domingo, 30 de octubre de 2016

Una caricatura de hace 100 años

El 22 de octubre de 1916 apareció la primera caricatura en el periódico El Universal.
Esta es la historia que hoy podrán leer en las páginas del suplemento Confabulario

lunes, 24 de octubre de 2016

El día de muertos: una invención macabra o Cómo se inventó la Catrina

El día de muertos:
 una invención macabra
Agustín Sánchez González


(Apareció en la mejor revista de historia que hay en México: Relatos e historias de México, noviembre de 2015)

Cuando uno revisa los periódicos del siglo XIX, es raro encontrar noticias que den cuenta del Día de Muertos con el sentido que tiene hoy, como la gran conmemoración que, se dice, tiene orígenes prehispánicos. Y hoy en día, en casi todas las plazas públicas del país, y también en el Zócalo de la Ciudad de México, se celebra esta fiesta.


En la prensa del siglo XIX lo que se halla son noticias sobre largas procesiones a las tumbas de los difuntos en donde se realizan una suerte de fiestas que muchas veces culminaban en borrachera, pero no se menciona que la conmemoración sea de carácter indígena, aunque era obvio, que como tantas otras fiestas tradicionales, se expersara el carácter sincrético del mestizaje cultural.
Pero es importante, no debemos olvidar que en noviembre se suceden dos conmemoraciones católicas en torno a la vida y la muerte: el día primero se recuerda a Todos los Santos y el día 2, el Día de los fieles difuntos.
Fue con los primeros gobiernos posrevolucionarios, que comenzó a conformarse una cultura y una iconografía nacionalista basada en el orgullo de las raíces indígenas, entendidas éstas como el origen nacional, y de inmediato esto se hizo visible en las fiestas del Centenario de la Consumación de la Independencia, en 1921, donde los indígenas fueron una figura central en el desfile y hasta se organizó, por primera vez, el concurso de la India Bonita, para rescatar la belleza “mexicana”, como sinónimo de indígena.
El historiador Ricardo Pérez Montfort, en su ensayo Las invenciones del México indio. Nacionalismo y cultura en México 1920-1940 muestra como el indigenismo fue ligándose cada vez con mayor fuerza a los proyectos oficiales, mientras que el hispanismo formó parte del discurso conservador.
Este nacionalismo comenzó a desplazar cualquier otra visión cultural. De tal suerte que se promovieron, de una manera institucional, todos aquellos eventos  que destacaban la visión indígena. (Por ejemplo, en 1930 Quetzálcoatl fue promovido como sustituto de los Reyes Magos, e incluso hizo regalos a los niños pobres)
De ese modo, la fiesta de muertos comienza a aislar la celebración católica y a inventaruna nueva celebración, en la que se consolidarán algunas calaveras de José Guadalupe Posada pero, principalmente, la Catrina, obra de Diego Rivera, y que por la gente adjudica a Posada, hasta la fecha. 
Y aunque la prominencia de lo indígena se impuso, hay que decir que esta conmemoración es más cercana a las danzas macabras con sus diálogos en verso y la alegoría de la muerte, personificada como un esqueleto humano que muestra a las figuras del poder para recordar que su paso es efímero por la vida. En sus Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique describe muy bien esa visión.
El gran dibujante José Guadalupe Posada, quien se ha convertido en una figura central del imaginario del Día de los Muertos, como si fuese recuperador de la tradición prehispánica, en realidad jamás se interesó por el indigenismo histórico porque él dibujaba para asustar a los lectores con sus danzas macabras; y éstas son más cercanas a las calaveras renacentistas europeas o a los horrores que pintó en España Francisco de Goya (1746-1828) que al tzompantli mexica.
 En todo caso, la obra del mexicanísimo Posada tiene más influencia europea que prehispánica. De hecho, la primera calavera que se conoce, publicada en el periódico El Jicote, en 1871, es una calavera con guadaña, y de rasgos medievales.
Posada nació y vivió la cultura eminentemente católica, y se expresa en su visión artística, que nada tiene que ver con el indigenismo. Es más posible hallar una influencia en el libro del siglo xviii, La portentosa vida de la muerte, de Fray Joaquín Bolaños.
La otra vertiente de la fiesta de muertos, se encuentra en la presencia de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, una pieza teatral que se representaba en México desde los años 30 del siglo XIX, cuando el autor vivió en nuestro país, y que desde sus orígenes se relacionó con el día de muertos, tanto por la escena del cementerio, como de las apariciones, así como por el uso de la versificación, como sucede en días de Todos Santos. Y que por esa asociación que hicieron los espectadores, también comenzó a representarse a principios de noviembre.
El nacionalismo mexicano, gestado en los primeros decenios posteriores a la Revolución Mexicana, generó diversas formas culturales con el sello de ser tradicionales pero en cierto sentido son invenciones sociales que con el tiempo adquirieron la imaginación de ser ancestrales, y una de estas es la fiesta religiosa católica que por diversas artes se convirtió en una antigua fiesta pagana… en el siglo xx.

viernes, 7 de octubre de 2016

La invención de la Catrina

La Catrina es una invención. No la hizo Posada.



Lean el artículo que publiqué en junio de 2011 en la revista Relatos e historias de México.


El Verdadero nombre de la Catrina

El verdadero nombre de "La Catrina" y otros misterios de Posada


La vida del caricaturista e ilustrador mexicano más afamado de finales del Siglo XIX y principios del XX, José Guadalupe Posada, está construida a base de historias de las que poco se puede comprobar 



Por: Montserrat Arqué 
2 de Febrero, 2012 | 19:37

 A finales de siglo XIX, México vivió un momento de sumo esplendor en el ámbito de las bellas artes, sobre todo en la pintura, escultura y arquitectura, que en la actualidad podemos apreciar en decenas de monumentos arquitectónicos que engalanan distintas ciudades del país. 


En los primeros años del tercer milenio, dichas expresiones artísticas sufrieron un cambio radical, pues dejaron de ser simples expresiones de estética y belleza, para convertirse en un vehículo de denuncia social, basada en una práctica indígena que tuvo gran auge con artistas como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros: la pintura mural. 


Junto con la figura de los muralistas, surgió otro artista enigmático y que ha sorprendido con su obra, tanto a propios como extraños, de la cultura mexicana y que cada noviembre sale a relucir. Nos referimos a José Guadalupe Posada.

José Guadalupe Posada fue un pintor, ilustrador y caricaturista mexicano, nacido el 2 de febrero de 1852, en la ciudad de Aguascalientes. Desde niño mostró habilidades en el dibujo, por lo que ingresó a la Academia Municipal de Dibujo de su estado. Con 16 años de edad, se convirtió en ayudante y aprendiz de Trinidad Pedroza, uno de los litografistas más destacados de la época.


En un principio, Posada se dedicó a hacer caricatura política; colaboró con diversos medios impresos de la época, algunos famosos tales como El Jicote, que fue el periódico encargado de publicar sus primeras viñetas y difundirlas a todo el público mexicano, cuando contaba con tan sólo 19 años.

Durante un tiempo vivió en León, en donde se desempeñó como docente en la Escuela Preparatoria de la ciudad guanajuatense; posteriormente se mudó a la Ciudad de México, en donde trabajó en distintas editoriales, quedando plasmados sus grabados en varios periódicos de aquella época.

Gracias a esto, su nombre saltó rápidamente a la fama, la cual creció aún más, cuando realizó un trabajo de crítica social y retrató con exactitud las creencias y forma de vivir de la sociedad mexicana, con un sentido del humor y lleno de sátiras.

La obra de Posada es bastante extensa; podemos encontrar caricaturas políticas, de escenas cotidianas, pero la más famosa y la que cada 2 de noviembre es recordada, son las famosas calaveras; las cuales se han convertido en todo un ícono de la cultura nacional.


El mismo diego Rivera alguna vez dijo que este hombre era "el prototipo del artista del pueblo" e incluso, se le considera como el precursor del movimiento nacionalista en las artes plásticas por el resto de los pintores más importantes de la época revolucionaria.

Falleció en el Distrito Federal el 20 de enero de 1913, increíblemente en la pobreza, solo, rodeado de misticismo, a tal grado que fue sepultado en una fosa común, de la cual se desconoce su paradero, ya que nadie reclamó sus restos.

Agustín Sánchez González es un famoso historiador mexicano, especializado, precisamente, en la caricatura que ha sido parte de nuestra historia, siendo el personaje de José Guadalupe Posada, uno de los hombres que más le ha llamado la atención y al cual, le ha dedicado varios años de investigación. 

Sánchez González publicó en 2008, el libro titulado "Posada", en donde tras un arduo trabajo, echa por tierra varias cosas que se daban por aceptadas en la vida del grabador e ilustrado, siendo los más dogmáticos los que rechazan toda la información contenida en este texto.

Según informador.com.mx, así como agusanvh.blogspot.com, estos son algunos de los mitos que rodean la vida, obra y muerte de José Guadalupe Posada, el mejor caricaturista mexicano.

Porfirista y conservador. Según Rafael Barajas, mejor conocido como "El Fisgón", señala que el artista le era leal a Porfirio Díaz, y que creía y practicaba fervientemente sus ideas. Sánchez González no cree en dicha afirmación, pues aunque Posada haya sido un reacio defensor del modernismo, siempre criticó la desigualdad e injusticia social derivada del gobierno porfirista.


El verdadero nombre de "La Catrina". Quizá esta sea la obra más popular y conocida por todos los mexicanos y con la que a Posada se le relaciona en el extranjero. El historiador descubrió que dicha caricatura originalmente fue titulada como "La Calavera Garbancera" y que fue Diego Rivera, quien finalmente le llamara "La Catrina", tras haber inmortalizado dicha imagen en su mural llamado "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central".


 
No tenía preferencias políticas.

Resulta ser que un grabador de nombre Leopoldo Méndez, publicó en 1892 un dibujo sobre la represión porfirista, en donde retrata a Posada al lado de los hermanos Flores Magón, lo que generó que al ilustrador se le señalará como un anarquista radical. En realidad, jamás conoció ni coincidió con estos personajes de la Revolución y siempre se mantuvo en el centro, tratando de retratar la vida de las personas. 


La muerte relacionada con nuestras raíces indígenas. Se cree que su obsesión con el tema de la muerte, se debe a que desde pequeño estuvo en contacto con ella. Primero, su casa en Aguascalientes se encontraba frente a un panteón, vivió de cerca una epidemia de cólera que cobró la vida de decenas de personas, fue testigo de cuando los bandidos asaltaron su ciudad natal, fusilando y colgando a gente a diestra y siniestra; dichos cadáveres fueron a parar cerca de su casa.


Su segundo apellido no es Ruiz.

Debido a la poca documentación que se tiene del artista, mucho tiempo se creyó que su nombre completo era José Guadalupe Posada Ruiz; Agustín Sánchez tuvo la posibilidad de tener la fe de bautismo de este hombre en sus manos, en donde se percató que en realidad, su segundo apellido era Aguilar.


Su hijo
Se sabía que Posada llegó a la Ciudad de México acompañado de su hijo adolescente, del cual ya nada se supo. Sánchez González averiguó que el nombre del chico era Juan Sabino Posada Vela, que su madre había sido una señora de nombre María de Jesús Vela y que falleció en enero de 1900, a los 17 años de edad, al haber contraído tifo exantemático.

Relación con los Vanegas Arroyo. 

Se ha dado por hecho que José Guadalupe Posada llegó a la Ciudad de México exclusivamente para trabajar en el taller de litografía de la familia Venegas Arroyo. Sánchez afirma que en realidad, quien le invitó a venir a la capital fue Irineo Paz (abuelo de Octavio Paz), por lo que en realidad, el dibujante era una especie de freelance, pues sí que trabajó para los Vanegas Arroyo, pero no de manera exclusiva, pues al mismo tiempo, su trabajo fue publicado en más de 40 periódicos.

domingo, 2 de octubre de 2016

Segunda parte: Cien años de caricatura de El Universal

Este libro, que aparecerá en breve, es una nueva elctura de la historia de la caricatura. Aquí un adelnto del texto que publiqué ayer, 1 de octubre, en el super suplemento de colección
http://www.eluniversal.com.mx/articulo/nacion/sociedad/2016/10/3/el-humor-vuelve-por-sus-fueros

Retrato de mujer en los cincuenta

Este texto lo publiqué hace casi dos décadas en la sección cultural de El Universal, que dirigía Paco Taibo I y hoy, 2 de octubre (jamás se olvida) lo repito como homenaje a la protagonista de la foto



¿A dónde irán las imágenes que se perdieron en el tiempo? Pienso en las miles quizá millones, de fotografías que tomaban los hombres que retrataban a los caminantes de San Juan de Letrán hace todavía unos veinte años y que sólo se enteraba de ello por el flas­hazo nocturno o por las tarjetas con un número que identificaba la foto.

     Tengo frente a mí una de ellas, color sepia. La historia oculta de ese momento nunca la he preguntado. Escrita con tinta azul, está fechada el 20 de noviembre de 1952 y a pesar de su borrón, se deja ver una nota: (ocho años después).
     Una mujer de pelo chino, acaso de permanente, camina con garbo por la Alameda Central. Quizá viene de observar el desfile deportivo, a lo mejor se encamina a una cita amorosa. El grueso tronco de un árbol asoma por una de las orillas del retrato, y las ramas de otro son el fondo.
     Un policía parece seguirla, va vestido elegantemente, lleva corbata y una enorme placa en la cachucha; el azul observa la cámara, mientras la mujer mira hacia otro lado o parece observar cualquier otra cosa, ignorando al anónimo fotógrafo. La mujer lleva el suéter sobre los hombros y su mano izquierda, la única que se observa, está cerrada, como aguardando un futuro que en ese momento se ignora.
Peinado con raya de lado izquierdo, evoca las imágenes de Lilia Prado.
El vestido es ceñido al cuerpo y tiene un cinturón de donde pende, a un costado, una especie de moño apenas visible. Los zapatos llevan unos cintillos alrededor del tobillo y no se alcanza a distinguir si son de punta o chatos, si no tienen tacón alto o corto.

El policía sigue atrás, sin lograr darle alcance, mientras dos hombres se encuentran sentados en una banca, separados uno de otro, distinguiéndose con la vestimenta de cada cual. Uno lleva traje oscuro y zapatos sin bolear, parece viejo, aunque el rostro no se distingue, mientras el otro es un trabajador del fin del sexenio alemanista, cuando se prometía un país mejor.
Frente a la mujer camina un hombre bajito, con go­rra española, saco largo y cuya espalda quedó plasmada en el retrato, en la fotografía que ahora miro, que tiene la fecha del 20 de noviembre de 1952, en el retrato de una mujer de la que tres años más tarde yo habría de nacer.

El policía sigue atrás, inmóvil, quieto, mientras la mujer camina con garbo, con orgullo y en su rostro se mira la alegría de quien sabe que su retrato será comentado más de sesenta años después.

sábado, 1 de octubre de 2016

Cien años de caricatura en El Universal

Hacer periodismo es de un gran gozo, participar en una fecha histórica me llena de felicidad. Estar en el diario que me ha permitido crecer, aprender, decir todo lo que quiero es de un lujo que poca gente se puede dar.

 Ahora mismo pienso en aquella mañana del lejano 1986 en que llegué a la oficina de Don Paco Taibo a ofrecerle un texto y él recibirlo, con aparente desdén, y publicarlo al día siguiente.

El Universal cumple cien años este primero de octubre.

Mi texto, mis textos, aparecieron dos en el suplemento de aniversario, están ahí, haciendo el recuento de cien años de caricatura y muy pronto aparecerá el libro.

Esta es la primera parte de esa historia.



El Museo Casa de Carranza exhibe, por primera vez, el mayor número de caricaturas dedicadas al varón de Cuatro Ciénegas

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