sábado, 12 de septiembre de 2020

Manuel “El Loco” Valdés, retrato de un país surrealista

 


Manuel “El Loco” Valdés, retrato de un país surrealista


El 28 de agosto falleció a los 89 años el actor cómico, quien con su peculiar sentido del humor desafió la solemnidad oficialista de los gobiernos priistas

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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ 
Cuando era niño, una vecina llevó un cotorro a su casa y lo metió en una jaula. El pobre animal lloraba a ratos, o eso parecía, luego daba picotazo tras picotazo a la jaula intentando salir; al poco tiempo, se burlaba, o eso parecía, lanzaba unas carcajadas, imitando al esposo de mi vecina que, al mediodía, se moría de risa y carcajeaba mientras veía el programa de Manuel “El Loco” Valdés.

 

 

La segunda evocación tiene que ver con la anécdota que recobra Ulises Corona en la revistas Replicante: “Señoras y señoritas, caramelos y bolitas, mi querida familia, hoy me van a perdonar, pero estoy muy cansado, tengo mucho sueño, así que con su permiso, me voy a dormir.” Y Manuel “El Loco” Valdés se recuesta en el sofá a cumplir lo anunciado.

 

 

Estas imágenes han quedado impregnadas en mí, al hacer un símil con un país en donde intentamos salir de una jaula, y ante esa imposibilidad, mejor nos reímos de lo absurdo, lo ridículo, la burla e hipocresía desde el poder, de lo que era la genial locura de ese orate, como a veces se decía él mismo. Luchar contra lo absurdo, el aplastamiento, la prepotencia surrealista, cansa, también, y nos echamos a dormir, a esperar un mundo mejor o a soñar que tenemos al segundo presidente más importante del mundo.

 

 

En 1972, Manuel “El Loco” Valdés era el amo y señor de la televisión. Sus programas eran una locura, literal, donde el humor y la anarquía era el sino. El absurdo por delante, después de que durante sesenta años el humor era mal visto y peor recibido por el poder.

 

 

Cantar, bailar, hacer gestos, pegar un chicle en la cámara, pitorrearse de todo y de todos, inventar un personaje invisible llamado Colofox que era como un diablillo que le aconsejaba hacer sus bellaquerías; cantar “gris, gris, mi moco es gris, cuando se asoma por mi nariz”, parodiando la canción L’amour est bleu, de Paul Mauriat, mantenían al famoso “Loco” en la cúspide de su carrera.

 

 

Genio de la improvisación, jamás tuvo el éxito en el cine como su hermano Germán Valdés, el maravilloso Tin Tan, al que superó, con creces, en ese moverse a través de un pequeño estudio y con una capacidad de decir sus insolencias, sus desparpajos, sus caras raras, muecas absurdas, juguetonas y que brindaban un escape al México autoritario que vivíamos en aquellos años en que el humor con crítica política había sido expulsado de la prensa y de cualquier espacio público.

 

 

Eran años en que el presidencialismo radical volvía por sus fueros, la demagogia del presidente Luis Echeverría, que con un lema abstracto de “Arriba y adelante”, y sin oposición partidista alguna, hacía que la hegemonía priista fuera una aplanadora, capaz de impedir, a cualquier oposición partidista (y fuera de partido) y de que todo el mundo agachara la cerviz ante el presidente que era casi como un dios redimido, que trabajaba desde las 6 de la mañana y todo el mundo se mantenía pendiente de lo que hacía y decía, mientras su esposa, vestida a la moda que después tomarían las intelectuales del cinturón rojo de Coyoacán, con ropas folclóricas, dictaba, también, lo que debía ser la cultura nacional.

 

 

La anécdota, no confirmada por nadie, hasta ahora, de que en 1972, cuando el presidente había declarado el año de Juárez por el centenario de su fallecimiento, al “Loco” se le ocurrió decir: Don Bomberito Juárez, ello le valió la salida de la tele, se ha dicho, amén de una multa gigantesca.

 

 

La versión del “Loco” fue: En ese momento improvisé un chistorete que decía: “¿Cuál fue el primer presidente bombero?” “Bomberito Juárez”. Se me hizo muy fácil hacerlo. Entonces estaba entrando Echeverría al poder, y era el año de Juárez… Me llamaron la atención en Gobernación. Fui y les aclaré que respetaba al héroe, como todos nosotros los mexicanos debemos hacerlo, pero que en ese momento fue un chiste que se me ocurrió y que no podía dejar de decirlo. Ya después me inventaron que dije lo de ‘Manguerita’”, según entrevista al citado Ulises Corona.

 

 

Cierta o no, esta anécdota muestra el retrato de un país donde el presidencialismo dictaba la falta de libertades y sólo haciéndose “el loco” se podía criticar al presidente. Otro de sus chistes de ese momento, a propósito de las permanentes giras del presidente, gritó, cual consigna de manifestación callejera, “Todo sube y nada baja y el pelón viaja que viaja”. Y es que el egocentrismo presidencial inventaba giras a todos los rincones del país. La transformación del país, de segunda o tercera, sumado a la apertura democrática, hacían presumir al presidente Echeverría de ser no el segundo, sino el líder que el Tercer Mundo requería y necesitaba, cual si fuera un Mesías.

 

 

Cuando se afirma que Kafka sería un escritor costumbrista si hubiera nacido en México, y se piensa en “El Loco” Valdés, o en Madaleno —el indio tepuja estereotipado que quizá hoy lo estereotipado políticamente correcto haría censurable—, muestra que el humor no dice la verdad, pero revela la mentira, como señala Manuel Álvarez Junco; que el humor es el espejo mágico para vernos sin maquillaje y así poder quitar esa verruguita que parece moco, junto a la nariz, y tratar de sentirnos mejor; el humor no es aplaudir al poder, ni mucho menos retratarse con los hombres del poder, sin pudor alguno, poniendo cara de niño bendito (o vendido, según se vea). El humor es cuestionar, reír de lo solemne, de lo absurdo, del autoritarismo que aplasta, de la necesidad de liberarnos, como el cotorro que mencioné al principio que buscaba romper la jaula.

 

 

Uno de los puntos esenciales del Manifiesto del surrealismo, rechaza “cualquier control ejercido por la razón, exento de cualquier preocupación estética y moral”. Manuel Valdés era la representación exacta de ello, sin duda.

 

 

Tal vez por eso Luis Buñuel disfrutaba de sus programas de televisión e incluso, lo eligió para ser protagonista de su película Simón del desierto pero, nuestro “Loco” era tan caótico, que un director caótico no pudo con él y cedió su papel a Claudio Brook quien nos ofreció una de sus grandes actuaciones.

 

 

“El Loco” hace tiempo desapareció de la televisión, como había desaparecido la propia TV hasta antes de volver a la SEP en estos día pandemoníacos.

 

 

Con “El Loco” ausente de las cámaras, había sido expulsado, o eso creímos, el presidencialismo resucitó al tercer sexenio.

 

 

Ojalá “El Loco” también reviviera y se volviera a burlar de todo y de todos, para jalar de las patas a los humoristas que se doblegan al poder, para desaparecerlos y volver a empezar a desenredar la madeja del hilo del autoritarismo tan preocupante hoy en el mundo.

 

FOTO: Manuel “El Loco” Valdés retratado por el cartonista David Carrillo. /Herederos de David Carrillo


https://confabulario.eluniversal.com.mx/manuel-el-loco-valdes/

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