Hoy abre sus puertas en el Instituto de México de Madrid una exposición peculiar, la que gira alrededor de José Guadalupe Posada.
A muchos les sonará el culto a la Santa Muerte que profesan muchos mexicanos, una variante local que sintetiza como en pocos lugares del mundo el 
cristianismo con el profundo poso de las religiones
paganas anteriores a la llegada de Hernán Cortés. No es que haya un México neopagano. Son tan cristianos como
un católico que peregrina a Santiago de Compostela por pura fe, es que es “su” versión. La Muerte, además, tiene una ligación íntima con México que va más allá de la violencia que sacude al país. Los esqueletos y los emblemas de la Muerte tienen
en México la misma vigencia que en la Europa del siglo
XIV, son una fiesta de lo cotidiano. Las calaveras son su gran marca artística, y su conexión con ese culto tan peculiar que parece parte de la imagen prototípica de México.
José Guadalupe Posada fue uno de esos artistas excepcionales de la vida cotidiana y de lo fantástico, un creador que vivió en paralelo al primer siglo de existencia
de la gran república del águila que devora una serpiente. Nacido en 1852 en Aguascalientes y fallecido en la capital federal en 1913, vio también a su país pasar de la
república oligárquica del principio al México revolucionario, agrario y contradictorio. Fruto de esa vida es la exposición 
organizada por el Instituto de México, ‘Posada. Fantasía, calaveras y vida cotidiana’, reflejo de una carrera que Diego Rivera, otro monstruo del arte mexicano, resumió en una frase: “Tan grande como Goya, fue un creador de una riqueza inagotable. Ninguno lo imitará, ninguno lo definirá. Su obra es la obra de arte por excelencia”. Fue, como dice la organización, el creador del arte contemporáneo mexicano.
La muestra se divide en once apartados temáticos: los primeros años del artista; sus ilustraciones de cuentos infantiles, los juegos que ilustraba, las fantasías y los horrores; las imágenes religiosas, las tragedias, lo chusco 
y cómico, la vida cotidiana, los personajes, las fiestas y, finalmente, sus famosas calaveras. La exposición se completará con diversos talleres de estampación y grabado dirigidos al público infantil ya que ambas fueras formas de expresión que también utilizó Posada en esta carrera en la que captó la gran tragicomedia que es México. Fue, a fin de cuentas, el que creó parte de la imagen prototípica de un país siempre a punto de explotar y de avanzar pero que se enreda en sus contradicciones. Por eso fue el Goya que decía Rivera, el testigo visual del alma de un país. Y lo peor, para mostrar sobre todo las zonas oscuras.
La exposición va a acompañada del libro escrito por 
uno de los mayores estudiosos de la obra de Posada y comisario de la exposición, Agustín Sánchez González (1956), estudioso de la tradición de la caricatura en México, autor de Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura mexicana’, convertido en libro de culto. Era la persona perfecta para organizar y publicitar a un artista muy poco conocido en España pero que cada año gana en peso y proyección en México, que vive ahora momentos muy 
tristes y parecidos, en tragedia y violencia, a los que tuvo que ver Posada.
En 2010 publicó en España, en coautoría con Esther Acevedo, ‘La historia de la caricatura en México’. José Guadalupe Posada es una de sus obsesiones: en 1997 publicó ‘Un artista en blanco y negro’, reeditado con el nombre de ‘La portentosa vida de José Guadalupe 
Posada’. Y ahora publica el 25 de noviembre ‘Fantasías, calaveras y vida cotidiana. José Guadalupe Posada’. También es autor de más de treinta libros, entre ellos destacan ‘La vida en México 1910-2010’, ‘Un dulce sabor 
a muerte’, ‘El general en La Bombilla’, ‘La banda del automóvil gris’ y ‘Terribilísimas historias de crímenes y horrores en la ciudad de México’.
La vida y talento de un artista diferente
Posada, de familia pobre, tuvo una clara afición por el dibujo. Su hermano Cirilo lo animó a apuntarse, siendo todavía un niño, a la Academia Municipal de Artes y 
Oficios de Aguascalientes. Con quince años ya era considerado un artista, y enseguida comenzó a colaborar 
en la revista El Jicote. Con 19 años creó la primera de sus famosas calaveras, y tras mudarse a León (México) trabajó en publicidad diseñando logos y etiquetas para la industria tabaquera, y como autor de estampas religiosas. Fue el principio de su gran talento, con el que llamó la atención
 del país.
Posteriormente, se trasladó a la ciudad de México, ya
 como un artista de prestigio, conocido como ilustrador de periódicos y revistas. Fue un momento clave, el gran salto: allí comenzó a trabajar con el impresor comercial Antonio Vanegas Arroyo, casa impresora que todavía atesora los originales y los derechos de sus obras. En ese taller 
Posada elaboró miles de ilustraciones sobre los acontecimientos y sucesos del México de la época: catástrofes, milagros, crímenes, escándalos… Aunque no fue un retratista político, también consiguió gran nivel
como caricaturista en torno a acontecimientos políticos 
de su tiempo, a favor y en contra de Porfirio Díaz, a favor
 y en contra de la Revolución.
Grabado de la época que sobre Posada, y un retrato fotográfico de su etapa de madurez
Las calaveras eran parte integral de su visión sobre México