domingo, 20 de agosto de 2017

Cantando bajo la lluvia

Otra crónica de hace años, de la columna Cronista de Guardia, en el lejano 1991.


Cantando bajo la lluvia
Por Agustín Sánchez González

La miseria genera formas extraodinarias de comportamiento, así como respuestas totalmente impredecibles. Es común encontrar a tipos que se la pasan todo el día sentados en la escalera, pongamos del Metro, con una niña o niño en brazos, generalmente dormido y él, con rostro compungido, enseña una receta médica y pide dinero para él o la niña. “¿Qué tiene?”. “Está muy grave joven, me dijo uno de ellos, si no le compro estas medicinas, dice el doctor que se me muere".
¡Vaya desfachatez! la receta tenía fecha de dos meses atrás.
Otros, por lo regular invidentes, tratan de ganarse la vida instalando fritangas, ya tacos o tortas, en lugares aledaños al Metro convirtiéndose en los mejores promotores del cólera.
Los más pobres, supongo, o con menos contactos, se dedican al "bel canto" en los vagones del Metro. Algunos con toda formalidad, es decir, acompañados con instrumentos (guitarra, acordeón, violín), y otros, los más, de plano prefieren cantar a capela o, algunas veces, acompañan la canción con las notas de su vaso lleno de las monedas que los usuarios del Metro les regalan en las diversas rutas.
También me ha sorprendido la capacidad que se tiene para adaptarse a las necesidades de la transición que vivimos para llegar al primer mundo.
Ahora, hay cantantes que cargan su grabadora, separan sus bocinas, ponen una musi-pista de moda, a Mijares, los Bukis, Juan Luis Guerra, o Luis Miguel, y se lanza a gorgorear la canción con gran éxito.
La posmodernidad, pues y ello le genera buenos centavos, sin ninguna duda. Esto viene a comprobar que somos un pueblo cantador a quienes la crisis le hace los mandados.
Desde niños hasta ancianos se compone el personal que canta en el Metro. Sin embargo, nadie me había conmovido tanto como un señor que cantaba bajo la lluvia, a un costado de la estación Viaducto rumbo a Coruña.
El hombre: "Ojalá que llueva café en el campo", la mano con monedas y agua del aguacero, cantando como si estuviera bajo la regadera y así era, según escuché decir a un vendedor ambulante: "es que el tipo es tan penoso que sólo así canta, cree que está en su casa, en la regadera".
Así, al tipo le va bien en época de aguaceros, cantando bajo la lluvia. 

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