martes, 28 de julio de 2009

Posada en España


En noviembre de 2008 presenté mi libro de Posada en la Fundación de la Universidad de Alcalá de Henares y en la Embajada de México, esta es la nota aparecida en Madrid


Destacan complejidad de Guadalupe Posada y su aporte a la caricatura.
3/11/2008 - 23:51(GMT)
Madrid, 3 Nov (Notimex)- La figura del grabador mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913) ayudó a entender mejor el México de su época y a tener una de las imágenes más completas de la muerte, consideró hoy el historiador Agustín Sánchez González.

El investigador mexicano presentó este lunes en Madrid su libro "Posada", que es el segundo que hace sobre el famoso dibujante, el cual abunda en la complejidad del personaje, su obra y vida personal.

En su trabajo, editado por MR, Sánchez aborda la trayectoria de Posada, la forma en que ve la muerte debido a una epidemia que le impactó, pero también tras haber sido testigo de movimientos armados y de conflictos que marcaron su carácter.

Según él, la calavera, conocida como la Catrina, no reúne sólo elementos prehispánicos, sino que también una tradición española que Posada supo asumir, "hay que recordar que había una corriente cultural muy ligada con España, y por ejemplo cuando él nace José Zorrila es uno de quienes la representa en México".

En la presentación en el Instituto de México en España, lamentó que sea a partir 1920 cuando el trabajo de Posada se empiece a reconocer, cuando además Diego Rivera lo publica y destaca la Catrina con ese nombre y vestido.

En su opinión, su trabajo ayuda "a comprender el México del siglo XIX, pero además tiene una forma de hacer entender por qué los mexicanos somos así con los chistes, con el albur para cada cosa".

Sánchez expuso que sí se puede decir que fue la de Posada una vida difícil, porque además muere alcohólico en una vecindad de Tepito (Ciudad de México), sólo, sin que nadie se diera cuenta y sus restos fueron enterrados en una fosa común.

Por su parte, el caricaturista José Luis Diego Hernández y Ocampo, alias "Trizas", consideró que este libro se debió llamar "Posada, un artista de carne y hueso", por reflejar el lado humano de principio a fin del artista.

Resaltó el trabajo de Sánchez, quien además es autor del Diccionario Ilustrado Biográfico de la Caricatura Mexicana desde 1826 a la época, que consideró uno de los trabajos más completos sobre este gremio.

Para el caricaturista José Antonio Garci, no obstante esta vida tan compleja y su final, "Posada logra ser el grabador más emblemático de México, un artista que superó la prueba y la muerte a la que tanto dibujó".

Definió a la Catrina como una mezcla de vida y muerte, "porque es una muerte que se ríe al igual que Posada se río de la muerte muchas veces".

Además, indicó, Posada contribuyó a que Francisco I. Madero fuera uno de los presidentes más caricaturizados de la historia de México, y uno de los máximos exponentes del género, incluso poco antes de morir, en pleno periodo revolucionario.

Terra/Notimex

lunes, 27 de julio de 2009

Osssss pido Posadaaaaa



Todas las notas que estoy subiendo acerca de mi libro sobre José Guadalupe Posada buscan contrarrestar las miles y miles de páginas existentes en internet (y en decenas de libros y artículos) con datos falsos sobre el genial artista de Aguascalientes.
Quien busque información fidedigna de Posada sugiero omitir casi todo lo publicado en la red.

Primer capitulo del libro La portentosa vida de José Guadalupe Posada



Biografía novelada del genio de Posada

Redacción
El Universal
Domingo 11 de mayo de 2008

La portentosa vida de José Guadalupe Posada, libro de Agustín Sánchez González, es una biografía sobre el caricaturista mexicano, célebre por sus dibujos sobre la muerte. Un artista acerca de quien Diego Rivera dijo: “Tan grande como Goya, Posada fue un creador de una riqueza inagotable. Ninguno lo imitará; ninguno lo definirá. Su obra es la obra de arte por excelencia”.

Posada es publicado por Martínez Roca, de editorial Planeta. Su autor ha escrito, entre otros libros, el Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura mexicana. Con autorización de Planeta publicamos el siguiente adelanto del texto que llegará a las librerías esta semana.
(Este libro se reeditó por Ediciones de don Lupe, con el título La portentosa vida de José Guadalupe Posada)

Agustín Sánchez
SE MUERE DON LUPE


Toda la noche ha vomitado sin parar.

La oscura habitación tiene un olor nauseabundo pues la diarrea no se detiene con el atole de arroz, ni con tés de menta o de ruda, ni con ningún otro remedio de las vecinas.

A temprana hora Juan y Manuel han ido a buscar un doctor. De cualquier manera, los dos amigos de parranda saben que ya todo es inútil.

Don Lupe se acaba.

Lleva muchas semanas metiéndole al trago. Su rostro está más que demacrado y la deshidratación por la cagalera es más que obvia.

Hay colillas de cigarro forjado tiradas por doquier.

Danzan calaveras a su alrededor, los sueños se convierten en pesadilla.

Parece una película que se regresa al principio para repasar toda su vida, un viaje a la semilla. En quince días cumpliría 61 años, veintidós mil doscientos días.

Alrededor del petate donde se retuerce de dolor zapatean monstruos fantásticos, bocas con labios rojos que enseñan unos agresivos dientes listos para devorarlo, cuerpos con formas demoníacas, diablos, brujas, gritos lastimeros de la llorona, naguales, fantasmas.

El jolgorio empezó el día de su santo, el día de la Virgencita, el 12 de diciembre, cuando la ciudad, el país, el vecindario conmemoró la aparición del indio Juan Diego; siguieron las nueve jornadas de los santos peregrinos, continuó en la Noche Buena, la Navidad y celebró el fin del año 1912. Nacía uno nuevo, justo cuando la vida, su vida, se le apagaba.

Todo le duele, pero es el alma la que le hace insoportable la existencia. La ruda hierba, la ruda vida.

Cientos de cuartos componen la enorme vecindad ubicada a las orillas de la ciudad de México: es el barrio de Tepito, en la calle de la Paz. Son trescientos miserables cuartuchos, con más de mil almas que andan en la pena y en la pepena.

Cada uno de esos cuchitriles apenas mide tres por tres metros. Los excusados son colectivos, conformados por una larga fila sin puerta y un olor repugnante; afuera una pileta de agua que a veces, con un cubo, se usa para el excusado. Y de los tendederos, que parecen telarañas, cuelgan modestas ropas.

El otrora hombre regordete, ahora de cuerpo flácido y demacrado, parece mirar bailar las calaveras que dibujó hace muchos años, a los diablitos sonrientes, complacidos por su travesura, felices porque recibirán muy pronto a un huésped de lujo, su retratista favorito: don Lupe.

Una vecina le llevó una cazuelita con caldo de gallina y lo encontró llorando, lamentando no poder cerrar los ojos de su Juan Sabino, en ese treceavo aniversario de su muerte.

“¡Don Lupe se muere!”, es el clamor en los lavaderos esa mañana fría de domingo.

Él rememora los últimos días de su vida en el barrio de Tepito, a donde llegó cuando la ciudad lo fue expulsando, primero de Santa Teresa, luego de Santa Inés, más tarde del Cuadrante de Santa Catarina, para llegar a la calle del Carmen y terminar en este sitio donde viven hombres y mujeres que sobreviven en situaciones precarias.

Don Lupe sueña, como todos los días de su vida, pero hoy esos sueños se han tornado en pesadilla, como muchas otras noches más, como casi todas sus últimas noches, como todos sus últimos años.

CRITICAS AL LIBRO DE POSADA


BIBLIONAUTAS: Posada


POR: Marcia Trejo y Raúl Gómez




POSADA. AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ. MARTÍNEZ ROCA. 

Casi desconocido en su tiempo y celebrado décadas después por motivos demagógicos más que artísticos, don José Guadalupe Posada es una figura insólita del México decimonónico tardío a caballo con el de la Revolución y el Nacionalismo institucional. Grabador dotado de una sensibilidad extraordinaria para extraer el alma de la gente, Posada es el equivalente iconográfico de José Alfredo Jiménez en la música tradicional popular mexicana; es el padre de los dibujos que dieron un rostro nítido al mexicano y será por siempre una referencia obligada en la construcción de nuestros conceptos de identidad.

No obstante, el mito de Posada no ha dejado estudiar el mitote que fue la vida de don Lupe, hombre de trago fuerte y, según consta en las crónicas, adicto a la mariguana y los cruces aterradores de estas sustancias enloquecedoras. 

Por ello es plausible la investigación de Agustín Sánchez González que se impuso contarnos la vida de Posada en una contexto de realidad y no de estampita de escuela religiosa. Aunque limitada por el espacio y la complejidad del sujeto de estudio, la biografía escrita por este especialista de la caricatura mexicana es un documento que devuelve el perfil humano de don Guadalupe, opuesto a la unción clasista del poder y sus aduladores. Un libro que simplemente se disfruta y sorprende.

sábado, 25 de julio de 2009

Derriba mitos sobre Posada

Derriba mitos sobre Posada
Miguel Angel Ceballos
El Universal, 12 de septiembre de 2007


Sobre la vida de José Guadalupe Posada todavía hay muchos secretos que descubrir. Si bien se sabía que el grabador, ilustrador y periodista llegó a la ciudad de México acompañado de su hijo, no había datos de qué había sucedido con él. Sin embargo, el historiador Agustín Sánchez González localizó un acta de defunción que revela que Juan Sabino Posada Vela murió a la edad de 17 años y en la absoluta pobreza. El único hijo de quien es considerado uno de los artistas mexicanos más importantes de la historia, falleció el 18 de enero del año 1900, de tifo exantemático, la enfermedad de los pobres, ya que es transmitida por los piojos. Según el documento, Juan Sabino era hijo de María de Jesús Vela, soltero, tipógrafo y su deceso sucedió en el cuadrante de Santa Catarina, número 14 bajos, en lo que hoy se conoce como la calle de Nicaragua, en el Centro Histórico de la ciudad de México.
El hecho de que Posada no estuviera presente en ese trágico momento, explica el investigador, posiblemente se deba a que existe la versión de que el grabador ahorraba todos los días 50 centavos para que cuando llegara el fin de año pudiera comprar dos tinacales de alcohol que se ponía a beber desde el día de su santo, es decir, el 12 de diciembre, hasta que se los terminaba.
Estas son algunas de las revelaciones que aportará Agustín Sánchez en el libro La portentosa vida de José Guadalupe Posada, que prepara para ser publicado por la editorial Planeta en marzo de 2008. En este libro, dice el historiador, echará por tierra varios mitos que se han construido alrededor de la vida del grabador, por ejemplo, que llegó de Aguascalientes al Distrito Federal para trabajar en la imprenta de los Vanegas Arroyo.
“Existe la hipótesis de que los Vanegas Arroyo y Guadalupe Posada eran muy unidos, pero yo sostengo que Posada era un trabajador más. Tengo registrados 32 periódicos en donde trabajó, varias imprentas donde hacía programas de mano y varios libros que ilustró. A Vanegas Arroyo le debemos el archivo que conocemos de Posada, pero también una fuente de muchas mentiras, por ejemplo: que Posada fue un radical, que estuvo en la cárcel, incluso llegaron a decir que nació en León, cuando él era de Aguascalientes”.
Desde hace 10 años Sánchez se apasionó en el estudio de la vida de José Guadalupe Posada, grabador conocido en todo el mundo por ser el creador de La Catrina. El interés del investigador, cuenta, se debió a que este artista explica mucho de la identidad del mexicano a través de su trabajo.
“Durante muchos años hemos seguido el discurso de que las calaveras de Posada tenían que ver con elementos prehispánicos, pero yo sostengo que no necesariamente es así. Cuando él era niño, le tocó ver hechos muy escabrosos, como una peste terrible en su pueblo. Posada ve los cadáveres apilados cuando era un niño y eso debe haberlo marcado. El siglo XIX fue un siglo muy dramático en México”.
Otros de los descubrimientos es que en la primera caricatura que publica Posada, en el número uno de la revista El Jicote, en 1871, aparece una pequeña calavera con su guadaña, muy discreta, lo que revela que ese símbolo aparece desde el inicio de su carrera.
“Posada también tuvo una historia maravillosa con el abuelo de Octavio Paz, Irineo Paz. El grabador no vino a la ciudad de México a trabajar con Vanegas Arroyo sino a una publicación que tenía Irineo Paz. Todavía hay mucho que investigar de este personaje, falta hacer un inventario de su obra, un inventario bibliográfico y una historiografía”, finaliza Agustín Sánchez.

Reconstruyen historia de José Guadalupe Posada en libro




Fue Posada artesano y no activista político, indica experto






Considera Agustín Sánchez González que la figura del caricaturista mexicano se encuentra `mitificada´
Según la biografía escrita por Agustín Sánchez González, Posada no fue el primero en representar calaveras en sus caricaturas(Foto: Archivo/ELUNIVERSAL)





Reconstruyen historia de José Guadalupe Posada en libro, Biografía novelada del genio de Posada 
EFE
El Universal
México
Martes 27 de mayo de 2008

16:21 El autor de la calavera Catrina, José Guadalupe Posada, que creó uno de los símbolos de la identidad mexicana, fue un humilde artesano y no un activista político ni un recuperador del arte prehispánico como se creía hasta ahora, indicó hoy el historiador Agustín Sánchez González.

Posada, es el título de la obra biográfica con la que Sánchez González pretende inducir "una relectura" de la figura del dibujante mexicano, que considera "mitificada" , reveló en entrevista a Efe.


La creación de este mito sucede "tras la revolución mexicana (1910-1920), cuando viene una ideologización del arte" en la que se vive "un rechazo a lo español y una reivindicación de lo prehispánico" , dijo el biógrafo.


En este contexto, el pintor Diego Rivera descubrió una colección de caricaturas de Posada que se encontraba en poder de la familia de impresores Vanegas Arroyo y que "tenía todos los elementos de lo que podía ser el arte mexicano" .

Estos trabajos representaban el 20% de la producción del artista, fallecido en 1913, e incluían algunos dibujos de calaveras, como la "La garbancera" .

Esta caricatura retrataba de forma irónica a las indias que se comportaban como españolas y comían garbanzos.

Rivera la rebautizó como "Catrina" , y en 1947 la incluyó en su célebre mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, con lo que la calavera pasó a ser un emblema de la identidad mexicana.

Ello propició que Posada, hasta entonces un desconocido, se convirtiese en uno de los nombres más populares del arte mexicano, cuya biografía se adornó con "mentiras" , como que había sido "un radical que había ido a la cárcel por sus ideas políticas" , dijo Sánchez González.

Según sostiene el historiador, el caricaturista fue en realidad un artesano humilde que murió alcoholizado y que incluso profesó una ideología política porfirista, esto es, favorable al dictador Porfirio Díaz, que gobernó México entre 1876 y 1911.

"Nos hemos quedado con las calaveras" , pero la obra de Posada "es muy variada" , explicó el historiador, quien añadió que esta incluía escenas de vida cotidiana, religiosas, políticas, infantiles y de otros muchos tipos.


Añadió que el caricaturista tampoco fue el inventor de estas figuras, que además suponen sólo el 10% de su obra.

"Hay una tradición de calaveras en México" , que tiene orígenes prehispánicos, pero Posada no fue quien la inició, aseveró el historiador.

En su caso, la fijación por los esqueletos y la muerte se debe más al entorno de violencia extrema en el que el creador pasó su infancia, cuando en México se producían continuas luchas armadas, precisó Sánchez González.

El biógrafo llamó la atención sobre el hecho de que la mayor parte de los dibujos de Posada estén en paradero desconocido, en periódicos que seguramente ni siquiera se encuentren en México.

"Hoy se conoce el 40%" de aproximadamente unas 11 mil caricaturas" que, según el historiador, produjo Posada a lo largo de su vida.

viernes, 24 de julio de 2009

El libro de Posada en LA JORNADA

Esta nota apareció el 22 de junio de 2008, en La Jornada.


Pretende Agustín Sánchez romper con el mito que pesa sobre José Guadalupe Posada

■ Presentó el martes pasado el libro Posada, donde ofrece aspectos poco conocidos de su vida
Pretende romper con el mito que pesa sobre José Guadalupe Posada
■ Insiste en que se vive actualmente un boom en torno a la obra del caricaturista mexicano

Ángel Vargas

Ignorado en vida, mito de muerto, lo cierto es que sobre José Guadalupe Posada se conoce a la fecha muy poco. Y no porque no exista material de consulta; lo hay, y a montones. Lo malo es que todo versa sobre lo mismo y parte considerable de él se sustenta en información trastocada o falseada.

Eso es lo que pone sobre la palestra el historiador Agustín Sánchez González, identificado por su trabajo en el estudio de la caricatura mexicana, quien, como parte de tal línea, se dio a la tarea de escarbar y profundizar en la historia de ese virtuoso dibujante y grabador.

Producto de ello, con más de 10 años detrás de sí, se desprende el libro Posada (Planeta), el cual fue presentado el martes pasado en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas.

Éste es el segundo volumen que Agustín Sánchez realiza sobre dicho artista. Su factura responde de hecho a la “serie de fallas y contradicciones” que presentaba el anterior, Posada, un artista en blanco y negro, reconoce el autor.

La creación del mito en torno a Posada se debe a Diego Rivera y Leopoldo Méndez. El primero, al compararlo con Goya y situarlo como un artista representativo de lo mexicano, en su condición de creador del personaje de La Catrina. El segundo, al plasmarlo en un mural al lado de los hermanos Flores Magón y así ubicarlo como un gestor de la Revolución de 1910.

A partir de ello comenzó a edificarse una gran paradoja en torno de su vida y obra, considera el investigador, porque se habla mucho de él, pero nadie se ha interesado en saber más allá del creador de calaveras o el trabajador de la imprenta de Vanegas Arroyo, como si lo dicho por Rivera y lo pintado por Méndez fuera verdad de fe.

Se desconoce, por ejemplo, la triste circunstancia de su muerte: solo y a causa del alcoholismo, así como que sus restos fueron a parar a la fosa común. También, que su llegada a la ciudad de México se debió a invitación de Irineo Paz –abuelo de Octavio Paz–, con quien trabajó de ilustrador, lo mismo que hizo para la editorial de un hijo de éste, Arturo.

Entre las mentiras que prevalecen, por otra parte, se encuentra la que ubicaba a Posada como empleado exclusivo de la imprenta de Vanegas Arroyo, cuando en realidad “era una especie de freelance que trabajó en alrededor de casi 40 periódicos”.

Información como ésa es en la que ahonda Agustín Sánchez: “La historia de la caricatura, y con ella la de José Guadalupe Posada, está en pañales (...) Este libro es una nueva lectura de este autor, una apología si se quiere, pero está escrito desde la idea del Posada múltiple, la de un autor por ser descubierto”.

Así, el historiador cuenta cómo éste salió de su natal Aguascalientes para irse a León, donde trabajó de maestro de litografía en una preparatoria, y también en el ámbito comercial, haciendo grabados para cigarreras, cerilleras y estampas; luego, su llegada a la ciudad de México, los diversos domicilios en los que habitó, su afición por el alcohol, la precariedad de su situación económica, la muerte de su hijo, Juan Sabino, a los 17 años; su trabajo de caricaturista de personajes literarios de la época o realizando carteles para espectáculos públicos, capítulos estos dos últimos un tanto olvidados.

Lo ubica, en lo artístico, como precursor del surrealismo y el cubismo, aunque aclara que “Posada nunca se la creyó, no se sentía artista. Mucho del dinero se le iba en el alcohol y la mota. Quizá las figuras fantásticas que dibujó en sus historias las hizo bajo el influjo de esas sustancias”.

Otro aspecto que emerge a la luz pública en el libro es “la infancia tan cruda y terrible que tuvo el grabador”, rodeada por la muerte por todos lados, desde el hecho de que su casa estuviera ubicada cerca de un cementerio hasta que le tocara atestiguar una gran peste que acabó con un alto porcentaje de la población, así como los enfrentamientos y fusilamientos inherentes al momento histórico y político de su época.

De hecho, Agustín Sánchez sostiene la hipótesis de que el origen de las famosas calaveras que han hecho célebre a escala mundial al grabador está relacionado más con ese aspecto de su biografía que con el mundo prehispánico, como se asegura, y acota que el primer dibujo con esa referencia se remonta a cuando tenía 19 años.

Sin tapujos, el especialista asume que la hechura de este volumen busca romper con el mito que pesa sobre el grabador:

“El país necesita abrirse a muchos espacios, necesita quitarse muchos dogmas, sobre todo los que creó el nacionalismo revolucionario. Posada es un hombre que dará más entre más lo abran.

“Hay que cuestionar y hacer preguntas en torno de este personaje. Preguntarse, por ejemplo, por qué nunca se autorretrató. Hay que romper el mito, pues, pero no descalificándolo. Hay que romperlo en su grandeza, no en su miseria.”

Y en ese sentido, subraya el creciente número de investigaciones y libros que comienzan a publicarse en torno de la vida y la obra de José Guadalupe Posada, entre ellos uno que dará a conocer en breve Rafael Barajas El Fisgón, en el que lo sitúa como porfirista.

“Hay un boom. Hace tiempo dije –un tanto en son de broma– que, visto el declive de la fridomanía, ahora viene la posadomanía.”

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