jueves, 20 de enero de 2011

José Guadalupe Posada, icono de la cultura nacional

Su extensa producción gráfica, estimada en más de 20 mil grabados, entre los que destacan las célebres “calaveras”. ESPECIAL
◦Marcó una concepción y un estilo de la creación gráfica en México
Conaculta rinde homenaje al autor de la Catrina, de quien este 20 de enero se cumplen 98 años de su deceso

CIUDAD DE MÉXICO (20/ENE/2011).- El investigador Agustín Sánchez, autor del libro José Guadalupe Posada. Una historia en blanco y negro (Conaculta, 2010), tiene una frase que revela mucho sobre la historia de este excepcional dibujante y grabador mexicano: “Posada nació el día que murió don Lupe. Don Lupe era el señor que andaba haciendo sus dibujitos por aquí y por allá, y cuando se muere don Lupe pasan muchos años para que empiece el mito de José Guadalupe Posada”.

Este pasaje es fundamental para entender que si bien José Guadalupe Posada fue capaz de dejar un retrato fidedigno de un cambio de siglo y de un cambio cultural, sin proponérselo, se convirtió en uno de los iconos del nacionalismo cultural y nos legó, también uno de los símbolos mexicanos: la Calavera Catrina.

José Guadalupe Posada Aguilar nació el 2 de febrero de 1852, en el barrio de San Marcos de la ciudad de Aguascalientes, y falleció el 20 de enero de 1913; Conaculta le rinde homenaje en este 98 aniversario de su deceso. Su padre fue el panadero Germán Posada Serna y su madre Petra Aguilar Portillo, quienes procrearon seis hijos: José María de la Concepción (1832), José Cirilo (1839), José Bárbaro (1843), José Guadalupe (1852), Ciriaco (1856) y María Porfiria (1858).

A partir de 1890, sus trabajos gráficos ilustraron las publicaciones, de carácter nacionalista y popular del impresor Antonio Vanegas Arroyo: historietas, liturgias de festividades, plegarias, cancioneros, leyendas, cuentos y almanaques, destacando La Gaceta Callejera y las hojas sueltas que incluían imágenes e información resumida de carácter diverso sobre “acontecimientos de sensación”.

A partir de entonces Posada emprendió un trabajo que le valió la aceptación y admiración popular, por su sentido del humor, propensión a lo dramático y calidad plástica. En su obra, amplia y variada, Posada retrató las creencias y formas de vida cotidiana de los grupos populares, criticando los abusos del gobierno y la explotación del pueblo. Además, ilustró las famosas “calaveras”, versos alusivos a la muerte que junto con sus demás ilustraciones, se distribuían en periódicos y hojas sueltas.

Las ideas de Posada eran de clara índole progresista y, al servicio de éstas, dibujó caricaturas y bocetos satíricos consagrados, en general, a elaborar una crónica de la vida mexicana de la época o a poner de relieve los sufrimientos de su pueblo bajo el yugo de los grandes terratenientes. Las sátiras de los políticos más influyentes de la época le costaron la cárcel en más de una ocasión. El gran número de encargos que se amontonaban en su taller le obligó a crear una técnica nueva, el grabado al ácido en relieve, mucho más rápida.

Su extensa producción gráfica, estimada en más de 20 mil grabados, realizados en litografía o planchas de metal, podría clasificarse como expresionista, puesto que recrea con extraordinaria imaginación, gran sentido humorístico y profunda capacidad crítica las lacras, miserias y prejuicios de la realidad social y política de su época.

Su obra abarca múltiples temas, entre los que destacan las célebres “calaveras” o imágenes de ultratumba; los “desastres”, que comprenden catástrofes de tipo natural (inundaciones, epidemias, sucesos astronómicos, nacimientos de seres monstruosos), accidentes, hechos sobrenaturales, crímenes y suicidios; los “ejemplos” o lecciones morales que pueden extraerse ante la perversidad y bestialidad humanas; sucesos sociales y políticos, donde sobresalen las viñetas referidas a las ejecuciones y los “corridos” revolucionarios; los milagros religiosos; la serie denominada Don Chepito, que narra las desventuras de un solterón ridículo, una especie de antihéroe; así como las imágenes captadas de la vida cotidiana con inigualable precisión e intención certera.

José Guadalupe Posada fue considerado como un precursor del movimiento nacionalista en las artes plásticas por algunos de quienes lo protagonizaron: José Clemente Orozco, Diego Rivera, Francisco Díaz de León y Leopoldo Méndez. En 1933, veinte años después de su muerte, fue redescubierto por el pintor Jean Charlot, quien editó sus planchas y reveló la influencia de Posada sobre artistas de las posteriores generaciones.

De acuerdo con el investigador Agustín Sánchez, Posada es un invento, de alguna manera, de dos personajes: el grabador Leopoldo Méndez y el muralista Diego Rivera. “Es decir, Posada nunca creyó que era un gran artista, que era un gran personaje. Y Diego Rivera lo inventa, como inventó a Frida Kahlo. Lo mismo Leopoldo Méndez: inventa un Posada que no tiene nada que ver con el Posada de la realidad, es decir, inventó un político radical, con una concepción política muy avanzada. Y las investigaciones recientes demuestran que no fue así: era un hombre que tan sólo trabajaba. Él iba haciendo los trabajos que le encargaban. No tiene nada que ver con esta imagen radical que nos han vendido durante muchos años, una imagen antiporfirista, radical.

“Por otro lado, una parte que es muy importante mencionar es cómo a pesar de que nos legó la Catrina, es interesante ver cómo esta invención de Posada tiene que ver con una falsa idea de la propia invención de Diego, porque la Catrina no es La Catrina, su nombre real es la Calavera Garbancera. Los garbanceros o las garbanceras eran los indígenas que querían ser como los españoles, mas no como indígenas. Es como hoy los mexicanos que quieren estar en McDonald’s y que quieren ir a Disneylandia, o sea, no asumen su mexicanidad. Eso era lo que Posada estaba criticando. Sin embargo, Diego Rivera la bautiza como la Catrina, así porque sí”, revela Agustín Sánchez.

Gran dibujante, trabajador incansable y un gran técnico del grabado, Posada murió tan pobre como había nacido en Ciudad de México, el 20 de enero de 1913. Sus restos, que nadie reclamó, fueron sepultados en una fosa común.

En la ciudad de Aguascalientes, anexo al templo del Encino, se encuentra el Museo José Guadalupe Posada en donde se expone permanentemente parte la obra de este artista. También se montan exposiciones temporales de otros artistas gráficos. Se cuenta además, con una biblioteca de aproximadamente cinco mil volúmenes

martes, 11 de enero de 2011

De crímenes, duelos y jurados

De crímenes, duelos y jurados

Por

Silvia Isabel Gámez.

(16-Ago-2010).- A Francisco Guerrero, "El Chalequero", se le atribuye el asesinato de una decena de prostitutas que aparecieron apuñaladas y degolladas en las márgenes del Río Consulado. En 1888 se le condenó a purgar una larga pena en San Juan de Ulúa, y dos décadas después fue detenido nuevamente por el crimen de una anciana, a la que mató después de "requerirla de amores".

"No me explico lo que pasa en mí (...) toda mujer me inspira un terrible deseo de delinquir", confesó el único asesino serial del porfiriato. En noviembre de 1910, cuatro meses antes de ser ejecutado, falleció de una embolia en el Hospital Juárez.

Alcoholismo, miseria e ignorancia fueron factores asociados con la criminalidad durante el régimen de Porfirio Díaz. Al pulque se le consideraba la bebida más nociva, ya que generaba irritabilidad e incluso alucinaciones de la vista y el oído, lo que no ocurría con el vino, considerado "sano e higiénico" según la Gaceta de policía, y la cerveza, que brindaba serenidad de espíritu.

De 1858 a 1910, la Ciudad de México se extendió de 8.5 a 40.5 kilómetros cuadrados, lo que implicó el surgimiento de fronteras sociales. A alguien como "El Chalequero", pobre y sin instrucción, se le consideraba capaz de los peores actos, lo que no sucedía con las clases privilegiadas, cuyos crímenes eran, debido a su educación, "más refinados".

El primer Código Penal mexicano, que entró en vigor en 1872, mostraba en la interpretación de los legisladores --figuras como José María Herrera y Zavala, Indalecio Sánchez Gavito y José María Lafragua-- la mentalidad de la época.

"Refleja una doble moral", señala la historiadora Elisa Speckman Guerra, "ya que no se consideraba que el honor de los hombres afectara al de las mujeres con quienes estaban emparentados, pero sí se creía que la deshonra femenina manchaba a todos los hombres de la familia".

Si el marido mataba a la mujer y a su amante tras sorprenderlos en un acto adúltero, la pena se reducía a menos de la mitad. Si una mujer soltera cometía infanticidio para evitar la deshonra de la familia, era castigada con cuatro años de prisión, pero si estaba casada, la pena se duplicaba, escribe Speckman Guerra en Crimen y castigo (El Colegio de México/UNAM).

La condena por homicidio y lesiones se reducía también si era resultado de un duelo, siempre que se celebrara "por la defensa del honor y por una causa moral", y que se apegara a un pacto previo, "cumplido con lealtad". Debido a que los legisladores coincidían en la importancia que se le daba al honor, pero no podían permitir que una persona hiciera justicia por su propia mano, optaron por incluir la figura del duelo en el código, y sancionarlo con penas menores.

"Dado que estaban penados, no todos los duelos se hacían públicos. En 1873, una revista de juristas, 'El Foro', llega a afirmar que había una fiebre del duelo, uno por semana, y El duelo en México, de Ángel Escudero, registra menos de 200 en todo el periodo. Un cálculo exacto es difícil", indica la historiadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.

La práctica del duelo, explica, decae con el tiempo, hasta que en 1929 se elimina del código. Ese mismo año queda abolida la pena de muerte. "Se cuestiona su efectividad, ya que no se demuestra un vínculo entre pena capital y reducción del homicidio, además de que pueden existir errores judiciales que al aplicar la pena se vuelvan irreparables".

Aunque no existe la cifra, y es difícil hacer el cálculo porque las sentencias de pena capital deben cruzarse con los indultos, Speckman Guerra cree que sería posible establecer a partir de estadísticas cuántos condenados a muerte hubo en la Ciudad de México. "Pero no fueron muchos", asegura.

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De 1869 a 1929, los delitos más graves eran resueltos por un jurado popular. "Cuando se estableció, se pensó en delitos que merecieran al menos dos años de prisión, y luego fue aumentando hasta una pena media de seis años. Para 1908, ya conocía pocos delitos: homicidios graves, riñas con heridas mayores".

Los procesos eran públicos, y asistía tanta gente que llegaron a imprimirse tarjetas de entrada, y a convertir cines en cortes improvisadas. El interés de la ciudadanía por el crimen, reflejado en el consumo de la nota roja y en las hojas sueltas que circulaban con "espantosísimos crímenes", se tradujo en una mayor demanda de justicia.

La historiadora menciona casos que tuvieron cobertura en la prensa y generaron un gran debate, como el del general Gustavo A. Maass, que en 1908 mató de un tiro a David Olivares cuando le reclamó la relación que tenía, siendo casado, con su hermana Felisa. Este hecho generó el reclamo de igualdad jurídica para el militar, que fue condenado a muerte por un primer jurado popular, y después vio reducida su sentencia a 13 años de prisión tras un segundo proceso.

Los jurados populares eran convocados mediante un padrón que excluía a las mujeres. Primero bastaba con saber leer y escribir - lo que equivalía al 15 por ciento de la población--, pero a medida que creció la desconfianza hacia sus veredictos, se solicitaron requisitos como instrucción primaria terminada o un ingreso de 100 pesos mensuales.

"Fue una institución muy debatida. Sus defensores decían que resultaba esencial al modelo liberal, porque permitía al pueblo expresar su soberanía, garantizaba la igualdad jurídica y representaba el sentir social, pero sus detractores consideraban que sus miembros no se apegaban ni a las pruebas ni a la ley, y se dejaban influir por simpatías, prejuicios, y el alegato de los abogados", explica Speckman Guerra. "Pero no son muchos los casos en que el Ministerio Público apela una sentencia del jurado y es revocada por un tribunal superior".

A los jurados populares se deben también absoluciones como la de María Teresa Landa, la primera Señorita México, quien en 1929 mató de un tiro a su marido, el general Moisés Vidal, tras enterarse de que había cometido bigamia, ya que tenía esposa y dos hijas.

"El permanente llanto, su confesión insospechada y sus respuestas que a cada rato mencionaban la palabra amor lograron conmover no sólo al jurado, también a la sociedad entera, para quien el culpable era el horrible militar que la había engañado a ella, tan bella, tan jovencita, tan inocente", escribe Agustín Sánchez González en Un dulce sabor a muerte.

Aunque fue uno de los últimos procesos en los que participó el jurado popular, lo cierto es que a partir de entonces, Landa tuvo una vida intachable como maestra de historia universal. Sus alumnos aseguran que siempre vestía de negro y nunca volvió a casarse.

lunes, 10 de enero de 2011

Asesinos, El Chalequero

Hery Emmanuel | ene 10, 2011 | Comentarios 1


La historia me había enseñado que el primer asesino serial del que se tenia registro en México era Gregorio Cárdenas Hernández, mejor conocido como “El estrangulador de Tacuba“. Hasta que me encontré con una versión de un Jack el Destripador Mexicano, un asesino serial apodado “El Chalequero” y que existió antes incluso de que “Goyo Cardenas” naciera.

Mientras que a finales del siglo XIX, Europa estaba conmocionada por los asesinatos de Jack El Destripador en las calles de Londres, un singular criminal mexicano, causó el terror en la Ciudad de México.

El primer asesino serial que tuvo nuestro país, o al menos que se tiene registro, fue Francisco Guerrero, alias El Chalequero, quien fue un despiadado sujeto que motivado por un deseo sexual, mataba a mujeres luego de violarlas.

Según lo narra Agustín Sánchez González en su libro “Terriblísimas Historias de Crímenes y Horrores en la Ciudad de México en el Siglo XIX”, El Chalequero era un criminal que actuaba por los rumbos del Río Consulado. El apodo de El Chalequero tenía dos teorías, una era por los chalecos que este sujeto portaba, pues se refiere que este hombre vestía elegantemente cuando salía a la calle. La segunda establece que Francisco Guerrero, luego de que violaba a sus víctimas “a chaleco” (a la fuerza) las asesinaba con su cuchillo.

El asesino actuó impunemente durante siete años sin que la Policía le pudiera detener, y pese a que frecuentemente aparecían mujeres degolladas por el rumbo del Río Consulado, las autoridades no tenían pista del autor. La historia provocó terror en todas las mujeres de la Ciudad de México, pues sabían que el asesino estaba suelto y que podría estar acechando en cualquier esquina. La prensa de aquella época no dejó pasar el caso e incluso ridiculizaba a la Policía.

El homicida era descrito como guapo, elegante, galán y pendenciero, vestía de casimir, con sombrero ancho y zapatos relucientes. Se decía que su vestimenta no le costaba un sólo centavo, pues todo era pagado por sus numerosas amantes. Finalmente en 1888 gracias a una denuncia de un vecino de una de sus víctimas, El Chalequero fue atrapado.

También acudieron a declarar otras mujeres que habían logrado escapar de las garras del asesino y lo identificaron. Luego de un juicio, El Chalequero fue condenado a muerte, pero la sentencia fue permutada por una pena de 20 años en la cárcel de San Juan de Ulúa. Luego de cumplir sus años de cárcel, El Chalequero regresó a las calles del Río Consulado, donde volvió a matar mujeres.

Un reportero del periódico El Imparcial, que conocía la historia de El Chalequero, y al ver las características de los cadáveres de las nuevas víctimas, dio la pista para identificar al homicida. Semanas después Francisco Guerrero fue recapturado y durante un juicio al que acudieron cientos de personas, El Chalequero fue nuevamente condenado a muerte con un total de 20 victimas comprobadas.

Una vez más el asesino serial se salvó de cumplir esta condena en la horca, pues a los pocos días de su sentencia, fue hallado muerto en su celda de la cárcel de Belén. Se dijo que fue víctima de la tuberculosis.

sábado, 1 de enero de 2011

José Guadalupe Posada Aguilar

1 de January, 2011 - 15:11
Por Manuel Bello Hernandez Mexico, 1 Ene.
(Notimex).

- El escritor, historiador y periodista Agustin Sanchez Gonzalez llamo a revalorar la vida y obra de Jose Guadalupe Posada (1852-1913), luego de considerar que en los ultimos anos se ha construido una imagen del grabador mexicano llena de falsedades.

A dos anos del primer centenario luctuoso y a uno del 160 aniversario del natalicio del creador hidrocalido, Sanchez Gonzalez pidio a las instituciones culturales revertir los mitos en torno a Posada y darle el lugar que se merece.

``Ahora que paso el Centenario de la Revolucion, nadie menciono nada sobre Posada frente al humor grafico de Mexico, paso desapercibido.

Eso deja clara muestra que los nichos populares no existieron'', considero el tambien investigador del Centro Nacional de Investigacion, Documentacion e Informacion de Artes Plasticas (Cenidiap).

De acuerdo con quien es considerado uno de los mas importantes historiadores de la caricatura mexicana, las decenas de publicaciones realizadas hasta ahora a Guadalupe Posada se han hecho a ``oidas, a base de mentiras y invenciones''.

Senalo que en su libro ``Posada'' se encuentra una copia del Acta de Defuncion del hijo de Posada, Juan Sabino, quien murio de tifoidea; asi como del propio artista, quien fallecio de alcoholismo en el Barrio de Tepito.

``Y ahora me acabo de encontrar con la fe de su bautismo, que es importante porque de alguna manera se va armando el rompecabezas de la vida de Posada.

``Ese documento rompe con una discusion sobre Rafael Barajas ?El Fisgon?, quien habia retomado de un historiador de Aguascalientes, de nombre Alejandro Topete, donde hablaba que Posada se llamaba Jose Guadalupe Ruiz Posada, lo cual es falso.

``Esta acta viene a romper ese mito, pues en realidad fue Jose Guadalupe Posada Aguilar'', destaco Agustin Sanchez, al tiempo que subrayo que aun falta mucho por descubrir del grabador mexicano.

Otro de los mitos, segun el ganador del premio al Desempeno Academico en Investigacion del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) 2009, es que Posada fue un revolucionario radical.

``En 1963 Leopoldo Mendez hizo un grabado donde aparece Posada en su taller, mirando una represion a campesinos, este grabado es una de las mas grandes mentiras de la historia mexicana.

``Retrata a Posada viendo una represion y a sus espaldas pone a los hermanos Flores Magon; esta obra hizo que todo mundo considerara que el artista fuera un radical-revolucionario y de que publicaba en ?El hijo del ahuizote?'', senalo.

Segun Sanchez Gonzalez, esta version y otras mas han sido mentiras, pues Guadalupe Posada no fue radical, tampoco un conservador, ``sino un hombre que trabajaba y tenia una vision de liberal.

``Eduardo del Rio, ?Rius?, y ?El Fisgon? hablan de que Posada era porfirista, lo cual es otra mentira, pues el siempre hizo criticas tanto a Francisco I.

Madero como a Porfirio Diaz'', senalo.

``Los historiadores creemos que hay que ponerse los zapatos en el personaje historico, no puedes juzgar y criticar a partir de tu vision, se requiere analizar al personaje a partir de su circunstancia historica'', considero.

Hay que revalorarlo, aclarar el mito de que la imagen de ``La Catrina'' fue bautizada por Diego Rivera y no por Posada, se requiere abrir brecha, mostrar a un Posada verdadero, lo mas cercano a la realidad.

Mas sobre POsada en 2011

http://www.informador.com.mx/cultura/2011/260600/6/agustin-sanchez-exhorta-revalorar-vida-y-obra-de-guadalupe-posada.htm

FELIZ 2011 CON POSADA

El escritor, historiador y periodista Agustín Sánchez González llamó a revalorar la vida y obra de José Guadalupe Posada (1852-1913), luego de considerar que en los últimos años se ha construido una imagen del grabador mexicano llena de falsedades.

A dos años del primer centenario luctuoso y a uno del 160 aniversario del natalicio del creador hidrocálido, Sánchez González pidió a las instituciones culturales revertir los mitos en torno a Posada y darle el lugar que se merece.

“Ahora que pasó el Centenario de la Revolución, nadie mencionó nada sobre Posada frente al humor gráfico de México, pasó desapercibido. Eso deja clara muestra que los nichos populares no existieron”, consideró el también investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap).

De acuerdo con quien es considerado uno de los más importantes historiadores de la caricatura mexicana, las decenas de publicaciones realizadas hasta ahora a Guadalupe Posada se han hecho a “oídas, a base de mentiras y invenciones”.

Señaló que en su libro “Posada” se encuentra una copia del Acta de Defunción del hijo de Posada, Juan Sabino, quien murió de tifoidea; así como del propio artista, quien falleció de alcoholismo en el Barrio de Tepito.

“Y ahora me acabo de encontrar con la fe de su bautismo, que es importante porque de alguna manera se va armando el rompecabezas de la vida de Posada.

“Ese documento rompe con una discusión sobre Rafael Barajas ´El Fisgón´, quien había retomado de un historiador de Aguascalientes, de nombre Alejandro Topete, donde hablaba que Posada se llamaba José Guadalupe Ruiz Posada, lo cual es falso.

“Esta acta viene a romper ese mito, pues en realidad fue José Guadalupe Posada Aguilar”, destacó Agustín Sánchez, al tiempo que subrayó que aún falta mucho por descubrir del grabador mexicano.

Otro de los mitos, según el ganador del premio al Desempeño Académico en Investigación del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) 2009, es que Posada fue un revolucionario radical.

“En 1963 Leopoldo Méndez hizo un grabado donde aparece Posada en su taller, mirando una represión a campesinos, este grabado es una de las más grandes mentiras de la historia mexicana.

“Retrata a Posada viendo una represión y a sus espaldas pone a los hermanos Flores Magón; esta obra hizo que todo mundo considerara que el artista fuera un radical-revolucionario y de que publicaba en ´El hijo del ahuizote´”, señaló.

Según Sánchez González, esta versión y otras más han sido mentiras, pues Guadalupe Posada no fue radical, tampoco un conservador, “sino un hombre que trabajaba y tenía una visión de liberal.

“Eduardo del Río, ´Rius´, y ´El Fisgón´ hablan de que Posada era porfirista, lo cual es otra mentira, pues él siempre hizo críticas tanto a Francisco I. Madero como a Porfirio Díaz”, señaló.

“Los historiadores creemos que hay que ponerse los zapatos en el personaje histórico, no puedes juzgar y criticar a partir de tu visión, se requiere analizar al personaje a partir de su circunstancia histórica”, consideró.

Hay que revalorarlo, aclarar el mito de que la imagen de “La Catrina” fue bautizada por Diego Rivera y no por Posada, se requiere abrir brecha, mostrar a un Posada verdadero, lo más cercano a la realidad.

El Museo Casa de Carranza exhibe, por primera vez, el mayor número de caricaturas dedicadas al varón de Cuatro Ciénegas

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