miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pretende Agustín Sánchez romper con el mito que pesa sobre José Guadalupe Posada

Ignorado en vida, mito de muerto, lo cierto es que sobre José Guadalupe Posada se conoce a la fecha muy poco. Y no porque no exista material de consulta; lo hay, y a montones. Lo malo es que todo versa sobre lo mismo y parte considerable de él se sustenta en información trastocada o falseada.

Eso es lo que pone sobre la palestra el historiador Agustín Sánchez González, identificado por su trabajo en el estudio de la caricatura mexicana, quien, como parte de tal línea, se dio a la tarea de escarbar y profundizar en la historia de ese virtuoso dibujante y grabador.

Producto de ello, con más de 10 años detrás de sí, se desprende el libro Posada (Planeta), el cual fue presentado el martes pasado en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas.

Éste es el segundo volumen que Agustín Sánchez realiza sobre dicho artista. Su factura responde de hecho a la “serie de fallas y contradicciones” que presentaba el anterior, Posada, un artista en blanco y negro, reconoce el autor.

La creación del mito en torno a Posada se debe a Diego Rivera y Leopoldo Méndez. El primero, al compararlo con Goya y situarlo como un artista representativo de lo mexicano, en su condición de creador del personaje de La Catrina. El segundo, al plasmarlo en un mural al lado de los hermanos Flores Magón y así ubicarlo como un gestor de la Revolución de 1910.

A partir de ello comenzó a edificarse una gran paradoja en torno de su vida y obra, considera el investigador, porque se habla mucho de él, pero nadie se ha interesado en saber más allá del creador de calaveras o el trabajador de la imprenta de Vanegas Arroyo, como si lo dicho por Rivera y lo pintado por Méndez fuera verdad de fe.

Se desconoce, por ejemplo, la triste circunstancia de su muerte: solo y a causa del alcoholismo, así como que sus restos fueron a parar a la fosa común. También, que su llegada a la ciudad de México se debió a invitación de Irineo Paz –abuelo de Octavio Paz–, con quien trabajó de ilustrador, lo mismo que hizo para la editorial de un hijo de éste, Arturo.

Entre las mentiras que prevalecen, por otra parte, se encuentra la que ubicaba a Posada como empleado exclusivo de la imprenta de Vanegas Arroyo, cuando en realidad “era una especie de freelance que trabajó en alrededor de casi 40 periódicos”.

Información como ésa es en la que ahonda Agustín Sánchez: “La historia de la caricatura, y con ella la de José Guadalupe Posada, está en pañales (...) Este libro es una nueva lectura de este autor, una apología si se quiere, pero está escrito desde la idea del Posada múltiple, la de un autor por ser descubierto”.

Así, el historiador cuenta cómo éste salió de su natal Aguascalientes para irse a León, donde trabajó de maestro de litografía en una preparatoria, y también en el ámbito comercial, haciendo grabados para cigarreras, cerilleras y estampas; luego, su llegada a la ciudad de México, los diversos domicilios en los que habitó, su afición por el alcohol, la precariedad de su situación económica, la muerte de su hijo, Juan Sabino, a los 17 años; su trabajo de caricaturista de personajes literarios de la época o realizando carteles para espectáculos públicos, capítulos estos dos últimos un tanto olvidados.

Lo ubica, en lo artístico, como precursor del surrealismo y el cubismo, aunque aclara que “Posada nunca se la creyó, no se sentía artista. Mucho del dinero se le iba en el alcohol y la mota. Quizá las figuras fantásticas que dibujó en sus historias las hizo bajo el influjo de esas sustancias”.

Otro aspecto que emerge a la luz pública en el libro es “la infancia tan cruda y terrible que tuvo el grabador”, rodeada por la muerte por todos lados, desde el hecho de que su casa estuviera ubicada cerca de un cementerio hasta que le tocara atestiguar una gran peste que acabó con un alto porcentaje de la población, así como los enfrentamientos y fusilamientos inherentes al momento histórico y político de su época.

De hecho, Agustín Sánchez sostiene la hipótesis de que el origen de las famosas calaveras que han hecho célebre a escala mundial al grabador está relacionado más con ese aspecto de su biografía que con el mundo prehispánico, como se asegura, y acota que el primer dibujo con esa referencia se remonta a cuando tenía 19 años.

Sin tapujos, el especialista asume que la hechura de este volumen busca romper con el mito que pesa sobre el grabador:

“El país necesita abrirse a muchos espacios, necesita quitarse muchos dogmas, sobre todo los que creó el nacionalismo revolucionario. Posada es un hombre que dará más entre más lo abran.

“Hay que cuestionar y hacer preguntas en torno de este personaje. Preguntarse, por ejemplo, por qué nunca se autorretrató. Hay que romper el mito, pues, pero no descalificándolo. Hay que romperlo en su grandeza, no en su miseria.”

Y en ese sentido, subraya el creciente número de investigaciones y libros que comienzan a publicarse en torno de la vida y la obra de José Guadalupe Posada, entre ellos uno que dará a conocer en breve Rafael Barajas El Fisgón, en el que lo sitúa como porfirista.

“Hay un boom. Hace tiempo dije –un tanto en son de broma– que, visto el declive de la fridomanía, ahora viene la posadomanía.”

POsada: una historia por escribirse y por descubrirse

Apenas se escribe José Guadalupe Posada en el buscador de Google, aparecen 231 mil resultados. Desde la falaz Wilkipedia, a quien todo el mundo mete mano para escribir lo que le viene en gana, hasta jóvenes que hacen su tarea.

Mentiras y mitos son el resultado de la web, pero ha sido también el producto de una historia adaptada a los tiempos de nuestra historia.

Posada está por descubrirse. Es curioso señalar que nunca dio una entrevista a nadie, ni se conocen comentarios; sólo existen dos fotografías, pero no se ha localizado ningún autorretrato; hay apenas tres notas de la prensa de su época que hablan de él. Su familia era un enigma, apenas recientemente descubrí el nombre de su hijo. Posada es un rompecabezas y apenas se están encontrando las piezas y, sin embargo, ningún artista mexicano es tan conocido en el mundo por el símbolo de la muerte, por un icono a quien se le llama "La Catrina".




Por otra parte, Posada ha sido elogiado por su presencia en la revolución. Decenas, quizá cientos de notas nos refieren a un hombre vinculado a los hermanos Flores Magón y al periódico El Ahuizote. No han faltado las personas que repiten mentiras como las de que Posada fue un radical y que estuvo preso por sus ideas. Posada es un mito, un invento necesario para una revolución que requería de héroes culturales.


Nació en Aguascalientes en 1852 y murió en la ciudad de México, en una vecindad de Tepito, en 1913. Fue un artista autodidacta que ayudaba a su hermano Cirilo, profesor de escuela, a entretener a sus alumnos haciendo dibujos.

Desde sus primeras obras profesionales que se conservan, a los 19 años, Posada retrató la muerte en el periódico El Jicote. Este tema, le obsesionó toda su vida.



No era gratuito, de niño le tocó mirar una epidemia de cólera que generó más de diez muertes; también le tocó ver el asalto a su ciudad, por parte de los bandidos que asolaban e incendiaban Aguascalientes; miró decenas de fusilamientos y de cadáveres apilados muy cerca de su casa.

Posada creció con la muerte y tal vez por ello, se obsesionó con las imágenes que, si bien es cierto que son las menos, son las más reconocidas, como la llamada Catrina, bautizada por Diego Rivera (y quien le puso el cuerpo), pero que en realidad se llama la Calavera garbancera, que es una crítica a las indígenas que querían ser como españolas y comer garbanzo en lugar de maíz. Posada empezó a trabajar en Aguascalientes, después de marchó a León donde hizo trabajos comerciales, ilustró varios libros, realizó estampas religiosas y fue profesor de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria.


Después se marchó a la ciudad de México invitado por Ireneo Paz, el abuelo del poeta Octavio Paz; colaboró en más de 70 periódicos, la mayoría desconocidos para el gran público, e ilustró ciento de hojas volantes.

Uno de sus grandes aportaciones a nuestra cultura fue ilustrar las portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano, considerada la primera historia escrita para niños por Heriberto Frías y que se imprimió en Barcelona.

Su trabajo más conocido ocurrió en taller de Antonio Vanegas Arroyo, pero trabajó en muchos más. Lo que hizo con Vanegas es la obra más conocida de Posada

Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada como pocos artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un mexicano que se transforma en universal.



La mayor parte de su producción, está desaparecida y ha sido rescatada poco a poco; la que existe, se encuentra dispersa y conformó, en su momento, parte de la vida cotidiana de los mexicanos, pues se encontraba en las estampas religiosas, en los cuentos infantiles, en los juegos de mesa, en las cartas de amor, las etiquetas de los cigarros, los calendarios, en la nota roja, en la caricatura, los diarios y las revistas de la época.

Posada está por descubrirse. Es un buen momento para comenzar a quitar las mentiras que se han vertido sobre su vida y obra, mentiras que, por cierto, no le restan ningún valor a la gran calidad de su trabajo, a su contribución a generar lo que somos.

La catrina, una invención de Diego Rivera*

La lista de calaveras de Posada es muy extensa y variada; entre ellas, destaca y brilla La Calavera Catrina, una de las obras maestras de Posada; que se ha convertido, además, en uno de los iconos de nuestra identidad nacional.

Más allá de su belleza en sí, esta popularidad tiene que ver, sin duda, con la difusión realizada por Diego Rivera, a partir del mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, donde la dibuja como una figura central, a la que el muralista toma de la mano y la coloca por delante de la propia Frida.

De este momento arranca su fama, en la década de los años cuarenta y cincuenta cuando empiezan las grandes exposiciones y los grandes homenajes.

Vale decir que La Catrina, fue bautizada así por Diego Rivera ya que la hoja donde apareció originalmente se llamaba "Remate de calaveras alegres y sandungueras" y el subtítulo era: Las que hoy son empolvadas GARBANCERAS pararán en deformes calaveras.

Las garbanceras eran las indígenas que comían garbanzos, es decir, aquellas ladinas que menospreciaban su clase social y querían ser como las patronas españolas. En una parte el texto dice: "Hay unas gatas ingratas, muy llenas de presunción y matreras como ratas, que compran joyas baratas en las ventas de ocasión".

domingo, 30 de octubre de 2011

El verdadero nombre de 'La Catrina'

Vida domingo 30 de oct, 2011
Tanto como el mariachi y el tequila, el famoso grabado de José Guadalupe Posada es un emblema de la cultura nacional. Con 'La Catrina', los mexicanos celebramos cada año el Día de Muertos a través de su carácter burlón y juguetón, de tal forma que en el extranjero es todo un símbolo de nuestro folclore.

FOTO ARCHIVOSin embargo, ese no siempre fue su nombre. Cuando Posada la creó, en la hoja donde hizo su primera aparición se leía solamente “Remate de Calaveras alegres y sandungueras” con el subtítulo “Las que hoy son empolvadas garbanceras pararán en deformes calaveras”.

En otras palabras, el nombre que podría tomarse com original para este popular personaje es el de ‘La Calavera Garbancera’.

De acuerdo con el libro Posada, del investigador Agustín Sánchez González, las garbanceras eran aquellas indígenas que comían garbanzos y que menospreciaban su clase social, queriendo ser como sus patronas españolas. En ese grabado, como en la mayoría que elaboró, José Guadalupe Posada hacía una crítica social hacia esos que denostaban su mexicanidad.

Aunque su grabados se asocian mucho con el Día de Muertos, sus calaveras se refieren a muchas situaciones sociales de finales del siglo XIX y principios del XX, bajo un tono satírico del que no se salvaron ni Porfirio Díaz ni Emiliano Zapata.

Pero, ¿cómo llegó a llamarse Catrina? El responsible de esto fue nada más y nada menos que el famoso pintor Diego Rivera, quien la bautizó así luego de inmortalizarla en su famoso mural ‘Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central’ donde aparece como una figura central, incluso por delante de Frida Kahlo.

De hecho, fue el mismo Rivera el que literalmente vistió a ‘La Catrina’, pues Posada sólo dibujó la cabeza y el busto. Gracias a la influencia del pintor en lo que se refería a cultura mexicana, la calavera se hizo famosa, trascendiendo hasta nuestros días para recordarnos que: “La muerte, es democrática, ya que fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”. -

martes, 18 de octubre de 2011

Distribuye feria alternativa del libro "De los cuates pa´la raza"

Notimex – dom, 16 oct 2011 12:19 CDT
México, 16 Oct. (Notimex).- La Feria del Libro Alternativa de la Alameda Central distribuyó en su primer día de actividades mil ejemplares de la antología "De los cuates pa´la raza".

Se trata de una recopilación de más de 30 textos breves de reconocidas plumas como Enrique González Rojo, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, José Agustín, Germán Dehesa, Juan Gelman, Paco Ignacio Taibo II, Armando Bartra, Gerardo de la Torre y Rafael Barajas "El Fisgón", entre otros.

De acuerdo con Paco Ignacio Taibo II y Paloma Sáiz, coordinadores de la Brigada "Para leer en Libertad" y organizadores del evento, la publicación es "una pequeña muestra de la literatura contemporánea mexicana".

"De los cuates pa" la raza" recuerda este formato con distintos géneros literarios y periodísticos como poesía, cuento corto y caricatura.

Para Agustín Sánchez González, uno de los autores presentes en este trabajo, el hecho de reunir a varios escritores en este ejemplar es de celebrarse, pues además de promoverlos, se fomenta el habito de la lectura entre el público.

Entre los cuentos, el también investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (CENIDIAP) del INBA, presenta uno inspirado en el político sonorense Luis Donaldo Colosio (1950-1994).

"El cuento que escribí ganó una mención en el premio del ¿Crimen como una de las Bellas Artes? 2003, lo escribí la noche en que mataron a Colosio; me encontraba Sevilla en el balcón de un hotel y se me ocurrió, aunque no es la historia del asesinato de Colosio, si es una historia de tipo político", señaló Sánchez González.

Para Sáiz, la antología es un trabajo que vale la pena conocer no sólo porque es un obsequio para quienes aman la lectura, sino también porque es una manera de conocer "un trozo del alma" de cada una de las personas que donaron sus textos para esta publicación.

Sabina Berman, Beatriz Escalante, Laura Esquivel, Mónica Lavín, San Juana Martínez, Thelma Nava, Cristina Pacheco y Elena Poniatowska, son otras de las autoras que se incluyen en este material el cual inicia con una caricatura del "Gato Culto", del escritor Paco Ignacio Taibo I (1924-2008), que sonriente dice: "Los libros muy caros no son para leer. Sino para regalar".

NTX/MBH/MCV

miércoles, 5 de octubre de 2011

Expondrán moneros a medallistas olímpicos mexicanos

Notimex
2011-10-05 15:39:00

Guadalajara, 5 Oct. (Notimex).- La exposición gráfica "Los Medallistas olímpicos vistos por moneros" abrirá sus puertas el próximo sábado 8 de octubre en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas de esta ciudad, en el marco de los Juegos Panamericanos 2011.

Esta exposición es una investigación del historiador Agustín Sánchez González, quien hace seis años publicó un libro con este título, con el apoyo de la Asociación de Medallistas Olímpicos Mexicanos, que preside Daniel Aceves, medallista en lucha grecorromana.

La muestra recoge un total de 54 caricaturas de atletas que dieron una medalla a México, desde Los Angeles 1932 hasta Beijing 2008, realizadas por 45 destacados caricaturistas como David Carrillo y Rafael Freyre.

Los decanos de los caricaturistas mexicanos, así como de artistas de otras épocas, como El Chango García Cabral, Antonio Arias Bernal, Andrés Audiffred y Alberto Isaac, además de los dos brillantes exiliados, Ras y Ernesto Guasp.

Agustín Sánchez González, curador de la muestra, aseguró que se trata de una exhibición con la que se rinde homenaje no sólo a los medallistas olímpicos sino a los cartonistas mexicanos que con su trabajo, muestran un retrato de nuestra sociedad.

"Se busca hacer un homenaje a los grandes deportistas mexicanos y demostrar cómo la caricatura es un retrato de la sociedad. Los cartonistas son grandes retratistas de nuestra realidad, y de alguna manera es un homenaje a ambos gremios: caricaturistas y medallistas olímpicos", dijo.

Por su parte, Daniel Aceves señaló que 54 medallas en caricaturas es un homenaje al esfuerzo, a la dedicación, a la constancia pero sobre todo es una motivación para que continúen su compromiso por hacer de nuestro país un lugar de gente con salud alejados de problemas como las adicciones y el delito.

"Esta obra es un compendio inigualable a nivel mundial que sin duda será un placer para todos aquellos que tengan el privilegio de mirarla", aseguró.

Por esta muestra desfilan las caricaturas de estos grandes personajes mexicanos, como Joaquín Capilla, Humberto Mariles, Iridia Salazar, Ana Gabriela Guevara, entre muchos más.

Grandes caricaturistas están presentes como Salazar Berber, decano de los caricaturistas deportivos, Pedro Sol, Presidente de la Federación Mundial de Caricaturitas, sección México, varios premios nacionales de periodismo, como Antonio Garci y Alfredo Guasp.

Asimismo, caricaturistas de diversos diarios deportivos mexicanos como Alejandro Pérez Basurto "Apebas", de Récord, "Éctor", de La Afición, o "Terrazas", de Reforma.

domingo, 4 de septiembre de 2011

JOSE GUADALUPE POSADA UNA HISTORIA POR ESCRIBIRSE

;

Apenas se escribe José Guadalupe Posada en el buscador de Google, aparecen 231 mil resultados. Desde la falaz Wilkipedia, a quien todo el mundo mete mano para escribir lo que le viene en gana, hasta jóvenes que hacen su tarea.

Mentiras y mitos son el resultado de la web, pero ha sido también el producto de una historia adaptada a los tiempos de nuestra historia.

Posada está por descubrirse. Es curioso señalar que nunca dio una entrevista a nadie, ni se conocen comentarios; sólo existen dos fotografías, pero no se ha localizado ningún autorretrato; hay apenas tres notas de la prensa de su época que hablan de él. Su familia era un enigma, apenas recientemente descubrí el nombre de su hijo. Posada es un rompecabezas y apenas se están encontrando las piezas y, sin embargo, ningún artista mexicano es tan conocido en el mundo por el símbolo de la muerte, por un icono a quien se le llama "La Catrina".




Por otra parte, Posada ha sido elogiado por su presencia en la revolución. Decenas, quizá cientos de notas nos refieren a un hombre vinculado a los hermanos Flores Magón y al periódico El Ahuizote. No han faltado las personas que repiten mentiras como las de que Posada fue un radical y que estuvo preso por sus ideas. Posada es un mito, un invento necesario para una revolución que requería de héroes culturales.


Nació en Aguascalientes en 1852 y murió en la ciudad de México, en una vecindad de Tepito, en 1913. Fue un artista autodidacta que ayudaba a su hermano Cirilo, profesor de escuela, a entretener a sus alumnos haciendo dibujos.

Desde sus primeras obras profesionales que se conservan, a los 19 años, Posada retrató la muerte en el periódico El Jicote. Este tema, le obsesionó toda su vida.



No era gratuito, de niño le tocó mirar una epidemia de cólera que generó más de diez muertes; también le tocó ver el asalto a su ciudad, por parte de los bandidos que asolaban e incendiaban Aguascalientes; miró decenas de fusilamientos y de cadáveres apilados muy cerca de su casa.

Posada creció con la muerte y tal vez por ello, se obsesionó con las imágenes que, si bien es cierto que son las menos, son las más reconocidas, como la llamada Catrina, bautizada por Diego Rivera (y quien le puso el cuerpo), pero que en realidad se llama la Calavera garbancera, que es una crítica a las indígenas que querían ser como españolas y comer garbanzo en lugar de maíz. Posada empezó a trabajar en Aguascalientes, después de marchó a León donde hizo trabajos comerciales, ilustró varios libros, realizó estampas religiosas y fue profesor de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria.


Después se marchó a la ciudad de México invitado por Ireneo Paz, el abuelo del poeta Octavio Paz; colaboró en más de 70 periódicos, la mayoría desconocidos para el gran público, e ilustró ciento de hojas volantes.

Uno de sus grandes aportaciones a nuestra cultura fue ilustrar las portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano, considerada la primera historia escrita para niños por Heriberto Frías y que se imprimió en Barcelona.

Su trabajo más conocido ocurrió en taller de Antonio Vanegas Arroyo, pero trabajó en muchos más. Lo que hizo con Vanegas es la obra más conocida de Posada

Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada como pocos artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un mexicano que se transforma en universal.



La mayor parte de su producción, está desaparecida y ha sido rescatada poco a poco; la que existe, se encuentra dispersa y conformó, en su momento, parte de la vida cotidiana de los mexicanos, pues se encontraba en las estampas religiosas, en los cuentos infantiles, en los juegos de mesa, en las cartas de amor, las etiquetas de los cigarros, los calendarios, en la nota roja, en la caricatura, los diarios y las revistas de la época.

Posada está por descubrirse. Es un buen momento para comenzar a quitar las mentiras que se han vertido sobre su vida y obra, mentiras que, por cierto, no le restan ningún valor a la gran calidad de su trabajo, a su contribución a generar lo que somos.


viernes, 2 de septiembre de 2011

El microcosmos de micrós









Agustín Sánchez González

Aún no tenía cuarenta años cuando murió, hace un siglo, el 8 de febrero de 1908. Presenció una ciudad que traspasaba del siglo XIX al XX. Sin tanta fama como otros autores, retrató excepcionalmente este país, en ese difícil tránsito de una dictadura que, sin embargo, resultó base y sustento del México contemporáneo.

Se llamaba Ángel Efrén de Campo y Valle, aunque solía firmar, cuando no usaba seudónimo, como Ángel de Campo (con ese nombre no podía ser otra cosa), y en vida se dedicó a escribir miles de páginas en la prensa de su época.

Nació en Ciudad de México, el 9 de julio de 1868, y dedicó su vida a la escritura en periódicos y revistas; tuvo una vida-crónica en la que retrató a todo un país. La reconstrucción de hechos, sucesos, figuras y retratos fue su labor.

Quizá la mejor definición de su obra la dio María del Carmen Ruiz Castañeda cuando escribió, acerca de La Rumba: "pueden encontrarse la fidelidad fotográfica del realismo, el cuidadoso análisis naturalista y el subjetivismo dramático del romanticismo. Es que Micrós no podía guardar distancia entre él y sus obras, porque, más que hijas de su ingenio, eran hijas del corazón".

UNA ETAPA BRILLANTE

Podría parecer ilógico, pero es interesante observar cómo una sociedad aplastada en sus derechos políticos fue capaz de generar una gran libertad artística, reflejada en el periodismo, la literatura, la poesía, el teatro, la música, etcétera.

Suena paradójico, pero al final del porfirismo se crea la Universidad de México y la Escuela Nacional Preparatoria tiene uno de sus grandes momentos.

Entre los grandes autores, Ignacio Manuel Altamirano se convirtió, a finales del siglo antepasado, en el presidente de la República de las Letras; un patriarca amoroso que gestó a una generación de jóvenes autores entre los que destacaban Luis González Obregón, Luis G. Urbina, Victoriano Salado Álvarez, Balbino Dávalos, Federico Gamboa o Ángel de Campo.

Fue una época de grades revistas literarias como La Revista Azul, La revista Moderna y El Liceo Mexicano, por mencionar apenas tres ejemplos. Ésta última fue fundada por Rafael Mangino, José Cárdenas, Luis González Obregón y Ángel de Campo, el 5 de febrero de 1885; fue una revista donde se difundieron muchos de los escritos de los autores de la época. También es una etapa del nacimiento del primer diario moderno, El Imparcial (la trascendencia alcanzada por Micrós lo llevó a ocupar la primera y segunda de las ocho columnas donde escribía, en primera plana, su "Semana Alegre"), cuyo tiraje era, a decir del propio diario, de 44 mil 590 ejemplares.

SU VIDA

Ángel de Campo quería ser médico. Fue hijo de Laura Valle y de un militar de carrera que llevaba el mismo nombre y que murió cuando el escritor tendría unos seis o siete años. Apenas tenía dieciséis cuando, en compañía de quien sería uno de los grandes cronistas de la ciudad, Luis González Obregón, y con Octavio Gajá, fundó La Lira, un periódico manuscrito, y un año después, con ellos mismo participa en la fundación del Liceo Mexicano. Entonces comienza a firmar como Micrós.

En 1889 ingresa a la Escuela de Medicina, que abandona muy pronto ante la muerte de su madre; comienza a trabajar como empleado de la Secretaría de Hacienda y a colaborar en El partido Liberal, en Revista de México (que dirigía Ireneo Paz, el abuelo de nuestro Premio Nobel) y en El Nacional.

En 1890 publica parte de su trabajo en el volumen Ocios y apuntes; ahí publica obras tan intensas como El Pinto, una impresionante historia donde los personajes "La Chilindrina", "El Capitán", "La Diana", "EL Turco" y "El Pinto", son unos… perros. El cuento termina así: "¡Cuántos en la plebe son como el Pinto!

"¡Cuántos desdichados hay que con forma humana no son sino perros que hablan y que visten pantalones!"

Otra obra suya es El Caramelo, donde dialogan un caramelo, una charamusca y un grillo en torno a la felicidad. El grillo, "un poeta democrático, opina que los versos son algo como caramelos para el espíritu… por eso yo no le canto sino al pueblo".

En 1892 colabora en Siglo XIX y en El Nacional, y dirige México. Revista de Sociedad, Arte y Letras; más tarde colaboró en La Revista Azul y en 1894 aparece un nuevo libro: Cosas vistas, que al igual que el anterior, es una compilación de sus trabajos publicados.

En éste vuelve a tener animales como personajes. El Chiquitito es un "¡infeliz canario, [que] tenía sed de las aguas de un charco, en el que se retrataban una rosa anémica y un jirón de nube que pasaba lentamente por el cielo!"

No se piense que su obra es referida a los animales, las acotaciones al respecto se deben a la sorpresa de encontrar protagonistas de esta índole en una crónica urbana, demasiado callejera, demasiado concentrada en personajes de barrio, como El Chato Barrios, "un muchacho descalzo, de blusa hecha jirones, mordiéndose un dedo, arrastrando el sombrero de petate y viendo a todos lados con cara de imbécil, [que] cruzaba el salón", hijo de un carbonero, "el más feo y desarrapado alumno de la escuela", quien había obtenido una mención honorífica en un concurso y que año con año disputaba a Isidoro Quiroz, uno de los niños ricos de la escuela.


José Guadalupe Posada, La perra brava

También rescató la historia de El fusilado, uno de sus grandes cuentos, donde retrata el camino de un hombre que es conducido rumbo al paredón. La maestría de Ángel de Campo es excepcional. Comienza así: "El alba, una alba de espléndido colorido, comenzaba a dilatarse de rrochando sus toques en el horizonte… allá flotaban los indecisos contornos de la bruma, desta cados apenas en los matices delicados de las manchas de claridad en un fondo gris azulado que evoca el recuerdo de las irisaciones del nácar".

Cartones es el tercer libro que nos legó; su publicación data de 1897. De él destacan cuentos como "La muerte de Abelardo", recogido en la antología Dos siglos de cuento mexicano, cuya selección y notas fueron realizadas por uno de los grandes estudiosos del cuento, el maestro Jaime Erasto Cortés, quien escribe al respecto: "La muerte de Abelardo, es muerte de un habitante de este microcosmos y vida de 'perro bohemio'. La vida adquiere una verdadera dimensión humana: ¿Qué oculto drama, qué antecedentes misteriosos originaron ese modo de ser? Había un aristócrata bajo su zalea de escuincle vulgar y callejero. La muerte del perro, por el sólo hecho de ser referida, alcanza significación e importancia."

"Los recursos narrativos de Micrós", escribe Jaime Cortés, "son numerosísimos: caracterización psicológica, realismo contundente, contrastes, comparaciones, justa perspectiva sentimental, reflexiones profundas y poderosas, estilo ágil, emoción y ternura, riqueza descriptiva…"

Otro gran cuento es "El Inocente", un personaje emparentado con aquellas figuras deformes dibujadas por José Guadalupe Posada: "Partía el alma la criatura: el enfermillo exangüe, era una llaga; era un niño repugnante de cabeza fenomenal; orejas transparentes, mucosas pálidas y piel maculada por las huellas verdes de las cataplasmas, manchones de yodo y escaras desprendidas; los dientecitos sucios, dientes típicos de Hutchison; el cuello inflamado y endurecido por las escrófulas." Era hijo de una prostituta que bailaba en un salón, mientras el niño fallecía en el "Patio de las Culebras".

La obra de Micrós estremece, duele. Ese microcosmos que supo retratar con tanta frialdad es sin duda una de las grandes contribuciones a la literatura mexicana.

En 1899 pasa a formar parte de uno de los diarios que habrían de renovar el periodismo mexicano, El Imparcial, donde realiza la columna "La Semana Alegre", cuya primera entrega se llamó "La Semana Festiva". Comienza sus colaboraciones el día 2 de abril, señalando: "He resuelto por mí y ante mí, yo, cronista inédito, humorista que va de incógnito, tan de incógnito que nadie lo conoce, 'organizar' este espacio de artículo dominical que hará "pendant" a las "Semanas" del "Mundo Diario", como una caricatura hace "pendant" a un retrato. Todo entrará en este rosario de acontecimientos que han dado en llamar crónica, todo, menos la seriedad. La seriedad es ridícula, es atentatoria, es… 'Pídeme lo que tú quieras, menos la formalidad', dice Angélica la del "Chateaux Margaux" y lo mismo dije, digo y diré yo, humilde servidor de ustedes." Firmará esta columna con el seudónimo Tick Tack.

También en ese año, en El Cómico, publica una novela corta, El de los claveles cortos. En 1906 imparte clases en la Escuela Nacional Preparatoria, al obtener una plaza ganada por concurso de oposición; dos años después murió de tifo, esa terrible enfermedad por la que hubo tantas y tantas muertes. Fue enterrado en el Panteón Civil de Dolores.

SUS OTRAS OBRAS

Muchas de sus obras quedaron en el olvido durante muchos años, es decir, guardadas en una hemeroteca hasta que alguien se atrevió a sacarlas del olvido.

La Rumba, por ejemplo, una de las grandes obras de la literatura mexicana, una novela que bien podría acercarse a la obra de John dos Pasos al tener como personaje principal a todo un microcosmos, un grupo de personajes donde no existe un protagonista único, donde "La Rumba" es una plaza de Ciudad de México, pero también es el sobrenombre de una muchacha llamada Remedios Vena. Es una novela del destino, en la mejor tradición griega, donde cada uno está predestinado a ser lo que es y que sólo un tranvía, como un artefacto externo, que significa el viaje a otras instancias, es capaz de modificar ese determinismo.

"Rumba tenía fama en los barrios lejanos; contábase que era el albergue de las gentes de mala alma, una temible guarida de asesinos y ladrones, y citaban el nombre de un Florencio Carvajal que debía siete vidas; Marco Pezuela, zapatero, había envejecido en Belén y después de extinguirse su condena se había refugiado en aquel vivero de malhechores…"

Y luego, el personaje femenino: "había una muchacha seria entre aquellas, una rapazuela que no jugaba ni al pan y queso, ni al San Miguelito, ni a las visitas. De cíanle La Tejona, por su cara enfi lada y sus modales broncos; era la hija de Don Cosme vena, era Remedios… Prometía ser una mujer de aspecto varonil; rasgaban casi su estrecho vestido las formas precozmente desarrolladas, con enérgicas curvas…."

La Rumba, una de las grandes obras de nuestra literatura, no fue vista en vida por Micrós; apareció en forma de libro hasta 1951, en una edición de apenas cincuenta ejemplares, pues se había publicado como folletín en el periódico El Nacional, del 23 de octubre de 1893 al 1 de enero de 1894.

Ángel de Campo fue un continuador de grandes cronistas como José Joaquín Fernández de Lizardi, Guillermo Prieto, José T. Cuellar, y fue además precursor de grandes autores como Salvador Novo o Carlos Monsiváis.

A cien años de su muerte, Ángel de Campo sigue siendo un autor tan vital como uno de sus con temporáneos, José Guadalupe Posada. Ambos son grandes retratistas de un México que sigue vivo y lastimado. Sus retratos constituyen una prueba fehaciente de un pueblo que fue a la revolución y que siguió igual, o peor.

Una de las grandes contribuciones de la literatura es la fotografía que deja para la historia. Entender y conocer el fin de siglo XIX y el inicio del xx, en los albores de la Revolución, sólo es posible a través de e stos cuadros desgarradores de un hombre muer to hace cien años y que sigue tan vivo como las miserias que retrata.


La Jornada Semanal

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...