sábado, 16 de diciembre de 2017

Treinta años de la muerte de Jorrín, el creador del cha-cha-chá

Hace treinta años falleció Enrique Jorrín, el genial músico, creador del cha-cha-chá. Entonces escribí este texto que valió la primera plana de la sección cultural de El Universal.

Uno de los lugares que con más entusiasmo busqué desde la primera vez que estuve en La Habana fue la esquina de Prado y Neptuno, en la Habana Vieja; ese lugar que Enrique Jorrín inmortalizara al componer La engaña-dora, un cha cha cha que ha hecho bailar a miles y miles de parejas desde hace ya más de treinta años. La chiquita que estaba gordita, muy bien formadita y que a todos los hombres hacía suspirar, hoy será una linda abuela cubana que seguramente entristeció el sábado pasado cuando el maestro Jorrín dejara de existir, al morir antes de cumplir, el próximo 25 de diciembre, sesenta y dos años de edad.
Ya en 1954 uno de los más grandes trovadores cubanos -Ñico Saquito- le había compuesto una canción que fue, acaso, su primer homenaje: La botaste Jorrín, cuyo estribillo se refería a la engañadora:
Mira esa mujercita, esa es la engañadora
la del danzón, tú la ves tan gordita
y a todo el que la mira le envuelve el corazón
esa es la engañadora
la de las almohaditas
la del danzón.
La botaste Jorrín con la engañadora
Cha-cha-chá muy cadencioso

Enrique Jorrín nació en la provincia de Pinar del Río, en una pequeña ciudad llamada La Candelaria; su orquesta la fundó en noviembre de 1953, tenía pues, treinta y cuatro años de grandes éxitos. Un músico enteramente comprometido con su pueblo a quien le siguió alegrando mientras luchaban por derrocar al dictador Batista y a quien hizo bailar mientras celebraban el triunfo revolucionario. Jorrín, aparte de ser un excelente músico, fue un hombre comprometido con su pueblo pues sabía que ahí estaban sus raíces. El Cha-cha-chá es junto a la conga, la rumba, la gua-racha y el mambo, uno de los cinco pilares sonoros de la música cubana. El ritmo creado por Jorrín es una derivación del danzón; su nombre según explicaba el maestro cubano, se debía a que los bailadores, al coger bien el compás, producen un sonido que dice sha sha sha, pero como en nuestra lengua esa palabra no existe, se le puso el nombre del cha-cha-chá...

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