jueves, 12 de febrero de 2015

Había una vez unos porros que cobraban como profesores

Oaxaca es uno de los estados con mayor pobreza y, sin embargo o por ello, es capaz de producir grandes millonarios como José Murat, el gobernador oaxaqueño balconeado por el New York Times, o por Rubén Núñez que no conocemos su fortuna pero que, como todo líder mexicano que se respete, debe ser buena.
Oaxaca tiene un pasado cultural esplendoroso y un futuro (presente) más negro que el barro oaxaqueño gracias a esa "extraña alianza" gobierno-radicales.
La mafia de la CNTE nada se diferencia del SNTE: corrutos, acarreadores, mafiosos, claro, aquellos son más listos y chantajean sin tanto estruendo. Pero lo real es que la diferencia es una letra: la c por la S.
Así, vinieron los bárbaros de la CNTE  a desquiciar nuestra ciudad, a agredir, a amedrentar.
Los bárbaros, ignorantes de su pasado zapoteca, de la grandeza del juarismo, de la música, hoy son unos trogloditas.
Peor aún, acorde a su ignorancia, con carteles donde se manifiestan en contra de la privatización de la educasión (sic y 

resic), rompieron un jarrón, lo arrastraron por Paseo de la Reforma para utilizarlo para hacer una fogata y luego lo abandonaron maltrecho.

Tal vez, digo, para justificar su ignorancia, pensaron que
era la copa del enajenante futbol.


No faltaran los 
defensores de esta grey que dirán, como cuando quemaron la puerta de Palacio Nacional, que eso no importa, que importa la lucha de estos pobrecitos.  (Los que, por cierto, pueden faltar las veces que quieran a trabajar y el cacique Núñez exige no se les descuente)



Ayer Rafael Pérez Gay dijo que no los queremos aquí y me sumo a su petición aunque como a él, se nos vendrá el mundo encima de críticas)




Les dejo, un texto de Pascal Beltrán del Río a propósito de esto:




La madrugada del martes, un jarrón rococó amaneció sobre los carriles centrales de Paseo de la Reforma.
Había sido arrancado de su pedestal por profesores oaxaqueños que, al mediodía del martes, habían tomado la emblemática arteria de la ciudad para protestar por la falta de pago a unas seis mil personas que, hoy por hoy, no se sabe si realmente existen y, de ser el caso, si han dado clases.
Pese a que los manifestantes —que ayer cumplieron tres días en la Ciudad de México— dicen ser profesores, probablemente no sepan el origen del jarrón que utilizaron para prender una fogata, y que fue dañado de manera irreparable.
Los pedestales para el proyecto del Paseo de la Reforma comenzaron a erigirse en 1878, con la intención de poner sobre sus bases a figuras de la mitología grecolatina. 
Esta idea fue cuestionada por el académico liberal Francisco Sosa, quien, a mediados de 1887, escribió un artículo en el que propuso que las esculturas representaran a personajes de esa facción política, a razón de dos por cada estado del país. Su sugerencia fue difundida por distintos diarios y finalmente aprobada por Porfirio Díaz.
Se determinó, asimismo, que las estatuas fueran intercaladas con jarrones de bronce estilo rococó, mismos que fueron encargados a la fundición de Gabriel Guerra, representante de la escuela escultórica mexicana fundada por el artista romántico catalán Miguel Vilar en la Academia de San Carlos.
Guerra nació en 1847, aunque su lugar de origen es incierto. Algunos dicen que era de Unión de Tula, Jalisco, y otros, de León, Guanajuato. Ingresó a la Academia de San Carlos en 1878, donde fue alumno distinguido de Miguel Noreña, quien había aprendido escultura con el propioVilar.
En 1889, participó con su obra en la Exposición Universal de París, cuyo símbolo fue la Torre Eiffel.
Murió en 1896, afectado de parálisis, pero no sin fundir la mayoría de los jarrones que adornan el Paseo de la Reforma. Las restantes fueron terminadas por sus discípulos, como Melesio Aguirre. También son obra suya las estatuas de El Zarco y Guadalupe Victoria, en la misma avenida.
Si un ciudadano que no estuviera cobijado por una organización social dañara, no digamos un jarrón, sino uno de los pedestales de Reforma, acabaría en la cárcel. Pero los profesores de la Sección 22 no temen tal cosa. A ellos el gobierno federal les da trato especial, atendiéndolos en “mesas de diálogo” en las que suelen salirse con la suya.
El jarrón tirado en la calle es un símbolo de la implementación de la Reforma Educativa, que corre el peligro de resultar inútil.
¿Por qué lo digo? Porque uno de sus propósitos centrales era romper el círculo vicioso chantaje/protesta/plantón/negociación/pago que ha practicado la CNTE desde los años 80, y que se reforzó cuando la Sección 22, domina por ella, se hizo del control del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca y de otras canonjías, por la vía de las movilizaciones callejeras, en la década de los 90.
A raíz de la Reforma Educativa, los maestros sindicalizados cambiaron de patrón —ahora les paga la SEP y no los gobiernos estatales— pero, como vemos, no ha cesado el chantaje de la CNTE para imponer sus condiciones. Y si nos atenemos a los dichos del gobernador Gabino Cué, presente en las negociaciones de esta semana, la Sección 22 volvió a salirse con la suya, o casi.
El motivo del actual conflicto es que la CNTE alega tener más maestros de los que reconoce la SEP. Es decir, ni siquiera ha podido cumplirse una de las premisas básicas de la Reforma Educativa: la certeza de saber cuántos profesores dan clases.
Como la SEP no pagó a los maestros extras que la CNTE dice tener en sus filas, la Sección 22 mantiene un plantón en el centro de Oaxaca y ha cometido innumerables actos de vandalismo, al punto de robarse una camioneta y varias escaleras de la central de bomberos de esa capital estatal.
Pero como el gobernador Cué no puede resolver el diferendo principal, que es por dinero, los manifestantes vinieron a la Ciudad de México.
A reserva de conocer con precisión los términos de la negociación —dice Cué que se compensará a tres mil 600 maestros—, el chantaje ha salido ganando.
Nadie ha castigado a la Sección 22 por los daños que ha provocado a los oaxaqueños, comenzando por los niños, a los que ha dejado otra vez sin clases.
Tampoco por la destrucción de bienes públicos en Oaxaca y el Distrito Federal.
Al arrancar de su pedestal y dañar el jarrón rococó fundido por Gabriel Guerra, los profesores no sólo arruinaron una obra de arte centenaria, parte del patrimonio nacional. Tiraron y pisotearon simbólicamente la Reforma Educativa.
Y ésta estará herida de muerte en tanto que las autoridades hagan algo más que replegar sus marchas, mandándoles un mensaje inequívoco de que no aceptarán más chantajes.
¿Cómo lo pueden hacer? Sancionando o separando de sus cargos a quienes piensan en marchar antes que en dar clases, y negándose a inflar con fantasmas una nómina que paga el contribuyente. 
Es obvio que los términos de la Reforma Educativa afectan a la CNTE y ésta reacciona en consecuencia. Lo que no está tan claro es que el gobierno federal quiera resistir esas presiones.
Parece que en esta discusión sigue pesando el paternalismo que tiene a Oaxaca postrado en el sótano de la educación.

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