jueves, 7 de junio de 2018

Del chiste político

Esta nota es del 6 de marzo de 1995, cuando publicaba una columna semana de humor en en aún vespertino El Universal Gráfico





NUESTROS abuelos aztecas, de  seguro, se burlaron con saña de sus gobernantes. Lamentablemente, nada de ello ha quedado, pues las palabras van al aire, se pierden en el tiempo; es difícil saber cómo los apodaban y cómo, verdaderamente, eran tratados. Por la parte española, conocemos los textos de escritores como don Francisco de Quevedo y, en México, el Negrito Poeta, José Joaquín Fernández de Lizardi, o Guillermo Prieto, arrancaban las carcajadas y se burlaban del poder. Qué decir de los críticos de la dictadura porfirista, que escribían en El Hijo del Ahuizote, o los críticos del maderismo de la Revista Multicolor. Pero la risa llega al teatro de revista, a la carpa, durante aquel lejano tiempo en el que los cómicos hacían reír. Artistas como el Cuatezón Beristáin o Roberto el Panzón Soto hacían las delicias del pueblo al burlarse, como pocos, del poder. Pero estos cómicos contaban con escritores de la talla de Pepe Elizondo, Pablo Prida Santacilia, Carlos M. Ortega o el Güero Castro Padilla.
DIPUTADOS Y CAMIONES
Albures y políticas, política y albures. Ingeniosos nombres para llamar a los presidentes: "La Huerta de don Adolfo", "Las Calles de don Plutarco", "Bárbaro Ladrón", "El Rubio Pascual", "Los Cárdenas de Lázaro"... La burla era cotidiana y nuestros abuelos se reían "en serio". La vida diaria era retomada con un sentido crítico: la ciudad y la política, las bromas y las penas. En la época del general Cárdenas se preguntaba: ¿en qué se parecen los diputados a una línea camionera? Sencillo: salen de Guerrero, pasan por la Reforma, rodean la Constitución, arriban por la Moneda y siempre andan gritando: ¡Merced-Lázaro! Por esos años, los hombres del teatro de revista representaron El último impuesto, reproches, ya desde entonces, al exceso de poder del dedo mágico, de la democracia mexicana. Mario Vargas Liosa, el escritor peruano, dijo que México era una dictadura perfecta. Un destacado priísta se molestó: "Es un exagerado —dijo muy serio—, sí tenemos algunos errores...". Y cuando la crisis arrecia, los chistes no se hacen esperar. Quizá por ello, Pascual Ortiz Rubio ha sido uno de los presidentes de los que más se ha hecho mofa.


EL VECINO DE ENFRENTE
Ortiz Rubio llegó al poder como el primer candidato del entonces recién fundado Partido Nacional Revolucionario, abuelo del actual PRI. Era la época en la que Plutarco Elías Calles dominaba el panorama político nacional, era el "jefe máximo de la Revolución", por lo que este periodo ha sido denominado como el "Maximato" El día de su toma de posesión, Ortiz Rubio sufrió un atentado que lo atemorizó de tal manera que, se dice, ni siquiera salía a la calle. Repuesto del susto, se le vio tomando acciones verdaderamente intrascendentes. Las dos grandes obras de su gobierno fueron: la inauguración del paso a desnivel en San Juan de Letrán, que la gente bautizó como El túnel del Simplón, y la construcción de la "jaula de los monos", en el zoológico de Chapultepec. Se decía que no había primera piedra que Ortiz Rubio no colocara, ni té de honor que no bebiera. No es gratuita la anécdota que cuenta que durante su administración algún guasón colocó un letrero bajo el Castillo de Chapultepec, antigua residencia presidencial, que decía Aquí vive el Presidente, el que manda, vive enfrente. Calles vivía en Anzures. Así, el país se debatía ante la angustia de tener un presidente débil ante una sociedad añorante de un poder firme y seguro. Desde antes de la Conquista, los tlatoanis mexicas dominaban a la sociedad con acciones autoritarias. Con la llegada de los españoles no nos fue mejor: el absolutismo se adaptó perfectamente a la sociedad de poder personal y autoritario. 

Hoy, los vaivenes presidenciales han permitido que el humor, como el dólar, se encuentre a la alza. El chiste más claro es aquel que pregunta: — ¿En qué se parece el gabinete de Ernesto Zedillo a la Semana Santa? La respuesta es simple, según dicen: —En que no se sabe si cae en marzo o en abril...

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