fase del Programa de Investigación que incluye visitas experimentales: sólo un grupo a la semana de cinco personas acompañadas de un guía del museo. También ha aprobado que próximamente y hasta agosto se ofrezca participar aleatoriamente en estas visitas experimentales a las personas presentes en el museo cada uno de esos días, por lo que no es posible admitir ninguna petición o inscripción previa.

Grande fue mi sorpresa al enterarme que en el Museo Nacional de Arqueología existía una reproducción de las cuevas y tras el regocijo, me encaminé con rumbo a la Biblioteca Nacional, dado que el recinto se encuetra a sus espaldas.

Sólo visité un par de salas e hice un veloz recorrido por otras, dada la restricción del tiempo que tenía. Me encontré con un lugar interesante, buena museografía pero con bastantes problemas en la señalización de la circulación.

No obstante, el museo me generó muchas inquietudes acerca del ser del mexicano.
    ¡Si, desde allá!

Y es que la gran mayoría de los mexicanos se niegan a reconocer otro pasado que no sea el indígena y otra minoría, que lo niega. 

Unos cuantos pensamos que la grandeza de la cultura mexicana parte de ese arco iris cultural del que venimos. 

Tenemos una herencia europea, pero no sólo de España: griegos, celtas, romanos, fenicios, cartageneros, árabes, judíos; una parte africana por los esclavos que llegaron de ese continente, arrancados ferozmente de sus tierras, y nuestra herencia prehispánica, más allá de los mexicas (yo me siento más orgulloso de los mayas, por ejemplo)

Vuelvo a la Cueva: entrar en ese espacio, mirar un enorme espejo donde admirar la obra tal vez incidental que hizo alguien, equis, y que nunca se imaginó que muchisimos años después los seguíamos admirando.

Mirar la Cueva de Altamira, aun en esa reproducción, me provocó un agradable efecto, un sueño cumplido, como cuando miré la Esfinge y las Pirámides de Egipto, el Guernika de Picasso, La Piedad o la Capilla Sixtina de Miguel Angel o cada que miro nuestra pirámides, en Teotihuacán, el Templo Mayor o las ruinas mayas.






1. Posada en el periodismo. El Jicote

La primera caricatura de Posada, en El Jicote.



 En esta primera caricatura que se le conoce a Posada, aparecida en El Jicote, el 11 de junio de 1871retrata al médico homeópata Juan Alcázar, entonces diputado y que fue director del Hospital Civil de Aguascalientes. Monta un asno que es igual que él y sus camaradas. La jeringa que cuelga del burro era el nombre de la revista de este grupo. El ataúd que carga tiene la fecha de 1861, año de una plaga que Alcázar no pudo detener. La muerte posa vitoriosa. Un Jicote acosa el rostro del médico. Es notoria la influencia de Constantino Escalante y de Santiago Hernández en la obra del joven Posada que tenía 19 años cuando apareció esta publicación.

I Posada en el periodismo

Posada tiene una destacada presencia en el ámbito del periodismo nacional, basta señalar que participó en publicaciones de Aguascalientes, León y en la ciudad de México. Pero además, s ehan localizado periódicos de otras ciudades de la república donde hay obras de Posada, como Querétaro o Zamora, Michoacán.

Muchos de los periódicos fueron publicaciones marginales y otros de gran importancia como los que realizaron personajes como Ireneo Paz, un gran escritor tapatío, abuelo de Octavio Paz. 

En algunos sólo realizó la cabeza del periódico, en otros, hizo caricatura de espectáculos, deportes, nota roja, arte o anuncios. 

Posada participo durante mas de cuarente años en la prensa nacional y llegó a colaborar en más  de setenta publicaciones periódicas; algunos títulos que se pueden mirar aquí son: El Jicote, El Padre Cobos, El Chile Piquín, El fandango, Fray Gerundio, El Popular, El Gil Blas, El diablito rojo, Juan Cuerdas, El Chisme, El Hijo del Fandango, El Paladín, La Guacamaya,entre otros.

     Recuperar su trabajo en el periodismo es una asignatura pendiente en su historia, es el momento de dejar atrás su obra conocida y mostrar al artista que aún está por descubrirse y a una obra que se encuentra por todas partes.  Conocerla nos permitirá entender mejor lo que somos.

Este es El Jicote. Periódico hablador, peor no embustero, redactado por un enjambre de avispas. Se publicó en junio de 1871, cuando Posada tenía 19 años y es la obra más antigua que se le conoce.

lunes, 30 de junio de 2014

Comida Manchega en Palomera (Cuenca)

Visitar España es salir a las pequeñas y grandes ciudades. Tener amigos como Manolo Junco es un privilegio. Amante de su país, de sus costumbres, de su gastronomía, cada visita allá es conocer sitios que difícilmente, como turista, se encontrarían
Hace unos días fuimos a Cuenca, a ver el Museo de Arte abstracto y luego buscamos un sitio para comer. ¡Vaya sorpresa!, llegar a un pequeño caserío, en Palomera, bueno, ellos le llaman municipio.

Se encuentra a unos cuantos kilómetros de Cuenca, disfrutado un paisaje maravilloso llamado el paseo del Huécar y pasando Molinos de Papel. Apenas se entra al pueblo y se encuentra este hostal-restaurante.


La comida es una delicia. Comida de pastores, sabores manchegos tan diferentes a los que se come en las grandes ciudades: En su sitio dice: "Su carta está llena de olores y sabores manchegos. Entre los platos que destacan está el morteruelo, el  ajoarriero, el pisto y el zarajo y muchos otros platos típicos y deliciosos".

Morteruelo:  es un plato fuerte, pesado, con diversas carnes de caza, una delicia única de esa región; el ajoarriero es una pasta de patatas, huevo, ajo, pimentón y aceite de oliva; el pisto manchego es una mezcla de pimientos verdes y rojos, tomates y un poco de calabacín.


El maravilloso zarajo. Mmmmmmmmm
El zarajo son lo que conocemos en México como tripas de cordero, entretejidas hermosamente, enrolladas en dos palos, es una delicia. Hay que decir que toda esta comida no era de nobles ni de príncipes, era la degustación diaria del campesino, del labrador y, siempre se sabe,  hasta los reyes envidian estos fiambres dignos de la mejor gente del mundo. 
También, estos sabores son reminiscencias del pasado romano, de la inmediatez de la conjugación tanto de la cultura árabe, como de la judía, que en aquellos años convivían de una manera generosa y amorosa.

Claro, todo este banquete no sabe si no se  acompaña de un buen vino manchego, un delicioso café y un postre exquisito.

Y después de todo eso, se requiere una buena siesta pues los estómagos no sólo lo piden, lo exigen.

Soñar con Don Quijote en estas tierras manchegas, recordar a León Felipe, a la gente que ha transitado siglos por tierras españolas, también antepasados de los mexicanos que, como parte de lo que somos, tenemos que recobrar.

Con Serrat y Carlos Fuentes

Nunca estuve con ellos, bueno, con Joan Manuel Serrat sí cuando dio un hermoso concierto en el Zócalo capitalino y yo era director de información en al Instituto de Cultura de la Ciudad de México, durante el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas, en 1998.

Esta caricatura, que Apebas hacía cada domingo, fue uno de los mejores regalos de mi vida pues además de ser una sorpresa agradable, fue un gran honor. 

Ese  26 de octubre de 1996, busqué la sección cultural, que era lo primero que leía y me encontré el trío de personajes de ese domingo, entre los cuales estaba yo. ¡Qué gran felicidad!

Se las comparto 18 años después.

domingo, 29 de junio de 2014

Posada en Cádiz, hasta septiembre 7

Después de un largo y complejo trabajo, donde tuve que enfrentar un sinnúmero de zancadillas, logré inaugurar el 18 de junio pasado la exposición Posada. Calaveras, fantasías y vida cotidiana, en el Castillo de Santa Catalina, en Cádiz.


Trabajar pensando en otros ámbitos distintos al mexicano conlleva niveles de dificultad que requiere de la complicidad de la gente de aquellos lares o que conoce muy bien ese ambiente, como un trío de buenos camaradas: mi amigo Sergio Hernández que fue quien condujo la muestra hacía aquella ciudad; el editor José Manuel Martín, de Gráficas Almeida quien fue el primero en soñar la muestra en España y el gran artista Juan Manuel Álvarez Junco,  autor de unos de los textos del libro y gran amigo de siempre.

Agustín Sánchez González


Gracias a sus lecturas de Posada, pude armar un guión museográfico que fuera factible de leerse en la península ibérica y que se expresa en la muestra que hoy puede verse en una edificación mágica, el Castillo de Santa Catalina, en Cádiz, construcción del siglo XVI, debido a la destrucción de Cádiz hecha por los ataques piratas. La obra se terminó en 1621.

Gracias al apoyo de Alicia Mayer, directora del Centro de Estudios de México en España, pudo realizarse un hermoso catálogo que pornto estará a la venta en México pero que si alguien quiero adquirirlo antes sólo tiene que solicitarlo por esta vía.

Una plaza del arrabal, ahora convertida en Mayor



Mi tocayo, Agustín Lara, cantó: Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti.  Muchas cosas me gustan de esta ciudad, una de ellas, su Plaza Mayor que en sus orígenes se llamó plaza del Arrabal» por encontrarse fuera del recinto amurallado medieval. Recuerdo hace muchos años que visité el espléndido Museo de la Ciudad de Madrid que muestra el desarrollo de esa urbe desde que era una pequeña Villa.


La plaza ha cambiado de nombre: a partir de la Constitución de Cádiz se llamó Plaza de la Constitución; tras el regreso de la monarquía,  Plaza Real, en 1814; seis años después volvió a Plaza de la Constitución.
Tras la primera República, en 1873, se llamó Plaza de la República; sólo duró tres años pues con Alfonso XII, en 1876 y hasta la Guerra civil española volvió a ser Plaza de la Constitución.
Con el franquismo, y hasta ahora, es la Plaza Mayor y espero que así se quede y no le pongan, como hicieron con la estación Sol, del metro, un nombre comercial. Por ejemplo Plaza Movistar-Mayor.
Pues esta plaza me gusta. Cada vuelta a Madrid tengo que ir a verla, a tomarme una cañita, a disfrutar esa maravillosa y cálida arquitectura, lugar de encuentro, sitio de ensoñación.
Miren, para quien no la conoce. esta vista panorámica.

http://www.panorammer.com/panoramas/plazamayormadrid_f.php






Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...